Marta y Fina

Sol estaba apoyada sobre el muro de una de las salidas traseras del Colegio de las Irlandesas, apuraba un cigarrillo,la corbata deshecha y la chaqueteadoblada sobre el antebrazo,desaliñada,con el ceño fruncido Fumar estaba prohibidísmo,de ahí la gracia de permitirse,este gesto,este placer,mientras se estaba encerrada en el asfixiante colegio,hasta las dos,las doce de sol. Sol,ese nombre que sus padres,se habían empeñado en ponerle,su caracter era gloomy,leía poesía inglesa del XIX,era muy introvertida,le gustaba el ajedrez. Y lo que era peor,estaba en la misma clase que Cata,que resplancecía,no como un sol,sino como mil,siempre observándola,desde el kindergarden,siempre con las cadenas de la timidez,que le impedían hablar con ella,siquiera acercarse,siempre solo en el patio,inventándose historias para esquivar su cumpleaños,al que todas las niñas de la clase estaban invitadas. ¡Dios!Muchas veces le gustaría desaparecer,así sin más,como hacen los magos en sus trucos,este mundo gris y repetitivo. Todos los días iguales,excepto que cada año,cada día,cada hora Cata estaba más bella,y ella más triste de ser incapaz de recorrer la infinita distancia entre ellas. Sabía que Cata era la única de dispersar el nubarrón que siempre llevaba encima de la cabeza,y hacer que saliera un arco iris perpetuo. La campana de la iglesia del colegio repicó. ¡Lo que faltaba pensó!Hora de misa.La Nada de la Nada insondable,tengo las rodillas peladas de tanto teatro,siéntate,levántate,santiguate. Tiro el cigarillo al suelo y lo aplastó con rabia,con rabia infinita. Empezó a correr en dirección a la iglesia. Entró en la arboleda principal,ríos de alumnas,el mismo uniforme,almas diferentes.