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Capítulo 16: Reglas Diana cerró un momento los ojos después de escuchar el cierre de puertas del ascensor. No obstante, el sueño la rebasó, quedándose dormida por varios minutos más. En medio del sopor intentó reacomodarse, cuando de repente, un ligero estremecimiento muscular en su pierna la hizo despertar de golpe. Abrió los ojos rápidamente, tomando conciencia de lo sucedido. El cansancio general se expresó de inmediato, junto con algunos dolores corporales. —No puede ser— bostezó lento. —Debo desperezarme de inmediato, si no me quedaré dormida otra vez. — Como pudo, se sentó en la orilla, mientras se llevaba las manos a la cabeza. Se sentía mareada y excesivamente agotada. Se levantó despacio, dirigiéndose al cuarto de baño. —Esto no me va a gustar— se quejó, entrando a la regadera. Se repegó a la pared y abrió la llave del agua fría. Primero dejó que se humedecieran sus manos y brazos, luego fue colocándose poco a poco bajo la caída del líquido, intentando no gritar ante el brusco cambio de temperatura. Era la única manera de despertarse por completo, aunque después se resfriase. Se quedó algunos segundos ahí, jadeando torpemente en lo que su cuerpo se adaptaba y comenzaba a generar más calor. Temblando un poco, se enjabonó rápido, para luego enjuagarse por completo. Momentos después, salió de la regadera y buscó una toalla en la gaveta cercana. Se envolvió con ella, al mismo tiempo que caminaba a la salida de la habitación. —Necesito ropa, así que me voy a llevar algunas cosas— dijo, mientras pasaba al otro cuarto por sus zapatos y bolso. De inmediato buscó el dispositivo móvil y lo revisó. —Bien, la batería está casi completa y ya tengo el número listo, así que… vamos a buscar esos dichosos sellos— guardó el celular y salió de nuevo. Mientras bajaba las escaleras, volteaba hacia todos lados con algo de inquietud. Sabía que Sesshomaru ya no estaba, pero sus nervios no se relajaban, debido al estrés y al cansancio. Llegó a la sala y comenzó a revisar las bolsas de ropa. —Ese Inugami es un… — refunfuñó molesta al no encontrar prendas interiores. —¿No podía comprarme algo, aunque fuera unitalla? — suspiró resignada. Escogió algunas prendas y terminó de secarse. Envolvió su cabello y procedió a vestirse con una blusa y un suéter delgado, así como un pantalón de corte recto. Se colocó los zapatos y empezó a recorrer la estancia. —Veamos, ¿Dónde escondería yo un sello mágico? — se acercó a las paredes y husmeó detrás de los muebles. —Para empezar, ¿Esas cosas pueden verse? — Anduvo por la sala durante varios minutos y luego caminó a la terraza. El ambiente era fresco y el cielo aún continuaba oscuro. Avanzó a lo largo del barandal, siguiendo el límite de esa área y después revisó los camastros junto a la piscina. No había nada a la vista. Entonces observó los toldos, pero tampoco existía señal de algún pergamino especial. Regresó al interior y se quedó parada en medio del lugar. —¿Dónde están? — se preguntó, observando de una esquina a otra. —Si se trata de algo sobrenatural, tal vez no lo pueda notar por ser humana… un momento— sus pasos avanzaron al vestíbulo. —Aquí está la entrada general, el ascensor que no puedo usar, pero… ¿Dónde está la salida de emergencia? — Retrocedió despacio, el comedor y la cocina estaban a su derecha y el despacho del Lord a la izquierda. —Una puerta de emergencia debería estar en… — se dirigió a la cocina. —¿Dónde está el área de servicio?, ¿Tanto lujo en éste Penthouse y no tiene área de servicio? — Avanzó por el sitio hasta llegar a la esquina más alejada de la entrada. Ahí había un estante de gran tamaño, el cuál creaba un punto ciego y no dejaba ver una puerta lateral. Ésta era menos llamativa que las demás del departamento. —Supongo que debe haber algo aquí— razonó, mientras la abría y toqueteaba la pared con la mano, buscando el interruptor de luz. Estuvo en lo correcto cuando vio todo iluminado. Era la zona donde se ubicaban los enseres para el quehacer doméstico, el lavado de ropa y el aseo en general. Caminó lento, recorriendo minuciosamente la zona con la mirada. —Por aquí— llegó hasta el anaquel ubicado al fondo de la habitación. En sus repisas se almacenaban varias botellas, utensilios y otras herramientas. Se asomó por el lateral y empujó con algo de dificultad, hasta lograr un espacio con la pared, la cual se notaba totalmente llana y sin relieves. —No puede ser, no hay nada. — Entonces volteó y revisó de nuevo lo que había alrededor de la habitación, percatándose del centro de lavado. Entornó la mirada, acercándose y revisándolo de arriba a abajo. Intentó moverlo de su sitio, consiguiendo despegarlo un poco del muro, y en ese momento, distinguió algo brillante por detrás. —¡¿Qué es eso?! — dijo sorprendida, mientras empujaba de nuevo el electrodoméstico, pero estaba débil y no lo consiguió. —¡Rayos, no lo alcanzo! — El brillo provenía de algo incrustado en la pared a cierta altura. Acercó el rostro al pequeño espacio y lo observó con atención. Se trataba de un papel rectangular de color negro con símbolos rojos, los cuales resplandecían de una manera bastante anormal. —Eso debe ser el sello— declaró, recordando que algo parecido se había quitado Jaken de la espalda cuando se reencontraron. Se levantó de puntitas y estiró el brazo a través del espacio libre, intentando alcanzar el papel. Se quedó a escasos par de centímetros. Exhaló cansada y retrocedió, buscando algo que pudiera servirle. Cerca de la entrada vio un banquillo de madera. —Aquí vamos otra vez— lo colocó pegado a la pared y subió encima. —Ya casi… — estiró de nuevo la mano. Finalmente pudo alcanzar el borde inferior del sello, aferrándolo con fuerza. Pero, tan pronto lo tocó, sintió ardor y luego escozor en los dedos. Diana liberó un grito por el terrible dolor. Aquel extraño papel no sólo brillaba en rojizos tonos, sino que, además, parecía tener la temperatura del fuego. Soltó el sello de inmediato y estuvo a punto de caer del taburete. —¡Maldición, ¿Qué mierda es esto?! — masculló enojada. Se revisó los dedos y descubrió que tenía la piel sumamente enrojecida y descarapelada, como si hubiera sufrido una quemadura de primer grado. Corrió al fregadero cercano y abrió la llave del agua. El chorro frío fue gratificante, pues anuló un poco el malestar. —¡Ya me hiciste enojar! — Buscó entre las cosas del estante y encontró unos guantes de gamuza para jardinería. Se acercó al centro de lavado, subió al banco e intentó empujarlo de nuevo, pero esta vez desde la parte superior. Con algo de dificultad al principio, logró que el electrodoméstico se tambaleara hasta caer pesadamente. El sonido fue estruendoso y se escuchó que algo se dañaba por dentro. —¡Bien, ahora romperé esta maldita cosa! — farfulló, volviendo a concentrarse en el sello de la pared. Arrimó un poco más el banquillo y de nuevo intentó alcanzar el papel, ahora con los guantes protegiéndola. El pergamino se resistió a despegarse de la superficie y sus símbolos no dejaban de resplandecer. Entonces Diana decidió arriesgarse con un extraño movimiento. Con ambas manos se sujetó de los bordes y saltó del taburete. El sello se rasgó con un sonido seco. Ella trastabilló un poco, pero no cayó. En ese momento, sintió una presión en el aire y los oídos se le taparon por algunos segundos, luego, se desvaneció por completo la extraña sensación. —¿Qué… fue eso? — miró de un lado a otro sin comprender nada. Observó el pedazo de papel que aún sujetaba con los guantes. El color negro seguía intacto, pero los símbolos rojos se fueron apagando poco a poco, hasta desaparecer de la superficie. Entonces, algo llamó su atención por el rabillo del ojo. Cuando dirigió la mirada hacia el anaquel, empujado previamente, rastros de un tenue brillo dibujaban un contorno en la pared. Era una puerta que, hasta hace unos momentos, no estaba ahí. Tiró el sello roto y arrojó los guantes al suelo para luego correr a investigar. El resplandor se apagó y una sonrisa se dibujó en su rostro al ver el letrero: “Salida de Emergencia”. Regresó sobre sus pasos, salió del cuarto de servicio, cruzó la cocina y de nuevo llegó a la estancia. Se quitó la toalla del pelo y medio lo trenzó hacia atrás. Tomó su bolso, alguna que otra cosa que había por ahí, y regresó de inmediato. Con precaución, acercó la mano, pero no sintió ninguna sensación amenazante. Entonces apretó la barra de accionamiento hacia abajo y con un suave chasquido, la puerta de metal cedió ante el empuje. Frente a Diana, aparecieron el pasillo de emergencia y las escaleras de evacuación. Sintió que se quedaba sin aire debido a los nervios, pero de inmediato empezó a correr para alejarse de aquella prisión. Descendió por los peldaños sin importar que el aliento se le escapara, pero ocho pisos después, tuvo que hacer una pausa. —¡Diablos, siento que voy a desmayarme! — jadeó cansada. Tomó asiento en un escalón y se quedó ahí un par de minutos. Entonces recordó el mensaje de la nota y de inmediato sacó su teléfono móvil. La señal era clara ahora, sin nada que la bloquease. Buscó el contacto y marcó el número. Timbró tres veces y la incertidumbre la invadió. De repente, una voz masculina respondió al otro lado de la línea. —¿Diga? — —Soy Diana… — murmuró entrecortado. —Logré… salir del… departamento— explicó nerviosa. El interlocutor no perdió el tiempo en presentaciones, así que le dio las indicaciones de lo que debía hacer. —Bien hecho, ahora dirígete al estacionamiento del sótano 1, hay un vehículo gris cerca de la salida 3, te darás cuenta de cuál es porque un youkai está esperando junto a él— explicó rápido. —Akayoru no podrá ir a verte en éste momento, pero te prometo que estarás a salvo. — No dijo nada más y finalizó la llamada. Diana se quedó mirando la pantalla, completamente desconcertada. —Supongo que no me queda más que confiar— suspiró con resignación. Se puso de pie y caminó hacia el pasillo general, llegando al área de elevadores de ese piso. Una vez dentro, apretó el botón con el texto S1 y las puertas se cerraron. Poco después, salió del ascensor y avanzó por el silencioso estacionamiento. —Salida 3… automóvil gris… — buscaba con la mirada. —Salida 3… — de pronto, sintió la leve punzada de su cicatriz. Al pasar una columna, metros más adelante, pudo ver el vehículo indicado y a su conductor apoyado en el cofre. Éste volteó de inmediato a verla. Diana se quedó quieta, dudando en acercarse. El youkai tenía el aspecto de un hombre de mediana edad, con pelo castaño corto y ojos cafés. Vestía un uniforme de chofer con todo y gorra en la cabeza. Nadie pensaría que no era humano. —Por favor, suba— pidió amable, mientras abría una de las portezuelas de atrás. —Tengo órdenes de mi jefe Akayoru de llevarla lejos de aquí lo más pronto posible. — La mujer tragó saliva y asintió despacio. Sin decir palabra alguna, abordó el vehículo. El chofer tomó su lugar frente al volante y momentos después, abandonaban el estacionamiento. El sol ya había salido y la ciudad comenzaba a despertar.:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
Kurenaichi contuvo el aire hasta que colgó la llamada. El plan de su hermano había funcionado y ahora la mujer sería puesta a salvo. Exhaló lentamente, guardó el móvil y de nuevo se dirigió al claro. De repente, escuchó el rugido de su hermano, así que se apresuró a llegar para darse cuenta que, Sesshomaru lo estaba atacando con un nuevo látigo. … Akayoru vio que su hermano se alejó rápido tras escuchar el sonido del móvil y no pudo evitar sonreír. Esa inesperada llamada, en éste preciso momento, sólo podía significar una cosa. Soltó una exhalación cansada y dirigió de nuevo su atención hacia el Lord. El señor del Oeste se enfureció aún más al notar la sonrisa del escarlata. La herida que le había hecho no era motivo para alegrarse, por el contrario, deseaba verlo retorcerse de dolor. Así que invocó una vez más su brillante látigo y comenzó a golpearlo a distancia con evidente cólera. El Inugami rojo aulló de dolor sin poder evitar los azotes sobre su espinazo, los cuales ya se marcaban encima de su pelaje. Mantuvo cerrados los ojos y la cabeza agachada para evitar cualquier daño. Hizo un intento de levantarse despacio, pero el cansancio no le permitía el libre movimiento. Sus falanges ya se habían regenerado, pero continuaban en carne viva. La herida en el cuello no paraba de sangrar y eso contribuía a su debilidad. Si permanecía en aquella forma canina, no lograría curarse rápido. —¡Resiste hermano! — oyó la voz de Kurenaichi en su cabeza. —¡Ella lo ha conseguido, ahora te toca a ti! — Akayoru sonrió de nuevo. —Eso es todo lo que necesitaba escuchar… — Haciendo un último esfuerzo, el InuYoukai se distanció del árbol con algo de dificultad. Caminó torpemente alrededor del grueso tronco para evadir la punta del flagelo. Se recostó en la tierra y su energía sobrenatural vibró, provocando que su morfología mutara una vez más. Su tamaño disminuyó y sus huesos se contrajeron para retomar una distribución antropomorfa. El pelaje rojo se redujo hasta desaparecer, sus garras se retrajeron y su cabello volvió a ondear libremente. En unos cuantos segundos, regresó a su forma humana, permitiendo que su auto curación fuese más acelerada. —¡Maldita sea, como duele la regeneración! — masculló, revisando sus manos lastimadas. Escuchó los pasos de Sesshomaru, así que dio un vistazo rápido por el lateral del árbol, comprobando que el Lord marchaba hacia él, esgrimiendo su amenazante látigo. … InuYasha estaba inquieto. Cuando vio a Kurenaichi alejarse de repente, supo que el desenlace de la contienda estaba cerca. Ahora sólo quedaba esperar la jugada final del Inugami rojo. —¿Qué te traes entre manos, InuYasha? — preguntó Jaken, mirándolo con suspicacia. —Nada que debas saber, por tu propio bien— sonrió un poco. —Mantente al margen y sólo observa. — El pequeño sirviente decidió hacerle caso. Después de todo, si el mestizo había hecho algo, sería él quien recibiría el castigo por parte del Lord. … El señor del Oeste observó al beta escabulléndose detrás del árbol. Se le hizo graciosa su cobarde huida, pero eso no lo salvaría del inminente castigo. Detuvo el azote del flagelo cuando notó el cambio en su aura sobrenatural. El otro macho estaba regresando a su forma humana, seguramente imposibilitado para seguir peleando. Decidió darle tiempo para terminar su transformación. No tenía prisa, pues quería disfrutar el arrancarle la piel a girones. Momentos después, comenzó a marchar en su dirección. De pronto, Akayoru salió caminando por detrás del árbol, con paso lento y signos de evidente agotamiento físico, pero con una mirada de absoluta seguridad. Su proceso de sanación continuaba, no obstante, la herida de su cuello aún manaba sangre, la cual escurría hacia su clavícula y pecho. Sin embargo, no parecía importarle. El demonio plateado se detuvo, calibrando las acciones de su rival. Había algo raro con él, y se le hizo desconcertante verlo avanzar en su dirección. Llevaba las manos a los costados, con las zarpas retraídas por completo. La bestia en su interior gruñó molesta e inquieta. —¿Qué pretende ese bastardo? — siseó. Sesshomaru no contestó, porque en ese momento, notó que la energía youkai del escarlata disminuía hasta quedar en un nivel relajado. Esto se podía interpretar como que ya no lo estaba desafiando. Su confusión aumentó al verlo detenerse a un par de metros de él. Akayoru se inclinó pausadamente ante el señor del Oeste. Ralentizó su respiración, al mismo tiempo que se agachaba, para luego arrodillarse. Colocó las manos en el suelo y bajó la cabeza en sumisa reverencia. —¡Me rindo! — dijo con voz fuerte y clara. —¡Me rindo ante usted, mi Lord!, ¡Yo renuncio a mi desafío y aceptaré las consecuencias de ello! — El silencio fue sepulcral en ese instante. Los testigos y el ministro Gobi contemplaban la escena sin decir una sola palabra. De inmediato, el zorro dirigió su atención al señor de Occidente, quien tenía una mueca estupefacta, la cual, se transfiguró en una de furia total. —¡¿Qué has dicho, miserable?! — rugió el Inugami plateado, enseñando los colmillos. Su ira se percibió en el aire. Desintegró el látigo y caminó hacia el macho rojo. Lo sujetó con una mano de su larga cabellera y lo obligó a levantar el rostro. Apuntó las otras zarpas directo a su garganta. El pelirrojo apretó los dientes, tolerando el dolor del agarre. Su expresión se mantuvo tranquila y sus ojos grises observaron con total seriedad a Sesshomaru. No hizo ningún gesto, se mantuvo inmóvil, repitiendo sus palabras una vez más. —He dicho que, me rindo. — El demonio plateado se congeló por un segundo. El maldito beta estaba rindiéndose en pleno combate. Simplemente no podía creer lo que escuchaba. La bestia blanca comenzó a rugir iracunda dentro de él, incitándolo a golpear de nuevo. Entonces, de la nada, el Kitsune intervino. —¡Deténgase, Lord Sesshomaru! — gritó, caminando hacia ellos. El aludido volteó. —¡No intervengas, zorro!, ¡Éste bastardo ha colmado mi paciencia y merece morir! — gruñó. Gobi llegó hasta ellos y tomó el brazo con el que tenía sujetado al pelirrojo. Su expresión era sumamente grave. Entonces apretó ligeramente, instándolo a liberarlo. —Por favor, mi Lord, recuerde las reglas InuYoukai, si intenta algo, las estará quebrantando. — Por un breve instante, el alfa sintió un punzante ardor con el toque del Kitsune, viéndose obligado a soltar al escarlata. Éste retrocedió unos pasos y se incorporó por completo detrás del ministro, manteniendo un gesto inexplicablemente sereno y frío. —¡No hay reglas para detener un combate! — bufó Sesshomaru, soltándose del demonio zorro. —Está en lo correcto, mi Lord— aceptó Gobi, sin dejar su tono serio. —No hay criterios para detener una pelea… pero existe una regla que implica la rendición de uno de los combatientes. — La mueca del Inugami plateado pasó de la furia al desconcierto nuevamente. Su bestia interna se inquietó aún más, pues ahora tenía la sensación de que habían sido burlados. … InuYasha pasó saliva despacio, observando y escuchando con atención. En ese preciso instante, recordó las palabras que ella le reveló.:*****:
Sábado por la mañana, Edificio B. InuYasha se encerró en la oficina provisional y tomó asiento. De pronto, su dispositivo móvil comenzó a sonar. En la pantalla se podía leer el nombre de “Akayoru”. Se le hizo un poco extraño, pero contestó de inmediato. —¿Hola? — —InuYasha, escucha con atención— se oyó la voz del demonio rojo. —Sé que no estás de acuerdo con lo que tu hermano hizo, así que necesito saber si no te importaría ayudarme a recuperar a Diana. — El mestizo dudó por un segundo, pero decidió acceder. —Claro que sí, quiero ayudar. No me parece correcto el actuar de Sesshomaru, pero tampoco deseo ir en contra de él— dijo con seriedad. —Necesito saber qué tienes planeado antes de aceptar apoyarte. — —Entiendo a lo que te refieres, pero no se trata de que lo traiciones, bien sabes que, si Diana no lo acepta como compañero, él no puede obligarla— explicó Akayoru. —Así que, mi intención es sacarla de su departamento, pero no puedo hacerlo yo, porque voy a pelear contra él en un duelo InuYoukai. — InuYasha se rascó la cabeza, no entendía mucho del dichoso asunto. —No sé bien en que consiste todo eso, pero también está el problema de la barrera creada por Sesshomaru. — —Y precisamente por eso necesito tu ayuda. Tu hermano usó su energía youkai para bloquear la entrada y salida del departamento, pero eso no es suficiente para mantener constante una barrera de ese tipo, necesito saber qué usó para estabilizarla. — —Déjame averiguarlo, y de paso, investigo algo más sobre el duelo bajo las leyes InuYoukai, te regreso la llamada más tarde— indicó el mestizo. —Me parece bien— confirmó Akayoru, para después finalizar la llamada. El medio demonio revisó de inmediato la tarjeta que había tomado de la oficina de Sesshomaru. Era de esperarse que su hermano mantuviera dicha información personal guardada en su escritorio y bajo llave. Además, no había necesidad de que alguien más supiera que la madre del Lord también usaba tecnología humana. Y Jaken no era el único con un llavero de repuesto. —Bien, sólo espero que la señora Irasue no esté en un lugar sin señal— murmuró, digitando el número en su teléfono celular. El sonido de marcación se repitió insistente y luego una grabación lo mandó al buzón de voz. Suspiró y de nuevo hizo el intento. Se pasó cerca de una hora intentando localizar a la demonesa, hasta que finalmente lo consiguió. —¿Quién eres y por qué tengo tantas llamadas perdidas de ti? — se escuchó la voz seria de la Inugami al otro lado de la línea. InuYasha tragó saliva, inquieto. Ya había pasado bastante tiempo desde la última vez que habló con ella y siempre que lo hacía, la demonesa le provocaba ciertos nervios por su gélida personalidad. La cual era incluso más fría que la del mismo Lord del Oeste. —Señora Irasue, habla InuYasha, el medio hermano de Sesshomaru— dijo por fin. —¿InuYasha? — preguntó con un tono de indiferencia. —Ah, ya recuerdo, el hijo mestizo de InuTaisho, claro, cómo olvidar tu graciosa voz y tus llamativas orejitas— se escuchó una repentina risita. El medio demonio se llevó una mano a la cara y suspiró resignado. Aquella fría demonesa, madre de su medio hermano, era en verdad extraña. En un principio, cuando la conoció, ella lo trató con indiferencia, a pesar de saber que era hijo de InuTaisho y una humana. Irasue nunca se mostró prejuiciosa contra él, es más, llegó a mirarlo con cierta curiosidad. Casi del mismo modo en que veía a los cachorros humanos que alguna vez Sesshomaru protegió. Entonces, en algún momento, hace un par de siglos, ella comenzó a llamarlo por el apodo de “orejitas”. Precisamente por su llamativo rasgo canino, que no podía pasar desapercibido sobre su cabeza. InuYasha no supo el motivo de aquella confianza que se tomó la demonesa, pero tampoco le desagradaba. Es decir, era la progenitora del señor del Oeste, y lo mejor era no contradecirla. En ese entonces, incluso a Sesshomaru se le hizo extraño su comportamiento, pero no le dio importancia. —Así es, señora Irasue, soy yo. — Al otro lado de la línea, se escuchó el sonido de unos hielos cayendo en un vaso, y posteriormente un líquido. —Y bien, a qué debo tu llamada, éste número sólo lo tiene Sesshomaru, y si te lo proporcionó, fue por algo— habló ella, para luego tomar un trago de su bebida. —Bueno… debo aclarar que robé la tarjeta con su número— explicó despacio. —Pero mis motivos son serios y es necesario que escuche lo que tengo que decir respecto a él. Además, necesito su asesoría. — Se oyó un sorbo por parte de la Inugami antes de contestar. —Te escucho orejitas, qué sucede. — El mestizo le platicó rápidamente toda la situación: Sesshomaru reencontrándose con la humana, a la cual identificaba como hembra compatible. La intervención del Inugami escarlata y su relación con la mujer. El secuestro de ésta y el desafío por parte de la casa Roja hacia el Lord. La demonesa se quedó en silencio, escuchando todo, y cuando finalmente terminó la explicación, soltó un largo suspiro. Se oyó que tomaba otro trago y luego dejaba el vaso sobre una superficie de cristal. —Vaya, esto es lo más insólito que me ha tocado presenciar en mi larga existencia. Esa joven humana tiene una pésima suerte en verdad, y ahora me entero de que es compatible con dos Inugamis, pobre de ella. — —¿Por qué lo dice, señora? — quiso saber InuYasha. —Porque… simplemente no podrá librarse de ellos— explicó en un tono indiferente. —Los demonios son muy obsesivos cuando encuentran a una hembra compatible. Si es una demonesa y los rechaza, ellos lo aceptarán sin más remedio. Pero, cuando se trata de una humana, su negativa no tiene valor alguno. — El mestizo alzó las cejas en un gesto de evidente sorpresa y desconcierto. Jamás imaginó que una situación así podría suceder cuando existía compatibilidad entre humanos y criaturas sobrenaturales. Es decir, él y Kagome eran un caso aparte, que nada tenía que ver con el instinto Inugami y la obsesión por quedarse con una hembra. —Eso suena demasiado inquietante. — Se oyeron sonidos de cajones abriéndose y cosas siendo movidas de un lado a otro. —No tienes ni idea, orejitas, así que alégrate de ser mitad humano— dijo Irasue al otro lado de la línea. —Esa mujer tendría que esconderse en el fin del mundo para que no la encuentren de nuevo, o tendría que matarlos a ambos para que la dejasen en paz, y dudo que pueda hacerlo. Así que estará obligada a quedarse con alguno de ellos, aceptar ser su compañera y olvidarse por completo de los machos de su propia especie. — —No puede ser— murmuró InuYasha, preocupado. —Pero, en todo caso, si ella parece tener inclinación por alguno de los Inugamis, ¿Podría elegirlo y él otro desistiría? — —Sí, eso resolvería el conflicto, aunque seguramente habría una pelea de cualquier manera. Algunos machos son demasiado insistentes y no renuncian tan fácil— habló la Inugami. —Y por lo que me dices, el asunto ya está en la fase de la riña, ¿Cierto? — El mestizo asintió, explicando los detalles. —Así es, Akayoru de la casa Roja, desafió a Sesshomaru a un duelo, sólo que lo hizo bajo las leyes InuYoukai, pero no estoy seguro qué significa todo eso. — Irasue volvió a suspirar fastidiada, esas no eran buenas noticias. Si su hijo aceptaba un duelo de ese tipo, pondría en riesgo su puesto como jerarca de las tierras Occidentales. Y obviamente, afectaba a todos los integrantes de la casa Plateada. —Eso significa que Sesshomaru peleará por conservar su liderato como señor del Oeste, pero, si no me equivoco, también lo hace para quedarse con la mujer— detalló, mientras se escuchaba que iba de un lado a otro. —Seguramente el macho escarlata tiene en mente recuperarla de esa manera. — El medio demonio se rascó la cabeza, la situación era complicada. —Me queda en claro lo del duelo, aunque no me agrada la idea para nada. Sin embargo, cuando quise hacer que Sesshomaru entrara en razón, me amenazó para no intervenir en la pelea— exhaló cansado. —Y es que con Akayoru, ya tengo cierta amistad y deseo ayudarlo a recuperar a la joven. — —¿Sabes dónde la tiene? — preguntó ella. —En su departamento, al norte de la ciudad. Colocó una barrera con su energía youkai y nadie puede entrar. — —Entiendo, pero esas barreras necesitan sellos especiales, mantenerlas estables no es tan fácil, y es probable que Sesshomaru los haya colocado a lo largo de aquel sitio, obviamente, ocultos a la vista. — InuYasha se levantó de su asiento para empezar a caminar de un lado a otro. —Señora Irasue, perdón por molestarla con mi llamada— tomó aire, para luego hacer la petición. —Pero en verdad, necesito que me explique en qué consisten las reglas InuYoukai en un duelo, y que me diga si es posible evadir la barrera. No quiero quedarme de brazos cruzados, esta situación simplemente no está bien. — Del otro lado, se escuchó que cerraban un zíper y luego el sonido de algo arrastrándose por el suelo. —Muy bien, orejitas, te lo diré, pero sólo porque Sesshomaru en verdad está cometiendo una estupidez— respondió la demonesa. —No sé qué tan fuerte sea el beta que lo desafió, pero no podemos confiarnos, los escarlata nos siguen en fuerza y poder, así que no me agrada la idea de que mi jerarquía se vea amenazada. — El mestizo volvió a exhalar con resignación, ella estaba en lo cierto. Al ser el segundo en la línea de poder en los territorios del Oeste, también su estatus se vería comprometido. —Supongo que esto me afecta a mí también, así que estoy interesado en que se solucione de la mejor manera, señora. — Se oyó el sonido de las puertas de un elevador y a la demonesa entrando en el cubo del mismo. —Para desestabilizar la barrera, es necesario que la humana rompa al menos uno de los sellos, de esa manera, podrá salir por alguna ventana o puerta del lugar— explicó Irasue. —Respecto al duelo bajo las reglas de nuestra especie, son las siguientes… — InuYasha escuchó atento, regresando al escritorio para tomar nota. Esto era todo lo que necesitaba saber para ayudar a Akayoru con su plan. Antes de finalizar la llamada, la madre del Lord le dijo que ya iba en camino. Necesitaba estar presente en la resolución de todo esto, así que le pidió mantenerla informada.:*****:
El mestizo terminó de recordar. La señora Irasue le había explicado lo necesario para entender por qué Akayoru se atrevió a desafiar a Sesshomaru. De igual modo, gracias a la información sobre los sellos, consiguieron elaborar un plan, el cual fue transmitido a Diana por medio de una pequeña nota. Ahora sólo quedaba esperar el desenlace final. …***Normas InuYoukai para un duelo***
Regla #1: Cualquiera puede desafiar a un Lord cardinal, siempre y cuando tenga un poder respetable. El desafiado no podrá negarse a dicho reto y deberá aceptarlo. Regla #2: El desafiante deberá convocar a un juez imparcial y se le permitirá poner las condiciones de dónde, cómo y cuándo será el duelo. El desafiado deberá aceptarlas y no podrá rechazarlas, a menos que alguna de ellas atente contra su seguridad. Regla #3: No se permiten armas de ningún tipo, sólo las habilidades naturales de los InuYoukai. No habrá limitación de poder y ambos competidores se someterán a las condiciones del sitio de la pelea. Regla #4: Es obligatorio la presencia de al menos un par de testigos, uno por cada competidor. No podrán intervenir durante el duelo, deberán dar certeza de lo que ocurra y aceptar el resultado final sin objeción alguna. Regla #5: No habrá límite de tiempo para el combate, a menos que sea establecido desde el principio o que alguno de los peleadores muera. Regla #6: Cualquiera de los competidores podrá dimitir, independientemente de sus circunstancias para dicha decisión. Pero el castigo por ello, será el escarnio público. Regla #7: El ganador deberá aceptar la sumisión del rival y respetar su vida. En caso contrario, perderá por desacato a esta regla y el juez en turno, deberá tomar cartas en el asunto. … El Kitsune mantuvo su mirada fija en el Lord cuando dio su explicación. —La sexta regla InuYoukai indica que, en un enfrentamiento, “Cualquiera de los competidores podrá dimitir, independientemente de sus circunstancias para dicha decisión. Pero el castigo por ello, será el escarnio público”— dijo Gobi con calma. —Akayoru acaba de rendirse en voz alta y clara, por lo tanto, yo debo validar su petición. — Sesshomaru apretó los puños con furia, sin poder decir una sola palabra. Entonces, el demonio zorro se giró hacia el pelirrojo. —Desafiante de la casa Roja, ¿Estás renunciando al duelo? — interrogó. Akayoru asintió con firmeza y luego inclinó la frente ante el ministro. —Me rindo, renuncio a mi desafío por el título de señor del Oeste… y aceptaré el escarnio público. — El Kitsune imitó el gesto también, aceptando su rendición. —Que así sea entonces, te recomiendo prepararte para la burla— su tono fue serio. A continuación, desvió la mirada hacia el demonio plateado. —Lord Sesshomaru, de acuerdo a las reglas de su especie, esta confrontación llega a su fin debido a la presente declaración, ¿Acepta la sumisión del integrante de la casa Roja? — Los enfrentamientos entre Inugamis no son comunes, porque llegan a ser muy peligrosos para ambos peleadores. Por esto mismo, se establecieron las reglas InuYoukai muchos siglos atrás, para poder mediar las confrontaciones y que no concluyeran en finales sangrientos, a menos que fuera muy necesario. En el caso de la rendición, esta regla era una de las mejores formas para llegar a un acuerdo pacífico. El ganador conservaba su estatus, sin perder prestigio y sin arriesgar su seguridad. El perdedor se sometía, daba una disculpa pública y se alejaba para siempre de los dominios del vencedor. A veces, con el escarnio de los demás youkais, como castigo por su atrevimiento. No obstante, algunos demonios no se tomaban a bien dicha regla. La bestia blanca alcanzó el grado más alto de ira, expresándose en el rojo enturbiado de su mirada. Sus colmillos se mostraron en una mueca rabiosa y su gruñido se volvió incluso más amenazante. —¡No! — bramó con fuerza. —¡No acepto su rendición y quiero su maldita cabeza ahora! — tensó las zarpas de ambas manos, dando un paso hacia el macho rojo. De repente, el demonio zorro levantó un brazo, frenándolo de golpe. En ese instante, su energía youkai creció llamativamente y la sombra de sus cinco colas se vislumbró detrás de él. Sus falsos ojos cafés mutaron al anaranjado brillante. No perdió el disfraz humano, pero su semblante cambió. —Mi Lord, por favor no lo haga— indicó con voz gélida, mirando reprobatoriamente a Sesshomaru. —En éste momento, como juez, yo he aceptado la rendición del Inugami beta, si usted lo ataca ahora, perderá por desacato a la séptima regla InuYoukai. — El demonio plateado entornó los ojos al escucharlo y luego dirigió su atención hacia el pelirrojo. Akayoru le sostuvo la mirada sin inmutarse. No estaba sonriendo ni burlándose, por el contrario, su expresión era demasiado fría e impasible. Era consciente de que, al rendirse, estaba perdiendo en automático el combate. El macho rojo sabía lo que había hecho, demostrando bastante inteligencia para usar la reglas InuYoukai a su favor. Pero, arriesgándose a quedar expuesto ante las burlas de los demás youkais. La casa Roja pasaría a ser el hazmerreír del Oeste. Y a pesar de saberlo, Sesshomaru no se sentía satisfecho. —¡Fuera de mi camino! — siseó colérico. —¡No voy a tolerar esta burla!, ¡El escarlata debe morir y una maldita regla no me detendrá! — Su energía youkai se expresó violentamente y un golpe de telequinesis arrojó al Kitsune algunos metros más allá. Dio otro paso hacia Akayoru, al mismo tiempo que sus garras crecían con un chasquido. El Inugami beta enseñó los colmillos y tomó una posición defensiva de inmediato. —¡No seas estúpido, Sesshomaru! — advirtió el demonio rojo. —¡Estás a punto de perder tu título como Lord Occidental! — Del otro lado del claro, Kurenaichi gruñó, al mismo tiempo que su mirada se enrojecía. Empezó a caminar con paso rápido, no estaba dispuesto a permitir que el señor del Oeste asesinase a su hermano. Y ahora que el duelo finalizó con el beneplácito del ministro Gobi, nada le impedía ayudar a su familiar. En el sitio opuesto, Jaken se ocultaba temeroso tras los arbustos, mientras InuYasha se tensaba por completo. La situación se había torcido de forma peligrosa y ya no podía quedarse de brazos cruzados. Iba a dar el primer paso en dirección a su hermano, cuando, súbitamente, se oyó una voz imperativa. —Es suficiente, Sesshomaru. — Todos escucharon perfectamente aquellas palabras. Las miradas se dirigieron a la figura femenina que llegaba caminando por una de las veredas del lugar. La elegante dama vestía un traje sastre negro, compuesto por blazer y pantalón, haciendo juego con una blusa de color lila. Tacones oscuros y cabello platinado recogido en alto con sólo el flequillo adornando su frente. Su camuflaje humano le daba la apariencia de una mujer madura y hermosa. La imponente presencia de la Inugami no dejó a nadie indiferente. Lady Irasue, la madre del Lord Occidental, había llegado.***
Continuará… De nuevo les doy las gracias a todos por leer mis historias. Hasta pronto.