ID de la obra: 1270

DIANA

Het
NC-17
Finalizada
0
Fandom:
Tamaño:
315 páginas, 129.537 palabras, 23 capítulos
Descripción:
Notas:
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4. Reencuentro

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Buenas noches: Perdón por publicar tarde, si no es una cosa, es otra. Ya no quería posponer la actualización por más tiempo, y es que me costó trabajo enlazar las situaciones con Diana. A continuación, el cuarto capítulo. No hay lemon, porque antes es necesario explicar el contexto en el que están los personajes en el presente. Pero sí hay tensión conforme avanza la historia. Agradezco sus comentarios, me hacen feliz y me motivan para seguir escribiendo. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Los OC son de mi autoría personal, así como la historia, la cual solamente escribí por capricho y para satisfacer las perversiones de algunas(os), incluyéndome.

***

Capítulo 4: Reencuentro El fiel sirviente del Lord soltó un suspiro de tranquilidad cuando terminó la llamada y regresó a la oficina. Había sido sólo un aviso por parte de Sesshomaru, indicándole que cancelara su agenda semanal, ya que había regresado a Japón para atender un asunto pendiente en el territorio Occidental. Esto tranquilizó al pequeño demonio, ya que no hubiera tenido ni la menor idea de cómo explicarle la “fallida” reunión con el nuevo cliente. Por el momento, no haría mención del asunto, ya buscaría algún pretexto para cancelar todo contacto con la empresa en la que laboraba la humana. Apenas podía creer que estuviera viva en esta época, percatándose de que probablemente para ella, sólo habían pasado quizás algunas semanas desde su secuestro por parte del Lord. —Bien, será mejor olvidar éste contratiempo— se dijo así mismo. —Ahora debo asegurarme de que ese tonto de InuYasha, no haga tonterías mientras mi amo bonito no se encuentra. — Se puso a revisar unos documentos y un par de minutos después, la puerta de la estancia se abrió. El aludido hizo acto de presencia, trayendo consigo un maletín de color negro brillante y un vaso de café humeante. —Esto sabe delicioso, no sé por qué no lo probé antes— comentó, sorbiendo un trago. Jaken alzó las cejas, sorprendido de que el medio hermano de su señor llegase temprano a la oficina, y en lunes. —Es algo prematura tu llegada, ¿No deberías estar durmiendo todavía? — preguntó burlón. —Ja-ja que gracioso, yo no necesito dormir tanto— contestó el recién llegado, caminando hacia su escritorio. —Y ya sabes que Sesshomaru siempre está molestando con eso de la puntualidad. — —Bien, no tienes que preocuparte hoy, mi amo bonito salió de viaje. — InuYasha se atragantó con el sorbo de café, ya que no le gustó escuchar eso. —¡Ese idiota! — gruñó, sentándose de mala gana en su silla. —¿Cuándo regresa? — Jaken se alzó de hombros, pues no lo sabía. El señor del Oeste podía volver en un par de días, o hasta la próxima semana. —Será mejor que le preguntes, recuerda que los sellos deben ser renovados en estos días— hizo hincapié, saboreando más de su bebida. El sirviente abrió los ojos en grande. Era cierto, los sellos mágicos que empleaban él y el mestizo, dependían de la energía sobrenatural de Sesshomaru. Tomó un calendario cercano, e hizo el conteo de unas fechas marcadas. Se dio cuenta de que sólo quedaban cuatro días para que el efecto disimulador de los pergaminos se debilitara en su mayoría. Si no eran recargados, se quedarían sin camuflaje ante los humanos. —Esta vez te doy la razón— dijo el pequeño demonio. —Lo llamaré más tarde. — —Pero que no se te olvide— terminó de sorber las últimas gotas. —¿Y qué tal la reunión, ya firmaron el acuerdo? — Jaken pasó saliva, haciéndose el disimulado, a la vez que acomodaba unas carpetas. InuYasha era el encargado de buscar nuevos clientes para la compañía y darles seguimiento a los prospectos. Por lo tanto, no sería fácil evadirlo respecto a la cita fallida. —No procede, el cliente no llegó a la junta, así que se agendará para otra ocasión— mintió rápidamente. —No puede ser, ese contrato nos conviene demasiado— se quejó InuYasha, mientras tomaba el teléfono de su escritorio. —Haré un par de llamadas para ver qué sucedió. — —¡No! — interrumpió el pequeño demonio. —Ya pedí una nueva cita, me confirman esta misma tarde— explicó, tratando de no parecer preocupado. El mestizo alzó una ceja al ver su reacción, pero lo dejó pasar. Se encogió de hombros, acomodándose en la silla mientras encendía su laptop. —De acuerdo, pero quiero que me informes de los resultados. — Jaken rodó los ojos y exhaló aliviado. Tenía que pensar en algo para evadir la situación, y esperaba que la humana también hiciese lo mismo por su lado.

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Diana aún temblaba nerviosa cuando se sentó en su escritorio. El inesperado encuentro con el demonio de ojos amarillos la había alterado bastante. Apenas podía creerlo, esa criatura con cara de rana usaba un disfraz para interactuar con humanos. Eso significaba que Sesshomaru hacía lo mismo y manejaba una falsa identidad para vivir entre las personas. De la misma forma que Akayoru. Ahora se preguntaba que excusa le daría a su jefe para no tener que ir de nuevo a tratar con el “proveedor”. Tal vez debería haberse puesto de acuerdo con Jaken para crear una mentira que los beneficiase. A final de cuentas, ambos debían continuar con sus respectivos trabajos como si nada hubiese ocurrido. En ese momento, la puerta de la oficina se abrió. Era el gerente, llegando y saludando a todos en general. Pasó cerca de su escritorio y de inmediato la cuestionó. —Hola Diana, ¿Cómo te fue en la reunión? — La mujer dudó por un instante, pero decidió mentir por ahora. —No hubo reunión, señor. Llegué a la oficina, pero el contacto dijo que tenía otro asunto pendiente y no podía recibirme en ese momento, así que pospuso la cita para otra ocasión— explicó. —Vaya con estas personas, que informales— hizo un gesto de molestia, dirigiéndose a su oficina. —Será mejor descartarlos y buscar a otros. — Diana soltó un suspiro de tranquilidad al escucharlo. Quizás esto podría quedar resuelto y ya no tendría que preocuparse.

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Tres días después, en algún punto de la ciudad. InuYasha colgó el teléfono e hizo un par de anotaciones en una agenda. Se le notaba una mueca de satisfacción después de haber hablado con alguna persona. —Bien, ya está agendada la nueva cita— dijo en voz alta, para que alguien lo escuchase. La puerta de la oficina contigua estaba abierta y se escuchaba el ruido de algunos cajones siendo abiertos y cerrados. Momentos después, el individuo salió y cerró con llave. Se dirigió a InuYasha y le entregó una carpeta con documentos. —¿Estás seguro de que se le olvidó a Jaken llamar? — preguntó con gesto impasible. El mestizo hojeó los papeles y rodó los ojos con aburrimiento. Era la tercera vez que le preguntaba sobre el descuido del sirviente. Al parecer, aún confiaba más en él que en su propio medio hermano, a pesar del tiempo que llevaban tratándose. —Sí, ya te lo dije, ese pequeño sapo no llamó al cliente, tuve que hablar para disculparme y convencerlo de otra reunión— explicó, mientras guardaba la carpeta. —Te lo repito Sesshomaru, no es confiable para encargarle estos asuntos, mejor que siga siendo sólo tu “asistonto”— se burló. El Inugami se mantuvo sereno, ya sabía que Jaken e InuYasha nunca se llevarían bien. —Entonces encárgate de todo y mándame la información de la junta para estar presente— contestó, a la vez que revisaba su teléfono móvil. Entonces, la puerta de la estancia se abrió, dando paso al pequeño demonio. Traía un termo en la mano, bebiendo distraídamente algún líquido. Se detuvo en seco al ver a su jefe en la oficina. —¡Señor Sesshomaru!, ¡Pensé que regresaría mañana! — dijo sorprendido, para luego ponerse nervioso. El mencionado sólo levantó una ceja, mostrando indiferencia ante sus palabras. Llevaba algo de prisa y no tenía tiempo para regañar a su siervo. —Denme sus sellos— fue lo único que dijo. Tanto Jaken como InuYasha, buscaron el papel rectangular que siempre llevaban en la espalda debajo de la ropa, el cual usaban como método de ocultamiento. Al retirarlo, ambos quedaron expuestos con su verdadero aspecto sobrenatural. Quien más lo necesitaba era el pequeño sirviente. Pero el mestizo no podía disimular su larga melena blanca ni sus ojos dorados todo el tiempo. Los dos dependían de un disfraz humano. Y Sesshomaru era quien proporcionaba la energía para que los pergaminos funcionasen. El Lord colocó los sellos sobre el escritorio y puso sus manos encima de ellos, a un par de centímetros. Su poder youkai revoloteó de sus palmas hacia los papeles, haciendo que los símbolos dibujados brillaran intensamente por unos segundos, para después atenuarse. Ya estaban listos para su uso. Mientras el Lord se dirigía a la salida, ellos activaron de nuevo sus disfraces. —Mándame la información InuYasha, y no llegues tarde mañana— finalizó, cerrando la puerta. —Bah, que fastidioso es— masculló el mestizo, cerrando su maletín para retirarse también. —¿De que habla mi amo bonito? — preguntó Jaken. —Del cliente que olvidaste la otra vez, tonto— le arrojó una bolita de papel antes de encaminarse a la puerta. —Casi perdemos un buen contrato por tu culpa, así que, de ahora en adelante, yo me encargaré de las reuniones de presentación. — El sirviente hizo un gesto de extrañeza, no recordaba haber olvidado a ningún prospecto. Se quedó mirando al techo, haciendo memoria. Cuando InuYasha cerró la puerta, un escalofrío lo recorrió. —Oh maldición, creo que estoy en problemas… y esa mujer también. —

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Diana se sentó en una de las sillas de la sala de juntas, mientras esperaba la llegada de sus compañeros y del jefe. La reunión era para ver los avances de los proyectos y revisar los pendientes. Aquella semana transcurrió normal, así que pudo enfocarse en sus actividades, olvidándose por completo de lo sucedido con Jaken. Asimismo, estuvo distrayéndose de vez en cuando con el recuerdo caliente del demonio pelirrojo. Aún tenía que pensar en ello, porque no estaba segura de qué hacer con él. Es decir, quería más diversión sexual, pero sin tener que explicarle sobre las consecuencias físicas. Además, estaba el hecho de que era un Inugami beta. Esto significaba que Akayoru tenía cierto linaje, como el Lord del Oeste. Por lo tanto, también podría tener comportamientos obsesivos y posesivos. Sus compañeros de oficina fueron llegando, poco después, el gerente entró. La reunión inició y se prolongó por media hora. Al finalizar, ella se quedó para recibir indicaciones. —Diana, mañana me acompañarás a una reunión, para ver si podemos conseguir un mejor contrato con un proveedor externo, así que prepara la documentación y nos vemos temprano— explicó, guardando su laptop. —Entendido jefe, ¿Cuál es la dirección del lugar? — —No la tengo a la mano en éste momento, pero conozco el rumbo, así que no hay problema— se encaminó a la salida, despidiéndose con un gesto de mano. —Hasta mañana. — —Adiós jefe— dijo, quedándose con la duda. —Me pregunto cuál empresa externa será. — … Al día siguiente. Diana tenía un extraño presentimiento. Miró por la ventanilla y se le hizo familiar la ruta por donde transitaba su jefe, pero no le dio mucha importancia. Estaba más entretenida revisando la copia del contrato que quizás firmarían si el proveedor los convencía con su propuesta de trabajo. Unos minutos después, caminaban por el estacionamiento rumbo al elevador. De pronto, el gerente recibió una llamada en su celular. Ella se mantuvo leyendo en lo que esperaba, aún tenían tiempo de sobra para llegar a la reunión. Por lo poco que le platicó su jefe, se encontrarían con el director y el encargado de proyectos, así que tal vez éste sería un buen trato para su empresa. —Escucha Diana, vas a tener que llevar mis disculpas— dijo el hombre, después de colgar. —Me están llamando de la oficina para una reunión de emergencia con nuestro director ejecutivo, así que irás sola a la junta. — La joven hizo un gesto desconcertado, pero no le quedó más remedio que aceptar la situación. —Entendido, yo me encargo de escuchar la propuesta, pero quedaría pendiente lo del contrato— aclaró. —Sí, está bien, ya me tengo que ir— se despidió, caminando de regreso al automóvil. —Nos vemos más tarde en la oficina. — Diana suspiró fastidiada, esta situación no era agradable, porque todavía no tenía la suficiente experiencia para tratar con los proveedores, ni evaluar los contratos. Pero como no tenía opción, se dirigió rápido al ascensor para llegar a tiempo. —Aquí vamos. — … Subió al quinto nivel, donde la recepcionista la recibió amable, pidiéndole que esperara un momento. Ella continuó leyendo la copia del contrato. De repente, un extraño presentimiento la invadió, lo que la hizo dar un vistazo a su alrededor. Todo parecía normal, así que se acercó a uno de los ventanales para tener una mejor vista. Sólo distinguió gente caminando, vehículos en marcha y, al otro lado de la calle, un edificio que se le hizo familiar. —Ese lugar lo he visto antes— razonó, tratando de recordar. —¡Vaya, pero si es el sitio al que fui el lunes! — Efectivamente, era el mismo edificio en donde se encontró a Jaken el otro día. Desde su ubicación, podía leer un gran letrero donde se indicaba que era un sitio de renta de oficinas, salas de juntas y salones de conferencias. —Esto no me gusta— murmuró en voz baja. —Vamos, tranquilízate y no seas paranoica. — Entonces, la recepcionista la llamó. —Ya puede pasar. — La mujer la escoltó por un amplio pasillo, hasta llegar a una puerta que tenía toda la fachada de ser la entrada a una oficina principal. Cuando le abrió la puerta para que ingresara, Diana sintió un intenso cosquilleo en el hombro derecho. No pudo creer lo que vio cuando la hoja de madera se cerró a sus espaldas. Frente a ella, detrás de un escritorio de caoba roja, sentado en una elegante silla forrada de piel, estaba el señor del Oeste. Era imposible no reconocerlo, a pesar de que tenía un elaborado camuflaje que le daba la apariencia de un sexy modelo masculino. De inmediato, sintió algo atenazando su pecho, mientras el corazón le daba un tremendo vuelco. Sesshomaru mantenía su sobrenatural y frío atractivo, sin las marcas faciales de su linaje, con pelo oscuro como la noche, corto y rematado con unos flecos en la frente. Sus ojos ambarinos estaban disfrazados de un tono café, demasiado común, pero de mirada afilada y penetrante. El resto de su verdadero aspecto permanecía completamente disimulado, excepto por su piel clara y su estatura. La ropa que vestía era de marca, elegante y acorde a las costumbres de moda humana actuales. Cualquier mujer que lo mirase, suspiraría de inmediato, porque era innegable que el demonio plateado seguía siendo demasiado atrayente, incluso con aquel falso exterior. Diana tenía que aceptarlo, pero eso no evitaba que la insistente punzada de su cicatriz, le recordara que estaba frente al diablo. La marca violácea respondía ante la cercanía del InuYoukai, detectándolo como una criatura sobrenatural más. Afortunadamente, esa era la única reacción que habría. Él ya no podía someterla por medio del dolor, debido al veneno que recibió de la demonesa. Y quizás, aquella era la única ventaja que tenía en esta extraña situación. El Lord abrió los ojos con gran desconcierto. Pero casi de inmediato, su mirada se tornó depredadora, clavándose en la mujer, al mismo tiempo que su desarrollado olfato le confirmaba la información. Al principio, se le hizo extraño cuando, minutos antes, detectó muy sutilmente una esencia llamativa en medio del mar de olores que existían en ese lugar. Los humanos usaban tantos aromas artificiales, que la mayoría de los youkais terminaban con el sentido del olfato adormecido. No obstante, ahora era imposible equivocarse. Era ella, la misma hembra humana que había alterado su instinto de manera obsesiva siglos atrás. No había cambiado en absoluto, su aspecto era el mismo, como si apenas hubiesen pasado unos días desde su último encuentro. Sus oscuros ojos mantenían un atisbo desafiante, su cabello negro había crecido un poco más, su piel canela seguía siendo tentadora y su embriagante aroma, era inconfundible. Algo se removió lentamente dentro de él, una criatura de ojos rojos que aún continuaba en letargo. Su subconsciente lo traicionó, dibujándose una sonrisa perversa en sus labios, mientras se levantaba de su asiento. Entonces, el instinto lo hizo actuar sin pensar, su cuerpo se desplazó con sobrenatural celeridad para atrapar a la presa. Diana apenas logró completar un parpadeo ante el movimiento. Todo sucedió en menos de un segundo, un borrón en el aire, y de pronto, él ya estaba frente a ella. Sintió una mano capturar su cuello, inmovilizándola por completo y evitando que pudiera generar cualquier sonido. —Ha pasado tanto tiempo… — susurró Sesshomaru en voz baja, afilada y tenebrosa. Aquella voz, que jamás olvidaría, le provocó una sacudida en todo el cuerpo y un escalofrío que se arrastró por su nuca. La respiración casi se le detuvo, quedándose totalmente muda, ya que su mente apenas lograba procesar la visión del demonio parado frente a ella. —He tenido tanta hambre… — sus palabras, cargadas de malicia, subieron de volumen y empezó a respirar más rápido conforme la olfateaba insistente. —Más de quinientos años y aún recuerdo perfectamente tu enervante aroma. — Diana se retorció frenética, el aire se había agotado en sus pulmones. El Lord se dio cuenta, liberando el agarre sobre su garganta. Entonces, la tomó por los hombros y la empujó bruscamente contra la puerta. La mujer gimió asustada cuando notó aquellos colmillos asomándose en su boca, para después, aproximarse amenazantes. Sesshomaru la sujetó de la barbilla, obligándola a ladear el rostro. Su agitado pulso se notaba palpitante en la yugular, provocándole un intenso anhelo por probar su sangre. El instinto se retorció en su interior, a pesar del largo tiempo que llevaba en reposo. La esencia de la humana había resultado insanamente grata desde la primera vez que tomó unas gotas de ella. Ahora deseaba probarla de nuevo. La mujer percibió su aliento recorriéndole la piel y después la amenaza de sus colmillos descendiendo sobre ella. Quería gritar, pero el tremendo shock la había dejado indefensa y sus reacciones estaban totalmente bloqueadas. Su corazón amenazó con sufrir un infarto por el terrible esfuerzo que el golpe de adrenalina ejercía en todo su ser. El demonio plateado estaba a punto de morderla. Súbitamente, el sonido de otra puerta abriéndose, congeló el tiempo. En la esquina opuesta de la oficina, había otra entrada y alguien llegó en ese preciso instante. La joven percibió un segundo hormigueo en el hombro. Un muchacho de apariencia ejecutiva cruzó el umbral, topándose de frente con la increíble escena. —¡Detente Sesshomaru! — dijo, a espaldas del Lord. —¡¿Qué diablos estás haciendo?! — inquirió pasmado. El señor del Oeste se quedó inmóvil, a escasos centímetros del cuello femenino. Gruñó furioso sin voltear, a la vez que levantaba el rostro. Diana sintió el pánico creciendo cuando distinguió los iris de sus ojos. El verdadero color ambarino se había revelado intensamente. Sin embargo, el azul metálico ya iba reemplazándolo, mientras las líneas rojizas se bifurcaban alrededor, volviendo más salvaje su mirada. —¡No te entrometas, InuYasha! — ordenó colérico, sin dejar de observar a la joven. Ella seguía petrificada y sólo pudo desviar la vista un segundo. Tiempo suficiente con el cual logró ver a la persona que detuvo al Lord. Un sujeto con larga cabellera negra, amarrada en una coleta baja, con flecos a lo largo de la frente, ojos cafés y apariencia similar a la del Inugami, excepto por la estatura. También vestía de traje y llevaba un maletín con algunas hojas sobresaliendo por los bordes. —¡Sesshomaru contrólate, estás perdiendo el camuflaje! — solicitó InuYasha con seriedad, al notar el extraño comportamiento de su medio hermano. Era cierto. La mujer regresó a mirarlo y pudo notar el desenfoque del disfraz. Su cabello plateado empezó a revelarse, así como las marcas violetas en su rostro y el peligroso crecimiento de sus garras. Dado que aún la sujetaba por la barbilla y el hombro, pudo sentir el filo dañando su piel. De pronto, Diana sintió una nueva punzada en la cicatriz, otra criatura sobrenatural ya cruzaba el umbral de la entrada. De inmediato, vio que el señor del Oeste entornaba los ojos y desviaba de golpe su atención hacia el recién llegado, con un fiero gesto formándose en su rostro. Ella sólo percibió otro movimiento, demasiado acelerado para la vista humana. El aire moviéndose con fuerza le acarició la mejilla, y en ese instante, escuchó un golpe brutal. En dos parpadeos toda la escena cambió. El escritorio de fina madera crujió y lo que había encima, quedó destrozado. Ahora estaba libre del agarre de Sesshomaru y éste, permanecía sobre la pila de escombros, con la mejilla sangrando copiosamente. Akayoru entró en su campo de visión después de haber dado aquel tremendo golpe. Estaba a su lado, en posición de ataque, enseñando los colmillos que se le habían alargado, tensando las garras, crecidas y afiladas. A pesar de mantener un aspecto humano, se veía peligroso y el intermitente destello rojo de sus ojos, confirmaba la amenaza de ataque. —¡No te atrevas a tocarla! — amenazó con voz gutural. El Lord de Occidente se quedó perplejo por unos segundos. Había recibido un poderoso ataque, el cual no vio venir, y antes de que terminara de asimilarlo, frente a él estaba otro macho. Uno de su misma especie, plantándole cara sin el menor rastro de temor. Esto era algo que no había sucedido en mucho, mucho tiempo. Pocos lo habían intentado y terminaron muertos, derrotados o en paz, como su medio hermano. Gruñó amenazante, al mismo tiempo que se ponía de pie. Una vez más, algo se agitó dentro de él, algo que estaba despertando con lentitud. Iba a dar un paso hacia el pelirrojo, con la intención de regresar el golpe, no obstante, sintió que lo detenían con fuerza. InuYasha estaba a su lado, interrumpiendo su avance. —¡Es suficiente Sesshomaru! — increpó, mientras trataba de contenerlo. —¡A un lado! — alzó la voz, intentando soltarse. El camuflaje se notaba cada vez más disperso, revelando sus verdaderos rasgos sobrenaturales. —¡Maldita sea!, ¡La junta directiva está en el edificio y en cualquier momento podrían entrar aquí! — le gritó InuYasha. El demonio plateado se quedó quieto, sin dejar de mostrarle los colmillos al otro macho. Pero sabía perfectamente que era demasiado arriesgado iniciar una pelea con tantos humanos alrededor. No obstante, el otro Inugami le contestaba con el mismo gesto desafiante, en evidente actitud protectora para con la humana. ¿Quién era y por qué la protegía? Tuvo la sensación de haberlo visto antes, pero no lo recordaba ahora mismo. El mestizo notó la pausa de su medio hermano, así que aprovechó el momento. —¡Váyanse! — les dijo. De inmediato, Akayoru tomó a Diana por el brazo y casi la arrastró a la salida. Ella pudo notar que Sesshomaru la seguía con la mirada, en sus ojos había un insano destello. Casi podría jurar que estaba a punto de atacarlos cual perro rabioso. Sin embargo, el otro sujeto se interpuso en su campo de visión, para luego cerrar la puerta detrás de ellos. En un instante llegaron al elevador. Tan pronto se cerraron las puertas, Akayoru volteó a verla y se acercó invasivamente a su espacio personal. La olfateó con insistencia, revisando su rostro y cuello para comprobar que no estaba herida. —¡¿Te hizo daño?! — cuestionó preocupado. —N-No… estuvo a punto… de morderme— le tembló la voz, todavía estaba asustada. —P-Pero no… pudo hacerlo… — Él se apartó, dándole espacio para que se tranquilizara, mientras hacía su propio intento de calmarse y así poder retomar el disfraz. Por suerte, no había personas cerca, ya que era demasiado notorio el brillo rojizo de sus ojos, el cual oscilaba alrededor de sus iris grisáceos. Sus colmillos permanecían crecidos y las garras afiladas, pues parecía que no querían retraerse. Algo dentro de él se removía inquieto, molesto… celoso. Sabía que su lado bestial estaba agitado y la reacción que tuvo, era claramente protectora para con la hembra. Ella lo miraba nerviosa, ya que nunca lo había visto en su fase agresiva. Entonces, inhaló y exhaló un par de veces, recuperando el control. Su energía vibró y el camuflaje se desplegó nuevamente. —No tengas miedo, jamás te haría daño— dijo, en un tono ya más relajado. La joven exhaló con dificultad, tenía los nervios de punta, pero hizo todo lo posible para mantener la mente fría. —No me das miedo, es sólo que… ver de nuevo a Sesshomaru… — se quedó en silencio por un momento. —Vámonos de aquí por favor. — Llegaron al estacionamiento y Akayoru la guio hasta donde estaba su automóvil. Poco después, ya se alejaban de esa parte de la ciudad. —¿Qué hacías ahí? — preguntó él. —Pues… mi jefe me mandó a una reunión de negocios, por así decirlo— explicó ella, ya más relajada. —Era para ver si contratábamos los servicios de un proveedor, pero… no sabía que había youkais de por medio, y menos que se trataba del señor del Oeste. — El Inugami asintió y buscó algo en el asiento trasero. —Así que no tenías ni idea— comentó, ofreciéndole una botella de agua. —Yo no sabía que Lord Sesshomaru estaba en el país, pensé que aún vivía en Japón, y ese despistado de InuYasha no me dijo nada al respecto. — —¿Dijiste InuYasha? — preguntó Diana, el nombre se le hizo familiar. —Así es, se trata del medio hermano de Sesshomaru, llevan siglos trabajando juntos— explicó con calma. —Pero solamente era InuYasha quien salía fuera del país, el Lord siempre se quedaba en sus dominios. — —A él lo vi antes— recordó la mujer. —La primera vez que llegué a esa época él también se alteró por mi… — se detuvo, era mejor no entrar en detalles. —Digamos que sólo lo conocí por un instante y nunca más lo volví a ver, hasta ahora. — —Todos los youkais del Oeste sabemos quién es, pero yo apenas tengo unos cuantos meses haciendo tratos con él, y hoy sólo vine para negociar otro convenio— reveló Akayoru. Ella palideció por un momento. —¡¿Tienes tratos con Sesshomaru también?! — Él negó con firmeza. —No, para nada. La casa del Oeste no se lleva del todo bien con la casa Roja, así que mantenemos nuestras distancias— sonrió levemente, intentando calmarla. —Se puede decir que son rivalidades entre linajes y, por lo tanto, cada Inugami con jerarquía está por su lado, evitando a los demás. — —Pero, aun así, le hablas a su hermano— reprochó Diana. Tal vez no era buena idea mantenerse cerca de éste Inugami. —Como te dije, sólo son negocios con InuYasha, no con el Lord— aclaró el pelirrojo. —Pero si esto representa un problema para ti, puedo dejarlo de lado. — La mujer lo miró desconcertada. Esto estaba extendiéndose demasiado y se le saldría de las manos si no hacía algo al respecto. —Será mejor que yo deje de lado todo esto, por favor, detente en la siguiente esquina, tengo que regresar a mi oficina— pidió, mientras se sobaba las sienes. —Diana, no ha sido mi intención incomodarte— se disculpó, estacionándose cerca de la banqueta. —Escúchame Akayoru, tengo muchas cosas en que pensar y ya no quiero tener más tratos con youkais por el momento, así que, por favor, no me busques de nuevo— finalizó, cerrando la puerta del vehículo, alejándose rápido por la calle. El Inugami la observó marcharse, sin tratar de detenerla. —Tenemos un rival— algo susurró en su mente. —No sabes lo que dices, guarda silencio. — —Tú sabes lo que eso significa— insistió. Akayoru ya no respondió.

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La sesión de medio día con la junta directiva fue cancelada. Jaken tuvo que disculparse en nombre de ambos hermanos. Fue necesario mentir acerca de unos problemas de salud para que los humanos no preguntasen por la indisposición del director y el gerente. Ahora se encontraba recogiendo los escombros del escritorio, mientras ellos discutían. —¿Qué rayos fue eso, Sesshomaru? — preguntó inquieto InuYasha, ambos estaban sentados en un sofá. —¿Por qué agrediste a esa mujer? — —¡No es algo que te incumba! — gruñó el Lord, tomando agua de un vaso para calmarse y concentrarse. La herida en su mejilla ya estaba curada, pero todavía resentía la fuerza del golpe. Aquel Inugami no era para nada débil. En cuanto a su disfraz, éste se había desvanecido, y ahora permanecía con su verdadera apariencia. Sus ojos aún tenían destellos del azul metálico que indicaba la presencia de su bestia interna. —Deja de ser tan idiota, mírate como estás, y sólo por esa mujer— reprochó el mestizo. —¿Acaso es una antigua enemiga?, su aroma me dice que sólo es una humana común y corriente. — Siendo un híbrido, InuYasha no se percataba de nada más. En cambio, para Sesshomaru, la esencia de la hembra volvió a perturbarlo de nuevo, tal y como le sucedió la primera vez que la encontró. Exhaló más despacio, estabilizando su respiración. La energía sobrenatural se arremolinó alrededor de él, y un segundo después, el camuflaje se desplegó. Su apariencia regresó a ser la de un humano común. A diferencia de Jaken e InuYasha, que llevaban el sello en su espalda todo el tiempo y no tenían que hacer nada más, los youkais que usaban su propio poder para disfrazarse, debían mantener cierto grado de concentración, para que no les fallara el señuelo ante los humanos. —¿Conoces al otro macho? — cuestionó el Lord, evadiendo su pregunta. —Sí, su nombre es Akayoru, y es un nuevo socio con el que empecé a trabajar hace algunos meses— hizo una pausa al notar la ira de su medio hermano. —Al parecer, lo conoces, ¿Verdad?, dime por qué te atacó de esa manera. — Entonces, el señor del Oeste tuvo un destello de lucidez. La memoria le trajo el recuerdo correcto sobre quién era ese macho y porqué se le hizo familiar. Éste había entrado en su territorio, cuando la humana escapó esa única vez. El jovenzuelo Inugami la encontró antes de que él pudiera alcanzarla y estuvo hablando con ella. —Debí haberlo matado en ese momento— pensó molesto. —Dame la información de esa empresa— demandó, refiriéndose a los datos del lugar donde laboraba la mujer. Desde el otro lado de la oficina, Jaken tragó saliva, nervioso. InuYasha ya le había platicado lo acontecido, y ahora no sabía de lo que sería capaz de hacer su amo. Esto se complicaba cada vez más, y su pellejo podría estar en peligro nuevamente.

***

Continuará…
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