ID de la obra: 1270

DIANA

Het
NC-17
Finalizada
0
Fandom:
Tamaño:
315 páginas, 129.537 palabras, 23 capítulos
Descripción:
Notas:
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3. Diversión

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Buenas noches: Sí, he tardado bastante, pero yo le echo la culpa al calor, porque me provoca dolor de cabeza. Les dejo el tercer capítulo, espero les guste y me regalen un comentario. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Los OC son de mi autoría personal, así como la historia, la cual solamente escribí por capricho y para satisfacer las perversiones de algunas(os), incluyéndome.

***

Capítulo 3: Diversión Diana despertó sola en medio de la gran habitación. Los rayos del sol se colaban por algunos espacios de las cortinas. Parpadeó por unos segundos, tratando de reconocer el lugar. Intentó sentarse en la cama, y en ese momento, el entumecimiento corporal le recordó de golpe lo que había sucedido la noche anterior. Había tenido sexo con el Inugami pelirrojo y las consecuencias ya estaban presentes. Sin embargo, esta vez los efectos físicos se percibían en menor grado. Bostezó, estirándose lento para despabilarse un poco. —Vaya, esto me pasa por no pensar antes de actuar— murmuró, frotándose los ojos. Se dejó caer nuevamente sobre las almohadas, suspirando con flojera. No tenía ganas de levantarse todavía, a pesar de saber que estaba en una cama ajena y que tal vez, el dueño aparecería de un momento a otro. Ahora que su apetito carnal había sido saciado, no estaba segura de qué hacer con el demonio. Y como si lo hubiese llamado con el pensamiento, la puerta de la alcoba se abrió, dando paso al susodicho. —Buenos días— saludó. Diana lo miró detenidamente, ahora con luz natural, podía notar mejor sus características. A pesar de tener el pelo un poco revuelto, su apariencia continuaba siendo cautivadora. Mantenía su aspecto real, sin camuflaje y sólo vistiendo un albornoz. Sus ojos gris acero acentuaban su felina mirada, así como los finos rasgos de su rostro. Era bastante atractivo sin lugar a dudas. —Hola— contestó la mujer con modorra. Él se sentó en la orilla de la cama y con el dorso de la mano le hizo una caricia en la mejilla. —¿Te sientes bien? — —Un poco cansada y adolorida— dijo, mientras intentaba sentarse. —Pero ya pasará. — —Lo lamento, no fue mi intención ser tan brusco, nunca he estado antes con una humana y… — —No hay problema— interrumpió ella. —Era de esperarse, ya he pasado por estos efectos— sonrió, quitándole importancia al tema. El Inugami no parecía convencido, pero no dijo algo más. Se levantó para alcanzar la otra bata y entregársela, ayudándola después a incorporarse de la cama. —Es hora de desayunar, ¿Qué te gustaría comer? — —¿Sabes cocinar? — preguntó ella con tono divertido. —Es decir, ustedes se alimentan como humanos, pero, ¿También preparan sus alimentos? — Él soltó una pequeña risa, caminando hacia el ventanal. Abrió las cortinas y el sol matutino iluminó la habitación. —Se puede decir que soy un poco inútil, sólo sé preparar lo básico, así que tengo gente que cocina para mí. Pero eso sí, es muy variado, para que escojas a tu gusto— explicó, haciendo un ademán para que lo siguiese al comedor. —¿Hay alguien más aquí?, ¿No te preocupa que te vean sin tu camuflaje? — cambió de tema, curiosa por saber un poco más sobre él. —El personal que limpia y cocina no viene hoy, vivo solo y no me preocupa que alguien descubra mi apariencia— contestó, al mismo tiempo que pasaba la mano sobre su rostro. —Puedo cambiar en un segundo. — Inmediatamente, su aspecto general se vio reemplazado por un camuflaje humano. Su pelo continuaba siendo rojo, pero con un tono más oscuro y corto. Sus ojos grises se volvieron menos llamativos. Sus orejas y rasgos faciales cambiaron, asemejándose a los de un hombre común. En cuanto a sus colmillos y garras, se retrajeron hasta casi desaparecer. —Vaya, eso es sorprendente— dijo Diana, tomando asiento en un banco frente a la barra que separaba la cocina del comedor. —¿Cómo haces eso?, ¿Es algún tipo de magia? — Akayoru desvaneció el disfraz, mientras abría el enorme refrigerador y sacaba los platillos que previamente le dejaron preparados. Después de que ella seleccionase uno, lo puso a calentar en el horno de microondas junto con el suyo. —No es tan fácil como parece, requiere del uso de nuestra energía sobrenatural, porque se trata de un señuelo que engaña a la vista humana. — El horno terminó el proceso de descongelación y él procedió a servir los alimentos. —Interesante— la mujer echó un vistazo al platillo, el cual consistía en una ensalada de verduras, acompañada de un trozo de carne empanizada. —¿Y todas las criaturas sobrenaturales pueden hacer eso? — —No, no todas pueden— negó, retirando el plástico que cubría su comida. —Se requiere de cierto nivel de poder para hacerlo o, en otros casos, la ayuda de sellos mágicos especiales para ello. — La mujer hizo un gesto de asentimiento, mientras comía un pedazo de carne. No sabía nada mal y se dio cuenta de que era alimento preparado por humanos. Los vegetales estaban frescos y de buen sabor, así como el jugo de naranja que le sirvió. Continuaron hablando un poco más acerca de su habilidad para pasar desapercibido frente a los humanos, hasta que terminaron de desayunar. … Diana se vistió con rapidez para abandonar el lugar, ya que tenía asuntos pendientes por atender. Sin embargo, antes de poder salir de la alcoba principal, el Inugami ya la observaba atento desde la puerta. Por la posición en la que estaba y la mirada que le dirigía, la mujer supo que esperaba algo de ella. —¿Sucede algo? — —¿Cuál es la prisa?, ¿Por qué no te quedas un poco más? — cuestionó él. —Tengo cosas que hacer, empezando por la limpieza de mi departamento y la compra de mi despensa mensual— aclaró ella. Terminó de ponerse los zapatos y después caminó hacia la salida. Pero el demonio no se movió, impidiéndole el paso. —Me gustaría repetir lo de anoche— soltó las palabras de pronto, mirándola con picardía. La joven hizo una mueca de sorpresa y luego sonrió. Estas criaturas y sus apetitos carnales eran inquietantes. Ya había tenido el presentimiento de que algo así podría suceder. No obstante, debía ser precavida y no confiarse. —Lo voy a pensar, no me presiones— levantó la mano hacia su rostro y le colocó detrás de la puntiaguda oreja uno de los mechones rojizos. —Ahora, déjame pasar por favor. — Akayoru se aproximó a su rostro, mirándola fijamente a los ojos. Por un instante, Diana pudo notar un destello de lujuria en sus pupilas, así como la insinuación de su deseo. Pensó que quizás intentaría retenerla, pero la sutil sonrisa de sus labios la tranquilizó. —No me hagas esperar demasiado— dijo con sensual tono, acercándose más. La mujer suspiró con calma, aceptando el beso. Sus bocas juguetearon un poco, sin llegar a unirse en algo más profundo. Se apartaron y él sonrió complacido antes de cederle el paso, acompañándola a la salida. —¿Al menos me darás tu número? — —No, y no me busques por ahora— le guiñó un ojo, despidiéndose con un gesto de mano. En vez de molestarse, el Inugami se rio alegre. Las respuestas de esa humana eran divertidas para él. … Más tarde, en el departamento de Diana. Ya había hecho sus compras y finalizado su quehacer doméstico, así que ahora tenía algo de tiempo libre para su ocio. Se pasó gran parte del día pensando en lo sucedido con el demonio pelirrojo, pues aún seguía adolorida. Pero, el ir y venir de sus actividades, le ayudó a disminuir el entumecimiento corporal. Sí, había sido muy placentero tener sexo con él, ya que por fin tuvo un desahogo después de la abstinencia. Pero también era consciente de que no debía repetirlo tan seguido. Se rio para sí misma al recordar las palabras del Inugami. Él quería más diversión, pero ella no contaba con ningún método para contrarrestar las consecuencias físicas provocadas por la interacción con su sobrenatural fuerza y energía. Sin una infusión de hierbas especiales, o un poco de sangre de demonio, el dolor corporal y el cansancio serían intolerables. No podía darse el lujo de faltar nuevamente a su trabajo por un “inexplicable” agotamiento. Y a pesar de que no fue tan intenso el encuentro, había sido tranquilo hasta cierto punto, ella pudo percibir que Akayoru estuvo conteniéndose. Su instinto femenino le advertía que el demonio pelirrojo no era tan diferente al señor del Oeste en cuestiones de apetitos carnales. Aunque ya no quiso divagar más en dichos detalles. —Claro, habrá más encuentros, ¿Por qué no? — se dijo a sí misma. —Podría ser interesante. —

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Al siguiente viernes. La semana se fue rápido y sin nada fuera de lo común para la joven. El trabajo y sus actividades la mantuvieron alejada de pensamientos traviesos con el guapo demonio, hasta que, inesperadamente, sintió la pulsación sobre su hombro derecho. Faltaban unos cuantos minutos para salir de la oficina y él… ¿Había ido a buscarla? No supo cómo la encontró, pero no era imposible rastrearla después de haber memorizado su aroma. Aquellos perros sobrenaturales tenían habilidades que pocos humanos lograban imaginar. Cuando salió del edificio, sintió su presencia más cerca gracias al cosquilleo de la cicatriz. Estaba al otro lado de la calle, mirándola atento, con un gesto que prometía diversión. Fue inesperado verlo ahí, ya que Diana no tenía prisa por convivir tan pronto con él. Y lo más sorprendente, fue que no estaba molesta por su atrevimiento. En su mente, los agradables recuerdos de hace unos días merodearon con insistencia, traicionando su sentido común. Pero, ¿A quién le dan pan que llore? Si Akayoru asomó la nariz por ahí, lo aprovecharía. Además, el antojo de tocar su piel, aferrarse a su cabello rojo y volver a probar sus caricias, se le hizo irresistible. Definitivamente, sus apetitos estaban tomando una dirección diferente. —Estás siguiéndome— le dijo, después de cruzar la calle para encontrarse de frente con él. —No, esto fue solamente una coincidencia— se justificó, haciendo una inocente mueca. —Yo recorro varias partes de la ciudad debido a mi trabajo. — —Si, claro— ella no le creía del todo. —Es verdad, pero que te parece si lo discutimos en la cena— hizo otra alegre sonrisa. Fueron al mismo restaurante de la vez anterior por elección de Diana. Simplemente, a ella le gustaba lo común y sencillo. Así que, si el Inugami quería convivir con ella, sería bajo sus condiciones. Después de ordenar, mantuvieron una plática general sobre sus actividades de la semana. Nada más allá de una conversación casual entre conocidos. Y es que la mujer no tenía intenciones de darle un espacio más amplio en su vida, que no fuera el de diversión sexual. Él parecía aceptar la idea sin problema alguno. Por lo tanto, después de la cena, ambos se dirigieron de nuevo al departamento de Akayoru. … Las puertas del ascensor privado se cerraron. —¿Aquí viven más youkais como tú? — preguntó Diana. —No. Se podría decir que éste es mi territorio y, por lo tanto, los demás se mantienen a distancia— explicó. —¿Y existen muchos demonios viviendo en esta ciudad? — El pelirrojo la miró con picardía, acercándose a ella. —Dejemos ese tema para otra ocasión, prometo contestar todas tus dudas— dijo, rodeándola con los brazos. Ella sólo pudo dar dos pasos hacia atrás, antes de quedar atrapada contra la pared pulida del elevador. Un suspiro involuntario escapó de sus labios al mirarlo a los ojos, había un brillo travieso en ellos. —¡Espera, estás muy ansioso! — su comportamiento la tomó por sorpresa. El demonio acercó el rostro a la mejilla de la joven y con su nariz la acarició lento, inhalando algo que solamente él podía percibir. Después, con un sutil roce de sus labios, le provocó más cosquillas. —Tú también lo estás, tu aroma te delata— susurró en su oído, provocando que se estremeciera. Diana respingó al sentir la calidez de su aliento en el contorno de su oreja. Soltó un gemido, posando las manos sobre su pecho, en un intento por alejarlo. Aunque sólo quedó en eso, ya que el seductor Inugami empezó a depositar suaves besos en su cuello. —Eres un tramposo— murmuró la mujer. —Quizás lo soy— respondió, sin dejar de recorrer su piel. Las bocas de ambos se encontraron en un hambriento beso. En ese instante, las puertas del ascensor se abrieron en el lobby del departamento, así que caminaron fuera con pasos torpes. Las luces se activaron debido al sensor de movimiento, iluminando el lugar con un matiz natural y suave. —Creo que… — más suspiros escaparon de ella. —Deberíamos… llegar a la cama… — —Eso no es necesario— finalizó el beso. De repente, la tomó por la cintura, levantándola fácilmente para llevarla hacia la sala. Pero, en vez de llegar a uno de los grandes sofás, la apoyó en la pared intermedia, bajándola intencionalmente lento para sentir el roce de su cuerpo. Otro gemido escapó de la mujer, al mismo tiempo que sus manos recorrían el torso masculino, tocándolo ansiosa, recreándose con el contorno de su definido cuerpo. Las manos del demonio bajaron por sus flancos hasta aferrarse a las caderas, recorriéndolas pausadamente, tomándose su tiempo para hacerla sentir su tacto sobre la tela. Diana sintió un delicioso escalofrío de anticipación subiendo por su espalda. Cerró los ojos cuando el deseo se manifestó veloz por todo su cuerpo. En los poros de su piel, en el golpeteo de su corazón, en la contracción de su vientre y en la acción de sus feromonas. Éste macho hacía que su libido se disparara de una manera increíble. Los labios de Akayoru nuevamente se aferraron a su cuello, generando una deliciosa corriente que provocó múltiples reacciones y la aceleración de su respiración. La mente femenina se enturbió, dejándose arrastrar por el tentador pelirrojo y su caliente incitación. Entonces, el cosquilleo de la cicatriz la hizo abrir los ojos para ver su transformación. El velo de su falsa apariencia desapareció, dejando sus sobrenaturales rasgos al descubierto. El intenso gris de su mirada reflejaba una creciente lujuria, y el recorrido de su lengua sobre sus propios labios, sugería el hambre que sentía por probarla. Diana desconocía el porqué, pero todo lo que hacía el demonio, estimulaba su apetito carnal de manera extraordinaria. En un instante, la palpitación de su entrepierna la obligó a jadear incómodamente. El endurecimiento de sus pezones contra la tela de su ropa, le provocó molestia. Y el filo de las zarpas recorriendo su trasero, le arrancó otro tentador jadeo. Prácticamente de la nada, su cuerpo le solicitaba el acercamiento masculino. El Inugami gruñó contra su piel al olfatear su excitación. De inmediato sus caricias se intensificaron, al mismo tiempo que la desnudaba hábilmente. Con un rápido movimiento, abrió su blusa y ella alzó los brazos para que pudiera retirarla, llevándose también el brasier, permitiendo la libertad de sus pechos. Hambrientos mordisqueos y húmedas lamidas cayeron sobre ellos, provocando que la joven arqueara su cuerpo anhelante contra él. La sensibilidad de sus pezones aumentó a un grado estresante. Sus gemidos acrecentaron la lujuria del macho, quien se aferraba con insistencia para devorar más de su carne. Unos instantes después, la mujer también empezó a despojarlo de su camisa, disfrutando del calor de su blanca piel e inhalando el aroma que emitía. Su mirada se clavó en el movimiento de su torso, el cual subía y bajaba debido a sus exhalaciones. Admiraba su anatomía, se deleitaba con la flexión de sus músculos y anhelaba sentir la fuerza de ellos contra su cuerpo. Con un movimiento sutil y lascivo, bajó su mano hacia el vientre masculino. Sobre la tela de sus pantalones, comenzó a recorrer la palpable erección que crecía rápidamente. El demonio gruñó excitado, acercando su pelvis contra ella, demandando más de su cálido tacto. Akayoru intentaba controlarse, ya que algo en su mente le susurraba ideas perversas. Desgarrar las vestiduras inferiores de la hembra, tomarla por los muslos y acercarse a probar su sexo sin el menor recato, obligarla a humedecerse hasta que el anhelo la hiciera suplicar por la liberación. Sí, algo en su interior andaba muy inquieto. Pero, a pesar de todo, el macho no quería arriesgarse a su enojo o rechazo. No tenía la más mínima intención de renunciar a esta humana, y menos en éste preciso momento. Así que suprimió sus ideas y, soportando el manoseo de ella, comenzó a aflojar y quitar las prendas restantes. Diana sonrió para sus adentros al percatarse de las acciones del demonio. Podía percibir que estaba conteniéndose respecto a la situación. —Más vale que te controles o no tendrás tu premio. — A pesar de estar divagando por sus candentes besos, no permitiría que él se descontrolara, ya que no quería lidiar con una criatura sobrenatural dominada por su lado salvaje. Ya había tenido suficiente con el señor de Occidente, y si éste Inugami no resultaba ser un alfa, entonces le concedería más oportunidades de acercamiento y placer. Volvió a sonreír, divertida y ansiosa, apartándolo un poco para terminar de descalzarse y desvestirse ella misma. Apenas tuvo tiempo de soltar la ropa, cuando él la atrapó por la cintura de nuevo, elevándola para que sus piernas lo rodearan y quedase apoyada contra la pared. La presión de su cuerpo era suficiente para que no cayera, permitiéndole sentir los tensos músculos de su vientre y la dureza de su virilidad. Ella se aferró a su cuello, aproximando los labios a su boca. El Inugami respondió al beso con ímpetu, mientras la sostenía con una sola mano y con la otra, liberaba su hombría, la cual ya palpitaba dolorosamente debido a la caricia previa y al creciente deseo. Diana sintió el calor y la humedad de aquel miembro restregándose sobre su vientre. Lenta y morbosa fricción que sólo prolongaba su deliciosa tortura. Una punzada en sus pliegues femeninos y el posterior fluir de su lubricación, la hizo jadear voluptuosa. La hambrienta sensación en su intimidad se volvió tan insoportable, que su aturdida mente gritó. —¡Ya no puedo esperar más! — Y como si el macho hubiera leído su mente, pasó los brazos por detrás de sus rodillas, alzándola un poco más y obligándola a separar por completo los muslos. Ella percibió otra contracción cuando el grosor de su carne se posicionó en la entrada de su feminidad. Hilos húmedos gotearon, convocando a la unión carnal. Akayoru olfateó nuevamente, y por un instante, su mirada adquirió una tonalidad carmesí. Ella notó el cambio en sus ojos y el desconcierto la invadió por completo. El atisbo de algo feroz en ellos fue breve, y cualquier cosa que Diana hubiera intentado decir al respecto, fue ahogada por una morbosa exclamación. Él había comenzado a penetrarla, abriéndose paso en medio de su humedad, logrando que sus pliegues lo abrazaran con calidez. Gruñó guturalmente ante la poderosa ola de sensaciones que arañó su médula espinal. Algo primitivo en su interior se agitó de nuevo y con más fuerza. Una tremenda sacudida explotó en el sistema nervioso de Diana, llevándola a un estado de goce y malestar entremezclados. Era demasiado lo que percibía, tan intenso, que no pudo evitar apretar los párpados con fuerza, mientras el demonio se hundía centímetro a centímetro en ella. —¡D-Despacio! — jadeó con dificultad. En aquella posición, el Inugami tenía el control de la mujer y sobre cuánto podía introducirse en su cuerpo. Entró en ella por completo y después se quedó inmóvil, sosteniendo con firmeza sus piernas y apresándola contra la pared. Se reclinó en su hombro, respirando cada vez más rápido, tratando de controlarse para no dejarse llevar por la imperiosa necesidad de embestirla ya. Inhaló y exhaló varias veces, para impedir que su instinto tomase el control. Algo difícil de lograr, debido al placer que comenzó a crecer. Entonces, con la lengua empezó a transitar por la piel canela, en un intento por distraerla. Cada lamida subía y bajaba por el cuello de la mujer, estimulando sus terminaciones nerviosas, logrando que su interior lo aceptara y que poco a poco, la tensión inicial menguara. La joven tembló debido a las descargas que la recorrían. Sus paredes íntimas palpitaron una y otra vez, amoldándose al formidable invasor. Era inevitable que sucediese, la falta de actividad cotidiana, tenía un precio a pagar. Afortunadamente, la excitación había ido a más, y ahora jadeaba ansiosa, disfrutando la sensación lúbrica que escapaba de su flor. Sabía que Akayoru iniciaría pronto el movimiento, pero también le dejó en claro que estaba dispuesto a esperarla hasta que ella diera la señal. Sus arrumacos la hicieron reaccionar con rapidez, así que se aferró a los anchos hombros con fuerza, para luego oscilar su cuerpo contra él. Otro gemido de placer acompañó el dulce efecto y el deleite fue creciendo. El macho dejó de lamer y sonrió con lujuria. Su mirada había vuelto a la normalidad, pero con un hambriento deseo reflejado en ella. Sin retirarse ni un centímetro del interior femenino, también inició el vaivén de su pelvis. La potente estimulación se disparó a lo largo de su columna vertebral, estremeciendo todo su cuerpo y haciéndolo clamar. Quería la aprobación de la hembra, así que buscó sus oscuros ojos. La mueca en el rostro de Diana, habló más que mil palabras. El cuerpo femenino osciló con sensual ritmo. Su piel se perló por el sudor y el calor de su vientre aumentó. El discontinuo respirar se intercaló con vehementes ronroneos. Su mirada se perdió en la nada, delatando su febril agonía. El goce empezó a recorrerla, preparando todo su ser para colapsar en la cúspide final. El Inugami embestía vigorosamente, apretando los dientes en un intento por controlar sus jadeos guturales. El placer de hundirse por completo en la humana era incomparable. El sabor de su piel, el olor de su sexo, el sonido de sus gemidos y el ímpetu de su entrega. Todo en conjunto, era una avalancha sensorial que lo perturbaba cada vez más. En su mente, algo comenzó a susurrar. —Ella me agrada… — —No lo creo— negó para sí mismo. —Por qué mentir, si tú también lo sientes… — Su lado salvaje era poderoso y quería convencerlo de una extraña corazonada. No obstante, el regodeo físico se volvió más frenético, provocando que lo que habitaba dentro de él, también se distrajera por semejante placer. La hembra clamó con mayor fuerza, sus ojos lo miraron con anhelo y el beso que le plantó, lo dejó sin aliento. Respondió de inmediato, entrelazando su lengua con la de ella, en un húmedo y beligerante encuentro. La falta de aire los obligó a separarse y en ese instante, el tremendo orgasmo se gestó en la unión de sus vientres. Diana gritó ante el frenético clímax que estalló en las terminaciones nerviosas de su sexo, creciendo imparable y poderoso, convulsionando por todo su cuerpo. Sus palpitantes paredes se contrajeron bruscamente, presionando la virilidad del Inugami, forzándolo a sentir por igual. El goce la dominó por completo y su mente se perdió en una dulce ensoñación. Akayoru se dejó arrastrar al abismo con una última y profunda embestida, permitiendo que toda la tensión de su cuerpo se liberara de golpe en el crudo éxtasis de su propia culminación. El placer lo embargó, derramándose por completo en la hembra, mientras la poderosa sensación le nublaba la razón. … Ambos permanecieron quietos contra el muro, jadeando entrecortado, esperando el declive de la agitación y el menguar de la pasión. Pasaron un par de minutos antes de que pudieran pronunciar palabra alguna. La satisfacción física todavía palpitaba en el centro de sus vientres. —Diana… — susurró él. Ella levantó el rostro, en sus pupilas dilatadas se reflejaba una complacencia total. —No puedo moverme… tienes que llevarme… — lo interrumpió, aflojando sus cansados brazos para luego descansar contra su pecho. —Perdóname… llega un momento en que no puedo controlarme y… — quiso disculparse. Akayoru sabía que algo no estaba bien, ella parecía más cansada que la vez anterior. Se apartó de su cuerpo y la tomó en brazos para sostenerla mejor. En ese momento, sintió que se relajaba por completo y se le hizo extraño no recibir una respuesta. Un débil suspiro le indicó que la humana ya estaba dormida. … Al día siguiente. El pelirrojo la observaba en silencio, sentado en un sillón cercano. La humana reposaba tranquila sobre su cama. No estaba seguro de la situación, pero entendía que, después de yacer juntos, ella terminaba cansada y débil. Posiblemente se debía a la fragilidad de su especie, o quizás, a que él no se estaba controlando adecuadamente. Debía preguntarle, no quería quedarse con la duda, aunque eso implicara que ella hiciese mención de su experiencia con Lord Sesshomaru. Aquel pensamiento lo hizo gruñir sin proponérselo. Entonces escuchó una profunda inhalación, Diana por fin abría los ojos con lentitud. —Despierta— le dijo, sentándose en la orilla. —Vaya, eso fue bastante intenso… ¿Acaso me desmayé? — preguntó ella con un bostezo. —Sí, perdiste la noción de todo después de que terminamos— se acercó un poco más y habló con inquietud. —Diana, necesito que me digas si te he lastimado y que me expliques tu debilidad. — La mujer volvió a bostezar perezosa, no tenía ganas de hablar. Pero, si esta situación iba a continuar, sería mejor aclarar las cosas. Después de todo, el demonio parecía preocupado, y teniendo en cuenta que ella era la primera humana con quien estaba, era lógico que sintiera curiosidad por sus reacciones y posibles consecuencias de tener sexo con él. —Escucha Akayoru, no me has lastimado— empezó a explicar. —Debo admitir que sabes cómo estimular a una mujer, fue muy placentero— le guiñó un ojo, mientras le acariciaba la mejilla. —Así que no te preocupes por dañarme, yo te diré si eso sucede. — Él asintió, ofreciéndole un vaso con agua. Diana bebió un poco antes de continuar. —Respecto al cansancio… tal vez se debe a que eres un demonio muy fuerte y quizás… — hizo una súbita pausa, recordando una duda que tenía acerca de él. —Antes de continuar, dime que jerarquía tienes dentro de tu especie. — Akayoru alzó una ceja, extrañado por su curiosidad. Esa era una duda poco frecuente. —¿Eso importa?, ¿Por qué quieres saberlo? — — ¿Y por qué no?, tal vez eso tenga que ver con mi debilidad— se justificó la joven. El Inugami dudó por un segundo, luego, su expresión relajada se tornó seria antes de hablar. —Soy un beta— reveló con firmeza. —Mi familia pertenece a la casa Roja, la cual le sigue en rango a la casa Plateada, mejor conocida como, la casa del Oeste. — La joven lo contempló fijamente, su mirada no mentía. Él no sólo pertenecía al tipo de criaturas InuYoukai, sino que también era un demonio de clase alta. No pudo evitar tragar saliva con dificultad. —¡Le sigue en jerarquía al señor del Oeste! — pensó con preocupación. —Esto podría ser complicado. — Por alguna extraña razón, se puso nerviosa. Recordó el comportamiento posesivo y dominante de Sesshomaru, quien le dijo en más de una ocasión, que él era un alfa de gran poder. Exhaló despacio, intentando calmarse, Akayoru no tendría por qué comportarse igual. —Será mejor dejar esta conversación para otro día— pensó, al mismo tiempo que se levantaba y buscaba su ropa. —Creo que, de momento, no tengo tiempo para esto, debo irme. — El demonio hizo un gesto de extrañeza. Evidentemente, la mujer lo estaba evadiendo, dejándolo con la duda. —¿Por qué la prisa?, ¿No quieres desayunar? — —No, gracias, me voy ahora mismo. Pero quizás en otra ocasión podamos continuar hablando— dijo, mientras se vestía. Por suerte, él había recogido todas sus prendas y calzado, dejándolos cerca de la cama. —Estás evadiendo esto por alguna razón, ¿Verdad? — su tono de voz fue serio. Ella volteó a mirarlo, sorprendida y nerviosa. Akayoru no parecía molesto, sino curioso y preocupado. No obstante, Diana presentía que, si le explicaba algunos “detalles”, la situación podría tornarse extraña y complicada. Simplemente, no era el mejor momento, y porque aún no había la suficiente confianza con él. —Dejemos esto para otro día, prometo explicártelo— sonrió, acercándose con un sutil contoneo que atrapó su atención, distrayéndolo, para luego depositar un pequeño beso en su mejilla. —¿Me acompañas a la salida? — El Inugami aceptó sin decir nada más. Debía ser paciente si quería mantener la atención de esta extraña mujer.

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Diana estaba a punto de llegar tarde. Se había quedado dormida debido a la debilidad que aún sentía. A pesar de que tuvo la tarde del sábado y todo el domingo para recuperarse, continuaba cansada. La segunda vez con el demonio pelirrojo fue más intensa, y ahora pagaba las consecuencias físicas. ¿Valió la pena?, claro que sí, cada segundo de aquel caliente encuentro resultó muy placentero. Lo malo era que todavía sentía entumecidos los músculos. Y para su mala suerte, el jefe le había encargado verse con el nuevo proveedor el lunes por la mañana. El inicio de semana iba a ser pesado, pero no le quedó más remedio que continuar con sus actividades. … Entró al vestíbulo de un edificio corporativo, donde varias empresas tenían sus oficinas. Ahora debía buscar la ubicación de la compañía proveedora. —Tercer piso, despacho dos— informó el personal de vigilancia en la entrada. —Muchas gracias— dijo Diana, encaminándose al elevador, mientras revisaba los datos del contacto. Momentos después, una recepcionista la hizo pasar a una sala de juntas, donde la atendería el representante. Ella tomó asiento al fondo, cerca del ventanal panorámico para distraerse. Pasaron al menos cinco minutos antes de escuchar pasos fuera de la puerta. De repente, la cicatriz en su hombro empezó a cosquillear, haciendo que se petrificara de golpe. Tragó saliva antes de asimilar lo que eso significaba, pero una segunda pulsación más fuerte, se lo confirmó. —¡¿Una criatura sobrenatural aquí?, no puedo creerlo! — pensó nerviosa. —¡Eso significa que el nuevo proveedor no es humano! — La puerta se abrió y ella contuvo el aliento. Un hombre de baja estatura y aspecto bonachón, apareció. El insistente escozor en su cicatriz le advirtió que estaba frente a un youkai. El sujeto le dio una rápida y amable sonrisa cuando entró y cerró la puerta detrás de él. Estuvo a punto de decir algo, pero se quedó en silencio al observar a Diana con más detalle. Su rostro palideció de inmediato, y mientras se acercaba a ella, su expresión cambió al desconcierto total. La joven no supo cómo tomar eso, parecía que la estaba reconociendo. Pero no había lógica en ello, porque jamás lo había visto antes. —B-Buenos días— quiso saludar. —Mi nombre es Diana y… — —¡No es posible! — interrumpió el hombre de golpe, casi atragantándose. —¡¿Qué estás haciendo aquí, humana?! — La joven no comprendió lo que sucedía. La llamó “humana” y la cuestionó como si la conociera. Tuvo la intención de hablar nuevamente, pero el individuo regresó a la puerta y colocó el seguro del picaporte. Ella sintió un escalofrío cuando regresó a mirarla con expresión grave. —N-No entiendo nada, ¿Acaso me conoce? — —¡No deberías estar aquí, yo pensé que ya habías muerto! — dijo de pronto, casi regañándola, mientras se rascaba la frente con disgusto. Diana se sintió más confundida, y aunque quiso interrogarlo, él habló antes. —Tendré que quitarme esto— murmuró, llevándose una mano a la nuca. Con un movimiento torpe, hurgó por debajo del saco y la camisa, buscando algo en su espalda. Lo que retiró, fue un pedazo de papel rectangular mediano de color rojo. En una de sus caras, se podían distinguir brillantes símbolos negros, los cuales se fueron apagando rápidamente. Los ojos de la mujer se abrieron en grande cuando miró el rostro del sujeto. El disfraz comenzó a desenfocarse hasta desaparecer por completo. Un pequeño demonio de piel verde y grandes ojos amarillos, la observaba con gesto serio. —¡Ja… Jaken! — gritó ella, levantándose de un salto. —¡Cállate, humana tonta! — regañó, agitando las manos con enojo. Nadie debía percatarse de su verdadera forma, y teniendo en cuenta que en ese lugar había muchos humanos, era necesario no llamar la atención. Diana sintió un golpe invisible en el estómago y un sudor frío recorriendo su espalda. Dio un paso atrás y tropezó con la silla, quedando sentada de nuevo. Las palabras no se formaban en su garganta, porque su mente aún estaba procesando lo que veía. El pequeño sirviente de Sesshomaru estaba frente a ella. Su instinto susurró peligro inminente. Jaken estaba aquí y ahora, en el presente, vivo y haciéndose pasar por un humano. Fingía ser el representante de una compañía que tenía la intención de hacer negocios con la empresa en la que Diana trabajaba. ¿Eso significaba que el Lord del Oeste seguía con vida? Estaba a punto de averiguarlo. —¡Hey, reacciona! — chasqueó los dedos el youkai. —Te estoy hablando humana. — —¡N-No es posible!, ¡¿Por qué estás aquí, en el presente?! — tragó saliva, apenas controlando su alterada respiración. —¡La cueva de la Luna fue sellada y…! — El sirviente hizo un gesto de apaciguamiento con las manos, tratando de que ella lo escuchara. —Humana, han pasado más de cinco siglos, y nosotros tenemos una vida muy larga. — Jaken se escuchó preocupado y sus gestos corporales indicaban que estaba poniéndose tan nervioso como Diana. No podía evitarlo, el ver de nuevo a esa mujer, le hizo recordar las acciones de su señor y el arranque de ira que tuvo después de perder a la hembra en el pasado. Y sobre todo porque… fue él quien la ayudó a escapar. El pequeño youkai tenía razones de sobra para temer, pues la traición a su amo nunca se descubrió. Lord Sesshomaru creyó que fue una molesta coincidencia que su madre, lady Irasue, llegara en el momento menos indicado, cuando tenía a la humana bajo su completo dominio. En aquella ocasión, Jaken salvó su pellejo debido a que su señor terminó por olvidarse de Diana y continuar con su existencia, manteniéndolo como su más fiel sirviente. Pero ahora que la hembra humana estaba aquí, el peligro era evidente para ambos, ya que Sesshomaru podría aparecer en cualquier momento. —¿H-Han vivido cinco siglos? — su nerviosismo aumentó visiblemente. —Jamás creí que volvería a verte, pensé que te habías alejado lo suficiente— dijo Jaken, acercándose. —Pero ahora comprendo que la cueva de la Luna, apuntaba específicamente a esta época. — —¡Yo me alejé!, ¡Son ustedes los que no deberían de haber abandonado Japón! — se expresó inquieta, sin dejar de mirar la puerta. —¡No deberían estar en tierras continentales! — —El tiempo avanzó, y con la marcha de los siglos, fue necesario adaptarse al progreso de los humanos— explicó el sirviente. —Muchas criaturas lo hicieron, y el territorio Occidental no fue la excepción. — Algunos folclores orientales no son del todo ciertos. Muchos youkais pueden ir y venir a su antojo por donde quieran, sin preocuparse por un lugar que dominar o dirigir. Los demonios con jerarquía y poder, no deberían salir de sus territorios, pero los humanos los han obligado a cambiar dichas costumbres. Por lo tanto, un poderoso Inugami como Sesshomaru, seguramente andaba por ahí, paseándose con un disfraz humano. —¿Me estás diciendo que tu amo está aquí? — interrogó Diana preocupada, mientras se ponía de pie. —No por el momento, ahora escúchame con atención— bajó la voz y sus palabras fueron muy claras. —Debes largarte de inmediato. — —Tienes razón, no necesitas repetírmelo— aceptó, caminando hacia la salida. Rápidamente Jaken colocó el extraño papel rojo en su espalda. Éste reaccionó con su energía youkai, permitiendo que el camuflaje volviera a desplegarse sobre él. De nuevo, el aspecto de un humano común quedó a la vista. Ambos salieron de la sala y se dirigieron al elevador. Después de entrar, Diana oprimió el botón de la planta baja con fuerza. Entre más rápido huyera de allí, mejor. —Deja de temblar— solicitó él. —No puedo evitarlo, la última vez que tu amo… ¡Esa bestia en su interior quería mantenerme presa! — exhaló inquieta. —No te preocupes por eso, el estro Inugami no está ni remotamente cerca ahora, sin embargo… — hizo una pausa, dudando si debía decirle algo más. —No puedo garantizar cómo será la reacción de mi señor si olfatea tu aroma de nuevo. — —Ya no digas más, no pienso volver por aquí— interrumpió ella. Las puertas se abrieron y Jaken la acompañó hasta la calle. —Adiós— se despidió la mujer. El demonio disfrazado solamente hizo un gesto de asentimiento, mirándola alejarse con rapidez, para luego tomar un taxi. En ese momento, el sonido de su teléfono celular se escuchó. Al mirar la pantalla, comenzó a sudar. —Diga, señor Sesshomaru. —

***

Continuará… Pronto veremos de nuevo a Sexymaru.
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