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Capítulo 7: Chantaje Jaken hizo un gesto de extrañeza. —¿Señor Sesshomaru?, ¿Hola? — preguntó, pero el sonido repetitivo le confirmó que la llamada había sido finalizada. —Vaya, creo que no fue buena idea decirle tan pronto— resopló con desgano. Estaba algo fatigado. Después de tantos días de ir y venir, preguntando por aquí y por allá, al fin encontró la información necesaria. Tuvo que adentrarse en el territorio Sur, por consejo de algunos youkais que vivían en las fronteras del Oeste. Jamás se imaginó lo que descubriría. El Inugami pelirrojo pertenecía a la casa Roja y, por lo tanto, no era un demonio común de clase baja. A pesar de los siglos que llevaba al servicio de Sesshomaru, no estaba muy bien informado acerca de la forma en que se dividían las castas de los demonios caninos. Pero sí le quedaba en claro que eran rivales con la casa del Oeste. Su investigación lo llevó a tratar con varios contactos, e incluso, logró ubicar el lugar donde residían los integrantes de dicho linaje. No obstante, se mantuvo a distancia, no era necesario averiguar más si su amo no lo solicitaba. Y es que podía ser peligroso para él, porque obviamente, muchos sabían quién era y a quién servía. No estaba seguro de cómo era el carácter de los Inugamis rojos, y por el momento, no quería averiguarlo. Así que esperaría nuevas instrucciones.:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
Diana no comprendía el repentino cambio de humor del demonio plateado. Hasta hace un momento, parecía relajado después de la sesión de sexo sobre la mesa. Pero ahora, su expresión era de furia, y todo a raíz de la llamada que recibió. No sabía cuál fue el mensaje, pero, al parecer, tenía que ver con ella indirectamente. Sesshomaru se aproximó y la tomó por la barbilla, mirándola fijamente después de decirle que no se marcharía. Dejarla ir no era una opción y menos ahora que se había enterado de la estirpe del pelirrojo. No estaba seguro hasta dónde llegaba la relación entre la mujer y el otro macho. Pero la acción de protegerla tan osadamente de un alfa como él, sólo podía significar que tenía la intención de reclamarla. Y no estaba dispuesto a permitirlo. La joven se soltó del agarre y retrocedió unos pasos. —¡Yo ya cumplí con venir aquí! — dijo nerviosa. —¡No puedes retenerme en éste lugar! — Él mostró ligeramente los colmillos, pero no dijo nada. Entonces se apartó y marcó algún número para hacer una llamada. —Ven al estacionamiento, por el acceso de proveedores— le ordenó a alguien al otro lado de la línea, para después continuar vistiéndose. La joven tragó saliva con dificultad, presintiendo las intenciones del Lord. Retrocedió hacia la puerta de salida e intentó girar la manija, pero el seguro no se podía quitar. Volvió a insistir con un poco más de fuerza, cuando de pronto, sintió su presencia detrás de ella. Apenas giró la vista, el demonio la tomó del brazo y liberó el cerrojo con un ademán de su mano. Abrió la puerta y salió de la sala, arrastrándola con él, sin prestarle atención al hecho de que no llevaba desplegado su camuflaje. —¡Espera!, ¡Qué diablos haces, suéltame! — se resistió en vano, mientras intentaba seguirle el paso a pesar del cansancio. —Guarda silencio— gruñó por lo bajo, encaminándose al elevador. De repente, se detuvo a un par de metros cuando vio el parpadeo en el panel de números, alguien estaba subiendo. Bufó molesto, pensando que sería alguno de los humanos que trabajaban ahí. Pero de inmediato, se percató del olor de su medio hermano. InuYasha a veces regresaba a preparar las salas de reunión él mismo, cuando no se acordaba de avisarle al personal encargado de hacerlo. —¡Suéltame! — protestó ella de nuevo. Las puertas del ascensor se abrieron y el mestizo salió caminando distraído, leyendo unas hojas, encontrándose de frente con ellos. —¿Pero qué rayos…? — se quedó sin palabras al ver a Sesshomaru con la ropa desalineada, sin su disfraz humano y jalando a una mujer. —¡Ayúdame por favor, quiere secuestrarme! — pidió Diana, sin mirar bien de quién se trataba. El señor del Oeste siguió caminando como si nada sucediera, dirigiéndose al elevador. Entonces InuYasha reaccionó. —¡Espera Sesshomaru!, ¡¿Te has vuelto loco?! — dijo atónito, mientras se interponía en su camino. —¡¿Quién es ella y por qué…?! — se quedó en silencio, a la vez que olfateaba. El demonio plateado entornó la mirada al ver la reacción de su medio hermano, al parecer, se había dado cuenta. Entonces, lo hizo a un lado con un empujón. InuYasha permaneció estupefacto al percibir que ambos despedían el inconfundible aroma del sexo. Por un instante, no supo qué pensar y trataba de entender aquella extraña situación, ¿Sesshomaru se había apareado con esa humana? —¡Te digo que me sueltes! — gritó la joven, resistiéndose a su arrastre. —¡Oye tú, haz algo! — Rápidamente, el medio demonio se desplazó con celeridad para atravesarse en el cierre de puertas. —¡Es la misma mujer de la otra vez! — exclamó, todavía sorprendido por la desconcertante conducta de su medio hermano. —¡Dime lo que está sucediendo! — El Lord casi sonrió divertido. Hacía mucho tiempo que no tenía una escaramuza con InuYasha. Pero éste no era el momento para discutir con él, y dado que lo encontró en esta situación con la humana, lo mejor era explicarle. Aunque no le agradaba en lo más mínimo la idea. —No te entrometas InuYasha— ordenó, sin dejar de retener a la mujer. —No tengo tiempo para esto, así que sólo te diré que ella es, una hembra compatible… — El mestizo hizo un gesto de comprensión inmediata. Conocía del tema, a pesar de no ser un demonio completo. No obstante, lo que estaba haciendo Sesshomaru, no era para nada legal en términos humanos. Y evidentemente, ella no iba por voluntad propia. —Como sea, no puedes llevártela, te meterás en problemas con la ley— reprochó. —Además, no parece estar de acuerdo. — —¡No lo estoy! — intervino Diana. —¡Él no quiere dejarme ir y me amenazó con dañar a Akayoru si no venía aquí y accedía a sus deseos! — Sesshomaru volvió a gruñir en un tono más amenazante, la hembra hablaba demasiado. InuYasha no podía creer lo que estaba escuchando. Su medio hermano había amenazado a la mujer para obtener su favor y, al parecer, ella estaba relacionada con el Inugami pelirrojo, con quien hacía negocios de vez en cuando. —En serio, no sé qué estés pensando, pero no puedes… — la frase quedó inconclusa cuando sintió que algo explotaba en su cara. El señor de Occidente había levantado la mano libre hacia el rostro del mestizo, desplegando un poco de su habilidad venenosa. Ésta fue expelida de sus garras como un vapor verdoso, intoxicándolo momentáneamente. Su medio hermano comenzó a toser de inmediato, retrocediendo algunos pasos en busca de aire. —No intervengas, tú bien sabes lo que significa y no tengo porqué darte más explicaciones. Llama a Jaken y dile que se encargue de la grabación— finalizó con un gesto altivo, mientras las puertas se cerraban. … Diana contuvo la respiración. El demonio estaba bastante molesto y si decía algo, quizás también le arrojaría la misma sustancia intoxicante en la cara. Él la miró de reojo, mientras el ascensor continuaba descendiendo. —Escucha mujer, quédate en silencio, o el otro macho sufrirá las consecuencias— amenazó. Ella soltó el aire despacio y contestó sin pensar bien en sus palabras. —Te aprovechas sólo porque Akayoru no está aquí. — Sesshomaru liberó su agarre y la acorraló contra una de las paredes. Sus iris ambarinos se rodearon de líneas carmesí y sus colmillos se mostraron nuevamente. No había rastro alguno del disfraz que disimulara su apariencia sobrenatural y atemorizante. —¡Tú me perteneces!, ¡Llevas mi marca y, aun así, ese idiota ha osado acercarse a ti en más de una ocasión! — gruñó frente a ella. —¡Con eso, ha firmado su sentencia de muerte! — —¡Estás loco! — se escabulló por debajo de sus brazos, a pesar de no tener a dónde huir. —¡No soy de tu propiedad y las reglas de tu especie no aplican para mí! — El Lord la contempló con cierto enfado. No sabía que tipo de información le reveló el otro Inugami. Pero la mujer era consciente de que no estaba obligada a aceptar sus ferales comportamientos. Ese era un problema, dado que, al ser una humana, no poseía el instinto primitivo de las demonesas de su especie. El cual reconocía la atracción y posible compatibilidad con un macho. —Deberás acostumbrarte— sentenció, atrapándola nuevamente del brazo y colocando la otra mano frente a su rostro. —Ahora, quédate quieta. — Los restos del vapor verdoso aturdieron a Diana en un instante. Sintió náuseas y un fuerte mareo casi la hizo perder el equilibrio. No tocó el suelo, porque el demonio la levantó en brazos de inmediato. Las puertas se abrieron y ella pudo notar que caminaban unos metros y luego, ambos entraban a un vehículo. Alguien cerró la puerta y unos segundos después, el motor se puso en marcha. —¡Maldición, no de nuevo! — pensó vagamente la mujer, mientras era recostada a lo largo de un asiento. El cansancio y el estrés reemplazaron al mareo, obligándola a quedarse dormida.:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
InuYasha refunfuñaba mientras esperaba a que Jaken contestase la llamada. Aunque se había echado agua fría en la cara para quitarse los residuos del veneno, aún tenía irritados los ojos. Caminó por un pasillo, hasta la puerta de una oficina privada que a veces empleaba en ese edificio. Se dirigió a un escritorio y encendió la computadora que estaba ahí. —¿Qué quieres InuYasha? — contestó el sirviente al otro lado de la línea. —¡Oye tonto!, ¡En éste preciso instante, vas a explicarme todo acerca de la mujer que fue amenazada por Sesshomaru el otro día! — exigió con evidente molestia. —¡Ese idiota acaba de llevársela en contra de su voluntad! — Al escucharlo, Jaken se atragantó ruidosamente con la comida que degustaba en ese momento. —¡¿Qué has dicho?, ¿Mi amo bonito tiene a la mujer?! — —¡No sólo eso, sino que, además, la chantajeó para tener sexo en una de las salas de juntas! — gruñó fastidiado. —Y cuando llegué, el imbécil me atacó con su veneno para que no le impidiera secuestrarla. — Jaken exhaló pesadamente. —No puedo decirte nada en absoluto, mi señor podría ahorcarme. — —Tendrás que hacerlo— indicó el mestizo, tratando de no perder la paciencia. —Además, debes ayudarme a borrar la grabación de la última hora, porque a Sesshomaru se le ocurrió pasearse sin su camuflaje y con la mujer a rastras. — El sirviente se rascó la cabeza con irritación, su amo estaba actuando de manera incorrecta una vez más. Suspiró resignado y encendió una laptop que llevaba con él. Esta situación ya estaba patas arriba y no había nada más que hacer. Entonces, sería necesario poner a InuYasha al tanto de algunos detalles. Después de todo, ya había sospechado que su medio hermano ocultaba algo desde que se reencontró con la mujer. —Está bien, lo haré— contestó Jaken mientras seguía comiendo. —Dame acceso remoto al equipo de la oficina y escucha con atención. Lo que voy a decirte, es a grandes rasgos, la “relación” que existe entre mi señor y esa humana. Pero, por favor, no le digas nada, quiero seguir viviendo. — —Si, si, como digas, aunque ya sabes que ese tonto nunca se va a deshacer de ti. — El mestizo observó a Jaken abrir el programa encargado del circuito cerrado, para luego buscar el horario de la grabación. En la pantalla se desplegó el video de cuando la mujer llegó a la sala de juntas, y avanzó hasta el momento en que Sesshomaru salió con ella y se encontraron con InuYasha frente al elevador. Al mismo tiempo que iba borrando el registro, el sirviente le platicó quién era Diana, y la relación que tenía con el señor de Occidente. Desde sus inicios, hasta el reciente encuentro en la actualidad. —Vaya, esto es extraordinario, jamás imaginé que Sesshomaru haría algo así— dijo sorprendido luego de escucharlo. —Entonces, en esa ocasión, cuando la encontré con Rin… ¡Oh diablos, si me hubiera dicho, yo habría…! — —No, tú no hubieras podido hacer nada— interrumpió Jaken. —Además, tenías que llevarte a Rin y cuidar de la aldea de Kaede en ese entonces. No te habría convenido echarte de enemigo a mi amo bonito. — —Pero las cosas han cambiado, estamos en otra época— replicó InuYasha. —No podemos dejar esto así, por lo que has dicho y lo que pude observar, esa mujer no reconoce ni acepta a Sesshomaru, y no creo que lo haga. — Al otro lado de la línea, Jaken volvió a exhalar cansadamente. —No puedes inmiscuirte, no eres el adecuado, tú ya estás emparejado. Además, es tu medio hermano— explicó, mientras concluía la eliminación de los videos. El mestizo caviló por un par de segundos. —Tal vez nosotros no podamos hacer algo directamente, pero creo que Akayoru tiene cierto interés en la mujer. — El pequeño demonio se atragantó de nuevo. —¡No se te ocurra buscarlo! — alzó la voz, preocupado. —Lord Sesshomaru tenía la intención de matarlo, pero ahora que sabe quién es, no creo que pueda hacerlo. — —¿A qué te refieres?, ¿Sesshomaru quiere asesinarlo?, ¿Por qué? — preguntó inquieto. —Será mejor que hablemos mañana, mi vuelo saldrá en un par de horas— indicó el sirviente, cerrando la laptop. —No hagas nada estúpido hasta que llegue, y no te preocupes por la humana, mi señor no le hará daño. — —Bah, sólo no tardes demasiado— rodó los ojos, finalizando la llamada. InuYasha apagó la computadora y salió de la oficina. Le marcó a Sesshomaru, pero no hubo contestación. Sin nada más que pudiera hacer, se marchó del lugar.:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
Zona residencial al norte de la ciudad. El demonio plateado depositó con suavidad a la mujer sobre la cama. La había llevado a su departamento y ahora la observaba dormir. Su bestia interna rondaba de un lado a otro bastante inquieta. El enterarse de que el otro macho les seguía en jerarquía, no le había agradado en absoluto. Era necesario pensar en las consecuencias de lo que acababa de hacer. Secuestrar a una mujer en los tiempos actuales estaba penado en la mayoría de las sociedades humanas. Pero eso no le preocupaba a una criatura sobrenatural como él. Ya buscaría la forma de solucionarlo y de conseguir que ella se quedara a su lado. Por el momento, le permitiría descansar lo que restaba de la noche. … Viernes por la mañana. Diana abrió los ojos con lentitud y después se sentó de golpe, mirando a su alrededor, en busca de alguna amenaza. No obstante, se encontraba sola, y la luz que se filtraba por las cortinas, aunque débil, permitía distinguir el lujo y la opulencia de la gran habitación. —¿Dónde diablos estoy? — habló en voz baja. Volteó a mirarse para comprobar que continuaba vestida, mientras sus zapatos y bolso permanecían en el suelo. Se incorporó y empezó a recorrer el lugar en silencio, dando una rápida mirada a todos lados. —¿Esto es un Penthouse? — jaló las altas cortinas y lo que vio la sorprendió. —Pues sí, es una hermosa jaula de oro en lo más alto de no sé dónde… ¡Felicidades Diana, de nuevo eres prisionera del Lord! — Resopló con fastidio, a la vez que abría por completo las cortinas, iluminando todo. La vista era espectacular y más o menos tuvo una idea de en qué parte de la ciudad estaba. Las zonas residenciales de ese tipo solamente las podían pagar personas con bastante poder adquisitivo. —No me extraña en absoluto, teniendo en cuenta que él pertenece a algún tipo de nobleza— murmuró, estirándose un poco a pesar del entumecimiento corporal. —Rayos, aún estoy cansada y necesito bañarme. — Recorrió de nuevo el lugar, hasta encontrar la zona para tomar una ducha. —Bueno, será mejor apresurarme, mi sexto sentido me dice que el demonio no tardará en aparecer y tendré que hacerle frente, aunque no quiera— razonó, mientras tomaba algunas cosas de un estante y se metía a la regadera. … Minutos después, terminó de vestirse. Ya se sentía más relajada, aunque la falta de ropa interior, era algo que tendría que tolerar por un rato. Se cepilló el cabello y lo sujetó en una coleta, se colocó los zapatos y con bolso en mano, caminó hacia la puerta. Salió a un pasillo largo, donde se podían distinguir otras habitaciones y después las escaleras. Bajó con cautela, intentando no hacer ruido. Se encontró con una estancia enorme, decorada con muebles elegantes. A la derecha, notó la amplia terraza y una piscina de tamaño considerable. A la izquierda, estaba el pasillo hacia la cocina y el comedor. Y un poco más allá, se podía apreciar otra habitación cerrada y un vestíbulo que llevaba a lo que posiblemente era la salida. Diana se apresuró al lugar, encontrándose con un elevador privado. Quiso llamarlo, pero en la pantalla del panel apareció una alerta. —“Bloqueo de seguridad, introduzca el código de aprobación”— leyó enojada. —¡No puede ser, déjame salir de aquí! — digitó algunas combinaciones comunes, pero no funcionó. Regresó a la sala y buscó algún teléfono fijo, pero no había nada a la vista. Al parecer, el demonio plateado sólo usaba telefonía móvil. Entonces revisó su bolso y sacó su dispositivo celular, sin embargo, el aparato estaba completamente descargado. —¡Esto no puede empeorar! — rumió fastidiada, caminando de nuevo al vestíbulo. De pronto, se desvió hacia la cocina. —Creo que voy a husmear por aquí, tengo hambre. — Su frustración aumentó cuando abrió el refrigerador y vio que estaba vacío. Sólo había algunas botellas de vino y lo que parecía ser algún tipo de jugo o té en contenedores de vidrio. —¡Genial, al parecer, no come nada de nada! — masculló después de azotar la puerta. Abrió una alacena, encontrándose con la cristalería. Tomó lo primero que alcanzó y se sirvió agua del dispensador que venía integrado con el frigorífico. —Al menos no moriré de sed— expresó satisfecha luego de tomar varios tragos. —¿Y ahora qué diablos hago?, ¿Dónde está?, ¿Cuánto tiempo tardará en regresar? — … Una hora después. Diana estaba sentada en uno de los camastros junto a la alberca, observando la ciudad. Se había pasado un rato tratando de adivinar el código del ascensor, sin éxito alguno. Aburrida, se dirigió a la terraza, para ver si había alguna cercanía con otro departamento, y considerar la posibilidad de pedir ayuda. Pero resultó que el lujoso Penthouse estaba completamente aislado en lo más alto, con total privacidad. Esto era un verdadero problema. De la nada, se escuchó un timbre y luego la apertura de unas puertas. El sonido, aunado al cosquilleo de su cicatriz, sacó a Diana de sus pensamientos, el diablo había regresado. Palideció y sus nervios se tensaron cuando giró la vista y vio a Sesshomaru caminando hacia la terraza. De inmediato se puso de pie y en alerta. El demonio se aproximó tranquilamente, deteniéndose justo al otro lado de la piscina, mirándola con atención y comprobando sus reacciones. Tenía desplegado su camuflaje completo y mantenía una postura altiva. Sus falsos ojos cafés, a pesar de parecerse a los de cualquier humano, reflejaban demasiadas intenciones. —¡Eres un demente! — reclamó la joven. —¡Exijo que me dejes ir en éste momento! — Él se mantuvo impasible con una sutil y burlona sonrisa. —Eso no sucederá— entonces, del bolsillo de su camisa, extrajo una hoja de papel medio doblada y un bolígrafo. —Ahora, quiero que hagas una lista de todo lo que vas a necesitar. — La mujer hizo un gesto de confusión. —No entiendo. — El Lord dejó ambos objetos sobre una de las sillas, encaminándose de regreso a la estancia, sin dejar de hablar. —Aquí tendrás vestido y comida, pero si quieres otras cosas, tendrás que pedírmelas, lo que tú quieras. — Diana mantuvo su mueca de estupefacción y un escalofrío descendió por su espalda, el mensaje era muy claro. —¡Quiero mi libertad! — Sesshomaru le dio una mirada de soslayo, sin detener sus pasos y enseñándole los colmillos en un gesto de advertencia. Pero no dijo absolutamente nada, dejándola más enfadada de lo que estaba. Ella lo observó desaparecer detrás de la puerta de la habitación cercana a la salida, la cual probablemente era su oficina de trabajo. Se sentó de nuevo en el camastro, con una sensación de impotencia robándole el aliento al percatarse de que su futuro próximo, estaba amenazado. Pasaron aproximadamente cinco minutos antes de escuchar de nuevo el ascensor. Se quedó mirando cuando otro hormigueo de su hombro le avisó que eran youkais los recién llegados. Sus disfraces eran los de un hombre y una mujer comunes con atuendo de mayordomos. Ambos recorrieron el vestíbulo con varias bolsas cargando y se dirigieron a la cocina luego de darle una mirada rápida. —Así que ya llegaron los cocineros y la comida, que bien, más criaturas sobrenaturales que no me ayudarán en absoluto— pensó con desgano. … Casi era medio día cuando el olor de los alimentos preparados hizo que su estómago gruñera. Había permanecido recostada a la sombra de uno de los enormes toldos que hacían la función de techo sobre la terraza. No escribió nada en la hoja y sólo pensaba en cuál sería su siguiente paso. Probablemente sus compañeros y amistades se percatarían de su repentina desaparición y la buscarían. En cuanto a Akayoru, ahora se arrepentía de no haberle dado su número telefónico o pedirle el suyo. Escuchó pasos y luego el elevador, los youkais ya se retiraban. Todo quedó en silencio y no había señales de que Sesshomaru fuera a salir de su oficina. Entonces, lo mejor sería comer algo. Llegó a la cocina y abrió el refrigerador. Ahora estaba completamente lleno con productos de todo tipo. Procedió a servirse un poco de la comida y empezó a degustarla. —Al menos tienen buena sazón esas criaturas sobrenaturales. — Después de quedar satisfecha, se paseó un rato más por la sala. No se distinguía a la vista ninguna televisión y no había señales de algún dispositivo para conectarse a Internet. Al parecer, esto sería más complicado de lo que pensaba. Si tuviera la oportunidad de usar una computadora con conexión, podría mandar un correo pidiendo ayuda. Entonces, su mirada se dirigió al despacho del Lord y su cerebro comenzó a trabajar rápidamente. —Tengo que intentarlo— razonó, mientras caminaba hacia la puerta. —¿Podré distraerlo con sexo? — Golpeó suavemente la hoja de madera. … En el interior de la oficina, el demonio plateado permanecía sentado en su elegante silla de piel. Pudo percibir a la humana deambulando de un lado a otro después de comer. Posteriormente, notó que se aproximaba a su estudio. Ya sospechaba que la mujer no demoraría en buscar una solución a su situación. Era probable que intentase negociar de nuevo. Sin embargo, el señor del Oeste no le permitiría marcharse, hiciese lo que hiciese. —¿Qué piensas hacer? — preguntó la bestia en su interior. —Tenemos hambre, pero ella no se someterá. — —Cederá si le facilito una falsa esperanza. — —Usa de nuevo el vínculo de sangre— susurró con perversión. Sesshomaru negó despacio e hizo un gesto de irritación. —Madre le dio a comer frutos venenosos para liberarla de mi control, si ella vuelve a probar nuestra sangre, morirá. — La bestia blanca se removió inquieta y furiosa, enseñando los colmillos. Aquella sobrenatural habilidad de los Inugamis tenía muchos beneficios, pero su punto débil era determinante para volverla inútil. Si un humano recibía la sangre de un demonio, que la entregase por voluntad, se establecía un vínculo entre ambos. Pero, si por algún motivo la sangre era removida sin el consentimiento de la criatura sobrenatural, dicho enlace se fracturaba permanentemente, y no podía volver a ser restaurado. Las consecuencias de intentarlo, eran la intoxicación y muerte del ser humano. —¡Eso nos deja en desventaja contra el otro macho!, ¡Debes matarlo de inmediato! — rugió encolerizada la criatura. En ese momento, los iris de Sesshomaru transmutaron al ámbar, rodeados de carmesí. Su falso aspecto se disipó totalmente, quedando sólo su apariencia sobrenatural. —¡Cállate!, ¡Ya se me ocurrirá algo más adelante! —respondió con un bufido. —Mientras el otro macho no pueda alcanzarla, no habrá problema. — Entonces, el golpeteo en la puerta llamó su atención. La hembra estaba disponiéndose ante sus deseos sin siquiera percatarse, lo que le hizo sonreír con agrado. Quizás ya no podía dominarla con un vínculo, pero siempre habría otros medios. Sus ojos abandonaron el color amenazante cuando se levantó para abrir la puerta. … Diana pasó saliva con fuerza al verlo sin su camuflaje. A pesar del tiempo, todavía se sentía intimidada. El cosquilleo de la marca violácea le avisaba que el demonio estaba algo inquieto. Tal vez no era el mejor momento para hablar con él. Pero, un rápido vistazo a su escritorio, le permitió ver una laptop. Existía una oportunidad, así que debía intentarlo. —Quiero que hablemos— pidió ella. El Lord le permitió entrar y cerró la puerta. La joven se sentó en un sofá y él retomó su lugar detrás del escritorio. —Te escucho mujer, supongo que ya tienes la lista de lo que deseas que te traiga— dijo, manteniendo una postura relajada. —¿Vas a comprarme lo que yo quiera?, ¿Cumplirás mis caprichos y todo lo que desee? — interrogó, alzando una ceja. Las preguntas fueron hechas con evidente sarcasmo, pero al demonio no parecía importarle. Simplemente asintió con un movimiento de cabeza. —Pero con algunas condiciones— aclaró, situando los codos sobre la mesa y entrecruzando los dedos de las manos. —Tendrás todo lo que desees, pero no podrás salir de éste departamento, a menos que sea conmigo. — Diana hizo un gesto de indignación. Se cruzó de brazos y desvió la mirada hacia otro lado. No le agradaban las palabras del Lord en lo más mínimo. Pero ahora le quedaba en claro su situación: Él no la dejaría libre por ningún motivo, la quería a su lado porque su instinto así lo deseaba. Y probablemente, lo único que haría para moderar su cautiverio, sería proporcionarle no sólo alimento y techo, sino también lujos y caprichos materiales. Una situación realmente inverosímil y tenebrosa si lo pensaba con cuidado. —¡Te recuerdo que ya no estamos en el pasado!, ¡Esto se llama secuestro y está penado por la ley! — El señor del Oeste se mantuvo impasible ante su reclamo. —No me importa y no me preocupa, no es difícil evadir a los humanos, y no dudes de que tengo el poder para controlarlos y manipularlos— sonrió con cinismo. —Después de todo, llevo quinientos años tolerándolos y sacando ventaja de ellos. — La joven se mantuvo en silencio. Definitivamente, Sesshomaru sí podría ser el diablo. Liberó el aire que tenía retenido por los nervios antes de volver a hablar. —Y lo único que deseas de mi es… ¿Sexo? — El demonio plateado estrechó la mirada. Aquella pregunta parecía simple, pero en verdad era más compleja de lo que creía. En un principio, cuando la encontró en el bosque del Oeste y su instinto le gritó que la tomara, pensó que unas cuantas veces serían suficientes para saciar su apetito carnal. Sin embargo, los posteriores encuentros y el evento del estro Inugami, terminaron por confirmarle que esa humana era, lo que entre youkais se conoce como, una hembra compatible. Y eso significaba que ahora era más que un capricho para él, aunque no quisiera reconocerlo abiertamente. —Eso aún no lo decido— su respuesta fue evasiva. La mujer rodó los ojos, esta conversación no estaba llegando a ningún lado. De nuevo desvió la mirada, evadiendo su insistente contemplación. Sabía que él tenía todo el control de la situación y nada podía hacer, únicamente aceptar su proceder. Entonces, era necesario jugar con sus reglas. —Quiero un cargador para mi móvil— solicitó, observándolo para ver su reacción. Sesshomaru sonrió con malicia. —Lo tendrás— indicó, reclinándose contra el respaldo de su silla. —Pero quiero algo a cambio. — La intención en sus palabras y la posición relajada que tomó, le dejó en claro a Diana lo que deseaba. Por un instante pensó que se negaría a su petición. Pero si lo razonaba un poco más, era probable que tuviera un as bajo la manga. No le quedó otra opción más que arriesgarse. Por lo que, levantándose del sofá, caminó hacia el escritorio. El Lord la observó con atención, satisfecho de notar la seguridad en aquellos oscuros ojos. La hembra humana era bastante interesante y ahora que ya estaba en su territorio, no tenía intenciones de someterla con miedo. Simplemente, la chantajearía a través de otras circunstancias. —Bien, señor del Oeste, será a tu manera— Diana le sonrió, dispuesta a continuar. Después de todo, ya estaba aquí y lo prioritario era buscar la manera de escapar. Aunque tuviera que ceder a sus apetitos otra vez. Se acercó por el lateral de la mesa con un sutil contoneo de caderas. La mirada del demonio la siguió descaradamente. Al llegar a su lado, sus manos se posaron en el respaldo de la silla y la giraron lento sobre su eje, para quedar frente a él. Sesshomaru no opuso resistencia, permitiendo que la hembra se acercara a tal grado, que su delicioso aroma comenzó a incitarlo. Sus manos se colocaron sobre los reposabrazos, facilitando la inclinación de su cuerpo y la revelación de sus pechos, parcialmente cubiertos por la blusa. La lujuria se retorció dentro de él. —Vamos Diana, haz que lo disfrute— se dijo a sí misma. Sin dejar su expresión coqueta, y tratando de controlar los nervios que aún la traicionaban, la mujer llevó sus manos al pecho masculino para desabotonarle la camisa de seda que usaba en ese momento. Un corto aliento se le escapó al retirar la tela y encontrarse con el abdomen desnudo del demonio. Sus rayas violetas, tan hermosas y llamativas como siempre, se movían al ritmo de su respiración. —¡Concéntrate Diana! — se regañó, para no distraerse conforme su tacto acariciaba la tersa piel. Él la contempló fijamente, separando las rodillas para permitirle manipular a su antojo. Su excitación aumentó al verla arrodillarse despacio, provocando un rozamiento intencional contra su cuerpo. Se apoyó en uno de sus codos, disfrutando las acciones de la hembra. Sus tibias manos descendieron y una punzada en su vientre lo hizo estremecerse cuando desabrochó el botón y comenzó a bajar el cierre de la bragueta. De pronto, ella se detuvo y le dirigió una mirada traviesa, al empezar a masajear sobre la tela con su mano. Un sutil gruñido de placer escapó y su virilidad palpitó con un delicioso dolor. La mujer volvió a sonreír, complacida al ver que sus acciones generaban rápidas reacciones. Pudo notar el endurecimiento de su carne y sentir su palpitar, por lo que no se demoraría más. Las prendas comenzaron a ceder debido al aumento del miembro, así que, con un movimiento pausado, ella lo liberó. Un nuevo jadeo se le escapó al tenerlo enfrente, ya que era imposible no disfrutar de tan llamativo ejemplar. Antes de iniciar, su lengua recorrió con sensualidad sus propios labios. Le dio otra sonrisa al demonio, para después inclinarse sobre su vientre. Con lentitud recorrió su piel, descendiendo lánguidamente hasta llegar a la base de su hombría. Un gemido morboso escapó del macho, insinuando su antojo con un sutil movimiento de pelvis. La mujer se sintió contenta de lograr tal respuesta, pero lo atormentaría un poco más. El cálido tacto de sus palmas envolvió el grosor masculino, iniciando un delirante recorrido. Sus labios se aproximaron y un roce tibio fue suficiente para que una descarga de sensaciones lo sacudiera. Cuando escuchó su clamor de ansiedad, su lengua empezó a libar. Transparente humedad envolvió su corona y el lascivo beso casi lo hizo alcanzar la gloria. La fricción se mantuvo en un movimiento vertical, presionando para estimularlo un poco más. Su traviesa boca comenzó a besar más allá, recorriendo cada centímetro de su piel, lamiendo cada parte de su carne. La sangre se expresó con fuerza en las venas palpitantes, el pulsar del miembro masculino era fascinante. Diana lo miró con lubricidad en el mismo instante que su lengua recogió una gota de líquido preseminal. El demonio le regresó una mirada enturbiada de deseo. Detrás de sus pupilas, la bestia canina se revolcaba de placer. La hembra era sensual en todas sus acciones, consiguiendo someterlo a un intenso regodeo. Lo disfrutaba lascivamente y no podía negarlo, jamás dejaría de anhelarlo. Se relamió los labios, mostrando los colmillos en una mueca de satisfacción, imposible de disimular. Aquella mujer lo hacía delirar. Ella sonrió para sus adentros, era tiempo de hacerlo culminar. Con un morboso movimiento, sujetó la endurecida virilidad. Su lengua subió y bajó una vez más, lubricando con cristalino rocío antes de darle el abrazo final. La calidez lo envolvió y la nueva fricción, un poderoso gemido le arrancó. El macho se sintió enloquecer. Su respiración alterada se intercaló con los jadeos que escapaban. El placer de semejante succión saturó su mente y la culminación empezó a gestarse en su vientre. Cerró los ojos con fuerza al notar una poderosa contracción en su zona testicular, que marcó el inicio de un potente orgasmo. Diana se apartó de la pulsante carne y sus manos lo apresaron con una fuerte caricia que provocó el estallido final. El demonio clamó obscenamente, al mismo tiempo que su semilla se derramaba con libertad. Ella continuó masajeándolo, consiguiendo que su temblor corporal se prolongara un poco más. Sonrió libidinosa cuando su lengua le regaló la última lamida antes de retirarse por completo. … La mujer pudo mantenerse tranquila ante su propio deseo. A pesar de estar brindándole placer oral al Lord, no podía evitar reaccionar ante lo que hacía. Era excitante ver hasta dónde podía manipularlo y, al parecer, había logrado su objetivo. El rostro de Sesshomaru reflejaba un regodeo absoluto. Tomó unos pañuelos de una caja sobre el escritorio y limpió los restos de humedad en sus manos, mientras se sentaba en el sofá y esperaba a que el demonio volviera de su éxtasis. —Eres única mujer— habló por lo bajo Sesshomaru. —Tengo que reconocerlo. — Sin cambiar su posición relajada, abrió un cajón a su derecha y extrajo una cajita. Se la arrojó a Diana y ella la atrapó en el aire rápidamente. Era un cargador universal para teléfonos móviles. La joven sonrió ligeramente, no pensó que el señor del Oeste fuera a cumplir con su palabra de inmediato. —Bien, entonces me retiro— dijo, levantándose y caminando hacia la puerta. Antes de alcanzar la perilla, él le hizo una advertencia. —Más vale que te acostumbres a tu nueva vida aquí, porque no pienso dejarte ir. —***
Continuará… Ya saben que sus reviews me sirven para inspirarme. Háganme saber sus opiniones, ¿Quieren más lemon?, lo tendrán, ¿Quieren saber algo o que les explique algo?, también se vale preguntar. Saludos a todos los que leen con cuenta, y también a los que lo hacen desde el anonimato.