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Capítulo 18: Preocupación Zona residencial al norte de la ciudad. Sesshomaru permanecía inmóvil, observando fijamente el contenido del estuche, mientras las memorias fluían en su mente. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que percibió aquel aroma y lo que significaba. El extraño sentimiento que le generó por dentro, lo había dejado confundido por completo. Incluso la bestia blanca parecía haber recibido un golpe emocional, ya que se mantuvo callada después de su triste aullido. No comprendía del todo lo que aquel objeto y su fragancia simbolizaban, pero algo dentro de su mente escarbaba con lentitud, buscando emerger una vez más. —¿Qué… significa esto? — fue lo único que atinó a decir. Irasue lo observaba con atención, leyendo todas sus reacciones. Esperaba que lograse recordar de inmediato, pero, por lo visto, su hijo había bloqueado totalmente dicha memoria. Después de todo, quinientos años no es poco tiempo. —Así que lo olvidaste, no me sorprende, teniendo en cuenta las circunstancias en las que sucedió— dijo ella con gesto comprensivo. —Te diré todo, pero necesito que te calmes y dejes éste maldito asunto por la paz, ya no busques a la humana ni confrontes al escarlata. — El Inugami entornó la mirada y enseñó levemente los colmillos. A pesar de la extraña sorpresa que le provocó el contenido del alhajero, su furia por los recientes eventos continuaba latente. —¡De ninguna manera, ¿Por qué habría de renunciar a ella?! — siseó furioso. —¡La insolente mujer aún lleva mi marca y no veo un motivo para no castigarla por su osadía! — su expresión se volvió amenazante. —¡Ya no voy a tenerle más consideraciones!, ¡Y lo mismo aplica para el maldito beta, si lo veo de nuevo, lo destriparé! — Irasue rodó los ojos y liberó un suspiro. Definitivamente, su hijo era la viva imagen de su padre. Sus mismos comportamientos obsesivos, tan típicos de los machos de su especie. —Te daré un motivo para olvidar a la mujer— habló ella, desviando la mirada al estuche. —El aroma que percibiste, pertenece a la hembra que en verdad te corresponde… y no es una humana, sino una demonesa. — El Lord volvió a estrechar la mirada, de nuevo su atención se clavó en las palabras de su madre. —Seguramente recuerdas lo que sucedió en la época feudal— continuó la Inugami. —Vamos, permite que tu memoria vuelva atrás, al tiempo en que un híbrido arácnido amenazó la seguridad de los territorios, a los youkais y a los humanos. — Sesshomaru sintió que el recuerdo continuaba removiéndose desde lo más profundo de su subconsciente. Acercó de nuevo el alhajero y la sutil fragancia volvió a inquietar su memoria olfativa. Notó una leve punzada en su mente y la ola de sensaciones golpeó una vez más dentro de él. —¡Es ella! — gimió la bestia blanca. De forma súbita, el señor del Oeste percibió una descarga eléctrica en su nuca, la cual bajó por su espalda, al mismo tiempo que un espasmo comprimía su estómago dolorosamente. Aquella sensación no la había sentido en mucho, mucho tiempo. La última vez que algo así sucedió, fue cuando… ella se despidió. Sus manos comenzaron a temblar un poco, mientras sus ojos observaban con insistencia lo que su madre le había entregado. Haciendo un movimiento lento e inseguro, lo tomó entre sus dedos, tirando al suelo el estuche, y con suma delicadeza, empezó a rozar los bordes de la hermosa pluma blanca. Una última punzada en su cabeza terminó por desenterrar lo que había olvidado. —Kagura… — susurró sin aliento. La demonesa sonrió para sí misma, su hijo por fin estaba recordando. Esperó en silencio, observándolo palpar una y otra vez las barbillas de la pluma, advirtiendo sus reacciones al olfatear el aroma impregnado. Incluso pudo notar que la bestia dentro de él se apaciguaba despacio. La confusión embargó de súbito al Lord, y de pronto, la realidad lo golpeó con fuerza. Levantó la mirada hacia su madre, buscando respuestas. —¡¿Cómo… es… posible?! — cuestionó, sin importarle el tono nervioso y errático de sus palabras. Irasue seguía contemplándolo, manteniendo una sutil sonrisa. —¿Ya sabes a quién pertenece la pluma? — interrogó. —Dime, ¿Se trata de la domadora de los vientos? — El desconcierto persistía en el rostro del Lord. Por un momento no supo qué responder, pues las sensaciones pasadas inundaron su cabeza de forma estrepitosa. En cuestión de segundos, su mente volvió a la época feudal, cuando apareció el bastardo de Naraku y… sus extensiones. —Es ella… — tragó saliva con dificultad. —¡Es Kagura! — Se llevó una mano a la frente, el agotamiento ya le pesaba demasiado y semejante conmoción no le ayudaba para nada. Agachó el rostro con pesar, intentando asimilar tan increíble revelación, al mismo tiempo que soportaba el malestar físico del estrés. Medio levantó la cara, y entre los mechones de su cabello plateado, miró de nuevo a su progenitora. —¡Deja de torturarme y dímelo! — gruñó. Ella sonrió abiertamente, al fin tenía toda la atención de su vástago. —Sesshomaru, sabes bien que la piedra Meido me permite ver algunas situaciones, ¿No es así? — comenzó a explicar. —Entonces no se te hará extraño enterarte que estuve observando las tropelías hechas por ese híbrido araña. — El demonio plateado sólo asintió, escuchando sin perder detalle alguno. —Sin embargo, no era mi deber intervenir, puesto que tú ya lo estabas cazando, junto con tu medio hermano y sus amigos humanos. No obstante, me mantuve observando todo el desarrollo de la situación, y sé perfectamente lo que sucedió con la hembra de los vientos. — Él exhaló cansado, retornando su mirada a la suave pluma blanca. Su bello color y textura se mantenían intactos. Lo sutil y delicioso de su esencia le provocaba una extraña relajación. Se mantuvo en silencio, permitiendo que su madre prosiguiera. —En su momento, no te dije nada ni te pregunté, pero sé que su muerte provocó bastante inquietud en tu persona, así que preferí esperar a ver si tú decías algo al respecto— hizo una pausa y luego suspiró. —Pero creo que tu instinto no se dio cuenta de lo que ella significaba para ti. — El señor de Occidente se quedó callado por unos segundos más, sopesando las palabras de Irasue. Hasta que, por fin, decidió sincerarse con ella. —No pude hacerlo— habló con un matiz desolado en la voz. —Estábamos en tiempos de guerra. — Ella le dirigió una mirada comprensiva. —No me sorprende que lo digas, aquella demonesa del viento estuvo encadenada en contra de su voluntad y era lógico que no pudieras reconocerla. Su verdadero aroma permaneció escondido por completo debido a la energía tóxica del híbrido. — Sesshomaru negó despacio. —Lo percibí, pero… no supe interpretarlo— rozó con delicadeza el borde de la pluma. —Probablemente… a ella le pasaba lo mismo. — La madre del Lord asintió. —Yo pienso que sí se dio cuenta, pero, debido a su condición de esclava, no podía expresártelo más que con acercamientos disimulados. — Lady Irasue había dejado de tener injerencia en los asuntos del Oeste desde hace mucho tiempo atrás. Pero estuvo enterada del caos que provocó la perla de Shikon. No obstante, jamás imaginó que su hijo pudiera encontrar a una hembra compatible entre toda la manada de seres creados por el maligno Naraku. Y para ella fue muy claro. Al estar observando todos los eventos que se suscitaron, también se percató del cambio en su vástago. Él todavía era bastante joven en la época feudal, y nunca se había encontrado con una hembra que le llamase la atención más allá de lo normal. Pero, cuando acontecieron los eventos de Naraku y se topó con la demonesa de los vientos, en ese momento, Irasue pudo notarlo. El comportamiento de Sesshomaru tuvo ciertos cambios al empezar a tratar con ella. En sus reacciones “indiferentes” cuando se le acercaba, en la atención que le daba a pesar de estar en bandos contrarios. —¡Murió ante mis ojos y yo no pude hacer nada! — gruñó frustrado el señor del Oeste. —De haber sabido que podías ayudarme, te habría buscado antes. — La demonesa percibió el dolor de su hijo. Sabía que no lo expresaría abiertamente, no más allá de un gesto colérico. Pero era obvio que se refería al momento en el cual la hembra, conocida como Kagura, murió por causa del miasma tóxico de Naraku. Si la Inugami hubiera estado presente, o él la hubiera buscado en las primeras 24 horas del fallecimiento, quizás hubiera podido hacer algo con la ayuda de la piedra Meido. Sin embargo, no sucedió así. Sesshomaru continuó los días siguientes cultivando su rencor contra el híbrido araña, buscándolo por todos lados, protegiendo a los niños humanos y a su siervo, aliándose con su medio hermano y los amigos de éste. Enfocado en el único objetivo de asesinar a su enemigo. Incluso, cuando ella fue a buscarlo para revelarle el secreto de la espada, heredada por su padre, no se atrevió a hacer mención de la domadora de los vientos. Sabía que no tenía caso, ya era demasiado tarde, y el hablar de ello, solamente lo hubiera desestabilizado. Irasue al menos se quedó tranquila al ver que su heredero se enfocó en proteger a sus acompañantes, en perfeccionar el Meido Zangetsuha y en continuar con su cacería. Quizás esa fue la mejor distracción, para no ser consciente de lo que había perdido. —Lo comprendo bien— asintió ella, haciendo otra pausa. —Pero eso ya está en el pasado, ahora dime, ¿Qué te revela esa pluma? — Sesshomaru olfateó de nuevo. —Es sutil su aroma, pero está allí, completamente limpio y dulce— murmuró por lo bajo. —Es ella, libre en plenitud, sin miasma que oculte su verdadera naturaleza. Pero no entiendo, ¿Cómo es posible? — La demonesa se reacomodó en el sofá, y haciendo un gesto meditativo hacia la nada, continuó su explicación. —Existen especies de youkais que tienen la capacidad de reencarnar, y si pertenecen a los elementos puros de la naturaleza, como el viento, incluso pueden recordar su vida pasada— miró de nuevo a su hijo. —No sé si ella recuerde algo, lo que sí puedo decirte, es que ya tiene al menos un par de siglos caminando por la Tierra. — Él palideció por un instante. —¿Cómo sabes eso?, ¿Acaso ella está…? — —En China, ciudad de Nankín, la encontré hace poco en uno de mis paseos turísticos— respondió Irasue, manteniendo una expresión tranquila. —Pero cuando quise acercarme a ella, se asustó, y en su huida soltó esa linda pluma, supongo que se sintió atemorizada— se alzó de hombros. —Y respecto a su edad, soy lo bastante vieja como para saber cuánto ha vivido un youkai con sólo olfatear su poder sobrenatural. — Entonces quedaba confirmado: La domadora de los vientos había regresado. Escuchar eso provocó otra convulsión en el estómago del Lord Occidental. De un momento a otro, todas sus prioridades, sus pensamientos y sus intereses, habían quedado patas arriba. De nuevo se llevó una mano a la frente, sintiendo la contrariedad de la verdad que se había revelado. Su memoria había enterrado en lo más profundo de su subconsciente el recuerdo de Kagura, debido a la frustración y el dolor que le provocó su muerte. De esa manera, el tiempo avanzó y ganaron la guerra contra Naraku y la problemática perla de Shikon. No obstante, por extraños azares del destino, un año y medio después de dichos eventos, percibió a la humana perdida en su territorio. Fue inevitable que su instinto reaccionara frenético ante ella. Era una hembra compatible con él, y sin que su desagrado por su especie tuviera importancia alguna, sus impulsos más primitivos lo llevaron a comportarse de la manera en que debía haber actuado con Kagura. No pudo entenderlo en aquel momento. Su instinto no relacionó la perturbación de su apetito carnal con la compatibilidad de una posible compañera. Y es que, en ese entonces, toleraba mucho menos a los humanos que en la actualidad. Así que se dejó llevar, sin razonarlo demasiado, simplemente por puro placer. En los posteriores encuentros, siguió dudando de lo que significaba la humana, hasta que llegó el Estro Inugami. Su bestia interna pareció darse cuenta vagamente, y por eso mismo, pretendió quedarse con ella. En ese entonces, casi confirmó la compatibilidad de la mujer con él, y si no hubiera sido por su madre, las cosas serían muy diferentes ahora. —¡Maldición! — masculló frustrado. Irasue carraspeó, sacándolo de sus delirantes cavilaciones. Ella estaba al tanto de sus razonamientos. —Es un poco tarde para que quieras justificar tu comportamiento con la humana— indicó, al mismo tiempo que su gesto tomaba un matiz de seriedad nuevamente. —Me imagino que ahora comprendes porqué me opuse a que te quedaras con ella en el pasado. — El Lord gruñó molesto. Su madre era demasiado intuitiva al leerlo como si fuera un libro abierto, y bastante gélida al momento de darle sus sermones. Los cuales, a final de cuentas, eran muy acertados. —Por aquel entonces, no me pasó por la cabeza que la mujer fuera compatible contigo— prosiguió, sin dejar su tono. —Pero no iba a permitir que tus caprichos los pagara ella, su especie es frágil emocionalmente, y no creo que tolerara quedarse a tu lado sin siquiera entender esto de la compatibilidad entre humanos y demonios. Al final, no te hubiera aceptado, se habría deprimido y se hubiera dejado morir, provocándote un nuevo dolor. — Sesshomaru permaneció en completo silencio. Su madre estaba en lo correcto. Sus enseñanzas eran muy bruscas y sin tacto alguno. Pero en medio de toda esa frialdad, se podía notar que lo hacía para beneficio de él. Ahora comenzaba a ver las cosas desde una nueva perspectiva. Ahora que ya no tenía el juicio nublado, se daba cuenta de su equivocación. —Lo hecho, hecho está, y no hay marcha atrás— dijo en voz baja, desviando la mirada. La demonesa suspiró largamente. —Bien, no hay mucho que hacer al respecto, lo mejor es dejarlo así— se levantó del sofá. —Te recomiendo que descanses y te recuperes por completo antes de ir a buscar a… Kagura. — El señor de occidente exhaló con cansancio y después asintió. Miró de nuevo la pluma blanca, y sin decir nada más, le dirigió una última mirada a su madre antes de ponerse en pie y retirarse a su habitación para descansar. Era probable que durmiese más de un día completo, pero sabía que lo necesitaba forzosamente. Irasue lo miró alejarse. —Espero que ahora sí se solucione toda esta situación. Pero, por si las dudas, me quedaré para vigilarlo por unos días— resolvió.:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
Suburbios al Este de la ciudad. Diana suspiró de nuevo y dejó el papel sobre la mesita. Regresó al sofá y se recostó para seguir durmiendo otro rato. No tenía ganas de hacer nada y tampoco deseaba hablar con Akayoru por el momento. Ya le había quedado en claro la situación después de que el demonio mayor le explicara todo. Pero su mal humor no había mejorado mucho. El estar viviendo semejante conflicto, dos machos peleándose por ella, es algo que jamás llegó a imaginar que sucedería. Quizás otras mujeres podrían sentirse halagadas, pero no pensarían lo mismo si en vez de humanos, fuesen Inugamis los que anduvieran tras ellas. —Ahora que lo pienso detenidamente, cuando Akayoru me explicó lo de la compatibilidad entre humanos y demonios— murmuró para sí misma. —Creo que quiso decirme algo más, pero no se atrevió, y seguramente se refiere a lo que Sesshomaru pretendía— se levantó de golpe, recordando el último encuentro con el demonio plateado. —¡Pero, ¿Qué rayos pretendía? — Las imágenes regresaron a su cabeza súbitamente, rememorando el instante más álgido de la escena sexual. La bestia blanca había tenido el control en todo momento, divirtiéndose lascivamente con ella. Hasta el punto en que Diana estaba tan cansada, que ya no podía hacer nada más que sentir y tolerar el placer sobrenatural que la embargaba. Pero hubo un instante, en medio del aturdimiento carnal, en el que percibió al demonio plateado intentar morderla. La evocación se presentó vívidamente y casi sintió el aliento del Lord cerca de la unión de su cuello y hombro. Él había tenido la intención de clavar sus colmillos con un propósito que iba más allá de una simple libación de sangre. —¿Él… quería marcarme de nuevo? — se llevó la mano al cuello y un escalofrío la estremeció. —No, no era eso, tengo la sensación de que se trataba de algo más, pero se detuvo— razonó con calma. —La bestia dentro de él dijo que… me quería como compañera. — Se dejó caer de espaldas nuevamente, cubriéndose la cara con el antebrazo y suspirando con hastío. —¡Demonios estúpidos! — farfulló. —¿Quién rayos les dijo que los humanos estamos obligados a aceptarlos? — Ahora ya se daba una idea de lo que realmente estaba sucediendo. Más allá de que Akayoru quisiese ayudarla, probablemente se debía a que su instinto lo motivaba a protegerla, porque también era compatible con él, y eso sólo podía significar que, igualmente, la deseaba como compañera. Diana volvió a rumiar fastidiada. Cuando volviese a ver al demonio rojo, si éste le confirmaba tal escenario, probablemente saldría corriendo de su lado. Jamás pasó por su cabeza que los Inugamis tuvieran semejantes conductas, y ella no estaba muy dispuesta a entenderlas. Con Sesshomaru, todo sucedió por una pésima coincidencia llamada “cueva de la Luna”. Pero con Akayoru… ella misma había aceptado su traviesa invitación. Y quizás ya era demasiado tarde para arrepentirse. En definitiva, esto no se resolvería tan fácilmente. —Te felicito Diana, tienes un “atractivo especial” para los demonios— se burló de sí misma. Decidió ya no pensar más en el tema. Bostezó y se estiró un poco, sintiendo una sensación de entumecimiento general. No hizo mucho caso y se reacomodó sobre su lado izquierdo. Un par de minutos después, ya dormía profundamente. … El reloj de la pared marcó las 5 de la tarde. Diana abrió los ojos en ese momento y se desperezó con bastante flojera todavía. Las horas que durmió fueron suficientes sólo para recuperarse un poco más. Pero no del todo, ya que comenzaba a tener una sensación de dolor muscular mucho más acentuada y una ligera incomodidad en la garganta al pasar saliva. Se frotó los párpados y miró a su alrededor, todo estaba tranquilo en ese lugar. Se quedó mirando a un punto en la nada, meditando lo que haría a continuación. —Bien, primero debo comer, tengo demasiada hambre— se puso de pie y caminó a la cocina. —Luego debo buscar la manera de avisarle a mi jefe que no iré a trabajar mañana— suspiró resignada. Después de consumir una que otra cosa de los alimentos almacenados, se dedicó a inspeccionar la casa. La vivienda estaba bien amueblada, con lo servicios básicos y otras cosas que pudiera necesitar: Línea telefónica para hacer llamadas, una televisión con servicio de cable, comida lista en el refrigerador y un dispositivo de Internet ubicado en el estante principal de la sala. Ahora sólo necesitaba una computadora, ya que utilizar su celular no era muy cómodo. Salió al patio para buscar al youkai chofer. Lo encontró podando el césped del jardín. —Oye… — lo llamó con algo de duda. El chofer la miró y apagó la podadora. —Dígame señorita, ¿En qué puedo ayudarla? — —Por favor, dile a Akayoru que quiero una computadora— solicitó Diana. El youkai asintió y después le hizo una seña para que lo siguiera. Se adentraron de nuevo en la casa y la guio a la habitación principal. —Mi jefe dejó todo preparado, adelantándose a lo que pudiera necesitar— señaló un escritorio de trabajo y luego abrió uno de sus cajones. —Aquí está, espero que le sea de utilidad, ya está configurada para conectarse y no tiene contraseña de inicio— explicó, mientras sacaba una laptop con su adaptador de corriente. Dejó el dispositivo sobre la mesa y luego se retiró. —Gracias— dijo la mujer, mientras se sentaba en una silla cercana y de inmediato encendía el equipo. —Vaya, al menos podré mandar unos cuantos correos para que no se preocupen por mí. — Se dedicó un par de horas a mandar mensajes a su supervisor y compañeros, explicando con una pequeña mentira que, desde el jueves pasado en la noche, tuvo que salir de emergencia a visitar a su familia. Eso no era muy honesto, pero sin lugar a dudas, era mucho mejor que exponer su loca aventura con los Inugamis. … Dieron las 7 de la noche y Diana concluyó su actividad. Se desperezó otra vez, sintiendo de nuevo el dolor de sus músculos, sumándose ahora, una notoria congestión nasal, que le generaba algo de dolor en la frente y las sienes. De nuevo ignoró las sensaciones y se encaminó al cuarto de baño para tomar una relajante ducha, pensando que eso era lo que necesitaba. Entró al agua tibia, disfrutando plácidamente del momento. Quería despejarse un poco y así tratar de serenarse, ya que la inquietud de todo lo que había sucedido no la dejaba en paz. —Maldición, no sé qué rayos voy a hacer— pensó, al mismo tiempo que se enjabonaba despacio. —No puedo irme de aquí, porque Sesshomaru podría encontrarme de nuevo… pero, cuando venga Akayoru… ¿Qué es lo que me dirá? — Su preocupación era justificada. El demonio plateado le dejó en claro porqué la deseaba a su lado. El Inugami rojo no había dicho nada al respecto, pero sus atenciones iban encaminadas hacia algo más que sólo encuentros sexuales. Diana pudo notarlo sutilmente. No se trataba sólo de pasar un buen rato juntos, sino que, Akayoru en verdad estaba demostrando un mayor interés en ella. Volvió a suspirar por décima vez, mientras dejaba que la cálida temperatura del líquido y la suave fragancia de las velas aromáticas en el buró adyacente, envolvieran sus sentidos por completo. Reclinó su nuca en el borde de la tina, cerró los ojos y comenzó a recorrer su cuerpo con las manos. Sus movimientos se volvieron automáticos, solamente respondiendo a las sensaciones sobre su piel. De un momento a otro, dejó de pensar en los problemáticos Inugamis y su mente se puso en blanco, enfocándose únicamente en la sensación física de su cuerpo. Sus palmas tocaron y estrujaron con suavidad sus pechos, bajando lento rumbo a su vientre. Instantes después, su tacto friccionó en el lugar correcto, iniciando una deliciosa actividad cuya meta final era la satisfacción carnal. Su boca liberó un par de intensos jadeos, al mismo tiempo que su mente se nublaba ante el placer. La humedad rodeándola le permitió llegar al final de su tarea en poco tiempo. Sus ojos se abrieron de golpe cuando el orgasmo creció en su centro y su mirada se perdió en el techo, mientras la divina sensación extasiaba todo su cuerpo. Con una media sonrisa en la cara, salió de la tina y se envolvió en una toalla. Más tarde, peinaba su cabello ante un espejo, mientras decidía si llamar o no al Inugami rojo.:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
Zona céntrica de la ciudad. Akayoru dormitaba en su habitación. Después de que su hermano Kurenaichi volviera y lo pusiera al tanto del estado de Diana, decidió continuar reposando el resto del día. Su regeneración ya lo había curado, pero aún estaba débil. No hizo el intento de llamar a la joven, sabía que estaba estresada y molesta por toda la situación. Su hermano le había platicado de su reacción colérica al enterarse que debía permanecer en la casa un par de días más, por su propia seguridad. El demonio rojo era consciente de que Diana debía tener su espacio y que no podía apresurar las cosas, así que se armó de paciencia. … Eran las 9 de la noche cuando el timbre de su móvil comenzó a repiquetear, sacándolo de su ligero sopor. Estiró un brazo hacia el buró adyacente para tomarlo y contestar la llamada. —Hola Diana— respondió sereno, mientras se sentaba en el borde de la cama. Sabía que era ella, puesto que el número telefónico era de su casa en los suburbios. —Akayoru… es bueno escucharte de nuevo— habló Diana al otro lado de la línea. —Aunque te oyes adormilado. — —Así es— bostezó levemente. —Sigo reposando. — —Tú hermano vino en la mañana y me contó todo… gracias por ayudarme a escapar— se sinceró. El Inugami negó con la cabeza rápidamente. —No hay nada que agradecer, fue mi culpa el haberte dejado sola, fui un verdadero idiota— se disculpó con un tono arrepentido en la voz. —Jamás creí que ese imbécil de Sesshomaru llegase a tanto, debí haber anticipado que te rastrearía e iría por ti. — Se oyó el suspiro de la mujer. —Tranquilo, yo también tengo algo de culpa por haber accedido a su amenaza. — —¡¿Te amenazó el muy bastardo?! — gruñó molesto. —¡¿Qué te dijo?! — —Olvídalo, ya no tiene caso— evadió el tema. —Me alegra saber que estás bien y que sobreviviste… a una pelea por mí. — El demonio rojo se llevó la otra mano a la frente y se masajeó, en un claro gesto de estrés. Tenía que decirle la verdad, pero aún no sabía cómo abordar el tema. —Diana… necesito hablar contigo de algo bastante serio— soltó de pronto. —Pero deseo hacerlo frente a frente, así que debo pedirte que esperes al menos un par de días en la casa. Está protegida por una barrera de camuflaje, así que el señor del Oeste no podrá ubicarte por más que quiera. En otras palabras, no debes abandonarla en absoluto. — Ahora se escuchó un bufido molesto por parte de ella. —Sí, lo entiendo perfectamente, sin embargo, no estoy segura de querer escuchar lo que me vas a decir. — Akayoru se quedó en silencio, pues la sensación que sintió al escucharla fue extraña, pero no dijo nada. —Porque seguramente tiene que ver con las costumbres de los Inugamis, ¿Cierto? — continuó ella. —Es algo que no me dijiste la otra vez, y que está relacionado con el tema de compatibilidad entre especies… Sesshomaru me lo hizo saber en más de una ocasión, y créeme, la idea no me gusta para nada… — El demonio rojo tomó aire y después lo liberó despacio, debía pensar muy bien sus siguientes palabras. No deseaba que la mujer lo juzgase antes de siquiera haberlo escuchado. —Yo no sé qué te dijo él, pero entiendo tu renuencia al tema— habló con seriedad. —Así que sólo voy a pedirte una cosa: Primero escúchame, antes de que te hagas una idea equivocada de mí. — Ahora Diana se quedó callada por unos instantes. Akayoru esperó paciente, dándole tiempo de contestar. —Está bien, lo haré— dijo al fin. —¿Cuándo vas a venir?, no quiero estar aquí toda la semana, no podré sostener la mentira en mi trabajo por mucho tiempo. — El Inugami miró hacia el techo, pensando en cómo decirle que podría ir en éste mismo instante a verla. Pero que no debía hacerlo, porque su instinto quizás lo traicionaría. Necesitaba estar plenamente recuperado, ya que, de esta manera, tendría el control total sobre su lado salvaje. El cual ya no se quedaba en letargo desde la confrontación mental contra el Lord. Sabía que la bestia dentro de él sólo estaba esperando el momento oportuno para declarar su interés por la hembra. Ya no deseaba ser paciente y cortejarla con calma, tal y como su lado racional tenía planeado. Y la culpa de eso la tenía Sesshomaru, quien, con su repentina aparición, provocó que la tranquila relación inicial de Akayoru y Diana, se convirtiera en una competencia entre machos InuYoukai por una humana. Había estado a punto de perderla, así que no se confiaría de nuevo, y la única manera de controlar un poco el deseo de su lado feral, era asegurándose de que la mujer le pertenecería por completo. Y aquello sólo era factible marcándola de alguna manera, cosa que Diana no aceptaría tan fácilmente. —Yo… intentaré ir pasado mañana— contestó con una exhalación. Quizás era demasiado pronto y seguramente su hermano no estaría de acuerdo, pero tampoco deseaba jugar con la paciencia de la joven. —Entonces te espero— acordó ella. —Ya me voy a dormir, sigo fatigada, así que, buenas noches— se despidió. —Buenas noches Diana— dijo él, antes de finalizar la llamada. Depositó el teléfono móvil sobre el buró y salió de la recámara. Se encaminó a la cocina y sacó gran parte de la comida que tenía almacenada en el refrigerador. Unos minutos después, Kurenaichi se acercó al comedor. —¿Por qué estás comiendo tanto? — cuestionó. —Es la única manera en que puedo acelerar la recuperación de mi energía y estabilidad mental— contestó entre bocado y bocado. —Diana sólo me dio un día para hablar con ella, si no lo hago, me arriesgo a su completo rechazo. — El demonio mayor rodó los ojos y se cruzó de brazos. —Deberías esperar un poco más— regañó. —De lo contrario, no lograrás contenerte. — —Puedo hacerlo, no creas que no sé lo que está en juego— entornó los ojos, manteniendo una expresión seria. Kurenaichi se alzó de hombros e hizo un gesto de resignación. Esta situación ahora sólo le concernía a su hermano y a la humana. Él ya no podía hacer nada y tampoco le correspondía intervenir más allá de unas cuantas palabras. Se despidió y se retiró a su habitación. Akayoru continuó alimentándose, forzando a su metabolismo a restaurar su fuerza y energía sobrenatural. Dentro de él, podía notar que la bestia roja se relamía los bigotes, sonriendo enigmáticamente y sin decir una sola palabra. Sabía que sus intenciones no eran malas, pero a veces su instinto era impredecible.:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
Lunes por la mañana, Suburbios. Diana ignoró por completo los síntomas que empezaron a aquejarla desde ayer. Antes de dormir, sintió demasiado cansancio físico, malestar en huesos y músculos, así como varios escalofríos en todo el cuerpo. El dolor de la frente y la congestión nasal también se agravaron. Pensó que era normal, debido a todo el ajetreo de lo vivido, así que no le dio importancia. Pero el día de hoy, despertó sintiéndose mucho peor. Se incorporó lentamente y caminó al cuarto de baño para examinarse y ver si de casualidad había un botiquín con aspirinas. Le temblaron las piernas y el entumecimiento corporal se hizo más evidente. —Rayos, tengo fiebre— dijo, mirándose al espejo y tocando su frente con el dorso de la mano. Movió el cuello en círculos e intentó estirar un poco los brazos. Pero la incomodidad se hizo presente y de pronto, comenzó a estornudar con fuerza. Al mirar de nuevo su reflejo con más detalle, pudo notar el enrojecimiento de sus ojos. Parecían síntomas de un resfriado común, pero demasiado abruptos. Supuso que eso era normal, después de todo, la ducha fría antes de escapar, iba a tener consecuencias. Buscó analgésicos en el botiquín y luego regresó a la cama. Tragó un par de pastillas y se acostó de nuevo, esperando que con eso fuera suficiente. Sin embargo, su sintomatología fue empeorando al paso de las horas. Debido a la fatiga y al estrés, las defensas de su cuerpo se debilitaron y la enfermedad respiratoria comenzó a evolucionar rápidamente. … Eran cerca de las 2 de la tarde cuando el youkai chofer se acercó a la habitación principal. No había visto a la mujer para nada y tampoco la había escuchado desayunar o andar por ahí, lo que se le hizo extraño. La buscó por la estancia y el comedor, hasta que finalmente decidió ir a los aposentos. Tocó la puerta. —Buenas tardes, disculpe señorita, tengo que salir a comprar algunas cosas, ¿Desea algo? — No hubo respuesta. Esperó un momento y luego volvió a golpear la puerta con mayor insistencia. —¿Está todo bien, señorita? — Ningún ruido en absoluto. Decidió entrar y ver que estaba pasando, así que tomó la perilla y abrió la puerta sin problema alguno, dado que no tenía colocado el seguro. Vio a la mujer tendida en la cama, respirando agitadamente. Se acercó y la observó con atención. Su resuello era inestable, sudaba notoriamente y no parecía estar consciente de su alrededor, ya que no se despertó a pesar de escuchar la puerta y los pasos del chofer. —¿Hola? — habló el youkai. —¡Creo que está enferma! — se sobresaltó al acercar su mano un par de centímetros sobre la frente de la joven y percibir su alta temperatura. Buscó entre sus ropas y sacó el móvil, llamando de inmediato a su jefe. —¿Qué sucede? — contestaron al otro lado de la línea. —Señor Akayoru, tiene que venir de inmediato— dijo con voz inquieta. —La señorita no está bien, al parecer, se ha enfermado, tiene demasiada temperatura y no despierta para nada. — —Voy para allá— fue lo único que dijo el Inugami, finalizando la llamada. … Akayoru se apresuró lo más rápido que el tráfico vial le permitió, y una hora después, llegó a los suburbios. —¿Apenas te diste cuenta? — le preguntó al chofer, mientras caminaba por el patio. —Sí señor, no le vi desde ayer en la tarde, supuse que se fue a dormir y que hoy se levantaría y desayunaría, sin embargo, no me percaté de su presencia para nada, hasta que fui a buscarla a su habitación— explicó. El demonio rojo asintió. —Yo me encargo, sigue con tus actividades. — Entró al cuarto y se aproximó al lecho, pudiendo notar de inmediato una palidez extraña en Diana. No era buena señal que hubiera caído en cama de forma tan imprevista. Conocía algo de medicina y salud humana, así que estaba al tanto de que algunas veces esta especie era susceptible a los cambios de ambiente y a otros factores que los enfermaban muy fácilmente. —Diana— le habló, mientras la tomaba de los hombros para intentar sentarla. Notó el temblor de su cuerpo, el sudor empapando la bata de dormir, su errática respiración y la temperatura excesivamente alta. Se acercó a su rostro y comenzó a olfatear cerca de su mejilla. Ella tosió de repente con brusquedad, pero no volvió a la vigilia. —Es una infección respiratoria— su agudo olfato se percató del patógeno en el aliento y saliva de la mujer. La levantó en brazos y la llevó al cuarto de baño. Una vez ahí, llenó la tina con agua templada y la metió dentro para intentar disminuir la temperatura. Pasaron varios minutos, pero su condición no mejoraba. —No puede ser— dijo, mientras colocaba una compresa fría sobre la frente de Diana. —No baja la fiebre. — Inesperadamente, la mujer abrió los ojos e hizo un gesto de dolor y agitación. Entonces, le dirigió una mirada enturbiada y llorosa debido a los síntomas de la enfermedad. —H-Hola… — quiso hablar, pero el dolor en su garganta era demasiado. —Tranquila Diana— sonrió él. —Dime, ¿Ya te sentías mal desde ayer? — Ella asintió despacio con la cabeza y luego levantó su mano al rostro del Inugami. Le acarició la mejilla con suavidad en un gesto de saludo, pero de pronto, su brazo cayó inerte. —¡Diana! — se sobresaltó al ver que se desmayaba y su cuerpo se aflojaba por completo. —¡Maldición, está más grave de lo que pensé! — la sacó del agua y la envolvió en una toalla. Regresó a la habitación y la depositó sobre la cama. Estaba a punto de llamar una ambulancia cuando la escuchó resollar de forma extraña. La miró con atención, observando que su temblor corporal aumentaba y los gestos de su rostro expresaban bastante dolor. Una sensación fría bajó por su nuca cuando escuchó el latido del corazón femenino, éste comenzaba a palpitar demasiado rápido y de forma inestable. —¡Una arritmia cardíaca! — se inquietó aún más. La envolvió con una frazada y la levantó en brazos, dispuesto a llevarla al hospital más cercano, cuando de pronto, alguien le habló. —No te arriesgues a sacarla de aquí— murmuró la bestia roja en su interior. —Ella se enfermó súbitamente por todo lo que ha vivido, su organismo se debilitó demasiado. — —¡Ya lo sé, por eso debo llevarla con un médico, así que guarda silencio! — gruñó Akayoru. —¡Podría ser peligroso y perderíamos tiempo valioso! — respondió molesta la criatura. —¡Es mejor que lo resolvamos aquí y ahora! — —¿Qué estás pensando? — entornó los ojos, percibiendo la intención de su lado salvaje. —Dale nuestra sangre— sonrió la criatura escarlata. —Sabes que eso la curará de inmediato y… la vinculará con nosotros. — Akayoru se quedó en completo silencio. Quisiera o no, la bestia canina tenía razón. Los síntomas de la mujer indicaban que su estado físico iba de mal en peor. Podría llevarla lo más rápido que pudiera a un hospital, pero había cierto riesgo de que algo sucediera en el camino, y esto lo confirmó cuando la sintió convulsionar con fuerza entre sus brazos. —¡Diana! — se estremeció con pavor al notar que su corazón volvía a golpear con intensidad. Su cuerpo tembló por unos segundos más para después relajarse momentáneamente. —¡Maldita sea, está bien, lo haré! — gruñó alterado. Él sabía que debía haber hecho esto antes con Diana. Sin embargo, no deseaba asustarla o inquietarla, y más teniendo en cuenta su experiencia pasada con el Lord del Oeste. Así que decidió esperar y encontrar el mejor momento para hablar con ella y explicarle que, al consumir sangre de Inugami, se vería favorecida físicamente, ayudándole a interactuar de mejor manera con la energía sobrenatural de un demonio como él. Agregando también otras ventajas, como la rápida sanación y la mejora de su sistema biológico. Claro que dicho ritual tenía ciertas implicaciones, y lamentablemente, no tuvo oportunidad de hablar con ella, debido a la intervención de Sesshomaru. Pero en éste momento, no podía pedirle su consentimiento a la mujer, así que se arriesgaría a su posible enojo. La recostó de nuevo, colocando unas almohadas detrás de su espalda para mantenerla parcialmente sentada. Tomó aire y lo liberó despacio, al mismo tiempo que su camuflaje humano desaparecía por completo. Su verdadera apariencia sobrenatural quedó al descubierto y su energía youkai se sintió en el aire. Se remangó la camisa del brazo izquierdo y con la garra del pulgar derecho, cortó su muñeca. La sangre roja y brillante goteó. —Diana, espero entiendas que hago esto por tu bien, en ningún momento ha sido mi intención hacerte daño— le dijo con voz seria, mientras la sostenía por detrás de la nuca y aproximaba su brazo sangrante. —Comparto mi sangre por voluntad propia, para ayudar a esta humana— murmuró la parte final. La joven comenzó a tragar la sustancia carmesí casi por instinto. Apretó los párpados cuando la sintió bajar por su garganta, notando una sensación de ardor en el pecho. Hizo el amago de querer alejarse, pero Akayoru la mantuvo sujetada con firmeza, haciendo que bebiera incluso más. La bestia roja sonrió y agitó su larga cola, caminando de un lado a otro, inquieta y emocionada como un cachorro. Podía notar como su sangre hacía el lento recorrido dentro del organismo de la mujer, provocando un espasmo de incomodidad inicial, el cual ella no sentiría debido a su desvanecimiento. Inmediatamente después, la sustancia comenzó a transitar, mezclándose y generando su poderoso efecto sobrenatural. Akayoru sintió la nueva sacudida del cuerpo femenino, pero ahora se debía a la reacción de su sangre. Súbitamente, Diana abrió los ojos y sin querer, su boca mordió la muñeca de él, aferrándose con fuerza. El Inugami entornó los ojos y apretó los dientes, pero se mantuvo quieto sin importarle el dolor que le provocó. La sintió tomar un poco más del rojo líquido, para después liberarlo y jadear torpemente, a la vez que se tensaba por completo. La abrazó contra su pecho, manteniéndola así, mientras el efecto inicial concluía. Observó atento sus reacciones, notando que sus ojos oscuros se clavaban en un punto vacío del techo y sus manos se aferraban con fuerza a la frazada, mientras su respiración llenaba sus pulmones una y otra vez. Posteriormente, su rigidez corporal fue cediendo poco a poco, cerrando los párpados despacio, al mismo tiempo que su estremecimiento aminoraba. El Inugami rojo exhaló despacio, por fin podía tranquilizarse. Retiró las almohadas y la recostó con suavidad, cubriéndola con la manta. Tocó su frente y sonrió al notar que la fiebre había disminuido por completo. Su corazón ahora latía con calma y en general todo su cuerpo parecía mucho más relajado. El efecto de su sangre había sido tremendamente rápido. Fue por más compresas húmedas, y con suavidad, limpió los restos de sangre en su boca. Después, secó el sudor en rostro y cuello. Al terminar, se quedó observando a Diana en silencio, para después suspirar con cierta inquietud. —Está hecho… — —Bien, entonces sólo queda esperar, nuestra sangre será asimilada y el vínculo quedará establecido en un rato más— sonrió de nuevo la bestia en su interior. —Lo demás te toca a ti. — —Espero no te hayas equivocado, si ella nos rechaza después de esto… — La criatura carmesí bostezó flojamente. —No te preocupes tanto, ella lo entenderá si le explicas todo con sinceridad— dio unas cuantas vueltas y se echó, dispuesto a reposar. —Cortéjala como lo haría un humano, eso es lo que deseabas desde un principio, ¿No?, entonces hazlo, yo no intervendré. — Akayoru sintió una sutil punzada en la cabeza y después nada. Su lado salvaje había entrado en letargo sin más ni más. Comprendió de inmediato que, con esa acción, darle su sangre a la mujer, había dejado satisfecho a su instinto por ahora. Miró por última vez a Diana y luego salió de la habitación. Lo mejor era dejarla descansar y prepararse para hablar con ella más tarde.***
Continuará… Gracias por leer, y desde ya, les mando un abrazo de fin de año.