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Capítulo 17: Justificación Parque Sur. Todos se quedaron inmóviles por un par de segundos, observando como lady Irasue caminaba hacia el centro del conflicto. Mantenía un gesto sereno, que seguramente ocultaba su molestia por dicha situación. La demonesa observó el estado de su hijo. El Lord se notaba fatigado, su energía youkai vibraba erráticamente y las heridas en su cara y cuerpo eran notorias por los rastros de sangre. A pesar de que la regeneración acelerada ya había sanado parcialmente el daño físico, éste aún era notorio. Por lo visto, la contienda fue bastante violenta. Entonces dirigió su mirada a los demonios rojos. De inmediato identificó a Kurenaichi, el líder de la casa Roja. —¡Maldita sea Sesshomaru!, ¡Tenías que ponerte a pelear precisamente con un beta de la casa Roja! — rumió enojada. —¡Hace siglos que no teníamos conflictos con ellos!, ¡Pero ahora será un problema si el escarlata mayor decide hacer un escándalo de esto! — Luego miró al otro pelirrojo, quien no dejaba de enseñarle los colmillos a su hijo. Seguro era el que deseaba recuperar a la hembra humana. También estaba visiblemente herido y se notaba que en verdad le había dado problemas a Sesshomaru. —Vaya, el “mocoso” es bastante hábil, ya me lo suponía, los InuYoukai rojos también son fuertes— pensó con fastidio. —¡El problema es que, si Sesshomaru lo agrede una vez más, él podría reclamar su título como Lord! — gruñó frustrada. Había llegado justo a tiempo para escuchar al ministro Gobi aceptar la rendición de Akayoru. Y también para ver explotar la furia de su vástago. En verdad quería matar al Inugami rojo, sin tomar en cuenta todo lo que estaba en juego. Esto era un verdadero problema, así que debía hacerlo entrar en razón. Irasue caminó hasta donde estaba el Kitsune, quien ya se ponía de pie y sacudía un poco sus vestiduras. Su expresión severa insinuaba malas noticias. La agresión hacia un ministro del Oeste era grave, y más si estaba fungiendo como juez. —Ministro Gobi, lamento esta situación— dijo la demonesa, haciendo una leve inclinación con el rostro a modo de saludo. —Por favor, antes de que tome una decisión precipitada, permítame hablar con mi hijo. — El demonio zorro hizo una formal reverencia hacia ella. —Saludos mi lady, no esperaba encontrarla en estas circunstancias— respondió, levantando el rostro nuevamente. —Pero me temo que, a Lord Sesshomaru, no le importa infringir las leyes InuYoukai— volteó hacia él con gesto serio. El demonio plateado se mantenía quieto, a escasos pasos del escarlata, mirando de soslayo lo que sucedía con el Kitsune y su madre. Pero continuaba demasiado exaltado y su bestia no dejaba de agitarse revoltosa. La interrupción solamente había frenado su arrebato por un instante, pero no por ello dejaba de observar a su rival de forma amenazante. El otro macho le regresaba el mismo gesto furioso, con los colmillos al aire y las zarpas en punta. Tuvo la intención de moverse hacia él para atacarlo, sin importar las consecuencias. No obstante, Akayoru pareció adivinar sus pensamientos, así que, de forma súbita, se volvió un borrón frente a sus ojos, y cuando trató de ubicarlo, el demonio escarlata ya estaba junto a su hermano Kurenaichi. Evidentemente, poner distancia de por medio, dejaba en claro que ya no deseaba responder a su agresión. Gruñó colérico, girándose hacia ellos, pero sus intenciones fueron interrumpidas. —¡Sesshomaru! — la voz de la demonesa se oyó imperativa y más molesta que nunca. —¡No es el momento adecuado, madre! — rugió el Lord. —¡Ese maldito beta se ha burlado de mí, y lo haré pagar con sangre! — Ella se aproximó con paso firme, sin dejar de mirarlo reprobatoriamente. —¡Ya basta de estupideces! — siseó irritada. —¡No pienso permitir que mandes al infierno todo lo que la casa Plateada ha hecho en los últimos siglos, sólo porque no puedes controlar tu ira! — se colocó frente a él, logrando que su atención se centrara en ella y no en los Inugamis rojos. —Además, yo escuché perfectamente la rendición del beta, ya no desea reclamar tu título como Lord cardinal. — Su hijo le dirigió una mirada cargada de frustración. —¡Esto va más allá de mi jerarquía! — —¿En verdad quieres perder tu estatus sólo por una hembra? — cuestionó fríamente. Sesshomaru volvió a gruñir, en verdad se le estaba dificultando el poder contenerse. Pero cuando escuchó su pregunta, entornó los ojos y su expresión se volvió más colérica. Hasta ese momento, no había razonado porqué su progenitora estaba allí. —¡¿Qué haces aquí y cómo rayos sabes eso?! — su mirada enrojecida se desvió un momento hacia el mestizo, quien se mantenía serio. —¡Fue ese idiota de InuYasha, ¿Verdad?! — Irasue no se inmutó ante su reproche. —Sí, tu hermano me avisó de la estupidez que estás haciendo al arriesgar el Oeste por una hembra que ni siquiera es una demonesa. — —¡Tú no sabes nada, madre! — rugió de nuevo. —¡Esa mujer es compatible conmigo y lo he comprobado en varias ocasiones! — La Inugami entornó los ojos y lo cuestionó con seriedad. —¿Ella te aceptó?, ¿Tan siquiera te tomaste la molestia de explicarle la situación? — El demonio plateado no contestó, pero su energía youkai continuaba tensa, delatando la frustración que llevaba por dentro. La hembra humana nunca lo había aceptado. Desde un principio, accedió a sus deseos por la fuerza y con chantajes. Sí, se había entregado a él en algunas ocasiones y rendido en otras. Ella había disfrutado de sus caricias sin ocultarlo, pero no por ello, lo reconocía como compañero. Sin embargo, su rechazo no tenía importancia para el Lord. —¡Su aceptación no me interesa, deberá resignarse! — Irasue movió la cabeza en gesto de negación. —Será mejor que lo pienses bien, Sesshomaru— recriminó, mirando de reojo al ministro Gobi, quien parecía estar tomando una decisión sobre el comportamiento de su hijo. —Pero, por el momento, voy a pedirte que detengas esta rabieta. Piensa las cosas detenidamente, el beta ya se rindió, ya no amenaza tu jerarquía. Su casa noble se verá envuelta en el escarnio debido a su dimisión. Tú seguirás siendo el señor del Oeste y eso beneficiará tu estatus como el más fuerte. Además… todavía tienes a la hembra en tu poder. — El Inugami plateado volvió a estrechar la mirada, en verdad estaba furioso, pero las palabras de su madre eran ciertas. Quizás ella no estaba de acuerdo con su comportamiento, pero lo que trataba de explicarle, era que no debía arriesgar su victoria. Si el Kitsune de cinco colas resolvía sentenciarlo a perder por desacato a la séptima regla, tendría que renunciar a su dominio sobre Occidente, a su rango privilegiado sobre los demás youkais, y a la humana también. Porque, quisiera o no, el poder totalitario ya no les pertenecía del todo a las casas nobles. Siglos atrás, después de las guerras contra los hombres, se formó un concilio de youkais, en el que se determinó que el mando sobre el territorio cardinal, debía estar repartido en un grupo equitativo de demonios longevos, y el Lord sería el representante principal. De esta manera, podían lidiar mejor con los humanos. Así que, no era buena idea molestar a uno de los ministros que formaba parte de dicho grupo. Y menos si ya había dado su veredicto en éste desafío. La bestia blanca parecía entenderlo. No estaba del todo convencida, pero podía tolerar esta situación por ahora, así que apaciguó su ira. Sesshomaru dejó de gruñir y empezó a respirar más lento, tratando de serenarse. Su mirada recuperó el color claro, aunque su expresión se mantenía irritada. —De acuerdo, ya me encargaré de él más tarde— masculló por lo bajo. Irasue rodó los ojos, pero ya no tenía intención de decirle nada más. Había logrado que no arriesgara el privilegio de la casa Plateada, con eso era suficiente por ahora. Ya se encargaría de lo que faltaba por resolver. Entonces, se percató de que el ministro Gobi se aproximaba a ellos. —Y bien, Lord Sesshomaru, ¿Ya recapacitó? — El demonio plateado asintió levemente. No se disculparía por su arrebato contra el Kitsune, pero sí era obligatorio aceptar la sumisión del desafiante como parte de las reglas del duelo. —¡Acepto la rendición de mi rival! — declaró con voz fuerte y clara ante el ministro, después se dirigió a Akayoru. —¡No necesito escuchar tu maldita disculpa, no quiero verte en mis dominios y más te vale no abrir la boca respecto a esto! — Acto seguido, les dio la espalda a todos, para empezar a caminar rumbo a otra vereda, alejándose y rumiando su frustración. No tenía fuerzas para usar su habilidad de traslación, así que debía volver por tierra a su departamento. La energía youkai revoloteó a su alrededor y su camuflaje humano se desplegó, mientras se perdía entre los árboles. El Kitsune quiso decir algo más, pero la demonesa lo detuvo con un gesto de la mano. —Ministro, será mejor dejar las cosas así, mi hijo es demasiado irascible. Ya aceptó la rendición, por lo que el duelo puede darse por terminado definitivamente. — El demonio zorro exhaló resignado. —Está bien, que así sea entonces, pero, de cualquier forma, esto quedará asentado en los registros— dirigió su atención hacia los demonios rojos. —Eso es todo Akayoru, eres libre de marcharte con tu hermano, y tú sabrás cómo tomas las palabras de Lord Sesshomaru. Por mi parte, me mantendré reservado. — El macho rojo asintió. —Gracias ministro Gobi— soltó una exhalación entrecortada, y de pronto, cayó de rodillas al suelo, escupiendo algo de sangre por la boca, mientras se sostenía con ambos brazos. —Será mejor largarnos de inmediato, tienes que alimentarte para acelerar la curación de ese desgarramiento— dijo Kurenaichi, quitándose la gabardina para cubrir a su hermano. —Sí, ya lo sé— tosió un poco. —Maldito Sesshomaru— soltó una leve risilla. —Me gustaría ver tu cara cuando… — Entonces se escucharon los tacones de la demonesa acercándose a ellos. Ambos la miraron, e hicieron una inclinación con el rostro para saludarla. —Lady Irasue— dijo Kurenaichi. —Es un honor verla de nuevo, aunque no en las mejores circunstancias— sonrió levemente. La Inugami los contempló serena, devolviendo el saludo también. Conocía muy bien a los dos, el líder de la casa Roja tenía casi la misma edad que Sesshomaru. Y es que, entre ambos linajes, Plateado y Escarlata, siempre ha existido cierta rivalidad a lo largo de los siglos, manteniendo la mayor parte del tiempo una extraña paz. No es que estuvieran en guerra, simplemente era como no llevarse bien con un vecino molesto. Y en fechas recientes, ambas casas nobles habían estado compitiendo en negocios humanos. Lo cual se podía traducir como una “disputa” entre linajes, pero sin llegar a la confrontación física. Por esto mismo, a Irasue le preocupaba que Kurenaichi hiciera un escándalo si algo sucedía con su hermano menor. Los demonios rojos tenían numerosos recursos económicos para generarles problemas y pérdidas a los integrantes de la casa Plateada. Simplemente, la demonesa no deseaba que su estatus se viera afectado, ni tampoco sus negocios. Después de todo, vivir con tecnología y comodidades humanas era divertido. Algo que su hijo a veces no valoraba. —Me sorprenden en verdad— habló ella. —Tu hermano se arriesgó mucho al desafiar de esa manera a Sesshomaru, y aún me cuesta creer que aceptó tus condiciones— miró al pelirrojo menor. Akayoru se limpió la sangre de la boca, mientras se ponía de pie y cerraba la gabardina. —Lady Irasue, no sé qué tan enterada esté de la situación, pero la humana que secuestró su hijo, es una potencial compañera para mí, y él se inmiscuyó. Siendo que, en el pasado, ya se había aprovechado de ella, manteniéndola como su concubina— gruñó molesto. —¡Diana nunca lo reconoció como posible compañero, y él no respetó eso! — —Sí, entiendo de lo que hablas, yo misma ayudé a esa mujer tiempo atrás— suspiró cansada. —Pero a veces, el destino es caprichoso, así que te recomiendo jugar bien tus cartas, porque no habrá otra oportunidad, Sesshomaru no se quedará tranquilo cuando se dé cuenta de tu jugada. — Entonces se escucharon los pasos de InuYasha, quien ya se aproximaba. —Señora Irasue, en verdad agradezco su intervención, su ayuda fue muy valiosa. — —Escucha, orejitas, no te recomiendo que busques a Sesshomaru en éste momento— dijo la demonesa con tono serio. —Es muy probable que se ponga rabioso cuando descubra lo que hicieron— miró al pelirrojo, y luego al mestizo. —Hablaré con él, hay un asunto importante que debe escuchar y que espero, termine de resolver todo esto. — Akayoru e InuYasha asintieron al mismo tiempo. —Nunca fue mi intención ponerme en su contra— dijo el medio demonio. —Pero no podía quedarme de brazos cruzados, esa pobre chica en verdad estaba asustada cuando se la llevó— soltó una exhalación cansada. —Me imagino que ahora deberé resignarme a que me quite el sello de camuflaje. — —Estoy en deuda contigo, InuYasha— habló el Inugami. —Si eso pasa, puedes contar conmigo, yo mismo te prepararé un nuevo sello con mi energía. — El mestizo asintió. —Gracias Akayoru, entonces me retiro ahora— se despidió con una leve inclinación. —Señora Irasue, Kurenaichi, ministro Gobi— hizo un saludo con la mano y luego se encaminó hacia la vereda por donde llegó con Jaken. El Kappa se había mantenido junto a los arbustos, sin decir nada y escuchando muy atento. Ahora no sabía qué pensar después de enterarse de lo que hizo el medio demonio. Al menos, estaba seguro de que su señor no lo castigaría a él. —¿Qué diablos hiciste InuYasha?, a mi amo bonito no le gustan las traiciones— se expresó nervioso. —Tranquilo Jaken, ya veré cómo lo resuelvo, pero por ahora, sólo quiero ir a desayunar— contestó indiferente. Ambos se alejaron hasta perderse entre los arbustos del sendero. El Kitsune carraspeó un poco y luego se acercó a Kurenaichi. —Debo regresar a Japón, pero será mejor que primero llevemos a tu hermano a su departamento para que se recupere. — El pelirrojo mayor asintió. —Con su permiso Lady Irasue, nos vamos— se despidió, mientras ayudaba a Akayoru a sostenerse. El Inugami lastimado sólo inclinó el rostro a modo de despedida. El ministro hizo lo mismo, y posteriormente, los tres se alejaron rumbo a la salida más cercana. La demonesa se quedó unos momentos más. Con la vista recorrió todo el claro, donde se notaban las huellas de la confrontación. Árboles cortados, ramas rotas, la tierra erosionada y varias marcas en el suelo de golpes, sangre y rastros de veneno. —Creo que será necesario disimular un poco éste desastre, antes de que venga algún humano curioso— suspiró, mientras hacía uso de su poder psíquico para “limpiar” la escena.:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
Zona residencial al norte de la ciudad. Cuando Sesshomaru descendió de su automóvil, tuvo una sensación extraña. Algo no estaba bien y podía sentirlo en el aire. Concentró su poder youkai para reforzar su camuflaje humano y que éste no revelara su verdadero estado de cansancio. Luego se encaminó a la zona de ascensores. Afortunadamente, a esa hora no había mucho movimiento, así que pudo tomar el elevador privado sin ser visto por alguno de los humanos que habitaban también en la torre departamental. Sin embargo, cuando estaba a un nivel de llegar a su Penthouse, se percató del cambio en el ambiente. No había ninguna energía sobrenatural rodeando su morada. El ascensor alcanzó el final de su recorrido. Cuando las puertas se abrieron, de inmediato se percató de que su barrera había sido vulnerada. Caminó por el vestíbulo, mientras sentía que su bestia interna se removía inquieta. Comenzó a olfatear y se alarmó al no percibir el aroma de la hembra. —¡¿Qué significa esto?! — gruñó la criatura. El Lord avanzó por el pasillo, y sin saber bien porqué, se desvió hacia el comedor. Alcanzó la cocina y pudo ver la puerta del cuarto de servicio abierta. —¡Maldita sea, no puede ser! — bufó molesto, presintiendo lo que podría significar. Entró al lugar, percatándose del desastre: Cajones abiertos, cosas fuera de su sitio y el centro de lavado caído. En el aire aún quedaba un leve rastro femenino, la mujer había estado ahí. Su mirada se clavó en la pared descubierta. El sello estaba rasgado y el pedazo faltante yacía en el suelo junto con un par de guantes. Su cólera empezó a burbujear rápidamente. —¡Esa mujer! — rugió, al mismo tiempo que su camuflaje se desvanecía y su energía revoloteaba furiosa. Caminó un poco más y pudo ver el anaquel al fondo de la habitación. Permanecía separado de la pared, y la puerta de emergencia, que se supone debía ocultar, ahora estaba completamente abierta. Su rabia no hizo sino aumentar, volviendo más pesada su aura demoníaca. —¡Qué mierda ha pasado! — bramó la bestia blanca. —¡¿Dónde está ella?! — La energía sobrenatural de Sesshomaru comenzó a desplegarse alrededor. A pesar del agotamiento, aún era capaz de tener un arranque de ira. Si no se controlaba, provocaría una vibración en las paredes del lugar. Alzó la mano hacia la puerta de emergencia y su poder psíquico hizo que se cerrara con un violento golpe, provocando que el estante cercano se precipitara al suelo. —¡Has cometido un grave error mujer! — siseó, al mismo tiempo que sus iris cambiaban al azul metálico y se rodeaban de un intenso rojo. Salió de la zona de servicio y se encaminó a la estancia, marchando rápido y permitiendo que su poder youkai se descontrolara. El ambiente se cargó de electricidad, provocando el fallo de las lámparas. Entonces, un sutil sonido retumbó en las paredes, la furia del Lord Occidental estaba a punto de estallar una vez más. De repente, algo llamó su atención, haciéndolo desviar la mirada hacia la terraza. Un brillante orbe descendía cerca de los camastros en ese preciso momento. Un par de segundos después, la esfera cambió a una forma humana. El demonio plateado enseñó los colmillos, encolerizado, pues no estaba de humor para soportar a su madre. La demonesa caminó hacia el interior, encontrándose de frente con su vástago. No se inmutó al ver su frenético estado. Era lógica su reacción, puesto que la hembra humana ya no estaba en su posesión. Ahora vendría la parte difícil: Explicarle que no podría tenerla de regreso. —¡Tuviste algo que ver en esto, ¿Cierto?!— inquirió amenazante. Irasue se detuvo a un par de metros de él, y con mirada gélida, lo enfrentó. —Sí, yo le dije a InuYasha cómo evadir tu barrera— sus palabras se escucharon firmes y serias. —Y de alguna manera, consiguió pasarle la información a esa humana para ayudarla a escapar. — —¡¿Por qué lo has hecho?! — gruñó, visiblemente alterado y apenas controlándose. —¡A ti no te importan los humanos!, ¡¿Cuál es tu maldito interés en ayudar a esa mujer?! — La mirada ámbar de la Inugami se estrechó, soltando una cruda respuesta. —Sabes perfectamente que ella morirá si se queda a tu lado. — El gruñido de Sesshomaru se volvió más gutural y las marcas violetas de sus mejillas se aserraron, volviendo su semblante más salvaje. Se quedó callado por unos segundos, meditando su respuesta. Había una incómoda verdad en las palabras de su progenitora. —¡Hay maneras de solucionarlo! — masculló. —No es recomendable, bien sabes que esos métodos no son adecuados y menos para un humano— replicó la Inugami. —La única manera viable es el vínculo de sangre, y tú ya no puedes emplearlo con ella. — El Lord la señaló acusatoriamente. —¡¿Y quién tuvo la culpa de eso?!— recriminó furioso. —¡No tenías porqué intervenir madre, no era tu asunto! — Irasue rodó los ojos con fastidio, su hijo era demasiado necio cuando creía tener la razón en algo. No alcanzaba a darse cuenta que no se trataba sólo de su capricho por la hembra, sino que, esta situación de compatibilidad con humanos, abarcaba otros factores. Algunos tan importantes como la aceptación por parte de la futura compañera. —Escúchame Sesshomaru— gruñó, comenzando a enojarse también. —Un no, es un no, y esa mujer te lo dejó en claro desde el principio, así que hazte a la idea de que ella no es la adecuada para ti. — El demonio plateado volvió a sisear, sintiendo como su bestia interna se ponía cada vez más violenta, buscando salir al exterior. Tenía la intención de hacer a un lado a su madre e ir a buscar el rastro de la hembra, y de ser posible, ahora sí, matar al Inugami beta. Entonces, y de forma súbita, sintió una dolorosa punzada en la cabeza, que lo obligó a llevarse las manos a las sienes. Eso había sido un golpe psíquico directo a su mente. La demonesa lo estaba sometiendo. —¡Siéntate y escucha lo que voy a decirte! — su elegante voz se deformó en un tono semi gutural. —Es acerca de la compañera que en verdad te corresponde. — El señor de Occidente se congeló ante sus palabras. Una nueva punzada lo hizo retroceder, debido a la intensa sensación de mareo que le provocó. Estaba excesivamente agotado, y a estas alturas, su cólera ya no le permitía concentrarse para evadir el poder mental de su madre. Así que, a regañadientes, hizo lo que le pedía. Ambos se sentaron en distintos sofás, mientras Irasue buscaba algo dentro de su blazer. —Antes de que digas cualquier estupidez nuevamente, voy a pedirte que revises esto y que dejes fluir tu memoria olfativa— indicó, mostrándole un pequeño estuche rectangular de color negro. Sesshomaru entornó la mirada. No lograba entender qué pretendía su progenitora, pero hizo un intento por calmarse y escucharla. Después de todo, sus palabras lo habían intrigado profundamente, haciendo que incluso la bestia de su interior se quedara quieta por unos momentos, posponiendo un poco sus iracundas intenciones de ir tras la humana. Ella le arrojó el estuche con un movimiento rápido y él lo atrapó con una mano sin problema. Lo examinó un poco, pues tenía el tamaño de un pequeño alhajero, sin adornos llamativos, de textura uniforme y, además, estaba sellado a propósito. Esto era un método para conservar sin deterioro alguno lo que estuviera en su interior. —Ábrelo y olfatea su contenido, te darás cuenta de algo muy interesante— sonrió sutilmente la demonesa. El Inugami sujetó con ambas manos el estuche y forzó su apertura, intentando no dañarlo. Se oyó un suave chasquido y lo que había dentro, quedó a la vista. Un sutil aroma se desplegó lentamente, acariciando sus fosas nasales, al mismo tiempo que su mirada se clavaba en el objeto de apariencia suave y blanca. Se quedó petrificado cuando la memoria olfativa le devolvió el recuerdo de lo que significaba aquello. Una ola de sensaciones pasadas se desbordó dentro de él. La bestia blanca permaneció en trance por un segundo y después, lanzó un lastimero aullido.:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
Zona céntrica de la ciudad. Los tres youkais salieron del elevador privado y caminaron por la estancia hasta llegar a la cocina. Akayoru se notaba visiblemente agotado y la herida en su cuello aún seguía punzante y goteando. El ministro Gobi lo ayudó a sentarse, mientras Kurenaichi descongelaba el alimento que necesitaba. —Quiero… hablar con… Diana— murmuró entrecortado. —Tranquilo muchacho, no te esfuerces, has perdido mucha sangre— dijo el demonio zorro, acercándole un vaso con agua. —No seas idiota Akayoru, primero recupérate y después te preocupas por la mujer— regañó el hermano mayor, sirviéndole la comida. —Sabes bien que ella está a salvo en la casa de los suburbios, y tu chofer ya me mandó un mensaje informando que llegaron sin problemas. — El pelirrojo menor pareció tranquilizarse al escucharlo. Asintió despacio y procedió a comer. Era la única manera de ayudar a su cuerpo a recuperar su energía. De esta manera, su auto regeneración se encargaría de cicatrizar más rápido las heridas y de reponer la sangre perdida. El ministro Gobi sacó su libretita e hizo algunas anotaciones. —Bien muchachos, mi trabajo ha terminado, debo volver de inmediato para hacer mis registros pertinentes— miró a Kurenaichi. —Espero que sepas lidiar con esto, si los youkais del Oeste se enteran de lo que sucedió, la casa Roja tendrá algunos problemillas más adelante— reiteró con un leve alzamiento de ceja. —Sí, ya sabía que eso podría suceder— sonrió de medio lado el mayor. —Pero bueno, mientras los demás youkais no lo sepan, no habrá necesidad de darle demasiada importancia, y a mi hermano le tiene sin cuidado la burla de los demás. — Akayoru exhaló despacio, ya parecía más tranquilo. —Realmente yo jamás quise llegar a esto, pero era la única manera de obligarlo a pelear— dijo, mientras seguía comiendo. —Sin embargo, no tengo intenciones de provocar más su ira, así que, por favor, ministro Gobi, no diga nada respecto al duelo. Sé que, de alguna manera, Sesshomaru tampoco quería que otros se enterasen de sus acciones, y siendo un Lord cardinal, tiene una imagen que cuidar. — —Tú siempre tan comprensivo, eres algo tonto, hermano— regañó Kurenaichi. —Pero bueno, es mejor dejarlo así— volteó hacia Gobi. —El taxi que lo llevará al aeropuerto ya lo está esperando, aquí está el boleto para regresar a Japón y sólo me resta darle las gracias, ministro. — El Kitsune asintió, tomando los papeles. —Bien, como dije antes, yo me mantendré reservado— hizo una inclinación en despedida. —Cuídense muchachos, y ya no busquen más problemas, adiós. — El líder de la casa Roja acompañó al ministro a la salida y después regresó con su hermano. —Bien, ahora quédate aquí y recupérate, necesitas descansar al menos un par de días. — Akayoru negó con el rostro. —Quiero ver a Diana, necesito saber cómo está— indicó, terminando de comer. —Escúchame bien, tonto— el Inugami mayor adquirió un semblante serio de pronto. —No puedes ver a la mujer en éste momento, sabes bien lo que sucedió con Sesshomaru y no es conveniente que te acerques a ella por ahora… el instinto podría traicionarte— advirtió. El demonio menor enseñó los colmillos por reflejo y bufó molesto, mientras sus zarpas arañaban la superficie de la mesa. Su mirada se tiñó de rojo en un instante, evidenciando su inestabilidad. —¿Ves lo que te digo?, sigues alterado por la pelea, y no creo que tu bestia interna sea capaz de quedarse quieta si tienes enfrente a la hembra— alzó una ceja en gesto de regaño, manteniéndose severo. —Akayoru, tú bien sabes que podrías intentar reclamarla sin su consentimiento, y no creo que quieras eso. — Su hermano agitó la cabeza de un lado a otro, intentando serenarse. —Al menos quiero hablar con ella por teléfono— masculló, llevándose las manos a las sienes. El estrés aún lo recorría y la regeneración estaba resultando bastante agotadora, tanto física como mentalmente. Pero su hermano tenía razón, aunque no era la época del estro Inugami, el instinto podría obligarlo a comportarse de forma inadecuada, dado que identificaba a Diana como una posible compañera. Por lo tanto, el impulso más primitivo de su especie lo llevaría a querer marcarla y reclamarla como suya. —Yo me encargo de eso, es más, voy de una vez— contestó Kurenaichi, revisando su celular. —Tú deberías bañarte y descansar— se encaminó a la salida. Akayoru soltó una exhalación cansada. —Quiero verla— susurró la bestia roja en su mente. —No es el momento adecuado— bebió un poco de agua. —Esta ventaja no puede ser desaprovechada, piensa bien cuál será nuestro siguiente paso. — —No puedo tomar una decisión ahora, así que guarda silencio por un rato, necesito descansar— finalizó, dirigiéndose a su habitación.:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
Suburbios al Este de la ciudad. Diana descendió del vehículo y permitió que el youkai disfrazado de chofer la guiara por el patio del lugar. Después de una hora de viaje, por fin se habían alejado lo suficiente, llegando a una elegante zona de suburbios. Era una casa grande, con un bonito jardín frontal y una barda alta rodeando toda la propiedad. No sabía en que parte de la ciudad estaba, pero sin lugar a dudas, era un sitio bastante alejado de su departamento y de los Inugamis. —Diablos, ¿Y ahora qué va a suceder? — se preguntó. El chofer abrió la puerta de la casa y le hizo un gesto amable para que entrara. —Por aquí, por favor. — —¿De qué se trata todo esto? — interrogó la mujer, siguiéndolo. —Mi jefe no me dio más indicaciones que traerla aquí y hacerle compañía, en lo que él y su hermano atienden unos asuntos— explicó el youkai, guiándola hasta el área del comedor. —Tendrá que esperar a tener noticias de ellos, pero por el momento, aquí podrá comer, bañarse y descansar. — Diana asintió con una leve sonrisa. El chofer hizo un saludo y después salió de la casa, encaminándose al patio para ocuparse del mantenimiento del vehículo. —Creo que tomaré una siesta— bostezó, dirigiéndose a la sala. El lugar se notaba tranquilo, así que optó por acostarse en el sofá y dormir un rato más. La verdad era que continuaba demasiado cansada como para ponerse a pensar en lo que vendría. Sólo deseaba que Akayoru estuviese bien y que todo éste embrollo terminara de una vez. Cuando su cabeza tocó el cojín, se quedó profundamente dormida. El tiempo avanzó, y su subconsciente la hundió en un inquietante sueño.:*****:
Ella se mantenía recostada en el sofá de la estancia, cuando de repente, un estruendo la despertó de golpe. —¡¿Qué… pasa?!— se sentó de golpe y volteó hacia la puerta de la entrada. Escuchó el grito del chofer y luego el silencio. De pronto, la cicatriz en su hombro aguijoneó dolorosamente. Ella se quedó paralizada ante la sensación, y de un momento a otro, comenzó a respirar más rápido. Pasó saliva con fuerza al escuchar pasos del otro lado de la puerta. La hoja de madera se resquebrajó en pedazos mientras se oía el chasquido de unas garras. El causante de todo el alboroto entró a la casa con paso lento y pesado. Diana palideció y el pánico le estrujó el estómago al ver a Sesshomaru caminando hacia ella. —¡No… puede… ser! — murmuró en un hilo de voz. El demonio plateado tenía el gesto más inquietante y sombrío que jamás había visto nunca. Sus ojos ambarinos reflejaban una amenaza inmediata y las líneas rojas ya se bifurcaban en ellos. Se levantó para correr, pero antes de siquiera pensarlo, Sesshomaru se movió con celeridad para atraparla, cual presa indefensa. —¡Te atreviste a escapar de mí! — habló guturalmente, atenazándola por el brazo izquierdo, a la vez que su mirada se tornaba carmesí. —¡S-Suéltame! — se quejó por el dolor de las garras enterrándose en su piel. La atrajo hacia él, mientras su otra mano la sujetaba por el cabello con brusquedad. Se aproximó a su rostro, observándola fijamente, mientras sus iris mutaban al azul metalizado. El miedo se reflejó en las pupilas humanas y eso lo hizo sonreír con perversión. —¡Ya no voy a tener más consideraciones contigo, humana! — amenazó, mostrando los colmillos peligrosamente. —¡Si no es por las buenas, será por las malas! — Diana sintió como desgarraba la blusa y el suéter, arañando de paso su hombro con el filo de las zarpas. Un grito escapó con fuerza de su boca y el terror se apoderó de ella. Ya no tuvo tiempo de pronunciar palabra alguna, porque con un brusco movimiento, la obligó a ladear el rostro. La sujetó por el brazo de nuevo, y claramente sintió el aliento sobre su piel, justo en la curva de su cuello. Los colmillos se clavaron en su carne y el dolor la hizo gritar como nunca antes.:*****:
La mujer despertó súbitamente. Su respiración era entrecortada, el sudor perlaba su frente y temblaba con fuerza. Nerviosa, dio un rápido vistazo a su alrededor, hasta llegar a la puerta, la cual estaba intacta y abierta. —¡Sólo… fue una pesadilla! — dijo, llevándose las manos al cuello. No había ninguna herida, pero la sensación de dolor había sido demasiado real. Volteó de nuevo a la entrada y pudo ver al youkai chofer, encerando el vehículo tranquilamente. El sutil sonido de una campanilla la hizo girar, el reloj de la pared indicaba que ya era medio día. —Debes tranquilizarte, Diana— dobló las piernas y abrazó sus rodillas. —No puedes dejar que toda esta situación te desmorone— suspiró cansada, ocultando el rostro en un gesto de pesar. Estaba a punto de dejarse llevar por la desolación, cuando escuchó a lo lejos el claxon de un coche. Miró hacia el patio y vio que el chofer iba de inmediato a abrir el zaguán principal. Se escuchó el motor de otro vehículo y luego su posterior apagado. Desde su posición, no alcanzaba a distinguir quién había llegado, pero la punzada de la marca violácea la puso en alerta. Oyó algunos diálogos entre el recién llegado y el chofer, luego sus pasos acercándose a la casa. Kurenaichi entró a la estancia con paso lento. De pronto, se encontró con la mirada de la mujer, quien se levantó precipitadamente del sofá, en un evidente gesto de desconfianza. Pudo olfatear su miedo y escuchar su corazón brincando del susto. Era comprensible su sobresalto, ya había tenido bastantes contratiempos con criaturas sobrenaturales. —Hola, por favor no te asustes— dijo rápidamente el Inugami. —Soy Kurenaichi, el hermano mayor de Akayoru, y no te haré ningún daño— levantó las manos en gesto de paz y se mantuvo quieto cerca de la puerta. —¿Su… hermano? — interrogó Diana, nerviosa y retrocediendo un par de pasos. Aunque el recién llegado tenía aspecto humano y un parecido fraterno con Akayoru, no sabía si debía confiar. —Así es, no tienes nada que temer, esta casa le pertenece a él y aquí estarás a salvo de Lord Sesshomaru— volvió a explicar, dándole toda la información que necesitaba para que no lo viera como un peligro. —En éste momento, Akayoru se encuentra en su departamento, recuperándose de sus heridas y no podrá venir a verte. Pero si te sientas, y me lo permites, puedo ponerte al corriente de toda la situación. — Ella se relajó un poco al escucharlo y dejó de retroceder. Se acercó de nuevo al sofá y tomó asiento, sin perderlo de vista. —¿Él está bien?, ¿Qué sucedió? — El líder de la casa Roja se mantuvo en su sitio, explicándole a grandes rasgos lo acontecido en el duelo contra el señor del Oeste, así como los demás detalles de InuYasha y la señora Irasue. Minutos después, la mujer permanecía en silencio, con la mirada clavada en el suelo. No era para nada fácil de asimilar semejante situación. —Eso es todo— se acercó despacio y se sentó en el mueble opuesto a donde estaba ella. —Por eso vine, para ver cómo estabas y para que puedas hablar con Akayoru. — —¿Puedo ir a verlo? — interrogó ella, haciendo de pronto una pausa meditabunda. —Ahora que lo pienso, no puedo quedarme aquí, tengo que explicar mi ausencia en la oficina y también debo… — Kurenaichi le hizo un gesto con la mano para que se detuviera. —Escucha mujer, lamento decirte esto, pero no puedes salir de aquí por ahora, y antes de que te enojes, ten en cuenta esto: Escapaste de un Inugami alfa, él no se lo va a tomar nada bien, así que no puedes andar por ahí, ya que podría volver a encontrarte. — La joven palideció un poco, sus nervios no se relajaban por completo. —Aquí estarás aislada por unos días, en lo que mi hermano se recupera y viene a verte. Podrás hacer llamadas y tendrás con que entretenerte, pero… — su expresión se tornó seria. —No puedes regresar a tu departamento ni a tu trabajo, porque Sesshomaru podría rastrearte y… bueno, no tengo que explicártelo. — Diana se quedó perpleja. Cualquier otra mujer habría comenzado a lamentarse por dicha situación, pero ella ya estaba fastidiada. Y contra todo pronóstico que pudiera tener el Inugami, la joven comenzó a despotricar visiblemente enojada. —¡Todos ustedes son unas criaturas idiotas! — alzó la voz. —¡Ya me tienen harta con sus malditos comportamientos primitivos! — gritó con más fuerza, mientras se ponía de pie. —¡Y ahora resulta que, escapo de una jaula, para caer en otra!, ¡Maldita sea mi suerte! — Kurenaichi hizo un gesto de asombro, pero se mantuvo en silencio, viéndola ir y venir por la estancia, mientras hacía gesticulaciones con los brazos y su rostro adquiría matices en verdad furiosos. Realmente parecía ser una mujer con bastante carácter. —Creo que mi hermano no se equivocó al poner su atención en esta humana— razonó. —¡Sesshomaru es un demente que me secuestró!, ¡Akayoru es un mentiroso por no decirme toda la verdad! — se giró hacia el demonio sentado en el sofá. —¡Y tú seguramente eres igual de extraño que ellos!, ¡No puedo confiar en nadie! — refunfuñó molesta. —¡Ahora entiendo porque los humanos siempre los han cazado! — El pelirrojo sonrió levemente. Esa reacción por parte de la mujer era lo mejor que podía esperar de ella. No porque se ofendiera respecto a los insultos a su especie, sino porque con ello, demostraba que podía manejar una situación con un youkai. Pocos humanos lograban asimilar la existencia de criaturas sobrenaturales, pero Diana, ya parecía estar bastante familiarizada. Y es que no podía ser de otra manera. Una vez involucrada con Inugamis, ya no había marcha atrás. —Tienes razón— habló Kurenaichi. —Lo que dices es cierto, muchos youkais tenemos comportamientos extraños, pero tu especie no es muy diferente— se puso de pie, mientras sacaba un papel de su bolsillo y lo dejaba sobre la mesita cercana, en la cual había un teléfono fijo. —Pero te puedo asegurar que los Inugamis rojos nunca han lastimado a los humanos, no somos como los demás— le sonrió afable, para luego dirigirse a la salida. —Puedes confiar en mi hermano, él contestará tus dudas. Por el momento, te recomiendo descansar. — Diana lo observó alejarse y se quedó esperando hasta que escuchó el cierre del zaguán. Se acercó a la mesita y revisó el papel con el número celular de Akayoru. Soltó un suspiro de resignación, sospechaba que aún había más verdades por revelarse.***
Continuará… De nuevo, gracias a todos por leer mis locuras.