ID de la obra: 1270

DIANA

Het
NC-17
Finalizada
0
Fandom:
Tamaño:
315 páginas, 129.537 palabras, 23 capítulos
Descripción:
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15. Enfrentamiento

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Buenas noches: Bien, por fin está aquí, el capítulo quince. Les traigo la pelea entre Sesshomaru y Akayoru, la cual quedó bastante larga y como no la puedo dividir, deberán leer un poco más. Debo confesar que me encantó escribir esta parte, porque, siendo sincera, desde el año pasado no sabía cómo iba a desarrollar esto, no tenía idea. Y apenas, hace un par de semanas, me llegó la inspiración para redactarlo. Tuve que revisar uno que otro capítulo, donde pelea Sesshomaru, tanto con sus garras/veneno/látigo, como en su forma de bestia. La verdad es que no sé si logré recrear lo que sería una pelea entre Inugamis. Pero espero que esto haya quedado cerca. Yo me divertí mucho y en verdad me siento contenta de haberlo escrito. Muchas gracias por dedicarle tiempo a mis locas ideas. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Los OC son de mi autoría personal, así como la historia, la cual solamente escribí por capricho y para satisfacer las perversiones de algunas(os), incluyéndome.

***

Capítulo 15: Enfrentamiento Domingo, día del duelo. Zona residencial al norte de la ciudad. Diana escuchó ruido en la habitación. Tomó conciencia rápidamente a pesar del cansancio que adormecía todo su cuerpo. El sopor no se alejó por completo, pero se dio cuenta de lo que pasaba a su alrededor apenas abriendo un poco los ojos. Pudo distinguir que se encontraba en la alcoba principal. Probablemente el demonio plateado la había llevado de nuevo. Se mantuvo quieta, respirando lento, tratando de averiguar qué estaba sucediendo. Permanecía acostada sobre su lado derecho, por lo tanto, tenía la perspectiva completa del lugar. Entonces vio a Sesshomaru caminando de un lado a otro. Había salido del cuarto de baño con toalla en mano y ahora iba hacia el gran vestidor. Tan pronto lo perdió de vista, levantó la cara para ver el reloj. Eran las 4:50 am de la mañana, eso quería decir que probablemente se estaba preparando para ir al duelo. Volvió a recostarse y mantuvo los ojos cerrados, mientras se mentalizaba con la idea de buscar los pergaminos indicados en la nota. Momentos después, lo escuchó caminar hacia donde estaba. Sintió su mirada sobre ella y luego notó su cercanía. Percibió que tocaba su cabello con una sutil caricia y después apartaba un mechón que tenía en la cara, colocándolo detrás de su oreja. Él no pronunció palabra alguna, pero Diana tuvo la sensación de que muchas cosas pasaban por su cabeza. Lo oyó alejarse y después el sonido de la puerta cerrándose. … Sesshomaru se encaminó al vestíbulo de la entrada principal. —Espero que estés contento— gruñó para sí mismo. —Debido a tu imprudencia, aún estoy cansado. — Su bestia interna bostezó indiferente, mientras seguía descansando con tranquilidad. —No hay de qué preocuparse, sabes que nuestro poder es suficiente— se estiró para desperezarse. —Y no niegues que también lo disfrutaste— se burló. El Lord rodó los ojos con fastidio, al mismo tiempo que levantaba los brazos al frente y hacía un par de gesticulaciones con ambas manos. Su energía youkai vibró a su alrededor, agitándose ligeramente en forma de viento para después fluir hacia el suelo, las paredes y el techo. Renovando de esta forma la barrera que había creado. —Es tiempo de saldar esto, quiero la cabeza de ese maldito beta— bufó la bestia blanca, completamente despierta ahora. —Cállate— respondió Sesshomaru, digitando el código del elevador. —Yo me encargaré de la contienda, no necesito que intervengas. — Sólo escuchó la risa burlona de su lado salvaje. Minutos después, salió del estacionamiento rumbo al parque Sur.

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Zona céntrica de la ciudad. Una alarma se escuchó en la habitación principal. El demonio rojo abrió los ojos y con un leve bostezo se incorporó, sentándose en la orilla de la cama. Eran las 5:00 am, y aunque se sentía ligeramente adormilado, sabía que el momento había llegado. —¿Estás listo? — preguntó una voz en su interior. Así como los Inugamis blancos tenían una estrecha relación con su lado salvaje, los ejemplares de la variante escarlata, también. La mayor parte del tiempo esa criatura dentro de ellos permanecía dormida, sin necesidad de interactuar con la parte racional. Excepto cuando había algún factor externo que la despertase, casi siempre relacionado a una necesidad básica como alimentación, auto conservación, reproducción, territorio, etc. —Ya sabes que sí— respondió el pelirrojo, dando otro bostezo. —¿Y tú lo estás? — —Seguramente ya notaste que estoy muy ansioso— sonrió levemente, relamiéndose el hocico. —Es tiempo de cobrarnos aquel encuentro del pasado… — Akayoru negó despacio, mientras se levantaba y caminaba a la regadera. —Sabes que esto no será como esperas, así que cuento contigo para que te controles y me ayudes cuando llegue el momento. — La bestia roja hizo un gesto aburrido. —Si, si, que molesto eres, le quitas la diversión al asunto. — —Esto no es un juego, sabes que Diana necesita nuestra ayuda— dijo, abriendo la llave del agua fría. —Y ten en cuenta que Sesshomaru estará bastante iracundo, dispuesto a matarnos— cerró los ojos bajo la caída del líquido. —Está bien, soy consciente del peligro, pero al menos quiero tener la oportunidad de hablar con él. — —No creo que quieras hacer eso, te apuesto lo que quieras a que intentará provocarnos— gruñó levemente. La criatura enseñó los colmillos. —Sí, entiendo a qué te refieres, pero ya sabíamos que esto sucedería, el maldito no se iba a quedar con las manos quietas, y menos sabiendo que ella nos aceptó en su lecho con anterioridad. — Akayoru salió de la regadera y tomó una toalla para secar la humedad de su largo cabello. —No importa, sólo debemos confiar en que no haya tenido la intención de reclamarla— masculló molesto. —Es demasiado obstinado, nunca ha aceptado a los humanos por completo— se burló el canino rojo. —Eso nos da toda la ventaja, tan pronto recuperemos a Diana, debemos… — —No— interrumpió su lado racional. —No podemos hacer eso, no hasta que nos acepte por completo… y con todo lo que eso implica. — La bestia en su interior se quedó en silencio, asintiendo con la cabeza. Una cosa era tratar de rescatar a Diana, y otra muy diferente, decirle que era compatible con ellos y que la deseaban como compañera. Ese tema podía esperar, primero debían sobrevivir al enfrentamiento. … Poco después, se encontró con el líder de la casa Roja y el ministro Gobi en la estancia. —Ya está todo listo hermano, pero de una vez te advierto una cosa— dijo Kurenaichi, tan pronto lo vio. —Si por alguna razón esto no se da como lo esperamos, yo me encargaré de que todo el Oeste, y más allá, se enteren de lo que sucedió, no creas que me voy a quedar de brazos cruzados— su gesto se tornó serio. Akayoru sonrió tranquilamente. —Gracias por el apoyo— colocó la mano sobre su hombro. —Pero deja que al menos lo intente, confía en mí. — El Kitsune miró su reloj de bolsillo y luego se dirigió el pelirrojo menor. —Muchacho, las reglas son claras y nadie puede saltárselas, ni siquiera un Lord cardinal, así que sólo enfócate en respetarlas y haz tu mejor esfuerzo— se expresó con algo de seriedad. —No puedo ponerme del lado de ninguno, mi deber es evaluar el combate y confirmar al ganador, pase lo que pase. Pero, si Kurenaichi decide hacer público esto, yo no me opondré. — —Me queda muy claro, ministro— confirmó el demonio rojo. —Bien, es tiempo de irnos, el parque Sur no está tan cerca. — Los tres youkais salieron del departamento. Aún estaba oscuro, pero el amanecer ya se aproximaba lentamente.

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En otro punto de la ciudad. InuYasha conducía su vehículo por una solitaria calle, iluminada por las luces neón de algunos establecimientos nocturnos. Instantes después, se detuvo en una esquina. El Kappa ya lo esperaba para ir juntos al parque Sur. Era obligatorio que ambos asistieran a la confrontación. —Repíteme porqué tengo que estar presente— bostezó Jaken, luego de abordar el vehículo. —Ya te lo dije, cara de rana, según las leyes InuYoukai, debe haber al menos un par de testigos, uno por cada desafiante, para que den certeza de lo que ocurra en la pelea— explicó el mestizo. El sirviente rodó los ojos. No estaba de acuerdo con eso, pero no le quedaba más remedio que ir. Y es que tampoco podía negar que deseaba saber el desenlace de esta situación. Sí, estaba inquieto por el destino de la mujer, pero también le preocupaba el comportamiento de su amo, porque tenía la sensación de que esto no iba a terminar bien. —¿Y qué le dijiste a tu esposa?, ¿No se le hizo extraño que salieras a esta hora? — El medio demonio negó con la cabeza, mientras tomaba otra calle para alcanzar la vía rápida. —Tuve que decirle una pequeña mentira sobre un problema de mantenimiento con los ventanales del salón de conferencias— sonrió levemente. —Pero cuando todo esto termine, le explicaré la verdad. — —¿Crees que el Inugami rojo podría vencer a mi amo bonito? — volvió a preguntar. —No puedo asegurarlo, Sesshomaru lleva mucho tiempo sin pelear, pero no creo que su poder haya disminuido— aclaró InuYasha. —De cualquier manera, Akayoru no es tan débil como pudiera aparentar. — El Kappa soltó un suspiro y ya no dijo nada más.

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Parque Sur, ubicado en la zona austral de la ciudad. 5:40 am. Despunte del alba en cinco minutos. El lugar permanecía en calma, excepto por los primeros cantos matutinos de las aves. No había señales de humanos en al menos tres kilómetros a la redonda. La mayoría de ellos dormía a esa hora y no se enterarían de lo que estaba a punto de suceder en aquel sitio. El señor del Oeste llegó caminando por una de las veredas principales, quedándose de pie en el límite del claro. Su camuflaje humano le daba el semblante de un hombre tranquilo y serio, vestido como un oficinista más. Pero por dentro, su mal humor comenzaba a burbujear. De inmediato notó la presencia de InuYasha y Jaken, quienes llegaban por el mismo camino que él había recorrido hace apenas un momento. —Lord Sesshomaru— saludó el sirviente con una reverencia. El demonio plateado sólo le dirigió una mirada rápida y luego volteó hacia su medio hermano. —Si dices una sola palabra, anularé el sello en éste mismo instante— le advirtió. El mestizo se quedó con la boca abierta por un segundo y después la cerró. Hizo un gesto de indignación y se cruzó de brazos, desviando el rostro con una evidente mueca de disgusto. Jaken se quedó extrañado por la actitud sumisa de InuYasha, siendo que, en otras ocasiones, habría comenzado a despotricar contra Sesshomaru. Entonces, lo percibieron en el aire. Las presencias de los otros demonios los hicieron voltear hacia el otro lado de la zona de árboles. Por una senda más disimulada, llegaban los Inugamis rojos y el Kitsune. Todos con disfraz humano y un gesto serio en el rostro. También se detuvieron en el límite del claro, excepto el ministro Gobi, quien siguió caminando hacia el centro del lugar, dónde finalmente se detuvo. —Te deseo buena suerte, hermano— dijo Kurenaichi. —Gracias— respondió Akayoru. No habría protocolos extra, el enfrentamiento daría inicio tan pronto lo dictara el demonio zorro. —Sean todos bienvenidos— saludó en general. —Nos hemos congregado en éste sitio para llevar a cabo el duelo entre Lord Sesshomaru, de la casa Plateada, y Akayoru, de la casa Roja— volteó a mirarlos. —Acérquense por favor. — Ambos Inugamis empezaron a caminar, y mientras lo hacían, su energía creció amenazante. El falso exterior que los disfrazaba comenzó a dispersarse y su poder youkai vibró alrededor de ellos como una sutil muestra de intimidación. Su verdadero y sobrenatural aspecto quedó al descubierto. Sesshomaru invocó su vestimenta original y su peluda estola onduló por detrás de su espalda. Por su parte, Akayoru conservó su mismo atuendo humano, quitándose sólo el saco y la corbata, arrojando ambas piezas a un lado. Liberó los botones de los puños de su camisa y la arremangó en ambos brazos. Detuvieron su marcha a un metro de distancia del ministro Gobi. —Ahora, quiero que presten atención— habló con voz grave, mirando a los dos demonios por turnos. —La contienda será únicamente basada en sus habilidades naturales y en su poder youkai. No existe limitación alguna, pero están obligados a obedecer las leyes InuYoukai, y a respetarse como rivales. — Los dos contendientes asintieron al mismo tiempo, sin dejar de lanzarse frías miradas. —Lord Sesshomaru, espero que sea consciente de que, si pierde, la casa Plateada será removida de su puesto de poder, y el beta ascenderá de grado para convertirse en el nuevo señor del Oeste— aclaró el Kitsune, mirando al demonio plateado. —Y usted deberá aceptarlo y declararlo de esa manera ante todos los youkais de Occidente… ¿Le queda claro? — La mirada ambarina del Inugami se afiló y sus colmillos se mostraron levemente. —Sí, me queda muy en claro la situación— masculló. Gobi se dirigió al demonio rojo. —Akayoru, has desafiado a un Lord cardinal, espero entiendas que, si esto llega a las consecuencias finales, tú podrías morir. Pero, si ganas, tu responsabilidad para con el Oeste será ineludible, con todas las implicaciones que conlleva el que la casa Roja suba al poder… ¿Te queda claro? — —Sí, lo entiendo perfectamente— asintió con firmeza, sin desviar la mirada de su rival. El youkai zorro exhaló despacio, dando un vistazo hacia los acompañantes de ambos. —Kurenaichi, InuYasha y Jaken, como testigos de éste duelo, están obligados a presenciarlo, no podrán intervenir pase lo que pase, y deberán aceptar el resultado final, sea cual sea— sentenció. Los aludidos confirmaron con un movimiento de cabeza, sin decir nada. El ministro observó de nuevo a los Inugamis. —Desplegaré una barrera muy básica de ocultamiento alrededor de éste claro, ningún humano o youkai notará nuestra presencia. Pero tengan en cuenta que la lucha no puede ser sin límite de tiempo, dado que el lugar no es el más adecuado— explicó Gobi. —Esto no durará mucho— gruñó Sesshomaru. Akayoru se limitó a sonreír con tranquilidad El Kitsune empezó a recitar unas extrañas palabras en voz baja y sus falsos ojos cafés cambiaron al anaranjado brillante. Por detrás de él, las siluetas de sus cinco colas se agitaron visiblemente a pesar del camuflaje. Todos pudieron notar su aura creciendo y envolviendo la zona de árboles. La barrera estaba lista. —El combate empieza ahora— indicó, retrocediendo unos pasos y luego encaminándose a donde permanecía el líder de la casa Roja. Ambos machos se miraron desafiantes, su energía sobrenatural vibró incluso más, agitando levemente sus largos cabellos. Dieron un paso hacia atrás y tomaron una posición de ataque. La mirada de Sesshomaru se tiñó de carmesí alrededor de sus iris ambarinos. —Te arrepentirás de haberme desafiado— amenazó. Akayoru lo miraba fijamente, midiendo sus movimientos, a la vez que cerraba y abría las manos. Sus zarpas crecieron, haciendo un leve chasquido entre filos. —Tengo una buena razón, mi Lord— dijo con seriedad, mientras comenzaba a caminar lateralmente hacia la derecha, tensando sus garras. —No debiste llevarte a Diana. — El demonio plateado empezó a imitar su movimiento, avanzando despacio, esperando la primera acometida. —¡Nunca debiste acercarte a ella! — enseñó los colmillos. —¡Me pertenece! — De pronto, el Inugami rojo lanzó un zarpazo en su dirección. La ráfaga generada con ese movimiento se convirtió en un ataque que el Lord del Oeste esquivó por la izquierda sin dificultad. El filo cortó el tronco de un árbol ubicado varios metros atrás, derrumbándolo ruidosamente. Sesshomaru no volteó, pero su mirada se estrechó, dándose cuenta que el golpe tenía mucha potencia, y sólo había sido una leve inclinación de muñeca por parte del otro macho. —¡Ella no está obligada a aceptarte, ni siquiera tiene el instinto para reconocerte como posible compañero! — contestó molesto Akayoru, volviendo a posicionarse para arremeter de nuevo. El demonio plateado hizo un gesto despectivo y se lanzó contra el beta en un golpe directo. Inesperadamente, sus garras se estrellaron contra el suelo, provocando una gran fractura. El otro Inugami había esquivado el ataque a una sorprendente velocidad, posicionándose a sus espaldas. La energía youkai de ambos se palpaba en el aire, provocando remolinillos de polvo alrededor de ellos. —¡No me subestimes, señor del Oeste! — siseó, al mismo tiempo que se arrojaba hacia el Lord. Se escuchó un golpe y cuando se despejó un poco el ambiente, se pudo ver a los demonios muy cerca uno del otro. Las zarpas del beta estaban siendo detenidas por la estola blanca de Sesshomaru, a pocos centímetros de su rostro. Un ataque muy efectivo, pero que lo dejó con la guardia baja. El breve instante fue aprovechado por el demonio plateado, lanzando un golpe contra el torso de su rival. El ataque dio de lleno y lo arrojó varios metros. Sonrió burlón al verlo levantarse despacio, con un visible rasguño a la altura de su estómago. Akayoru se incorporó, revisando su abdomen, la herida no era profunda. Sus rápidos reflejos lo hicieron ladearse, esquivando la mayor parte del filo, pero no pudo evitar que la fuerza del impacto lo arrojara lejos. —Buen golpe, no lo vi venir— sonrió un poco. —Pero no creas que tu “escudo” resistirá mucho— dijo, enseñando una de sus manos. Un mechón de pelambre blanco con rastros rojizos pendía de sus garras. El Lord entornó de nuevo la mirada y observó su peluda estola, la cual estaba dañada en el área que había frenado el ataque del escarlata. —Nada mal para empezar— reconoció con un leve rastro de emoción, después de todo, la pelea no sería tan aburrida. Nuevamente comenzaron a rondarse el uno al otro, y de repente, con vertiginosa velocidad, los dos Inugamis corrieron hacia el frente con las zarpas tensadas para desgarrar. El aire se agitó en torno a ellos y la polvareda se levantó una vez más. El choque fue directo y sus auras sobrenaturales provocaron que el ambiente se electrizara. Quedaron frente a frente, con las manos entrelazadas, dañándose mutuamente, debido al filo de sus garras. El suelo bajo sus pies no resistió la fuerza de ambos y comenzó a erosionarse con rapidez. Los demonios iniciaron un forcejeo, intentando derribarse el uno al otro por varios segundos. No obstante, el despliegue de fuerza se mantenía equilibrado. Los ojos grises de Akayoru se rodearon de carmesí, y en ese momento, su energía psíquica se desplegó. La bestia dentro de él, hizo un sorpresivo llamado. El Lord gruñó furioso, pero no pudo impedir que su lado salvaje contestara de inmediato. El tiempo se detuvo, todo a su alrededor desapareció y sus mentes se conectaron.

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Un espacio abierto se extendía hasta donde la vista alcanzaba, asemejándose a una llanura donde predominaban los colores verdes y ocres, mezclándose armoniosamente bajo un entorno iluminado, que se asemejaba a un día soleado. Por en medio, pasaba un ondulante riachuelo de cristalina agua y poca profundidad. En cada orilla, dos bestias de las mismas dimensiones, se paseaban de un lado a otro, midiéndose con la mirada enrojecida y amenazante, sin lograr alcanzarse por el momento. El Inugami alfa, altivo y poderoso, con su resplandeciente pelaje plateado. Su larga estola, fusionada a su espinazo, se mantenía erizada y ligeramente ondulando en el aire, dándole mayor volumen a su masivo tamaño. Las distintivas rayas violáceas a los lados del hocico y la luna menguante en su frente, daban el toque final a su imponente presencia. El Inugami beta, elegante y sereno, asemejándose a un enorme lobo escarlata con larga cola y orejas en punta. Sus ojos grises eran gélidos y penetrantes. Sus garras eran más largas de lo común y sus pasos lentos permitían notar el diseño de sus marcas de estirpe sobre su espalda, resaltando en un color rojo más oscuro que el resto de su cuerpo. Ambas bestias se miraban sin disimular los colmillos y la agresividad de su lenguaje corporal. Azul metalizado y gris acerado desafiándose mutuamente. —Por fin nos conocemos, mi Lord— habló primero la bestia roja. —Maldito beta, al fin das la cara— gruñó el canino blanco. —Vas a pagar muy caro tu osadía, jamás debiste acercarte a la hembra. — El escarlata detuvo sus pasos. —Tengo entendido que ella escapó de tu lado— respondió tranquilo. —Tal vez no supiste cómo tratar con una humana. — —¡Eso no es algo que te incumba! — bufó el alfa, al mismo tiempo que se quedaba quieto también. —No tienes derecho sobre ella, recuerda que nuestras costumbres no aplican para esa especie, aunque exista compatibilidad. — —¡Las costumbres pueden irse al infierno!, ¡Esa hembra me pertenece y lleva mi marca! — se erizó aún más el perro blanco. —¡Y a pesar de saberlo, te atreviste a yacer con ella! — El macho rojo hizo una mueca parecida a una sonrisa burlona. —¿Celoso, mi Lord? — se rio por lo bajo. —Yo le pregunté a la mujer si lo deseaba y en el último momento se lo advertí de nuevo… ella me recibió sin duda alguna. — La bestia blanca rugió iracunda, mientras sus garras comenzaban a restregarse contra el suelo, ansiosas por cercenar. —¡Escúchame bien escarlata, la mujer se quedará a mi lado!, ¡Y para que le quede claro, llevaré tu cabeza ante ella! — Los ojos grises del beta se estrecharon. —Parece que no te das cuenta, señor del Oeste, esa hembra no es la que te corresponde— dejó de sonreír y su voz se volvió sumamente seria. —Si fuera la correcta, haría un intento por aceptarte, pero sólo le provocas miedo. — —¡Tú no sabes nada! — vociferó el alfa. —Realmente me cuesta creer que te aferres a esa idea— su tono se mantuvo grave. —Eres un par de siglos mayor que yo, por lo tanto, deberías ser consciente de lo que implica forzarla a quedarse contigo. Bien sabes que, si no te reconoce, no puedes obligarla, y menos si es humana. — Las garras del demonio plateado continuaron arañando la tierra con más fuerza. —¡Conozco las normas, pero me arriesgaré con ella, y tú no podrás impedírmelo! — El demonio rojo negó con la cabeza y empezó a caminar por el borde del río nuevamente, su pelaje erizándose cada vez más. —Mi Lord, ¿Es que acaso no has encontrado una demonesa compatible contigo en todo éste tiempo que llevas de vida? — cuestionó. El alfa le siguió el paso en la otra orilla, no permitiría ningún ataque sorpresa. Sin embargo, cuando escuchó la pregunta, su mirada se estrechó, y por un breve instante la expresión de su rostro se volvió confusa. Pero fue tan rápido, que casi de inmediato recuperó su feroz semblante. —Quizás si… pero ya no está aquí— murmuró por lo bajo. —¡Así que deja de meterte en lo que no te importa! — El Inugami beta se percató del sutil gesto. Al parecer, el señor del Oeste tenía guardado algún secreto, el cual no recordaba hasta ese momento, cuando lo cuestionó. Entonces se detuvo y giró hacia el agua para confrontarlo de frente. —No me dejas otra alternativa— su cuerpo tomó una posición de ataque, sus marcas de estirpe ondularon en su pelaje y sus colmillos se mostraron por completo. —¡No tendrás a Diana! — En menos de un parpadeo, empezó a correr con vertiginosa celeridad, adentrándose en el riachuelo, directo hacia el alfa. La otra bestia lanzó un potente rugido antes de arrojarse también iracunda contra él. —¡Voy a matarte! — Ambos monstruos acortaron la distancia en un instante, provocando el temblor de la tierra con sus pisadas. El choque de garras y colmillos fue brutal. Trenzados cuerpo a cuerpo, empezaron a lanzar mordidas y zarpazos. Sus rugidos se volvieron más amenazantes, al mismo tiempo que intentaban darse alcance con el filo de sus armas naturales. El macho rojo se movía con mayor velocidad, logrando esquivar las tarascadas de su rival. El canino plateado resoplaba molesto, pero cuando lograba asestar un golpe con sus garras, éste conseguía lacerar efectivamente al otro, debido a su tremendo poder. El alfa comenzó a babear, dispuesto a emplear su venenosa saliva. El Inugami escarlata retrocedió algunos pasos, sin perderlo de vista. Entonces, se dejó caer al agua, revolcándose en ella una y otra vez. Cuando su pelaje estuvo completamente húmedo, lo encaró de nuevo. Con aquella estrategia lograría aminorar el daño de las próximas heridas corrosivas. La bestia plateada se arrojó en su dirección. Chocaron con más fuerza, intentando alcanzarse las gargantas. Al esquivar un arañazo en su costado izquierdo, el beta trastabilló, y el perro blanco aprovechó ese momento para lanzar una mordida a su espinazo, logrando herirlo. El tremendo daño lo forzó a replegarse mientras rugía de dolor. Se sacudió con fuerza, eliminando los restos de ácido, pero su pelaje comenzó a sangrar visiblemente. —¡No podrás contra mí! — amenazó el alfa. —¡Esto sólo es un juego mental, no lo olvides, señor del Oeste! — gruñó, posicionándose para correr hacia su rival. —¡Quizás me lastimes aquí, pero todavía falta terminar la confrontación física! — Su increíble velocidad hizo efecto, comenzando primero a trotar y luego a saltar en zigzag, volviéndose un borrón en el aire. El demonio plateado quiso seguirlo con la mirada, pero antes de alcanzarlo, apareció frente a él con las garras en alto. Reaccionó en menos de un segundo, pero no logró esquivar el ataque por completo. El Lord rugió dolorosamente. El lateral derecho de su cara empezó a sangrar, mientras retrocedía algunos pasos. Sentía ardor en el párpado, así que sacudió su cabeza y luego intentó abrir la membrana lastimada. Unos centímetros más y hubiera perdido el ojo. El brillo asesino de su mirada empeoró. Ambas bestias se apartaron a cierta distancia, empezando a caminar en círculos. Las dos estaban heridas ahora, así que su determinación por querer lastimar al rival se había incrementado insanamente. Enseñaron las fauces y arañaron la tierra con sus zarpas, resoplando una y otra vez, retándose una vez más. —Si no puedes vencerme aquí, ¿Qué te hace pensar que lo conseguirás en nuestra forma humana? — se burló el alfa. El canino rojo sonrió confiadamente. —Espera y lo verás, mi Lord… — Y en ese preciso instante, la conexión mental se fracturó.

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El dolor provocado por sus propias garras y la fuerza de su empuje, regresó a los Inugamis a la realidad. La sangre de ambos goteaba al suelo a pesar de que su auto curación ya estaba en proceso. El enlace psíquico fue de varios “minutos” para los dos, pero, en la realidad física, solamente duró uno. El forcejeo no parecía inclinarse a favor de ninguno y era necesario cambiar dicha situación. Akayoru contuvo el aire y cedió ante la fuerza del Lord, dejando que su propio impulso lo desestabilizara. Sólo fue un instante, el cuál aprovechó para arrojar la cabeza hacia adelante, estrellando la frente contra su rostro. La sangre brotó del labio reventado, al mismo tiempo que se distanciaban uno del otro. —No creas que con esto me vencerás— escupió el demonio plateado, limpiándose la herida. El pelirrojo asintió, resoplando por lo bajo. —Soy consciente de ello, mi Lord— sacudió un poco las manos, deshaciéndose de los restos carmesí, mientras sus heridas se cerraban. —Pero te recomiendo que dejes de jugar. — Sesshomaru entornó la mirada, el otro macho se había dado cuenta. Debido a que todavía no recuperaba al cien por ciento su energía youkai, sus embates eran ejecutados con cierta moderación para no desgastarse. Pero quizás debía desplegar un poco más de fuerza, porque no estaba seguro de cuál era el nivel del beta. —Bien, mi intención no era asesinarte de inmediato, pero si así lo deseas… — sonrió con frialdad. Todos los presentes sintieron que el aura de Sesshomaru se volvía más pesada. El carmesí de sus ojos se oscureció un poco más y sus rasgos faciales se volvieron más salvajes. La bestia dentro de él estaba ansiosa por salir fuera. Sin embargo, eso no era factible, así que solamente le ayudaría con más poder para eliminar a su rival. Akayoru observaba atento al Lord, pasando saliva con lentitud. Reconocía que era bastante fuerte y podía notar en el ambiente su furia hacia él. Pero, a pesar de lo intimidante que pudiera verse, el pelirrojo no se dejaría vencer con facilidad. Empezó a caminar en su dirección para atacarlo de nuevo. El señor de Occidente se preparó para recibirlo, mientras en su interior, la criatura blanca bufaba molesta por la previa confrontación mental. —¡No sé qué tiene planeado, así que no te confíes! — siseó. —¡Quiero que lo hagas sufrir! — El demonio rojo aceleró su marcha y en un instante comenzó a correr ágilmente, mientras arrojaba un par de zarpazos hacia Sesshomaru. Éste se movió con fluidez, esquivando ambos ataques, los cuales cortaron las ramas de los árboles circundantes. El asalto prosiguió de frente, arremetiendo directo con sus garras. Todos sus golpes se estrellaron contra el suelo, o se perdieron en el aire. El Lord parecía igualar ahora su velocidad de reacción. Entonces llegó el turno del Inugami plateado, quien detuvo sus movimientos evasivos, esperando el siguiente golpe. Su mano izquierda logró atajar las garras del rival. Ligeras chispas escaparon de la fricción entre ambos filos, quedando entrelazados por un instante. Una sonrisa perversa se dibujó en su rostro cuando giró la muñeca en un brusco movimiento, fracturando ruidosamente los dedos del desafiante. El quejido del macho rojo se pronunció a medias. Apretó los dientes con fuerza, resollando pesadamente en un intento por controlar el dolor. Retrocedió con un gran salto para poner algo de distancia. Escupiendo una maldición, observó su mano lastimada, mientras intentaba concentrarse en la regeneración. —Él se ha puesto serio— dijo la bestia roja en su interior. —Será mejor hacer lo mismo, de lo contrario, podría dañarnos gravemente antes de tiempo— advirtió, mientras hacía acopio de su poder para acelerar la curación. —Sí, ya me di cuenta— masculló Akayoru, ralentizando su respiración. —Pero deseo ver que tan hábil es con ese nivel de fuerza, recuerda que eso será su desventaja. — El crujido de los huesos sanando fue tenebroso, obligando al pelirrojo a gruñir por la tosca sensación. Unos segundos después, volteó hacia Sesshomaru, quien ya caminaba en su dirección con un gesto malicioso en la cara. … Kurenaichi observaba en silencio. No podía decir absolutamente nada debido a las reglas. No estaba de acuerdo con esto, pero su hermano menor era bastante terco. En verdad su instinto debió haber encontrado a la hembra correcta como para arriesgarse a semejante estupidez. Y a él no le quedaba otra opción más que apoyarlo. —Líder de la casa Roja— habló el Kitsune a su lado. —Espero que estés preparado para lo que pueda suceder. — El pelirrojo mayor volteó a verlo. —Ministro, soy consciente de ello, pero no me voy a quedar callado si mi hermano muere— dijo con seriedad. El demonio zorro sonrió de medio lado. —Akayoru no es tan fuerte como Sesshomaru, pero seguramente está planeando algo, ¿No te das cuenta? — Kurenaichi sabía lo que su hermano tenía en mente, pero era arriesgado hacerlo. Si bien, la noche anterior le insinuó que usaría la transformación, no confiaba plenamente en que lograse controlarla. Aquello era bastante difícil para la especie InuYoukai, y era muy raro el ejemplar que lo lograba. Pero ahora, viendo que Sesshomaru estaba dispuesto a torturarlo antes de asesinarlo, quizás se arriesgaría a llevarla a cabo. —Estoy al tanto de lo que tiene planeado, pero no puedo evitar preocuparme— exhaló con pesadez. Ambos siguieron observando el combate. Ahora que Sesshomaru había hecho el primer daño serio, la pelea no haría sino subir de nivel. … Jaken e InuYasha se mantenían atentos al otro lado del claro. El mestizo sabía que su medio hermano era muy hábil al momento de pelear. Siempre fue así desde la época en que se enfrentaron a Naraku. Pero en esta ocasión pudo notar que, desde un principio, el Lord estaba dejándose llevar por la furia. No comprendía del todo sus motivaciones, las cuales se asemejaban más a un comportamiento primitivo, que a uno razonado. El hecho de ser mitad humano, modificaba mucho sus propios instintos. Aunque Sesshomaru había sido bastante centrado en los últimos siglos, jamás se imaginó que, en el pasado, una mujer humana lo había perturbado. InuYasha quiso ponerse en su lugar, pues cuando se enteró de lo que implicaba conocer a una hembra compatible, sus sentimientos hacia Kagome se reafirmaron con mayor fuerza. Pero, si ella lo hubiese rechazado, quizás también él habría tenido los mismos comportamientos inadecuados. —Mi amo bonito está enojándose cada vez más— dijo Jaken, sacando al mestizo de sus cavilaciones. —Sí, me doy cuenta— habló por lo bajo. —Sólo espero que Akayoru sepa lo que está haciendo— se reservó sus pensamientos. … El señor del Oeste estaba ligeramente sorprendido. Pudo escuchar con claridad la sanación de los huesos del beta. Una regeneración acelerada implicaba tener bastante fuerza de reserva para lograrlo. Entonces su rival aún no peleaba con todas sus habilidades. Sonrió con malicia, él lo forzaría a ello antes de cortarle la cabeza. Se aproximó al pelirrojo, levantando la mano derecha con los dedos extendidos. Un leve destello verde se pudo apreciar, al mismo tiempo que su látigo se desplegaba vertiginosamente. Comenzó a ondularlo de un lado a otro, con la clara intención de golpear. Akayoru se colocó en posición defensiva inmediatamente después de que su mano sanara por completo. Su mirada se clavó en el movimiento del flagelo. Ese tipo de ataque era propio de los InuYoukai plateados y sabía que no sería fácil eludirlo. Pero confiaba lo suficiente en su gran velocidad. El primer azote fue directo hacia el torso del macho rojo. Pero éste logró evadirlo por escasos centímetros, desplazándose a la izquierda, para después correr lateralmente en dirección del Lord. Al mismo tiempo que avanzaba, lanzó un par de ataques con sus garras. Las filosas ráfagas se estrellaron contra el brillante látigo, desbaratándose antes de alcanzar al rival. —¡Acércate maldito beta, voy a cortarte en pedazos! — bufó Sesshomaru, volviendo a redirigir su arma contra el pelirrojo. El aludido comenzó a zigzaguear de nuevo, evadiendo los azotes. Dio unos cuantos saltos hacia atrás y luego se quedó quieto, calculando su siguiente movimiento. —Puedo romperlo, pero necesito atraparlo— pensó. Entonces lo vio venir. El flagelo fue arrojado con fuerza y rapidez, atrapándole el brazo derecho en un instante. Gruñó entre dientes cuando sintió el ramalazo y luego notó que algo comenzaba a deshacer la tela de su camisa. La superficie del arma tenía veneno, el cual inició la corrosión de su piel. Quiso liberarse, pero la presión era bastante. De pronto, un tirón lo desequilibró, el Lord empezó a remolcarlo hacia él con pasmosa facilidad. El señor del Oeste sonrió con satisfacción al escucharlo quejarse de dolor y tratar de soltarse. Sin embargo, no lo dejaría escapar, así que jaló con más fuerza, obligando al Inugami rojo a precipitarse al suelo pesadamente. Éste se resistió una y otra vez, sin poder evitar el inminente acercamiento. Akayoru gruñó frustrado, sabía que el alfa tenía la intención de someterlo desde su posición. Pero no se lo permitiría tan fácilmente. Continuó oponiéndose, pero cuando estaba a menos de dos metros de él, las garras de su mano libre crecieron de nuevo, para luego dirigirse hacia el tenso látigo. Sesshomaru bufó irritado al ver que su flagelo se desintegraba con el zarpazo del beta. El maldito tenía talento para usar las garras. Sin embargo, no tuvo tiempo de razonarlo. Tan pronto se vio libre, el otro macho plantó las manos en el suelo, permitiéndole impulsarse con los brazos para hacer un giro violento de su cuerpo. La patada dio de lleno en su costado, arrojándolo contra los árboles. Su furia hirvió. El golpe fue potente y su cuerpo lo resintió. Se levantó trastabillando un poco, para luego caminar de nuevo al centro del lugar. Se limpió el sudor de la cara, sintiéndose levemente aturdido. La falta del descanso pertinente estaba haciendo mella en él. Y aunque se sació hasta el hartazgo de comida hace poco, la recarga de su poder no era suficiente todavía. Pero esto no lo detendría de darle un escarmiento al Inugami rojo. Su bestia interna sonrió maliciosa, permitiendo un mayor uso de su fuerza bruta. El aura del Lord volvió a crecer amenazante, provocando un escalofrío en todos los presentes. Se dirigió una vez más hacia su rival. —¡Maldito seas, Sesshomaru! — pensó el demonio escarlata, al percibir la energía youkai en el aire. Se posicionó para enfrentarlo, tensando las garras hacia el frente. El ardor en su brazo aún persistía, la curación estaba tardando debido a la potencia del veneno. Observó al Lord caminar hacia él y luego empezar a correr con tremenda celeridad. Decidió que lo frenaría ahí mismo, recibiendo su ataque de lleno. De repente, notó una vibración psíquica. Pero cuando quiso enfocar su mirada para ver de qué se trataba, un torrente de ramas y piedras ya se dirigía hacia su rostro. Era una trampa por parte del demonio plateado, por lo que no tuvo tiempo de desplegar su propia telequinesis. Alzó ambos brazos para cubrirse, pero inevitablemente quedó desprotegido. El golpe contra su estómago fue brutal, y la potencia lo arrojó unos cuantos metros hacia unas rocas cercanas. La bestia blanca sonrió con malsano placer al ver la sangre escapar de la boca del otro macho. Fue una sucia táctica arrojarle eso a la cara, pero no había reglas que lo impidieran. Era bien sabido que los Inugamis rojos tenían una ventaja natural con su tremenda velocidad. No obstante, los caninos plateados poseían una mayor fuerza física, la cual podía ser empleada para mejorar sus habilidades propias. Entonces, ahora se divertiría torturándolo. Akayoru se quedó sin aire y pudo notar el sabor metalizado en su boca. Ese desgraciado de Sesshomaru había usado una distracción con su poder psíquico para hacer que bajase la guardia. El golpe lo dejó sumamente aturdido, tenía la vista borrosa y el dolor en su espalda, debido al choque con las rocas, era bastante agudo. Escupió algo de sangre, para luego intentar estabilizar su respiración, enfocándose en la curación. De pronto, lo escuchó caminando hacia él. Debía pensar en algo y rápido. Sus ojos se desviaron a una llamativa planta que crecía junto a las piedras. El Lord se aproximó velozmente, aprovechando su ventaja sobre el pelirrojo. Entonces lo atrapó por el cuello con una mano, levantándolo en el aire con facilidad. En su mirada carmesí se reflejó la oscura intención, y con una sonrisa siniestra, empezó a comprimir sus garras. El macho rojo le enseñó los colmillos, intentando hablar. —¡Yo también… puedo… jugar sucio! — farfulló. Para cuando Sesshomaru se percató del movimiento de muñeca que hizo su rival, algo ya se dirigía vertiginoso hacia su rostro. Su poder psíquico no logró frenarlo a tiempo, consiguiendo desviarlo únicamente un par de centímetros. La rama crujió, al mismo tiempo que sus tres enormes espinas desgarraban la blanca piel. El rugido del Inugami plateado se escuchó por todos lados. Akayoru aprovechó ese instante para lacerar el brazo que lo sujetaba, consiguiendo escapar. Retrocedió varios metros con rapidez, jadeando entrecortado por la falta de aire. Se apoyó contra un árbol, tratando de recuperarse, mientras observaba al Lord llevarse las manos a la cara. Su ataque había sido efectivo, podía oler la sangre de su rival nuevamente. —¡Te desollaré vivo por esto! — bramó Sesshomaru, al mismo tiempo que se descubría el rostro. Tres cortes se podían apreciar, desde su mejilla, pasando por el párpado y finalizando en la luna de su frente. Sangraba demasiado, pero su ojo estaba intacto. Hacía mucho tiempo que nadie lo lastimaba de esa manera. La bestia blanca rugió iracunda, liberando un poco más de su fuerza sobrenatural. Visiblemente encolerizado, dirigió sus pasos hacia el beta, mientras su energía youkai revoloteaba furiosa en torno a su cuerpo. La regeneración de su piel se aceleró hasta quedar intacta de nuevo. Eso había sido un tremendo gasto de poder. Pero quería tener la vista despejada cuando tuviese al demonio rojo entre sus garras. El desafiante se mantuvo quieto, estabilizando su respiración. —¡Ha llegado el momento de jugar nuestra carta final! — siseó la bestia roja en su interior, apresurando también la sanación. El Inugami escarlata sabía que, si esto continuaba así, el señor del Oeste podría lastimarlo de gravedad con otro golpe. Por lo tanto, debía tomar medidas drásticas. Dejó de apoyarse en el árbol, inhaló y exhaló profundamente varias veces, moviendo el cuello en círculos para liberar la tensión. Un crujido se escuchó, y eso provocó que sus músculos se relajaran por completo. El dolor en su estómago fue disminuyendo gradualmente, igual que sus otras heridas. Entonces, sus ojos acerados se clavaron en Sesshomaru, al mismo tiempo que el carmesí alrededor de sus iris se enturbiaba, hasta volverse negro. —¡¿Quieres desollarme?! — gruñó, enseñando los colmillos. —¡Entonces ven por mí! — … Kurenaichi abrió los ojos con asombro cuando se percató de la vibración en el aura de su hermano. Pasó saliva con nervios al verlo dar un paso hacia Sesshomaru y luego precipitarse al suelo. —Grandísimo idiota, espero que no te equivoques— murmuró por lo bajo. El ministro Gobi también percibió la vibración y quiso saber de qué se trataba. —¿Qué hará tu hermano? — —Usará la transformación InuYoukai para hacerle frente al señor del Oeste— explicó el líder de la casa Roja. El Kitsune se giró de golpe para verlo, su expresión serena se desvaneció por completo. —¡¿Qué estás diciendo?, ¿Piensa transformarse en una bestia gigante?! — su voz se escuchó muy nerviosa. —¡No puede hacer eso aquí, sería contraproducente y mi barrera no podrá ocultarlo! — El pelirrojo mayor suspiró resignado. —Creo… que podrá controlarlo— fue lo único que dijo. Ambos se enfocaron de nuevo en Akayoru cuando lo escucharon rugir de forma entrecortada. … Jaken palideció notoriamente, incluso con su camuflaje humano. —¡Esto no es bueno! — tragó saliva. —Tranquilízate y dime lo que está pasando— respondió InuYasha, erizándose de nuevo al sentir la tensión en el aire. —¡El beta está a punto de transformarse en un perro gigante! — comenzó a retroceder hacia los arbustos. —¡Yo me largo de aquí!, ¡Si esto sigue así, los humanos nos descubrirán! — El mestizo se quedó pasmado. Entonces regresó su atención a los combatientes cuando escuchó el rugido. … Sesshomaru entornó la mirada cuando Akayoru se dejó caer al suelo, sosteniéndose sobre sus pies y manos. Lo escuchó resollar y luego comenzar a rugir de forma discontinua, manteniendo la cabeza agachada. De inmediato se percató de que era su proceso de transformación. La energía youkai revoloteó a su alrededor. Sus garras comenzaron a crecer desproporcionadas. Su masa corporal aumentó, provocando que toda su vestimenta se desgarrara por completo. Quedando desnudo por un breve instante, para luego ser cubierto por un brillante pelaje rojizo. Su cabello escarlata se extendió aún más, fusionándose con su espalda y dando forma a sus marcas de estirpe. La estructura ósea de su cráneo se deformó, alargándose y adaptándose a su verdadera forma. El resto de su cuerpo hizo lo mismo, sus extremidades se reacomodaron con un extraño crujido, y una larga cola nació del final de su columna vertebral. Su tamaño se incrementó considerablemente y su respiración se volvió gutural. El señor del Oeste bufó colérico, no se esperaba semejante situación. Invocó su látigo y lo estrelló contra el lomo del Inugami rojo, pensando que sería vulnerable a un ataque en plena fase de transmutación. Pero nada sucedió, el pelaje se mantuvo intacto y erizado. Tuvo la intención de dar un nuevo golpe, pero las palabras del beta lo dejaron desconcertado. —¡Ese ataque no servirá, mi Lord! — gruñó Akayoru, expresándose telepáticamente, al mismo tiempo que levantaba el rostro. La transformación había terminado. El InuYoukai rojo ahora parecía un enorme lobo, de al menos un metro y medio de alto, por más de dos metros de largo. Y estaba en pleno uso de su racionalidad y habilidades psíquicas para comunicarse. Aquella era la habilidad especial del desafiante de la casa Roja. Sesshomaru retrocedió para evitar un ataque repentino. Estaba muy sorprendido por lo que había hecho su rival. Era la primera vez que veía algo así. Nunca había escuchado que un InuYoukai, fuera de la variante que fuera, pudiese controlar el tamaño de su transformación. Ni que lograra mantener su nivel cognitivo para hablar. Lo más común era que en dicha fase, el lado bestial tomara el control en su mayoría y se dejase guiar por el instinto salvaje. Por esto mismo, algunos demonios de constitución gigante, se mantenían en una forma humana la mayor parte del tiempo. Porque era difícil controlar sus ferales comportamientos, porque había un mayor gasto de energía y porque, inevitablemente, llamaban demasiado la atención por donde quiera que pasasen. Pero el macho escarlata era un caso aparte. Él había dejado su mejor carta para el final. Akayoru debía aceptar que, en su forma humana, el señor del Oeste era mucho más fuerte que él. Pero quizás con éste truco podría hacerle frente el tiempo necesario. Transformarse en una bestia gigante no era una ventaja, sino todo lo contrario. El escenario escogido para el duelo no lo permitiría, y el estar rodeados de humanos, era un verdadero problema. Bueno, sólo si transmutaba a sus verdaderas dimensiones. Pero el desafiante podía controlar el tamaño de su forma real, presentándose como una versión mucho más pequeña y manejable. Ahora la pelea estaría un poco más equilibrada. Y el Lord no podría hacer lo mismo. —¡Maldición! — gruñó furiosa la bestia blanca. —¡Así que esto es lo que tenía en mente!, ¡Sabía que no debíamos confiarnos! — —¡Silencio, no es momento para quejarse! — contestó Sesshomaru mentalmente. —¡A pesar de la estupidez que hiciste al gastar nuestra energía, podemos enfrentarlo, sólo debemos golpear en el lugar correcto! — El Inugami rojo empezó a caminar hacia él. Sus colmillos estaban al descubierto en una sonrisa torcida. Sus ojos grises eran más amenazantes debido a la oscuridad que rodeaba sus iris. Sus enormes y agudas garras dejaron marcas en la tierra. Su larga cola se agitaba con amenazantes chasquidos en el aire. —¡Ven por mí, señor del Oeste!, ¡Demuéstrame que puedes defender tu título! — siseó la bestia escarlata. Sesshomaru enseñó los colmillos y tomó una posición defensiva. El beta aceleró sus pasos y se arrojó violentamente contra el Lord. Su gran tamaño le permitió derribarlo y sus quijadas se cerraron en torno a su brazo derecho. La sangre comenzó a manar. El demonio plateado apretó la mandíbula con furia, resistiendo el dolor, e intentando reducir la presión de las fauces con la otra mano. El macho rojo tenía bastante fuerza y podría romperle los huesos. Entonces, concentró su poder y se enfocó en darle un potente golpe en el vientre con ambas piernas. El impulso logró arrojar al enorme perro por los aires. Sin embargo, éste giró velozmente, cayendo sobre sus patas sin apenas inmutarse. Gruñó y sacudió la cabeza, escupiendo saliva en un gesto rabioso. De inmediato volvió al ataque contra el señor de Occidente, corriendo a gran velocidad, volviéndose un borrón a la vista. El InuYoukai plateado estrechó la mirada, no sabía por dónde llegaría. Entonces comenzó a retroceder en zigzag también, imitando su celeridad, para evitar que lo golpeara de repente. Lo escuchó avanzar por su flanco izquierdo, así que lanzó sus garras hacia ese lugar. —¡Realmente eres digno de admiración, mi Lord! — reconoció Akayoru, esquivando sus zarpas. —¡Pero no me derrotarás tan fácilmente! — El demonio escarlata siguió corriendo a gran velocidad, buscando una zona vulnerable donde pudiese atacar. Pero Sesshomaru lograba evadirlo, impidiéndole alcanzarlo con alguna de sus zarpas. Se mantuvieron así por varios segundos en torno al claro de árboles, saltando de un lado a otro, sin detenerse ni un sólo momento. El Lord comenzó a fastidiarse y el cansancio ya jugaba en su contra. Entonces decidió arriesgarse con una distracción. Apuntó su mano derecha con la palma abierta hacia la dirección por donde lo perseguía el otro macho. Un fulgor verde apareció, y de repente, una potente ráfaga de vapor tóxico se desplegó, abarcando varios metros. Akayoru tuvo que desviarse de golpe para evadir el ataque. La sustancia corrosiva inundó el aire y luego se condensó, cayendo al suelo en una forma viscosa, quemando el pasto y carcomiendo la tierra. Se alejó varios pasos, quedándose quieto para observar las acciones de su rival, quien también se detuvo. Sesshomaru exhaló con rapidez, recuperando el aliento. Volvió a tomar una posición defensiva y extendió ambos brazos. Dos brillantes látigos se generaron en sus manos. Los apuntó hacia el beta y empezó a esgrimirlos hábilmente. —¡Ven, si te atreves! — El macho rojo arañó la tierra y bufó molesto. Su vertiginosa carrera dio inicio, dirigiéndose en otro ataque directo contra el Lord. Éste comenzó a girar sobre sí mismo, acelerando los flagelos a una peligrosa velocidad, convirtiéndolos en un escudo muy eficaz. A pesar del riesgo, el canino se aproximó con las garras listas para dañar. Se escuchó un chasquido y luego el aire cortándose bruscamente cuando las dos armas colisionaron. El Inugami plateado gruñó molesto al ver que sus látigos se fragmentaban. Pero sonrió complacido al escuchar el aullido del beta y ver su sangre salpicando el suelo. El desafiante trastabilló hacia atrás, bufando de dolor. Había logrado romper la defensa de su rival, pero a cambio, perdió dolorosamente sus zarpas delanteras. Las falanges de sus patas estaban destrozadas y sangraba en abundancia. —¡Ten cuidado! — advirtió el lado salvaje del pelirrojo. —¡No podremos mantener la regeneración si permites que nos lastime de nuevo! — —¡Sí, ya te escuché! — Akayoru se alejó un poco más, esperando la sanación de sus patas. El Lord hizo una pausa, retomando su postura, mientras calibraba el estado del beta. La pelea resultó ser más interesante de lo que esperaba. Pero comenzaba a fastidiarse, pues el sol ya despuntaba sobre las nubes matutinas. Quizás no llevaban más de 20 minutos peleando, pero debía reconocer que el integrante de la casa Roja era un buen rival. —¡¿Qué estás esperando?! — rugió su bestia interna. —¡No más juegos, quiero su sangre ahora! — … El ministro Gobi, InuYasha y Jaken permanecían estupefactos ante el combate. Jamás pensaron que algún día verían a un InuYoukai de ese tipo, y menos que Sesshomaru lo estaría enfrentando con una que otra dificultad. Kurenaichi se mantenía en silencio, contento por el progreso de su hermano menor, pero preocupado por su seguridad. No sabía qué estaba por ocurrir, pero confiaba en que todo saliera de acuerdo al plan de Akayoru. Buscó su teléfono celular en la gabardina y revisó la hora. —Son las 6:00 am, esto no puede extenderse por más tiempo— pensó. Guardó el móvil y se enfocó de nuevo en los combatientes. … Sesshomaru sonrió con crueldad. Sus pasos se aproximaron al canino rojo, quien le gruñó, dispuesto a defenderse a pesar de que todavía no se recuperaba del todo. Parecía agitado y su respiración era entrecortada. Era probable que su transformación le estuviese pasando factura. Esto se debía a que, tuviera el tamaño que tuviera su forma real, el gasto de energía era inevitable. Su velocidad también requería de poder youkai, y era obvio que el Lord lo había obligado a desgastarse poco a poco. —Te dije que te arrepentirías— masculló, al mismo tiempo que se arrojaba hacia el rostro de su rival con las zarpas tensadas. Éste retrocedió de un salto, apenas esquivando el embate por pocos centímetros. Sacudió el hocico, algo estaba picando su nariz. Enfocó su mirada en las manos del señor de Occidente y pudo notar los vapores verdes que éstas expelían. El veneno inundó el aire de nuevo. El demonio plateado caminó lateralmente, preparando sus garras con toxina. El Inugami rojo imitó sus pasos, pero con cierta dificultad. Le enseñó los colmillos y bufó amenazante, tal vez no intentaría atacarlo con sus patas lastimadas. Pero sí podría lanzarle un par de mordidas si no tenía cuidado. Se miraron con odio, dando unos pasos más, y luego se lanzaron de forma súbita, chocando furiosamente. La energía youkai volvió a estallar alrededor de ambos, levantando una gran nube de polvo. Ninguno consiguió derribar al otro, así que su forcejeo se prolongó. Las fauces de Akayoru atenazaron de nuevo el brazo de su rival, rasgándole la piel. Su reacción no se hizo esperar y las zarpas envenenadas le cruzaron el lateral del rostro, haciéndolo aullar. Sin embargo, a pesar del lacerante ardor, no lo soltó. Sus quijadas aumentaron la presión, desgarrando la carne. Sesshomaru apretó los dientes con furia, pero no pudo evitar rugir de dolor. —¡Desgraciado beta, ya me hartaste! — Su mano libre se tensó, apuntando los dedos hacia el cuello del macho rojo. Lanzó el golpe sin contemplación. El desafiante sintió el desgarramiento de su pelaje y luego el dolor sobre sus músculos. La sangre empezó a fluir rápidamente. Pero antes de que el alfa curvara sus garras para lastimarlo incluso más, liberó sus mandíbulas con un brusco movimiento, retorciéndose para desestabilizarlo. El Lord trastabilló un poco, perdiendo el agarre sobre el escarlata. Bajó la mano ensangrentada y se miró la herida del brazo. Podía notar claramente el hueso y los tendones expuestos. Siseó por lo bajo, llamando a su bestia para forzar de nuevo la regeneración acelerada. El proceso inició de inmediato, pero no pudo evitar sentir un mareo de fatiga. Su poder continuaba menguando, pero aún le quedaba el suficiente para asesinar al beta. El InuYoukai rojo se alejó hacia un árbol cercano, apoyándose en el tronco. Sintió que la vista se le nublaba y el dolor en su cuello empeoraba. Aquel golpe había sido tremendo y la herida goteaba sin control. De pronto, las náuseas estrujaron su garganta y la sangre brotó de su hocico. Sacudió la cabeza, intentando despejarse, pero su respiración se hizo torpe. El agotamiento lo estaba afectando. —¡Esto no va nada bien! — masculló su lado salvaje. —¡Es suficiente! — dictó, enfocándose en la recuperación. —Sí… tal vez… tengas razón— jadeó con dificultad. De repente, sus orejas se agitaron. Volteó de inmediato hacia la orilla del claro, un débil sonido había llegado hasta sus oídos. Akayoru sonrió burlonamente. … Kurenaichi buscó dentro de su gabardina el dispositivo móvil que vibraba con insistencia. Se alejó rápido, saliendo del límite de la barrera del Kitsune. Caminó varios pasos hasta perderse detrás de unos árboles. Desbloqueó la pantalla y contestó. —¿Diga? — Una voz femenina se escuchó. —Soy Diana… —

***

Continuará… Probablemente algunos me odiarán por esto. Pero tengo que ser sincera, éste era el camino que iba a tomar el fanfic desde el momento en que apareció Sesshomaru. Pero bueno, aún falta dejar a todos los personajes contentos, ¿verdad? Gracias a todos por leer.
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