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Capítulo 13: Distracción I Zona residencial al norte de la ciudad. Diana caminaba de un lado a otro por la sala. Estaba inquieta y tenía el presentimiento de que algo malo iba a ocurrir. La sensación de nervios la recorría una y otra vez, tanto así, que el cansancio físico y el sueño pasaron a segundo plano. —Me pregunto qué estará pasando— caviló. —No creo que sea buena idea preguntarle. — Entonces, notó la punzada en su hombro derecho. Caminó a la terraza y levantó la vista a la lejanía, donde pudo distinguir el brillante orbe acercándose. Tragó saliva con nervios mientras regresaba a la sala, tomó la bolsa de revistas y se dirigió a las escaleras para subir al piso de arriba. No quería ver su llegada, y menos, comprobar su mal humor, así que se encerró en una de las habitaciones. … Sesshomaru descendió cerca de la piscina, volviendo a su forma humana. La energía sobrenatural se agitó a su alrededor y nuevamente toda su vestimenta se desvaneció, quedando desnudo. Caminó hasta alcanzar los escalones en desnivel de la alberca y se sumergió despacio en el agua templada. Empezó a nadar con lentitud, al mismo tiempo que lidiaba con su bestia interna. —¡Eres un imbécil, la hembra no debía entrar en sus condiciones! — gruñó. —¡No podía negarme, es parte de las reglas aceptar todos los términos del desafiante! — respondió enojado el Lord. El canino blanco caminaba de un lado a otro, estaba irritado y deseaba recriminarle a su lado racional el obedecer aquellas estúpidas normas. —No me agrada esto, ¿Por qué escogió ese lugar?, ¿Por qué tan pronto quiere pelear? — —No lo sé, pero ten por seguro que no podrá vencerme— contestó Sesshomaru, sin detener su nado a lo largo de la piscina. —Y dado que no habrá limitación de habilidades, él no podrá hacer nada contra mi veneno. — —Estás confiándote, presiento que el otro macho nos ha puesto una trampa— bufó molesta la criatura. —No importa, me encargaré de desollarlo— sonrió con perversión. —Al fin tengo libertad para ejecutarlo, y bajo las normas de un combate Inugami, nadie podrá reclamarme en absoluto. — —¿Qué haremos con la hembra? — —Reforzaré la barrera antes de salir. No puede hacer nada más que esperar aquí y aceptar su destino— declaró con frialdad el demonio. —¡Quiero probarla de nuevo! — se relamió los bigotes. —No— se negó Sesshomaru, dirigiéndose a la orilla. —Nuestra energía no se ha reestablecido por completo, necesito dormir para afianzar la barrera más adelante. — La bestia se agitó colérica, enseñando los colmillos. —¡No quieras contener el apetito!, ¡Ha sido demasiado larga la espera y ahora que está aquí de nuevo, no pienso perder el tiempo! — amenazó. —¡Tú no tienes el control de esto!, ¡No estamos en el ciclo de celo y no olvides que la mujer ya no puede beber mi sangre! — recriminó el Inugami, saliendo del agua. —¡Aún debo investigar cómo evitar que nuestra energía youkai no le afecte!, ¡Recuerda lo que sucedió en el pasado! — La criatura de ojos rojos volvió a sisear, incluso más furiosa. —¡Entonces vamos a reclamarla!, ¡Quiero la certeza de que nos pertenece por completo! — El señor del Oeste frunció el entrecejo mientras exprimía su largo cabello. Se quedó en silencio por unos segundos, sin contestarle a su lado salvaje. Caminó hasta el camastro donde se hallaba el albornoz oscuro, tomándolo para vestirse. —Lo haré… pero no en éste momento— inhaló y exhaló pausadamente, concentrándose en mantener a raya a la bestia, obligándola a reposar. —Ahora cállate, necesito descansar. — El perro blanco se agitó con fuerza, no quería obedecer. Pero no le quedó más remedio que ceder por ahora. Poco a poco empezó a bostezar hasta que entró en un estado de sopor temporal. Al menos ya había logrado convencer a su lado racional de reclamar a la hembra.:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
Zona céntrica de la ciudad. 10:00 pm. Después de invitarlo a cenar y asignarle una habitación al ministro Gobi, Akayoru entrenaba con su hermano en el espacio libre de su amplia estancia. No es que fuera a ser de gran ayuda dicha práctica por el poco tiempo que tenían antes del duelo, pero el líder de la casa Roja quería evaluarlo. —Vaya hermanito, te has vuelto más rápido— dijo Kurenaichi, intentando asestar un golpe con sus zarpas. —Pero no deberías confiarte, no sabemos qué tan hábil es Sesshomaru en estos tiempos. — El pelirrojo menor sonrió un poco, saltando hacia atrás con gran agilidad. —Sé que es muy fuerte, pero no se te olvide que la especialidad de nuestro linaje es la velocidad, y yo nunca he dejado de practicar desde que éramos cachorros— esquivó otro ataque de su hermano, agachándose y dando al mismo tiempo un golpe vertiginoso contra su estómago. —Además, tengo otra carta bajo la manga. — —¡Ouch, golpeas fuerte! — se quejó el mayor por un instante, reanudando nuevamente su ofensiva. —Me alegra ver que no estás para nada indefenso, pero, por favor, no te confíes— pidió, lanzando peligrosos zarpazos al aire. —No lo haré, pero apuesto lo que quieras a que el señor del Oeste sí me está subestimando— bloqueó los golpes, entrelazando sus garras con las de su hermano. —Él cree que sigo siendo el jovenzuelo al que le rompió unos cuantos huesos hace quinientos años. — Ambos Inugamis comenzaron a forcejear, empujándose uno al otro, en una demostración de fuerza. Estaban equilibrados y ninguno parecía ceder. Entonces, la vibración de su energía sobrenatural empezó a crecer, amenazando con pasar al suelo y a las paredes del lugar. Un casi imperceptible temblor hizo que se detuvieran. De lo contrario, alertarían a los humanos de los alrededores. —Bien, es suficiente hermanito— Kurenaichi dejó de oponer resistencia. —No estoy en condición física para continuar y podríamos asustar a tus vecinos— suspiró cansado. El menor le dio la razón y lo liberó, pero no sin antes burlarse. —Deberías entrenar un poco, estás fuera de forma. — —Sí, ya lo sé, pero al menos no se me ocurrió la brillante idea de desafiar a un Lord cardinal— rodó los ojos en un gesto de reproche. —¿Qué más tienes en mente para confrontarlo? — Akayoru flexionó los dedos de ambas manos, haciendo que sus zarpas crecieran aún más. Las chasqueó unas contra otras, afilándolas peligrosamente. —Voy a usar mi velocidad y… la transformación— reveló con seriedad. Su hermano lo miró suspicaz, no creyendo realmente en sus palabras. —¿Hablas en serio?, hacer eso sería una gran estupidez porque… — hizo una pausa, comprendiendo su insinuación. —Espera, ¿Acaso has logrado…? — Akayoru asintió con firmeza antes de que terminara la pregunta. —Ya lo verás mañana— exhaló despacio, haciendo que sus garras se retrajeran. —Pero por el momento necesito descansar, así que me retiro— se despidió, para luego caminar a su habitación. —Hasta mañana. — Kurenaichi sonrió para sus adentros, en verdad le sorprendía la seguridad con la que se manejaba su hermano.:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
Zona residencial al norte de la ciudad. 11:00 pm. Diana intentaba dormir sin mucho éxito. A pesar de que lo necesitaba, sus nervios no le permitían cerrar los ojos. La cercanía del demonio la inquietaba, porque tenía la sensación de que, en cualquier momento, entraría por la puerta en busca de más sexo. Sabía que Sesshomaru estaba encerrado de nuevo en su despacho. Después de que regresó, notó por un par de horas el cosquilleo en su cicatriz que le indicaba su mal humor. Luego fue disminuyendo paulatinamente, y quizás el Inugami dormía en éste momento. De pronto, escuchó el timbre del ascensor y las puertas abriéndose. El escozor en su hombro le indicó que otra criatura sobrenatural había llegado. De inmediato se levantó para asomarse a la puerta. La voz de alguien se escuchó. —Sesshomaru, ¿Dónde rayos estás? — preguntó el visitante en un tono moderado, mientras sus pasos resonaban en el pasillo. La joven reconoció de inmediato la voz, era el medio hermano del demonio plateado. Su mente empezó a trabajar rápido, sopesando la situación, quizás podría haber una oportunidad. Después de todo, él había intentado ayudarla. Caminó algunos pasos hacia las escaleras lo más silenciosa que pudo, consiguiendo verlo al final de éstas. InuYasha la detectó y volteó a mirarla de reojo, haciéndole un gesto de silencio. Dirigió su mirada hacia la puerta del despacho, el Lord aún no respondía a su llamado. Entonces metió la mano en el interior de su abrigo, buscando algo, sin dejar de observar la oficina. —¡Oye tonto, ven aquí, tenemos que hablar! — volvió a llamar, subiendo un poco la voz. Diana se mantuvo callada, observando que sacaba algo del interior de la prenda. Lo mantuvo apretado en su palma, para luego llevar el brazo detrás de la espalda. Entonces, lo dejó caer al suelo. No hizo casi nada de ruido, era pequeño, blanco y semi redondo. De repente, se escuchó que una puerta se abría. La joven retrocedió hacia la habitación y el mestizo se alejó de las escaleras para encontrarse de frente con el demonio plateado saliendo del despacho. —¡¿Qué haces aquí, idiota?! — gruñó molesto Sesshomaru, cuya expresión era ligeramente adormilada. —¡No quiero que vengas a molestar con tus estupideces! — —¡Esto es el colmo Sesshomaru, esa barrera casi me asfixia! — se quejó InuYasha, haciendo algunas gesticulaciones con las manos. —¿En verdad tienes que ser tan malditamente loco? — El Lord estrechó la mirada, volteando hacia la parte alta de las escaleras. Silencio. Sabía que la mujer estaba en una de las habitaciones, quizás durmiendo. Así que no le preocupó que hubiera escuchado la llegada de su fastidioso hermano. —No juegues con mi paciencia, InuYasha— lo miró de nuevo con gesto amenazante. —Más te vale quedarte al margen, de lo contrario, aumentaré el bloqueo, y en verdad haré que te haga daño la barrera— siseó, dándole la espalda y entrando de nuevo a la oficina. El mestizo liberó una sutil exhalación y lo siguió al interior, cerrando la puerta detrás de él con un claro sonido. … Diana estaba detrás de la hoja de madera, intentando no hacer ruido y manteniendo controlada su respiración. Escuchó la discusión de ambos hermanos y luego el cierre de la puerta. Inmediatamente se deslizó hacia las escaleras, y con pasos gatunos, bajó hasta el final, buscando lo que había dejado tirado el visitante. No necesitaba razonar demasiado para saber que las acciones del sujeto eran una clara señal. Algo que no debía dejar pasar por nada del mundo. Y ahí estaba, una pequeña bolita de papel al lado del peldaño. La tomó y subió de nuevo. Se encerró en la habitación y de inmediato desarrugó la pequeña nota, que no superaba los 8 centímetros de cada lado. Su contenido era un mensaje impreso en una tipografía bastante reducida, para que cupiera en aquel delimitado espacio. “Lee con atención y haz lo que se te indica. Mañana al amanecer, habrá un duelo entre Akayoru y Sesshomaru. Tu libertad está en juego. Él te dejará sola. Busca algo parecido a pergaminos. Están ocultos en varias partes del Penthouse. Debes romper al menos uno para que la barrera te permita salir por la puerta de emergencia. Llama al número XX-XXXX-XXXX y da tu nombre. Deshazte de la nota inmediatamente. Buena suerte.” La mujer tragó saliva cuando terminó de leer. Se quedó mirando al techo, tratando de comprender toda la información que el extraño mensaje revelaba. Esto era desconcertante, pero no tenía tiempo para divagar demasiado. Releyó el papel dos veces más, intentando aprenderse el número. —¡Rayos, necesito mi celular! — murmuró, reconociendo que no podía confiar en su memoria numérica. Con pasos silenciosos, salió de la alcoba y caminó hacia la habitación principal, donde dejó su bolso y zapatos la última vez. Escuchó levemente las voces del despacho, pero no se distrajo. Tomó la bolsa y el calzado, regresando de inmediato. Registró el número y después rompió el papel en pedazos, para luego comérselos con algo de dificultad. —Esto es un poco arriesgado, pero debo intentarlo— pensó, mientras tragaba. —Así que Akayoru desafió a Sesshomaru… ¿Y qué creen que soy?, ¿Un premio?, definitivamente estos demonios están locos— entonces, miró de un lado a otro del cuarto, poniendo atención a ciertos lugares donde podría haber algo oculto. —Existe una barrera que no puedo ver… ¿Cómo rayos voy a identificar los pergaminos de los que habla? — Suspiró con pesadez, resignada a aceptar la inverosímil situación. Después de todo, esta aventura todavía no terminaba. Apagó el móvil para ahorrar batería y lo guardó junto con el bolso en el buró adyacente a la cama. Terminó de deshacerse de la evidencia con un último bocado de papel. Entonces oyó una puerta azotándose, así que fue a investigar. … Sesshomaru tomó asiento detrás del escritorio. InuYasha se sentó en el sofá, sin dejar de mirarlo con reproche. —En verdad Sesshomaru, estás llevando esto muy lejos por esa mujer. — —¡No es asunto tuyo, así que no te entrometas! — gruñó con evidente enfado. —Tú mismo lo viste, el beta me ha desafiado y pagará por ello. — El mestizo se alzó de hombros, resignándose a ya no llevarle la contraria. —Bien, haz lo que quieras entonces, a final de cuentas, no puedes saltarte las leyes InuYoukai, y en verdad espero que las respetes— dijo en un tono serio. El demonio plateado levantó una ceja en gesto de burla ante su comentario. —Si ya te informaste acerca del protocolo, más te vale aceptar la idea de que no volverás a tener tratos con el otro macho— sonrió con gelidez. —Porque no le voy a permitir vivir. — InuYasha no disimuló su mueca de desagrado por la amenaza contra el otro Inugami. Entonces, sacó un par de hojas dobladas del bolso externo de su abrigo y se levantó para colocarlas en el escritorio. —Si, si, ya sé que no dejas de ser un maldito y bla, bla, bla— bufó molesto. —Aquí está la ubicación del parque Sur y el lugar exacto donde será la contienda. — El señor del Oeste revisó las hojas, era un mapa con coordenadas y la dirección del lugar. Había escuchado del parque, pero no estaba seguro de su ubicación. Sabía que debía buscarlo, pero prefirió reposar para reponer su energía. Bueno, al menos el inútil de su hermano hacía algo bien. —Ahí estaré, ahora lárgate, necesito descansar— fue lo único que dijo el demonio. InuYasha farfulló algo entre dientes, saliendo del despacho y azotando la puerta. Se encaminó al elevador, no sin antes dar un vistazo a donde había tirado la bolita de papel. Sonrió para sus adentros al ver que ya no estaba ahí. … Sesshomaru examinó una vez más la ubicación del parque Sur, mirando la imagen que mostraba una vista satelital del sitio. No entendía por qué el Inugami rojo había seleccionado dicho lugar, el cuál era bastante extenso para una urbe. A pesar de estar en una ciudad conglomerada, el bosque era espacioso y denso en árboles para que cualquiera se perdiera en sus múltiples claros. Llevar a cabo la pelea en el centro del mismo era ventajoso, porque muy temprano en la mañana, no habría humanos paseando por ahí. —No me da confianza— murmuró la criatura de ojos rojos. Su bestia interna no dormía por completo y eso le molestaba al Lord. Era necesario tomar un descanso profundo para reponer su poder youkai y reforzar la barrera. Pero no tenía ganas de discutir con su lado salvaje. —Guarda silencio, no hay nada de qué preocuparse, ahora es necesario dormir. — —Tú duérmete, yo no necesito entrar en letargo— se burló. El demonio plateado bufó, pero decidió ignorar sus palabras. Guardó las hojas en una agenda y luego se reclinó en el respaldo de su silla, cerrando los ojos, haciendo que su respiración se ralentizara poco a poco. Un par de minutos después, entró a un estado de relajación completa. Todo su entorno desapareció, sumergiéndose en un sueño reparador. Pero la criatura canina no se dejó arrastrar por el adormecimiento, ya que tenía otros planes en mente. … Luego de escuchar a InuYasha retirarse, Diana regresó a la cama y se puso a meditar la situación. —Si esto se trata de un combate… ambos deberán prepararse para pelear… son criaturas sobrenaturales, por lo tanto, no creo que entrenen demasiado… y no tendrían tiempo si el duelo es en unas cuantas horas, así que sólo les quedaría descansar… ¿Dormir tal vez? — Volteó hacia un reloj ubicado en el buró, aún faltaba un rato para media noche. —Dormir, dormir… ¡Claro! — razonó de repente. —¡Es obvio que Sesshomaru necesitará dormir! — en su rostro se dibujó una expresión meditabunda, sopesando las posibilidades. … Media hora después, salió del cuarto con pasos sigilosos. Descendió por las escaleras sin prisa alguna, afinando los detalles de una traviesa idea. Después de pensarlo un poco más, decidió no quedarse de brazos cruzados esperando a que amaneciera. Si Akayoru iba a arriesgarse a un enfrentamiento, ella debía hacer algo por su lado. Llegó a la oficina del demonio plateado. El tenue cosquilleo de la marca violácea le indicó que estaba durmiendo. —Bien, señor del Oeste, ¿Me quieres como algo más que tu concubina?, entonces tendrás que consentir mis caprichos— pensó. Su vista bajó a la perilla, comprobando que el seguro no había sido reparado todavía. Por lo tanto, podía entrar con total libertad. … La bestia blanca sonrió complacida cuando escuchó la puerta abriéndose despacio. Desde hace rato se había percatado de que la humana estaba despierta e inquieta. Podía notarlo al percibir su delicioso aroma. Por esto mismo, no aceptó la solicitud de su lado racional para dormir. Lo que deseaba, era ir con la mujer y saciar su apetito una vez más. Sin embargo, aún no lograba el control total. Sesshomaru estaba en una fase de profundo letargo. Nada lo despertaría por el momento, ya que sólo de esta manera, podría reponer todas sus fuerzas. Por lo tanto, no era consciente de las decisiones de su lado salvaje. Y esto era lo que aprovecharía el canino, un poco más de concentración, y lograría su cometido. Podía olfatearla, la hembra se aproximaba al escritorio. No sabía por qué había venido por cuenta propia, pero no le importaba. El hecho de que estuviera ahí, facilitaba todas sus intenciones. —Acércate— volvió a sonreír la criatura, relamiéndose los bigotes. Diana observó al señor del Oeste, quien permanecía quieto y respirando sereno. Apoyado contra el respaldo y la cabecera de su asiento, manteniendo las manos sobre los reposabrazos. Sus ojos cerrados y sus párpados quietos, resaltando únicamente con ese llamativo color sobre ellos. Su luna en la frente, las rayas en las mejillas y el cabello plateado, perfeccionaban su sobrenatural atractivo. —Demasiado hermoso— pensó ella con una leve sonrisa. —E igual de peligroso… pero debo intentarlo. — Rodeó el mueble y se aproximó por la izquierda. Se le hizo extraño que no hubiera reaccionado ya con su presencia. Es decir, la perilla hacía un poco de ruido cuando la puerta se abría, y era de suponerse que su desarrollada audición le avisaría de su llegada, o si no, su fino olfato. —Oye, despierta. — Nada sucedió. —Señor del Oeste, ¿Me escuchas? — insistió con un poco más de voz. Entonces, tomó el costado de la silla y lo jaló con un poco de fuerza, consiguiendo girarla sólo unos centímetros. El demonio plateado permanecía completamente inmóvil, sin hacer caso a sus palabras o a sus acciones. —Vamos, estoy aquí— chasqueó los dedos cerca de él un par de veces. —¿Qué sucede?, ¿Cayó en coma? — Desconcertada por tal situación, giró la vista hacia el escritorio he hizo un poco de espacio, moviendo algunos papeles y cosas a otro lado. Con un pequeño brinco, se sentó en el borde y cruzó las piernas, permitiendo que la bata blanca se entreabriera hasta sus muslos. Si Sesshomaru estuviera despierto, ya se habría abalanzado sobre ella al ver su clara insinuación. —Parece que sí estás en la luna— acercó su mano al fino rostro, acariciando su mejilla con suavidad. La criatura de ojos rojos no perdía detalle de lo que escuchaba. La humana estaba intentando despertar a Sesshomaru. Pero el sueño de descanso era demasiado profundo. No sabía cuál era el propósito de la mujer para llamar su atención, pero poco le importaba. Y menos cuando estaba a escasos segundos de tomar el control. Sonrió, enseñando los colmillos cuando sintió el intenso mareo. Su mente se enturbió por un instante, y de pronto, sus sentidos comenzaron a recibir los estímulos del ambiente de forma aumentada. Su lado racional quedó sumergido en el sopor y ahora tenía el camino libre. —Acércate mujer— susurró lento, tratando de “hablar”. Diana se sobresaltó al escuchar un murmullo dentro de su cabeza. Volteó a su alrededor para comprobar que no había nadie más que ella y el Lord en la oficina. Regresó a observarlo, estrechando la mirada cuando sintió la punzada en su hombro derecho. —¿Qué fue eso?, ¿No has despertado? — se inclinó hacia él. —Sigues… completamente dormido— pasó la mano por la frente del Inugami, levantando su flequillo. Nada. Sólo su respiración relajada. —Yo no duermo en éste momento— volvió a “hablar” la criatura. La mujer se echó para atrás, sobresaltada al escuchar de nuevo aquellas palabras. Ahora eran sumamente claras, resonando en su cerebro, con un tono grave y sobrenatural. Tragó saliva con fuerza, sin dejar de mirar al señor del Oeste. —Tal vez debería irme— dijo en voz baja. Saltó del escritorio, y estaba a punto de dar el primer paso, cuando de repente, algo la sujetó del brazo. Un escalofrío se arrastró por su nuca al girar y ver que, era Sesshomaru quien la detenía. Alzó la vista a su rostro y los nervios se le crisparon cuando él abrió despacio los ojos. El azul metalizado, rodeado de un profundo carmesí, quedó al descubierto. La bestia blanca estaba despierta. Diana enmudeció por un instante. No pudo gritar y su cuerpo se estremeció por completo ante la descarga de adrenalina. Su instinto se alertó por el posible peligro, pero se quedó quieta cuando escuchó de nuevo la voz. —No te asustes— pronunció con más claridad, comunicándose en lo que podría entenderse como, telepatía. Ella parpadeó despacio, tratando de entender lo que estaba sucediendo. Sesshomaru se puso de pie sin liberarla de su agarre y después le sonrió, con los colmillos expuestos levemente. Diana se inquietó ante su extraña mueca. El Inugami estaba despierto ahora, pero presentía que no era él por completo, sino algo más. —Tú… no eres— quiso hablar la mujer. —Sí lo somos— interrumpió la bestia, su voz resonando inquietante. —Somos el mismo ser, pero yo soy el lado feral, el que permanece en reposo la mayor parte del tiempo— explicó despacio. La joven intentó retroceder, pero él no la soltaba. Entonces la atrajo hacia su cuerpo, apresándola posesivamente. Un brazo le rodeó la cintura y su otra mano descendió codiciosa hacia su trasero. —¡Suéltame! — se inquietó al sentir la libidinosa caricia. En un instante, la situación había cambiado peligrosamente. El demonio clavó su mirada en ella, acercándose con una expresión hambrienta. —Tal vez no debiste venir, lo único que has hecho, es evitarme la molestia de ir a buscarte— se relamió los labios en un gesto malicioso. Entonces, la levantó en el aire, mientras arrojaba al suelo todo lo que estaba encima del escritorio. La colocó sobre la superficie, obligándola a separar las piernas, mientras le inmovilizaba las muñecas y se repegaba contra su cuerpo. Claramente escuchó como su corazón brincó de golpe y pudo olfatear su miedo creciendo. —¡Detente! — la joven se quejó a plena voz cuando sintió el filo de las zarpas hiriendo sus antebrazos. —¡Vas muy de prisa y podrías lastimarme! — La criatura se quedó quieta, pero su resuello no hacía sino aumentar. Su feroz mirada tuvo un brillo de comprensión. No quería dañar a la hembra, eso lo tenía muy en claro, y menos ahora que no podía darle a beber su sobrenatural sangre. Pero hacía siglos que no tomaba el control completo y estaba falto de práctica para moderar sus impulsos y su fuerza. Entonces, él no podía dirigir el apareamiento, al menos no por ahora. Y por supuesto que no recurriría a su lado racional. Bien, quizás era el momento de permitir a la humana hacer su voluntad. —No te haré daño— respondió con leve agitación, al mismo tiempo que lamía la piel lastimada. —Pero mi apetito carnal es demasiado, no puedo detenerme ahora… necesito poseerte— liberó sus muñecas y llevó una mano hacia su nuca para tomarla del cabello y acercarla un poco. —Así que, ¿Qué estás dispuesta a hacer? — Su expresión lujuriosa le dejó en claro a la mujer que sólo tenía una oportunidad. Por lo tanto, debía mantener la calma si sus intenciones eran distraerlo nuevamente. Al parecer, al demonio plateado no le importaba divertirse un poco antes de la contienda. Confiaba plenamente en su poder como alfa.***
Continuará… Lamento dejarlos aquí, pero aún debo corregir lo que sigue.