Una tos nocturna es un verdadero fastidio; persiste y no se quita, pero no siempre es algo malo. A veces, incluso es algo bueno; si tan solo pudiera evitar que la fila se descontrolara... Sobre todo cuando esa fila está formada por personas poco habladoras y con un aspecto muy extraño... ¿Y qué podrían olvidar en urgencias por la noche?

En el tejado de una ciudad dormida, acompañada por una guitarra eléctrica y el aullido del viento, una chica baila al borde del éxtasis y el olvido. Cada gesto es como un arrastre, cada movimiento un desafío a la realidad. Esta es una historia sobre un cuerpo que se disuelve en el ritmo, sobre una libertad que huele a humo y sobre una noche que no quiere terminar.

Una casa tranquila al borde del bosque. Noche lluviosa. Pasos, crujidos, aliento fétido. Maxim no sabía que los viejos cuentos de hadas de su madre podían cobrar vida. No sabía que un movimiento descuidado podía cambiarlo todo. ¿Dónde termina el confort y empieza el horror? "¿Haces crujir los nudillos?" – una pregunta que esconde mucho más que un simple hábito infantil.

Una historia que huele a pan recién horneado y madera quemada. A través de la mirada de un hombre que regresa al hogar de su infancia en un anochecer nevado, este relato envuelve al lector en una travesía emocional hecha de recuerdos, silencios y cicatrices que nunca se cerraron. Entre copos de nieve, risas fantasmas y el susurro del viento, lo cotidiano se vuelve mágico, y lo nostálgico se transforma en un ritual íntimo hacia lo eterno.