ID de la obra: 1270

DIANA

Het
NC-17
Finalizada
0
Fandom:
Tamaño:
315 páginas, 129.537 palabras, 23 capítulos
Descripción:
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8. Indecisión

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Buenas noches: Siendo los últimos minutos de éste año, les dejo el octavo capítulo de las aventuras de Diana. Muchas gracias por leer y por los comentarios. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Los OC son de mi autoría personal, así como la historia, la cual solamente escribí por capricho y para satisfacer las perversiones de algunas(os), incluyéndome.

***

Capítulo 8: Indecisión Viernes por la mañana. Jaken salió del elevador y caminó apresurado por el lobby. Había llegado hace poco más de una hora y de inmediato se dirigió al edificio corporativo. Se le notaba la inquietud en el rostro de su disfraz y ni siquiera contestó el saludo de la recepcionista. Entró a la oficina y colocó el seguro para que nadie los interrumpiera. InuYasha ya lo esperaba, sentado en su escritorio, mirando con molestia la pantalla de su móvil. —Al fin llegas, ese idiota de Sesshomaru no ha contestado ninguna de mis llamadas— gruñó enojado. —¿Le has marcado tú? — El sirviente negó con lentitud, mientras tomaba asiento y bebía un par de tragos de un vaso de café. —Lord Sesshomaru no me ha llamado desde ayer que me reporté. — El medio demonio se puso de pie, acercándose al escritorio de Jaken. —Bien, ahora dime qué estabas investigando para ese tonto y explícame por qué rayos quiere asesinar a Akayoru— reclamó, azotando las manos sobre la mesa. —¡Y no me des evasivas como Sesshomaru! — El pequeño demonio parpadeó un par de veces. El mestizo siempre era desesperante, pero esta vez tenía razón en estar molesto. Aún había leves rastros de irritación en sus ojos por el veneno. Se notaba su mal humor al no saber que se traía entre manos su medio hermano. Y finalmente, no le agradaba la idea de que amenazaran al otro Inugami, con el cual ya tenía cierto grado de confianza. —Fui a buscar información acerca de ese InuYoukai— reveló, mientras bebía de nuevo. —A mi señor no le agradó que se interpusiera entre él y la hembra, ya que la quiere para sí mismo, porque hay algo en ella que lo atrae demasiado. — —Sesshomaru mencionó que era una hembra compatible— interrumpió InuYasha. Jaken alzó las cejas en un gesto de sorpresa. —Así que ahora la reconoce como hembra compatible, bien, eso explica por qué tenía la intención de matar al macho de cabello rojo— meditó por un instante. —Lo ve como un potencial rival, y más teniendo en cuenta que lo enfrentó para proteger a la mujer. — —No he podido hablar con Akayoru desde el incidente, al parecer, se molestó porque no le dije que Sesshomaru estaba en el país— comentó InuYasha, mientras revisaba los contactos de su celular. —Pero voy a llamarlo, si tiene una relación con esa joven, debe saber esto. — El sirviente agitó las manos con preocupación, indicando que no lo hiciera. Si el pelirrojo se enteraba, su amo podría sospechar. —¡Espera!, antes debes tener en cuenta lo que voy a decirte— solicitó Jaken. —Ese Inugami pertenece a la casa Roja, su linaje le sigue en jerarquía a la casa del Oeste, por lo tanto, tiene el rango de un beta. — El mestizo rodó los ojos sin entender lo que decía el pequeño demonio. Después de todo, una vez que se reconcilió por completo con su medio hermano, nunca fue necesario aprender sobre las castas y jerarquías de los Inugamis del Oeste. Sesshomaru le dio su lugar en la línea de poder que por nacimiento le correspondía. Pero no le explicó lo que implicaban las costumbres más arraigadas de los demonios caninos. Simplemente, no era necesario. El Lord se encargaba de los aspectos de gobierno en su territorio e InuYasha se ocupaba de que la convivencia con los humanos fuera pacífica y estable. Esa curiosa forma de trabajar juntos les había ayudado bastante en los últimos siglos. Y debido a esto, el medio demonio desconocía lo que implicaba una rivalidad entre un Inugami beta y un Inugami alfa. —¿Y eso qué significa? — preguntó. —Significa que, si el pelirrojo está interesado en la humana, podría desafiar a mi amo bonito por ella— explicó nervioso. InuYasha movió una mano en el aire, restándole importancia a las palabras del sirviente. —No exageres las cosas, no es necesario que ellos entren en conflicto— respondió, mientras buscaba el número de Akayoru. —Sólo tenemos que hacer entrar en razón a Sesshomaru, explicarle que no puede forzar a la mujer a ser su compañera si ella no lo acepta. — Jaken se rascó la cabeza con irritación. No estaba al tanto de las costumbres entre linajes InuYoukai, pero tenía el presentimiento de que esta situación no se resolvería tan fácilmente. —Tu medio hermano no escuchará razones, y probablemente el otro macho tampoco lo hará— suspiró resignado. … Algunas horas después. El Inugami pelirrojo al fin estaba en la oficina. Había tardado en llegar porque se encontraba fuera de la ciudad. Se le hizo un poco extraño que InuYasha lo llamara con urgencia y sin decirle la razón. Ambos ya lo esperaban y el pequeño sirviente se limitó a saludarlo con un gesto de mano, manteniendo una prudente distancia. —Hola Akayoru, bienvenido— dijo InuYasha, invitándolo a sentarse. —Buen día InuYasha— respondió tranquilo. —¿Por qué me llamaste?, ¿Acaso tu hermano sigue molesto? — cuestionó, mirando la puerta de la oficina contigua. Sabía que Sesshomaru no estaba en ese momento, porque no detectó su aroma. Nunca imaginó que el mestizo lo fuese a llamar. Es decir, luego de lo acontecido la semana pasada con el Lord, era de esperarse que ya no quisiese tener más tratos con él. —El asunto tiene que ver con él— comenzó a explicar el medio demonio. —Pero antes dime, ¿Qué relación tienes con esa humana? — —Ninguna todavía, apenas nos estamos conociendo— dijo, sin entrar en detalles. —Pero tengo la intención de cortejarla de manera formal. — —Bien, entonces debo decirte algo, pero tómalo con calma— pidió InuYasha. —Ayer… Sesshomaru se la llevó en contra de su voluntad… — La mirada del Inugami se afiló de inmediato. Al verlo, Jaken sintió un escalofrío recorriéndolo. —¡¿Qué has dicho?! — alzó la voz, levantándose de la silla y caminando hacia el mestizo. —Deja que te explique— se puso de pie también. —Sesshomaru la identifica como una hembra compatible y al parecer, la ve como una potencial compañera, pero creo que… — Las palabras se cortaron de golpe en su garganta. En un parpadeo, Akayoru ya lo tenía sujetado fuertemente por el cuello. —¡Tu maldito hermano se ha llevado a Diana!, ¡¿Sabes lo que eso implica?! — reclamó furioso. —¡Ella no lo reconoce como compañero!, ¡Le tiene miedo y jamás lo aceptará! — su tono se volvió más agresivo y sus ojos grises se rodearon de escarlata. Sin soltarlo, lo empujó bruscamente contra la pared, levantándolo del suelo con facilidad. InuYasha empezó a forcejear en busca de aire. Jaken palideció al ver su violenta reacción, confirmándole la corazonada que tenía: El macho pelirrojo estaba interesado en la humana, y muy probablemente también la reconocía como hembra compatible. Entonces, no se quedaría tan tranquilo después de saber esto. —¡Espera, no vas a resolver nada atacándolo! — habló el sirviente, acercándose un poco. El Inugami volteó a mirarlo amenazante, soltando de golpe a InuYasha. —¡Escucha Kappa, si aprecias tu vida, me dirás en éste momento dónde está Sesshomaru! — gruñó, caminando hacia él. —¡Diana no tiene porqué seguir tolerando los caprichos de tu amo! — El pequeño demonio retrocedió asustado. —Yo no… puedo decirte eso… — murmuró con temor. Akayoru siseó furioso, mientras hacía el gesto de cerrar y abrir su mano derecha. Sus zarpas se alargaron peligrosamente. Entonces, atrapó a Jaken por el cuello, inmovilizándolo sin esfuerzo alguno. —¡Habla! — ordenó, aproximando dos de sus garras directo a los ojos del aterrado Kappa. —No lo hagas, el pequeño sapo fue quien ayudó a la mujer en el pasado— intervino InuYasha, masajeándose la garganta. —Yo te llevaré al departamento de Sesshomaru. — El pelirrojo liberó al sirviente, dirigiendo de nuevo su atención al mestizo. —Veo que no estás del lado de tu hermano— al ver su confirmación, su gesto se relajó. —Disculpa mi reacción, pero no tengo intenciones de permitir que el señor del Oeste se quede con Diana, no sería justo para ella. — —Estoy de acuerdo contigo, pero debes entender que toda esta situación también es nueva para mí. En el pasado, jamás me enteré de lo que había sucedido entre ellos. — Akayoru asintió, para luego encaminarse a la salida. InuYasha lo siguió, mientras le daba instrucciones a Jaken. —Regresa a tu casa, yo no te he visto por el momento y finge demencia cuando Sesshomaru te llame. — El pequeño demonio exhaló despacio, al menos su pellejo ya no estaba en peligro directo.

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Viernes, media tarde. Diana miraba con incredulidad la pantalla de su teléfono celular. Cuando la batería cargó lo suficiente, encendió el dispositivo e intentó marcar un número. Pero después de seis intentos, comprendió que algo más estaba sucediendo. Caminó por la estancia y luego salió a la terraza, pero el resultado fue el mismo: Un mensaje de error indicando que no se podía establecer la comunicación. —Maldita sea, ¿Por qué no salen las llamadas? — murmuró, a la vez que miraba de un lado a otro. No parecía haber nada a la vista que estuviera interviniendo con la señal, pero su sexto sentido le decía que Sesshomaru tenía algo que ver con ello. Probablemente contaba con los medios para evitar que ella se comunicara al exterior, por eso no le importó facilitarle el cargador para su móvil. A final de cuentas, no podría llamar a nadie. Se dirigió de nuevo a la oficina del Lord, quien había salido del departamento luego de su encuentro. Dejándola sola y enojada después de advertirle que no tenía intenciones de dejarla ir. Se agachó frente a la perilla y revisó la cerradura que, para su sorpresa, era un cerrojo simple de presión. A decir verdad, todas las puertas interiores eran de ese tipo y la única que tenía seguridad tecnológica era la del ascensor privado. Fue rápido a la cocina y buscó en uno de los cajones de la vajilla, hasta encontrar una espátula lo suficientemente flexible para su plan. De nuevo, frente a la puerta, comenzó a empujar la hoja de madera hasta conseguir un diminuto espacio entre ésta y el marco. Con un poco más de fuerza, logró que el filo del utensilio se colara a la altura del cerrojo, deformándose a la vez que era empujado hacia adentro. —Un poco más— dijo, sujetando el mango con firmeza. Notó que algo se interponía, así que hizo más presión. Un chasquido forzado se escuchó y la espátula cayó al suelo, al mismo tiempo que la puerta se abría de golpe. —¡Por fin! — suspiró satisfecha, dirigiéndose al escritorio. —Espero que no esté bloqueada— abrió la laptop. El equipo estaba encendido y de inmediato se activó, pero la pantalla únicamente mostró un logotipo y la caja de texto que solicitaba teclear la contraseña para iniciar la sesión. —¡No puede ser! — bufó molesta. —¡¿Por qué éste demonio tiene que saber sobre contraseñas?! — Probó con algunas combinaciones genéricas, pero sólo consiguió bloquear la computadora. Entonces, murmurando maldiciones por lo bajo, empezó a revisar el lugar. Una oficina común, sin nada que pudiera serle de utilidad, agregando que tampoco había señal de algún dispositivo para conectase a Internet. —Bien, esto no se puede quedar así— sonrió con travesura, mirando una charola con una jarra de agua y unos vasos. Desconectó el cable de corriente de la laptop, tomó un vaso lleno y derramó la mayor parte del líquido a lo largo del teclado. El agua se filtró y después de unos parpadeos de la pantalla, el equipo se apagó completamente. Con una risa burlona arrojó lo que restaba de agua sobre la silla de piel y se dirigió a la salida. Antes de cerrar la puerta, pateó la espátula torcida contra uno de los libreros, rayando la fina madera. Seguramente su travesura provocaría algo en el demonio plateado. … El tiempo avanzó lento y la noche llegó. Diana sentía como si llevara días atrapada. Simplemente sus nervios y el estrés la hacían pasar un mal rato, aunado a la extraña tranquilidad del solitario lugar. A pesar de que se podía escuchar el ruido de la ciudad, a esa altura, realmente no era mucho el escándalo ambiental, y eso significaba que estaba demasiado aislada. —Tengo que distraerme con algo— concluyó, mirando el jacuzzi y las botellas con líquidos de colores en el buró adyacente. —Creo que con esto podría relajarme un poco. — Minutos después, se sumergía en el agua tibia. Abrió uno de los contenedores, cuya etiqueta decía algo sobre burbujas aromáticas, así que derramó un poco del jabón y comenzó a mezclarlo. La fragancia que se desplegó, llenó sus fosas nasales intensamente, provocando que se relajara casi de inmediato. Apoyó la nuca sobre una toalla enrollada que había colocado en el borde y comenzó a recorrer su piel despacio con una esponja. La espuma era suave y la sensación que le provocaba era bastante placentera. Alzó una pierna y la recorrió a detalle, con la segunda repitió el mismo proceso. Conforme pasaban los minutos, su mente se adormecía cada vez más. Su percepción entró a un estado onírico y las sensaciones comenzaron a afectarla. Se masajeó las sienes y el cuero cabelludo, logrando jadear de gusto. Después la esponja recorrió su cuello y hombros como una lánguida caricia. La temperatura del agua era perfecta, así que su cuerpo respondió con la generación de un delicioso calor interno. Diana no supo en qué momento dejó de asearse para sólo acariciarse. Sus manos recorrieron sus senos y sus dedos pellizcaron sus pezones, logrando que se endurecieran rápidamente. Los jadeos subieron de tono, opacando un lejano timbre proveniente del piso inferior. Ya nada más importó, su tacto inició el descenso al sur de su cuerpo. Momentos después, la habitación se inundó de gemidos cada vez más intensos conforme su placer progresaba. Sus dedos se perdieron en su interior y su lascivo ronroneo aumentó. El éxtasis comenzó a palpitar en su carne y su juicio se nubló por completo. El cosquilleo de su cicatriz pasó desapercibido y no se dio cuenta que unos ojos la observaban fijamente.

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Después de que las puertas del ascensor cerraran, Sesshomaru no percibió a la mujer en la estancia, pero de inmediato supo que estaba en el piso de arriba. Entonces cruzó el vestíbulo hacia su oficina y cuando tomó la perilla de la puerta para abrirla, ésta cedió demasiado fácil. Alzó una ceja en gesto de extrañeza, dirigiendo su atención al área de la cerradura. La madera del marco estaba rayada y el seguro desnivelado. Comprendió que alguien había entrado por la fuerza. Se adentró unos pasos y de inmediato vio la espátula retorcida junto al librero, así como el vistoso arañazo en la superficie de caoba. Su mirada se estrechó, emitiendo un leve bufido. Observó alrededor y no vio nada fuera de lugar, excepto que faltaba un vaso en la charola de servicio. Caminó hacia su escritorio, y conforme se daba cuenta de lo sucedido, la expresión de su rostro iba deformándose en una mueca de irritación. El agua todavía escurría por los bordes inferiores de la laptop, mojando el escritorio y la alfombra del suelo. El vaso vacío estaba tirado sobre la silla de piel, la cual también permanecía visiblemente empapada. —¡Esa mujer! — gruñó. —¡Maldita sea, no tengo respaldo de éste equipo! — Alzó la laptop y la sacudió para intentar quitar los restos del líquido. No había nada que hacer, la computadora estaba muerta y sería necesario llevarla a soporte técnico para ver que se podía recuperar. La dejó sobre la mesa cuando un sutil sonido lo hizo voltear. Olfateó el aire y su mirada brilló con perversión. —Esto no se va a quedar así— dijo, saliendo del despacho. —Hembra traviesa, no pienso tolerar tus fechorías. —

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Diana se encontraba tan ensimismada en su auto placer, que no se percató cuando la puerta se abrió. Su delicioso regodeo ya la tenía en el punto más álgido del apogeo carnal. Tan cerca del final, que ni siquiera escuchó cuando Sesshomaru entró en la habitación. Él estaba molesto y tenía la intención de reclamarle a la mujer por el daño a su computadora. Sin embargo, cuando la vio desnuda, acariciándose profundamente y gimiendo con lubricidad, todo pensamiento de enojo se disipó en un instante. Su bestia interna sonrió complacida, provocando el hambre del Lord. —Así que estás en celo— habló, con toda la intención de romper el encanto onírico de la mujer. De manera abrupta y casi dolorosa, el placer se interrumpió dentro de Diana, haciéndola jadear con frustración ante la incómoda sensación. El escalofrío que sintió al verlo, la hizo regresar de golpe a la realidad. La mirada del Inugami no prometía nada bueno. Se arrinconó en la orilla del jacuzzi y de inmediato se envolvió con la toalla, para después salir del agua. Se quedó en silencio, mirándolo nerviosa. El temblor de sus muslos amenazó con hacerla trastabillar y la punzada que se generó en sus pliegues, casi la hizo querer llevarse una mano a su entrepierna para continuar. —¡No lo sentí llegar, ¿Por qué?! — se cuestionó, sosteniendo la tela torpemente, mientras la sensación de dolor aumentaba. La interrupción la dejó agitada, adolorida y enojada. No comprendía por qué no lo escuchó llegar, si todo ahí era silencio, y más desconcertada estaba, al no haberse percatado del cosquilleo en su hombro. Entonces, tuvo el presentimiento de que él se aprovecharía de la situación. —¿No dices nada? — olfateó con descaro, relamiendo sus labios, ansioso. —No lograste culminar, ¿Verdad? — Cerró la puerta a sus espaldas y chasqueó los dedos, el cerrojo se bloqueó con un sonido seco. La joven sintió el latigazo de nervios con más fuerza al ver que el demonio caminaba lento hacia ella, mientras se iba quitando cada una de las prendas de vestir. Retrocedió al otro extremo de la habitación cuando vio el desvanecimiento de su disfraz humano. Ahora sí notó claramente el escozor de la marca violácea. —¡No te acerques! — dijo, con la respiración alterada. Sesshomaru quedó completamente desnudo, mirándola con deseo. Pero ya no se acercó más, sino que se desvió hacia la regadera. Dejó abierta la puerta de cancel y abrió la llave del agua. El tibio líquido cayó sobre su cabello plateado, humedeciéndolo despacio, para luego bajar con fuerza a lo largo de su espalda y el resto de su cuerpo. Diana parpadeó sorprendida al percatarse que lo siguió con la mirada. Había tenido la intención de alejarse, pero, apenas un instante después, se encontró observando sus movimientos bajo la regadera, embobada por completo. Su aura sobrenatural parecía encandilarla intencionalmente. El demonio comenzó a enjabonarse con calma, despreocupado del escrutinio femenino. La mujer se quedó mirando de forma inevitable cuando él acarició su entrepierna. Aquella carne despertó con rapidez, exhibiéndose en toda su dureza. Tragó saliva, nerviosa, mirando como ese ejemplar masculino continuaba recorriendo su piel con movimientos provocativos. Entonces, giró la vista hacia ella. —¿Qué diablos haces Diana?, apresúrate a salir de aquí— razonó, evitando el contacto visual. Tomó su ropa y caminó a la puerta, pero recordó el bloqueo del cerrojo. Aun así, trató de girar la manija una y otra vez. —¡Maldición! — rumió frustrada, reclinándose contra la hoja de madera. De repente, otra punzada en su intimidad la hizo cerrar los ojos y apretar los muslos con fuerza. El clímax no alcanzado estaba resintiéndose por todo su cuerpo. Inhaló profundo y soltó el aire en un intento por calmarse. Pero su lubricación volvió a filtrar y un cálido palpitar en su vientre le rogó que terminara la faena. —¡No, ni siquiera lo pienses! — se regañó, apretando los labios para disimular un jadeo. —Eso es lo que él está esperando. — Entreabrió los párpados, encontrándose con la mirada del demonio, cuya expresión era de burla. Continuaba en su actividad de limpieza, pero ahora sus ojos ambarinos se posaban sobre ella con un insinuante mensaje: Yo puedo complacerte si lo deseas. Era evidente que Diana estaba en el borde, con las sensaciones físicas al límite, deseando cuanto antes el poder liberarse por completo. Pero no podía escapar de ese lugar para continuar con su auto placer en otra parte. Y viendo las cosas fríamente, el demonio la seguiría a donde fuera, atraído por su excitación. Pero como estaba atrapada aquí, sólo era cuestión de tiempo en lo que terminaba de bañarse. La tensión se sintió en el aire y le estrujó el estómago. Comenzó a sentir calor por todo el cuerpo a pesar de tener la piel húmeda. De nuevo intentó controlar su respiración, al mismo tiempo que otra sensación lúbrica escapaba de su flor. Se mordió el labio inferior, a la vez que caminaba hacia un taburete cercano y se sentaba, dejando en el suelo su ropa. Mantuvo cerrada la toalla con una mano, mientras la otra, casi por inercia, se deslizó sobre su vientre. Sesshomaru sonrió complacido al notar la inquietud de la hembra. El aroma de su deseo hostigaba su olfato y la lujuria crecía rápidamente, incitando su apetito. Supo que llegó en el momento preciso, interrumpiendo el goce femenino en un punto de no retorno, ahora tomaría ventaja de tal situación. Y con ello, la haría pagar por su travesura. El agua terminó de eliminar toda la espuma de su cuerpo, cerró la llave y salió de la ducha. Tomó una toalla cercana y retiró la humedad sin dejar de mirar un sólo momento a la mujer. Su mirada se estrechó cuando la vio iniciar una lenta caricia en su entrepierna. Una punzada en su hombría lo hizo jadear excitado, pues ya había esperado demasiado. Era tiempo de disfrutar. Otro suspiro entrecortado escapó de la boca de Diana sin poderlo evitar. El roce de su palma encima de la tela, ejercía una satisfactoria presión sobre su botón de placer. No lo soportó más, y sin importarle que el Lord estuviese mirando, se dejó arrastrar por la libidinosa estimulación. Su cuerpo vibró ansioso y el éxtasis comenzó a crecer. Más gemidos se pronunciaron, anunciando la proximidad de su orgasmo. De pronto, algo la interrumpió de nuevo, arrebatándole tan ansiado final. Sesshomaru estaba a su lado, sujetándole la muñeca con fuerza y obligándola a ponerse de pie. Ella lo miró con irritación, al mismo tiempo que su resuello se volvía más descontrolado. —¡Suéltame! — protestó furiosa. —¡¿Por qué diablos me interrumpes, idiota?! — El señor del Oeste no se inmutó ante sus palabras y con la otra mano le arrancó la toalla, arrojándola lejos. Su bestia interna se agitaba inquieta, su cuerpo se tensaba cada vez más, y su miembro ya palpitaba dolorosamente. Verla tan desafiante y oler su humedad sexual, era como un frenético llamado a copular. —Me gusta ver cómo te acaricias— la tomó por el mentón para inmovilizarla. —Pero disfruto más cuando siento tu culminación alrededor de mi— se aproximó, lamiendo su mejilla con lascivia. La caricia se arrastró sinuosa hacia su cuello, obligando a Diana a gemir con fuerza. En ese instante, su juicio se adormeció por completo, su interior se constriñó dolorosamente y dejó de pensar en otra cosa que no fuese la liberación. Ya no podía contenerse, así que tomaría la palabra del Lord. Con su mano libre atrapó un mechón de plateado cabello, y jalándolo bruscamente, llamó su atención. —¡Deja de hablar! — Sesshomaru gruñó ante su retadora acción, pero no le molestó que lo hiciera. Por el contrario, su anhelo no hacía sino crecer. Liberó su muñeca y la tomó de las caderas, levantándola en un instante a la altura de su vientre. Su virilidad pulsó ante la cercanía de la hembra. Ella se aferró a sus hombros al comprender su intención. La lubricación escurrió y sus pliegues se contrajeron al sentir el inicio del miembro rozando su feminidad. Sus piernas rodearon la cintura del macho para acelerar la unión. El grosor masculino se abrió paso en su cálido interior, arrancándole un estrepitoso clamor. Un sonido gutural escapó del demonio al sentir que ella lo aprisionaba codiciosamente, invitándolo a perderse en su cuerpo, e incitándolo a embestirla con urgencia. Sus garras la sujetaron con mayor fuerza y arañaron su piel cuando dio inicio la oscilación de su pelvis. El deleite se produjo de golpe en su vientre y su sistema nervioso transportó los dulces efectos a su mente. La mujer notó que su entorno se esfumaba, dejándose envolver por un hipnótico hechizo. Sensaciones eléctricas ascendieron por su espina dorsal cuando se arqueó contra él. La fricción de su tersa piel sólo aumentó el placer, y cuando el macho empujó con más fuerza, sus gemidos se volvieron descontrolados. Sus párpados permanecieron entreabiertos en un gesto agónico, mientras el resto de su cuerpo se estremecía. De repente, lo percibió, el éxtasis contenido de nuevo creció. La estimulación en el centro de su vientre fue tan rápida, que casi de inmediato alcanzó el borde final en el cual fue interrumpida. Los embates del grosor masculino se tornaron potentes y constantes. El sonido de humedad y fricción le provocaron un insano regocijo, por lo que su mente se rindió ante la celestial culminación. Diana abrió los ojos de golpe cuando el tremendo orgasmo explotó en su vientre, gritando hacia la nada y clavando sus uñas sin contemplación. Sesshomaru hizo una leve mueca de dolor al sentir la convulsión de la hembra. Sus rasguños dejaron líneas rojas sobre sus hombros, provocándole escozor. La fuerza de su clímax lo desconcertó cuando sintió que sus paredes internas aprisionaron su miembro enérgicamente, al grado incluso de impedirle el movimiento. La miró fijamente, contemplando sus expresiones físicas y faciales. La humana estaba por completo entregada a su delirio sexual. Se mantuvo inmóvil, abrazándola contra su cuerpo, permitiéndole disfrutar de su potente culminación, mientras trataba de estabilizar su propia respiración. Un par de minutos después, retrocedió unos pasos para sentarse en el taburete, manteniendo a la mujer a horcajadas sobre su regazo y apoyada contra su pecho. La presión en el interior de su vientre disminuía lento, liberando su hombría. La escuchó gemir cansada cuando empezó a mecer sus caderas. Un morboso jadeo escapó de sus labios al notar la lubricación femenina goteando por sus muslos. La lujuria se incrementó al sentir que su miembro se deslizaba con lasciva facilidad. Diana tenía los ojos cerrados y la respiración al límite, expresándose en gemidos discontinuos. Todo su cuerpo vibraba como consecuencia del increíble orgasmo. No podía moverse, permaneciendo reclinada contra él, mientras sus brazos caían flojamente a sus costados. Lo sintió moverse en su interior, pero nada podía hacer, así que lo dejó continuar. —Esto es demasiado intenso— divagó su aletargada mente. Sesshomaru mantuvo el vaivén de las caderas femeninas, demandando el abrazo de su virilidad. La hembra ya estaba agotada y sin fuerzas para protestar. Sabía que las sensaciones en su cuerpo eran demasiadas, sin embargo, eso no le impidió continuar, ya que esa era su manera de hacerla pagar. Ella debía soportar su apetito hasta el final. Unos momentos después, lo sintió, el clímax llegando sin control. Sus garras la inmovilizaron en el momento en que su simiente comenzó a subir. El bramido escapó de su garganta cuando la poderosa contracción estalló en su vientre, derramándose con fuerza, al mismo tiempo que el éxtasis lo sacudía frenéticamente. El tremendo efecto recorrió su columna vertebral, esparciéndose por todo su cuerpo. … Diana aún temblaba, apenas logrando soportar semejante placer. Por fin el demonio había terminado y ahora quizás la dejaría descansar. Su respiración se estabilizó, pero ya no era consciente de su alrededor. Estaba agotada y sabía que al día siguiente amanecería adolorida. Sintió que él la apartó de su cuerpo, para luego llevarla en brazos hasta la cama. No se percató de nada más, pues el sueño la atrapó.

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El Lord salió de la habitación y se dirigió a la cocina. Sirvió un poco de vino rojo en una copa y empezó a degustarlo. Se sentía satisfecho y su bestia interna casi ronroneaba, relajada y perezosa, después del disfrute carnal. —Entonces, ¿Qué has resuelto? — preguntó. Su lado bestial no quería dejar de lado el tema por más tiempo. Ya lo había decidido, deseaba a la hembra como compañera. Pero Sesshomaru no parecía dispuesto a tomar una decisión final, y sólo por el simple hecho de que nunca había sido capaz de hacer a un lado su desagrado por los humanos. —No lo he considerado todavía— contestó impasible. —¡Por qué te niegas, si ya hemos comprobado que ella es adecuada! — reclamó la criatura. —¡Yo la he aceptado completamente y la quiero a nuestro lado! — El señor del Oeste negó con un firme movimiento de cabeza, mientras bebía de nuevo. —No digas estupideces, esa mujer está aquí sólo porque es capaz de alterar nuestro instinto y porque sabe cómo saciar nuestra hambre. — La mirada carmesí de la bestia se tornó amenazante, le molestaba en exceso la indecisión de su lado racional. —¡Eso se debe a que es una hembra compatible con nuestra especie!, ¡Una potencial pareja para engendrar descendencia! — —¡Jamás! — se negó ante semejante idea. A pesar de haber hecho las paces con su medio hermano, haber protegido a una cría humana, y haber convivido esporádicamente con sus amistades humanas, no terminaba de aceptar por completo a tan débil especie. Incluso en estos tiempos, reconocía que su vida era más cómoda por los avances de los hombres. Pero, aun así, se resistía a verlos como iguales. La criatura canina estaba al tanto de su renuencia. Pero también era consciente de su obsesión por la mujer, ya que ambos la compartían. —Entonces, la idea de que el otro macho la reclame, no tendría por qué alterarte, ¿Verdad? — sonrió con burla. Sesshomaru gruñó irritado, pero la bestia prosiguió con su pique. —No quieres aceptar que podría ser una compañera viable con un alto grado de compatibilidad con nuestra naturaleza, sólo por la estupidez de que es una humana. — —¡Por eso mismo no nos aceptará!, ¡Los humanos anteponen los sentimientos al establecer una relación! — explicó enojado. —¡Nuestra especie no se rige por esas tonterías! — —¡Ese pretexto no me importa! — rugió la criatura. —¡Vamos a reclamarla! — —¡Ya cállate!, ¡Primero debo ocuparme del beta!, de lo contrario, ella no dejará de intentar escapar. — —¡Déjame el control, yo me encargaré de desollarlo! — enseñó los colmillos en una sonrisa amenazante. El señor del Oeste negó una vez más, dirigiéndose a la terraza. Se apoyó en el barandal, contemplando las luces de la ciudad. —Si lo atacamos, tendremos problemas con su familia, porque estaremos quebrantando las leyes de jerarquía— dijo, haciendo un gesto de fastidio. —¿Y desde cuándo respetas las leyes al pie de la letra? — —Si él no me desafía, no puedo asesinarlo— explicó fríamente. —Debe ser a través de una pelea dentro de los códigos que nos rigen. De lo contrario, provocaría un conflicto en el cual, la casa del Oeste podría ser removida de su puesto de poder… y la casa Roja tomaría el mando. — La bestia blanca erizó el lomo, visiblemente enojada. La idea de no poder deshacerse del otro macho la exasperaba demasiado. No obstante, si su lado racional no tomaba una decisión pronto, seguramente el beta podría obtener ventaja de ello. Era muy consciente de que también deseaba a la hembra.

***

Continuará… ¡Excelente inicio de año, mis mejores deseos para todos!, les mando un gran abrazo y que todas sus fantasías se hagan realidad.
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