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Capítulo 10: Desafío II Sábado por la mañana. Diana despertó y bostezó con lentitud, pero no pudo evitar resentirse por el entumecimiento de su cuerpo, haciéndola quejarse débilmente. —Maldición, definitivamente no es bueno para la salud tener sexo con Inugamis— se reprochó, bajando de la cama. No había nadie más en la habitación y las cortinas ya estaban abiertas para que la luz matutina iluminara el lugar. Miró en todas direcciones, buscando su ropa, después caminó al baño, pero no encontró nada. Decidió no perder tiempo con eso, así que se metió a la regadera. El agua tibia la relajó bastante, aliviándola un poco del cansancio físico que sentía. Minutos después, se quitó la humedad de la piel con una toalla y se dirigió a lo que parecía ser un gran vestidor. Era bastante amplio y había ropa y calzado de todo tipo, evidentemente sólo para caballero. Buscó un poco más hasta que encontró un albornoz de satín azul turquesa, con el cual se vistió. —Seguramente está abajo— murmuró, terminando de secarse el cabello. Como ya no tenía nada a la mano con que sujetarlo, trenzó algunos mechones para que no le taparan el rostro. Entonces salió de la habitación y caminó rumbo a las escaleras. El hambre la obligó a bajar a la cocina y, efectivamente, el demonio plateado estaba ahí. Permanecía sentado en el extremo de un amplio comedor, vestido formal para salir a la oficina, pero sin su disfraz humano. Parecía estar revisando algunos documentos distraídamente. Entonces, levantó la vista al verla entrar. Justo en ese momento, el exquisito aroma de algún tipo de guisado hecho con carne, provocó que el estómago de Diana se contrajera con un sonido molesto. Sesshomaru sonrió burlón. —Es hora de que te alimentes— dijo, señalando una bandeja con comida recién calentada y un vaso con jugo, ubicados a un par de lugares de donde estaba él. La mujer alzó las cejas con asombro mientras se aproximaba a la mesa. —Vaya, que amable de tu parte calentarme el desayuno, quien lo diría, sabes usar el microondas— se expresó mordaz. Él no dijo nada, sus comentarios sarcásticos no parecían importarle. La joven comenzó a desayunar con avidez. Era obvio que lo necesitaba, el gasto de energía era inevitable cuando yacía con ella, así que era necesario mantenerla alimentada. El silencio se mantuvo por un rato. Ella evadía su mirada, concentrada en masticar y beber. El Lord continuó leyendo sus papeles y por momentos la observaba fijamente. Le agradaba el contraste de la bata azul con el color negro de su cabello. Ahora que estaba aquí, sería necesario condicionarla para que se adaptase a su nueva forma de vida. Pero eso no sería nada fácil, la hembra siempre lo estaba desafiando. Era bastante difícil que pudiera entender el instinto de los Inugamis, ya que muy pocos humanos lograban comprender lo que significaba ser compatible con una criatura sobrenatural. Y eso fue en el pasado, cuando eran más conscientes de la existencia de los youkais. Actualmente, era casi imposible. —Quiero que hagas la lista de lo que vas a necesitar— habló finalmente, extendiendo una nueva hoja de papel y un bolígrafo. Diana respingó ante sus repentinas palabras. De nuevo, le dejaba en claro su condición de prisionera. —No quiero nada de ti— ignoró la hoja y siguió comiendo. —Será mejor que no me hagas enojar, de lo contrario, te la pasarás únicamente vistiendo esa bata— gruñó levemente el Lord. La mujer rodó los ojos y suspiró fastidiada. No le costó demasiado intuir que él se había desecho de sus prendas para obligarla a pedir cosas nuevas. Sabía que el señor del Oeste le compraría lo que deseara, pero eso no mermaba su enojo por la presente situación. —¡Está bien! — refunfuñó molesta, tomando el bolígrafo y el papel. Mientras seguía comiendo, redactó varias cosas y al terminar, deslizó la hoja hacia él. Sesshomaru leyó a detalle. La mayoría eran cosas comunes entre ropa, artilugios de aseo, algún tipo de postre muy específico, libros de diferentes temas y un dispositivo para videojuegos. De pronto, alzó una ceja ante una de las últimas líneas. —¿Qué es esta sustancia? — miró a la mujer con desconfianza. —No necesitas de ningún medicamento, no sufres de padecimiento alguno. — Ella se alzó de hombros con indiferencia. —¿Cómo sabes eso? — bebió un poco de jugo. —Tal vez padezco de algo y tú no lo sabes, además, dijiste que me comprarías lo que yo quisiera. — El demonio plateado la miró con seriedad. Evidentemente, ella no le diría nada por las buenas, así que tendría que averiguarlo de otra manera. Se levantó de la silla y caminó hacia donde estaba sentada. Diana comía sin prestarle atención, por lo que no tuvo tiempo de reaccionar cuando la sujetó de la muñeca e hizo que se levantara de su asiento. Entonces, alzó la manga del albornoz sobre su antebrazo y una de las garras hizo un corte en la piel. Las gotas de sangre emergieron de inmediato. —¡No hagas eso! — se quejó al sentir el filo. Pero antes de que pudiera hacer algo, Sesshomaru lamió la sangre rápidamente. Un par de lengüetazos más y su saliva sobrenatural comenzó a cicatrizar la herida. La liberó y se apartó un poco, degustando el sabor carmesí, a la vez que dejaba escapar un sutil jadeo de complacencia. Ella murmuró alguna grosería entre dientes, mirando el zarpazo con enojo. —Tu sangre se mantiene igual de deliciosa— sonrió con satisfacción. —Y me doy cuenta de que no estás enferma de nada, así que dime para qué es la sustancia, de lo contrario, no la tendrás. — La mujer lo miró con desdén, antes de encararlo con una fría contestación. —Simplemente, no quiero quedar embarazada de ti. — El Lord entornó la mirada. Ese comentario fue bastante directo, dejándole en claro qué cosa era lo de la lista. Sabía que el avance de la medicina humana había alcanzado grandes logros, entre ellos, el control de su natalidad. Tener descendencia no era un tema de importancia para él, pero la mujer le había provocado cierta irritación con sus palabras. Su gesto se tornó serio antes de contestarle. —No tienes de que preocuparte, eso no sucederá. — Diana se cruzó de brazos y rodó los ojos, haciendo una mueca de burla. —No quiero correr riesgos, dudo que tu especie sepa sobre el control de la fertilidad— dijo, riéndose sutilmente, pero al ver que el demonio plateado no cambiaba su mueca, se detuvo. —No me digas que… ustedes pueden controlar eso— lo miró con suspicacia. Sesshomaru gruñó por lo bajo, no sabía si contestarle o no. Ese tipo de información no debía ser revelada, simplemente por pura lógica. Los humanos eran bastante peligrosos cuando algo desconocido llamaba demasiado su atención. Ya que, por lo regular, les gustaba diseccionarlo en partes para estudiarlo y entenderlo. Él no temía a eso, pero, por alguna razón, recordó la advertencia de Jaken acerca de que ella podría ponerlos al descubierto. Exhaló despacio y se aproximó intimidante, haciéndola retroceder contra la mesa. Con un movimiento rápido, la tomó de la cintura y la sentó en el borde libre, obligándola a separar los muslos para repegarse descaradamente contra su cuerpo. —¡Detente! — Diana intentó empujarlo. Con una mano la inmovilizó por el cabello de la nuca y su rostro se acercó a pocos centímetros. Ambas miradas se enfrentaron, al mismo tiempo que la hacía sentir el abultamiento de su entrepierna. —Ten por seguro que, si en algún momento deseo un cachorro, tú me lo darás, y ninguna sustancia podrá evitar que te deje preñada— la contempló con malicia. La joven tragó saliva con dificultad, logrando distinguir un brillo de lujuria desplegándose en sus ojos ambarinos. Aquella mirada se deslizó por su cuello y se detuvo en la abertura de la satinada bata. Sus senos estaban semi descubiertos y el movimiento de su respiración hacía más llamativa la espléndida vista. Lo escuchó jadear ansioso. —Pero, por el momento… — La obligó a ladear el rostro para acercarse a olfatear sobre su cuello. Entonces, la lengua emergió y se posó con suavidad, libando el sabor de su piel. El recorrido subió intencionalmente despacio hacia el lóbulo de su oreja, con el claro objetivo de inquietarla. La mujer se quedó inmóvil y sin respirar por un instante. Sesshomaru nunca dejaría de ser intimidante para ella, sin embargo, a la sensibilidad de su cuerpo poco le importaba. La caricia húmeda le provocó un inevitable escalofrío, así que apretó los labios para disimular un jadeo. De repente, notó que la otra mano se posaba en uno de sus muslos y comenzaba a subir por debajo de la tela. —¡No te atrevas! — se retorció, tratando de liberarse. El cálido tacto ascendió un poco más, acercándose a su intimidad, provocándole un estremecimiento. La pelvis masculina empujó con descaro, haciéndola notar el crecimiento de su miembro. El lascivo movimiento incitó una punzada en su flor, que la hizo apretar de nuevo los labios para no delatarse. Aún estaba entumecida por el encuentro de la noche anterior, pero sabía que no tenía caso llevarle la contraria al Lord. Entonces, quizás podría negociar. —Espera, todavía estoy cansada— jadeó pausadamente. —Pero, podría complacerte con mis manos. — El demonio sintió la palma femenina contra su vientre, por encima de la ropa, acariciando con la intención de bajar un poco más. Hizo una pausa de su morbosa fricción, mirándola con deseo. Su sonrisa lujuriosa le confirmó que aceptaba la petición. Colocó ambos brazos a los lados de ella para que se mantuviera sentada en el borde de la mesa. Después se apartó un poco, dejando el camino libre hacia su entrepierna. Diana liberó un suspiro bajo, tranquilizándose al ver que Sesshomaru aceptaba su caricia. Entonces, su mano descendió despacio sobre la tela, notando lo tensa que ésta se veía, debido al palpitante órgano viril. Inició con un toque firme a lo largo de su longitud, dibujando su contorno con los dedos. Lo escuchó jadear inquieto, pero decidió que no levantaría la mirada y sólo se enfocaría en su estimulación. El señor del Oeste se sacudió ante el ir y venir de su toque, logrando que su virilidad se endureciera aún más, provocándole una placentera sensación de dolor. Cerró los ojos, pues la hembra sabía lo que hacía y era un verdadero placer permitirle jugar a su antojo. Percibió como aflojaba la hebilla de su cinturón y eso lo hizo gruñir. Luego el botón del pantalón se deslizó y otra pulsación en su carne se sintió. La joven sonrió con disimulo. El demonio plateado podía ser intimidante, pero con sexo, ella conseguía manipularlo hasta cierto grado. Y lo haría las veces que fueran necesarias. Sus dedos juguetearon con el botón y luego se aferraron al cierre, el cual estaba a punto de ceder ante la presión. El sonido de los dientes metálicos abriéndose, fue casi lascivo. Pero aún estaba la barrera de la prenda interior. Por encima, una de sus manos se posó a lo largo de su dureza, mientras la otra, bajaba el pantalón. Un jadeo ahogado se oyó. Sesshomaru apretó la mandíbula al sentir la caricia. Estaba impacientándose, deseando la suavidad de sus manos recorriéndolo cálidamente. Gruñó de nuevo al notar que sus dedos comenzaban a recorrer el borde de la prenda y que poco a poco, la iban deslizando hacia abajo. Ella tiró lo suficiente para liberarlo y en ese momento, abrió los ojos, mirando complacido como envolvía su grosor. Diana concentró su atención en darle un abrazo suave, pero firme, que lo estimulara únicamente lo necesario. No tenía deseos de hacer algo más y esperaba que de esta manera pudiera complacerlo. Sin querer, su mirada lo buscó, encontrándose con sus ojos ámbar, reflejando un intenso apetito. Ahora respiraba más rápido y se notaba la tensión en sus finos rasgos. Dudando un poco, ella preguntó. —¿Deseas que continúe hasta el final? — El demonio enseñó los colmillos con sutileza en otra mueca complacida. A veces no era necesario que hablara, ya que sus gesticulaciones revelaban demasiado. Ahora su expresión indicaba que deseaba terminar entre sus manos. Con todas las consecuencias que ese obsceno capricho representaba. La mujer entendió y de nuevo desvió su atención a lo que realizaba, iniciando una presión más fuerte sobre su hinchada hombría. El gemido gutural del macho le provocó una sacudida que bajó desde su nuca, recorrió su espalda y finalmente, vibró en su propio vientre. No comprendió por qué, pero era evidente que aún mantenía cierto enlace sensitivo con el Lord. En ese momento, algo se agitó dentro del Inugami. La bestia de mirada carmesí se relamió los bigotes. Había permanecido dormida por un rato, pero ahora se paseaba de un lado a otro, bastante inquieta. El aroma de la hembra había llamado su atención, su ciclo de celo estaba presente y después de yacer con ella, le era inevitable excitarse ante la mezcla de esencias en su cuerpo. Esto sólo incrementaba su obsesivo deseo de reclamarla. Era imperativo que su lado racional se decidiera, así que lo incitaría de nuevo. Diana escuchó claramente cuando la respiración del Lord se alteró un poco más. No quiso ver su rostro, porque en ese momento, tuvo un mal presentimiento. Su toque se mantuvo estimulándolo hasta que, de repente, él frenó la acción de sus manos, apartándose un poco. —¡Recuéstate! — siseó en un tono gutural. Ella no lo reconoció, pero antes de poder decir algo, Sesshomaru ya la tomaba de los hombros para obligarla a tumbarse sobre la mesa. Posteriormente, comenzó a deslizar la bata hacia arriba, buscando desnudarla. Su mirada se tiñó de escarlata, delatando el dominio de su lado salvaje sobre él. —¡No, espera! — gimió asustada por su brusco cambio. Se paralizó por un segundo cuando su intimidad quedó al descubierto. De inmediato, el demonio le apresó ambas manos, mientras se posicionaba entre sus muslos. Percibió como su miembro palpitaba encima de su vientre, indicándole que no se detendría y que ahí mismo volvería a tomarla. Súbitamente, un agudo sonido proveniente de su reloj, frenó sus acciones de golpe. Como si despertara de un extraño sopor, el señor del Oeste sacudió la cabeza y el color carmesí abandonó sus ojos. El bufido que liberó, dejó en claro su nivel de frustración. Entonces su mirada se clavó de nuevo en ella, sopesando por un instante su siguiente acción. Su respiración se estabilizó rápidamente, devolviéndole el control. Renuente, la soltó de su agarre y se apartó de su cuerpo. Revisó la hora y chasqueó la lengua con enfado. Por un momento, había tenido la intención de no detenerse, sin importarle las consecuencias. Su bestia interna era muy astuta y su grado de perversión a veces no podía ser controlado. Sabía lo que estaba buscando, pero no lo permitiría por nada del mundo. Incluso si eso iba en contra de su primitivo instinto. Por otro lado, era obligatorio ir a la oficina para ver los pendientes con Jaken, y llevarle la computadora dañada para revisión. Se vistió nuevamente, obligando a su cuerpo a refrenarse, a pesar de no haber logrado la liberación. Ya regresaría más tarde y se desquitaría de esta interrupción. Diana volvió a respirar cuando él se apartó. Eso había sido inquietante, quizás Sesshomaru no estaba pasando por el estro Inugami, pero eso no quería decir que su bestia interna no tuviese las mismas intenciones hambrientas de tiempo atrás. Lo observó terminar de vestirse, para luego agarrar la hoja con la lista de cosas y dirigirse a un estante cercano. Tomó su teléfono móvil y un maletín, que seguramente contenía el equipo portátil dañado. —Me marcho por el momento, y más vale que te comportes, porque si continúas con tus travesuras, lo lamentarás— advirtió, marchando a la salida. Ella se mantuvo en silencio hasta verlo desaparecer en el pasillo. Cuando escuchó las puertas del elevador cerrándose, bajó de la mesa y se reacomodó el albornoz. —¡Idiota! — insultó furiosa. —¡Espero que no recuperen nada de tu información! —:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
El youkai disfrazado como un chofer normal, circulaba por la vía rápida con dirección al edificio corporativo. El Lord le había dado la orden de llevarlo a la oficina en el menor tiempo posible. Y mientras conducía, no pudo evitar escuchar los gruñidos furiosos de su amo desde la parte trasera de la limusina. Al parecer, revisaba su teléfono móvil y no le gustaba lo que veía. “InuYasha: 25 llamadas perdidas” El demonio plateado había ignorado por completo su celular desde ayer en la mañana. Se mantuvo ocupado construyendo la barrera de energía que ahora aislaba su departamento, para evitar que la mujer lograra comunicarse con el exterior. También tuvo que adquirir suministros, para que sus sirvientes prepararan la comida con la que la alimentaría. De igual forma, en la tarde ignoró las nuevas llamadas y los mensajes. Había salido a conseguir sellos bloqueadores que limitaran el acceso al Penthouse, para que sólo él pudiera entrar o salir. Y por la noche, luego de disfrutar con la hembra, no se acordó para nada del dichoso móvil. En ese momento, cuando veía el número de llamadas perdidas, se dio cuenta de que el fastidioso de su medio hermano, no dejaría el tema por la paz. InuYasha estaba en contra de lo que había hecho, y se metería en sus asuntos quisiera o no. —¡Sí que eres molesto! — gruñó, mientras borraba el registro de llamadas perdidas. Tuvo la intención de llamarlo, pero decidió esperar, ya que igualmente lo vería en la oficina. Tan pronto llegase, le dejaría en claro que no debía meterse en lo que no le importaba. “Jaken: 2 nuevos mensajes” Alzó una ceja con extrañeza. Ya sabía que su fiel sirviente, una vez terminada la investigación del InuYoukai pelirrojo, regresaría de inmediato a la ciudad. Pero ahora que lo pensaba, el Kappa no se había reportado con él para nada, excepto por estos dos mensajes. También era probable que hubiera estado hablando con InuYasha, ya que, inevitablemente, el mestizo lo cuestionaría acerca de la mujer. Volvió a gruñir con irritación. El primer recado era únicamente para avisar que ya estaba por aterrizar en el aeropuerto, regresando de Japón. Pero el segundo texto, lo sacó de sus casillas, aumentando su ira conforme leía todo el mensaje. “Señor Sesshomaru, InuYasha me ha pedido que le avise inmediatamente de esta situación. El Inugami beta ya está enterado de que se llevó a la humana, su hermano lo llamó y le dijo todo. Fueron a su departamento por ella, pero, al parecer, hay una barrera que impide el acceso. Esto enfureció al pelirrojo y le mandó a decir con InuYasha, que lo desafiaba a un duelo por la hembra. Es urgente que venga a la oficina, el mestizo quiere hablar con usted” —¡Ese maldito beta! — rugió furioso, a punto de destrozar el dispositivo con sus zarpas. —¡Acelera! — El chofer obedeció de inmediato, al mismo tiempo que sudaba nervioso. No entendía porque su amo estaba tan alterado. … Oficina corporativa. Antes de bajar del vehículo, Sesshomaru respiró profundamente y desplegó su falso aspecto humano. Subió por el ascensor de proveedores para evadir a las personas del lobby. Al llegar al quinto piso, ignoró por completo a la recepcionista y entró en la oficina, azotando la puerta para luego colocar el seguro. Su mirada furiosa buscó al sirviente y al mestizo, quienes estaban en sus respectivos escritorios. Jaken palideció y contuvo la respiración cuando lo vio dirigirse a InuYasha. —¡No tenías porqué entrometerte! — siseó amenazante. Incluso con el camuflaje, sus ojos transmutaron al ámbar rodeados de carmesí, mientras se aproximaba al medio demonio. Éste se levantó de su silla con gesto serio y lo increpó de frente. —¡No seas idiota Sesshomaru, no puedes mantener encerrada a esa mujer! — —¡¿Por qué llamaste al otro macho?!— preguntó exasperado el Lord. —Mira, Akayoru me explicó que ya tiene una relación con ella y que también es compatible con él— declaró, sin dejar su tono firme a pesar de lo amenazante que se veía su hermano. —Y por lo que tengo entendido, no puedes obligarla a que te acepte si ya eligió a otro. — Sesshomaru le enseñó los colmillos y su camuflaje parpadeó, indicando que estaba perdiendo el control sobre su propia energía. —¡Nadie me dice lo que debo hacer!, ¡Aunque seamos medios hermanos, no voy a permitir que te entrometas en esto! — amenazó fríamente. —¡No tenías porqué involucrar al otro Inugami, pero ahora que me ha desafiado, lo mataré! — El mestizo no se inmutó, realmente no creía que el señor del Oeste pudiese llegar a tanto. —Respecto a eso… — hizo una pausa, mirando de reojo al sirviente. —Akayoru dijo que te desafiaba bajo las leyes InuYoukai y que, si no eras un cobarde, aceptarías. — El demonio plateado estrechó la mirada y se quedó en silencio por un par de segundos. La noticia le sorprendió de sobremanera, pero su rostro no lo demostró. En cambio, por dentro, su lado salvaje se carcajeó. —¡Es perfecto! — sonrió encantada la bestia. —¡El macho nos ha desafiado a pesar de su rango, esto lo facilita todo! — —¡Silencio, no es tan fácil como parece! — respondió internamente Sesshomaru. El disfraz se desvaneció por completo y su aura de energía se volvió estresante. Caminó rumbo a su oficina, mientras apretaba los puños con ira y gruñía por lo bajo. Jaken e InuYasha se miraron entre sí, no esperaban aquel extraño mutismo. Al parecer, esto era más serio que una simple pelea. —¡Miserable beta! — masculló furioso. —¡Así que intentas desafiar mi posición! — Dejó el maletín sobre el escritorio y después tomó asiento en su elegante silla. Se reclinó en el respaldo, entrelazando los dedos de ambas manos, al mismo tiempo que miraba fijamente hacia la nada. El Kappa y su medio hermano entraron en ese momento. —¿De qué se trata todo esto?, ¿Qué quiso decir Akayoru? — preguntó InuYasha. Sin mirarlos, y manteniendo su gesto iracundo, Sesshomaru habló. —El otro macho sabe que no le entregaré a la mujer si me lo pide… ¡Entonces, decidió exigir mi título como señor del Oeste! — Ambos se miraron sorprendidos por aquella revelación. Jaken tragó saliva de nuevo, ya había presentido que algo así ocurriría. —Te lo dije InuYasha, nada bueno saldría de esto— murmuró inquieto. —Ninguno de los dos iba a escuchar razones, no cuando existe una hembra de por medio. — De pronto, Sesshomaru clavó la mirada en su sirviente. —¡¿Qué más averiguaste de él?!— exigió. El pequeño demonio brincó del susto antes de responder. —¡S-Sí se-señor! — tartamudeó, intentando concentrarse. —Akayoru pertenece a la casa Roja, su estirpe desciende de los Inugamis rojos y su rango es beta. Es el segundo hijo de los nobles del Sur y su hermano mayor, Kurenaichi, es quien gobierna esas tierras. No se sabe nada de sus progenitores y sus otros parientes cercanos, viven distribuidos a lo largo del país. Sobra decir que no tiene pareja ni descendencia. — Hizo una pausa para tomar aire y luego prosiguió. Su amo no perdía detalle de lo que decía. —Su linaje es bastante antiguo también, llevan siglos adaptándose a los humanos y conviviendo con ellos en relativa paz. No se meten con otras especies y, al parecer, nunca han tenido problemas de lealtad con la casa del Oeste— finalizó. —¡Hasta ahora! — masculló el Lord. InuYasha se sentó en una silla cercana y preguntó. —Oye Sesshomaru, entonces el desafío, ¿Consiste en retar tu puesto como señor de Occidente?, ¿Por una mujer?, ¿No crees que es algo exagerado e innecesario? — El demonio plateado volteó a mirarlo furioso, sus iris ambarinos cambiaron al azul metalizado, indicando que su bestia interna estaba inquietándose cada vez más. —¡Sí, probablemente es una estupidez! — enseñó los colmillos. —¡Pero aceptaré el duelo y me deleitaré desollándolo! — sonrió con perversión. El mestizo movió la cabeza en negación. —Escúchame, Akayoru será un beta, pero te puedo garantizar que no es para nada débil, ya he percibido su fuerza y no deberías confiarte. — Sesshomaru gruñó colérico, golpeando la mesa con el puño cerrado. Algunos objetos cayeron al suelo y la madera se estrelló notoriamente, pero sin llegar a destrozarse por completo. —¡Te lo advierto InuYasha, no te entrometas más! — habló furioso. —¡Si el otro macho es tu amigo, ve despidiéndote de él, porque ha firmado su sentencia de muerte! — De nuevo, el medio demonio lo volvió a contradecir. —No puedes aceptar ese desafío, estás arriesgando demasiado y no voy a permitir que lo asesines. — El Inugami se puso de pie y lo señaló intimidante. —¡Soy el señor del Oeste y jamás rechazaría una pelea!, ¡Las implicaciones de hacerlo son evidentes dada mi jerarquía! — resopló con dificultad, intentando mantener el control. —¡Si se te ocurre intervenir, te quitaré el sello de camuflaje permanentemente! — InuYasha se tensó por un momento. Algunos años atrás, cuando empezó a trabajar de forma cotidiana con otros humanos en un ambiente de oficina, logró pasar inadvertido con la ayuda de Kagome y sus ingeniosos recursos para ocultar su verdadero aspecto bajo ropa y accesorios. Pero, con el paso del tiempo, fue necesario hacer algo más complejo, ya que su apariencia, aunque joven, ya no se asemejaba a la de un adolescente “vistiendo” de rojo llamativo con una “peluca blanca” y “orejas de juguete”. Era obligatorio pasar totalmente desapercibido ante los humanos, ocultando todos sus rasgos sobrenaturales. Pero él no tenía suficiente control sobre su energía youkai como para manejarla en un camuflaje. Entonces, Sesshomaru le propuso usar un pergamino especial de ocultamiento que empleaba con todos sus siervos, y lo demás ya es historia. Requería de aquel sello, ya que trabajaba y convivía con humanos todo el tiempo. La ayuda que recibía de su hermano era forzosa y necesaria. Gruñó frustrado, pero se quedó en silencio ante su amenaza. El Lord le dirigió una última mirada de amonestación antes de empujar su silla con brusquedad, para luego dirigirse hacia la puerta secundaria de la oficina. —¡Jaken, revisa la computadora que traje y recupera los datos! — le ordenó al sirviente. —¡Y avísame cuando llegue el mensajero de la casa Roja para formalizar el desafío! — El Kappa sólo asintió, aflojándose la corbata debido a los nervios. Sesshomaru desplegó su disfraz y desapareció tras azotar la puerta. Probablemente se iría de nuevo por el elevador de servicio. Ambos guardaron silencio, sin saber qué más decir. —Es un idiota, no entiendo ese afán de querer demostrar que es el más fuerte— refunfuñó InuYasha. —Claro que no lo entiendes, porque sobre ti no recae el peso de ser el gobernante. Si mi amo bonito rechazara la confrontación, todos los youkais del territorio lo juzgarían, y eso es algo que no piensa tolerar. No olvides que su orgullo es inmenso— explicó el pequeño demonio. Se acercó al escritorio y tomó el maletín. Casi de inmediato hizo un gesto de extrañeza al notar la humedad filtrando por una esquina. —¿Está escurriendo agua? — preguntó sorprendido el medio demonio, acercándose también. Jaken sacó la laptop y la abrió, los restos de agua eran notorios. —Algo me dice que la mujer no se está comportando y esto es un ejemplo de ello— dijo inquieto. —Si ella lo hace enojar en éste momento, no sé qué le hará mi señor. — —Rayos, no puedo dejar esto así, tengo que hacer algo al respecto— sentenció InuYasha. —Pero tu hermano dijo que… — El mestizo salió de la oficina, ignorándolo. El Kappa exhaló cansadamente, ya no quería estresarse. Después de todo, él ya no podía hacer otra cosa y no deseaba arriesgar su pellejo de nuevo.***
Continuará… La actualización se las traeré pronto. No será en una semana, porque aún estoy arreglando detalles, pero no tardaré. Ojalá se animen a darme su opinión, así me ayudan a mejorar y corregir si es necesario. Saludos a todos.