***
Capítulo 19: Sinceridad Diana abrió los ojos con lentitud. Bostezó con flojera, mientras se frotaba los párpados. Dio un vistazo rápido a su alrededor y se sentó en la orilla de la cama. Giró el cuello un poco y luego se desperezó por completo. Inhaló y exhaló un par de veces, comprobando así, que su malestar físico había desaparecido. Miró el reloj sobre el buró, eran las 10 de la noche de ese mismo lunes. —¿Qué ha sucedido? — se preguntó. Percibió el sabor metálico en su lengua, lo que la hizo recordar todo de golpe. —Me enfermé, creo que fue una gripe muy repentina, o algo así— meditó un poco. —Vino Akayoru y luego… — se detuvo, relamiéndose los labios. Sintió un escalofrío en la nuca y de inmediato se levantó para correr al cuarto de baño. Mirándose al espejo, abrió la boca, para descubrir que aún se notaban los rastros rojos en sus encías y dientes. Se llevó las manos a la cabeza, tomando mechones de cabello entre sus dedos, mientras una ola de nervios le recorría todo el cuerpo. —¡Me dio de su sangre! — masculló. Diana se quedó estupefacta por unos segundos, no quería aceptar lo que estaba sucediendo. Pero la evidencia estaba a la vista y era obvio que su mejoría física no se trataba de un milagro. Entonces, la sensación de haber sido traicionada comenzó a crecer en ella: El demonio rojo había hecho algo sin su consentimiento. Abrió la llave del agua y empezó a tomar sorbos, haciendo gárgaras para tratar de eliminar el fuerte sabor metalizado. Se miró de nuevo, frotándose la frente, en un evidente gesto de furia. Ella confió en el Inugami y él la hizo beber de su sangre. Necesitaba saber sus motivos, así que, cuando sintió las cosquillas en su nuca, supo que Akayoru estaba a sus espaldas. Se giró despacio, encontrándose con el demonio canino apoyado en el marco de la puerta. Conservaba su verdadero aspecto sobrenatural y mantenía los brazos cruzados en una postura semi relajada. No obstante, la observaba con un gesto serio. —Al fin despertaste. — La mujer sintió que la ira crecía dentro de ella, y sin controlar su reacción, tomó la barra de jabón que estaba en el lavabo, para luego arrojársela directo a la cara. —¡¿Por qué lo hiciste?! — le gritó. Akayoru se quedó quieto y no hizo absolutamente nada para eludir el golpe. Sólo cerró los ojos, evitando así un daño en ellos. La sensación de dolor fue leve, pero no se quejó, quizás intentando suavizar la tensión que ya existía en el ambiente. —Eso dolió— dijo, sobándose la frente. En ese momento, se percató de la furia en el rostro femenino. Ya presentía que Diana podría tener una reacción violenta por lo que había hecho, así que decidió hablar rápido y directo. No podía permitirle despotricar en su contra sin antes conocer la razón de sus acciones. Su semblante se tornó más grave cuando le dijo la verdad. —Antes que nada, debes saber que, sufriste de convulsiones debido a una fiebre muy alta— empezó a caminar hacia ella. —Tu corazón se vio afectado por arritmias cardíacas, si no hacía algo de inmediato, podría haber sido mucho peor. — La joven se quedó en silencio y algo confundida. Tenía memorias de los síntomas del resfriado, pero no sabía que estos habían escalado a tal magnitud. A decir verdad, no recordaba mucho, sólo el haber tomado unas aspirinas. Pero estas no fueron suficientes para calmar el dolor y la congestión nasal. Después, la sensación de frío y entumecimiento por todo el cuerpo se incrementó, y aunque estuvo cubierta con las sábanas, la fiebre la torturó hasta no saber más de sí misma. Miró al Inugami directo a los ojos. Su intenso color gris no ocultaba la preocupación que sentía por ella. Él no estaba mintiendo. —Diana, escucha antes de juzgarme— se acercó un poco más. —Tú no mencionaste nada ayer de que te sentías mal. Te enfermaste de forma inesperada, y si no es porque mi chofer se percató, probablemente, estarías a punto de un colapso respiratorio en estos momentos. — Ella protestó irritada. —¡¿Pero era necesario que me dieras de tu sangre?, ¿No podías llevarme a un hospital?! — El negó despacio, deteniéndose frente a ella. —No había tiempo, empezaste a convulsionar cuando pretendía llevarte, y la clínica más cercana, está al menos a 30 minutos de aquí. — La mujer se cruzó de brazos y desvió la mirada. Le resultaba difícil de creer que algo así pudiera ocurrir tan precipitadamente. Pero, teniendo en cuenta lo acontecido en los últimos días, era necesario valorar todos los eventos y discernir si en verdad se justificaba lo que hizo Akayoru. Por un lado, Sesshomaru la había secuestrado, provocándole bastante ansiedad y estrés. Él tenía planeado mantenerla cautiva, obviamente accediendo a sus deseos. Pero, sin sangre de demonio, o un té de hierbas especiales, las consecuencias de convivir con un InuYoukai, serían inevitables y peligrosas para su salud. Por otra parte, Akayoru también era un demonio de clase alta, los resultados serían los mismos. Pero, la diferencia radicaba en que, él no la estaba obligando a nada. Por el contrario, se arriesgó a desafiar al Lord del Oeste para salvarla. Y ahora, le revelaba que la hizo beber de su sangre para aliviarla de un inesperado problema respiratorio, consecuencia de su extraña aventura. Sin lugar a dudas, había mérito en sus acciones. No obstante, Diana sabía de sobra lo que significaba la sangre de Inugami en su interior. Quizás Akayoru no era como Sesshomaru. Pero eso no quería decir que el vínculo creado ahora entre ambos, no significase un problema para ella. Su experiencia previa le decía que aquella sustancia sobrenatural podía ser utilizada como una cadena para someterla. Algo que no estaba dispuesta a tolerar. —Está bien, entiendo lo que me dices— habló por fin, mirándolo con leve desconfianza. —Pero no estoy nada contenta con ello. Conozco lo que puede hacer la sangre de tu especie, y créeme, la parte mala de eso, es muy desagradable para mí. — El pelirrojo asintió con un gesto de comprensión, sabía a qué se refería con su comentario. No era difícil imaginar lo que el señor del Oeste la había hecho sufrir, aprovechándose del control que brindaba el vínculo sobrenatural. De pronto, sintió una gran rabia por dentro, sin embargo, no podía dejarse llevar por dicha emoción. No era el momento adecuado, y ya no tenía caso frustrarse por las acciones del Lord. Después de todo, ya se había desquitado de cierta forma. Lo importante ahora, era hacerle ver a Diana, que la vinculación sería muy distinta con él. —No voy a preguntar nada respecto a eso, pero sí te voy a dejar en claro la verdad en éste momento. — La joven lo observó con atención. Sus ojos grises reflejaban muchas intenciones y cierto nerviosismo que no se molestaba en disimular. Su lenguaje corporal indicaba seguridad a pesar de todo, y verlo con las manos a la vista y sin garras, le daba el mensaje de que era sincero en lo que decía. —Te di mi sangre porque temía que algo te sucediera. No me arrepiento de haberlo hecho, y sí, mi interés en ti es tal y como sospechas. Eres una hembra compatible con mi especie, por lo tanto, una potencial compañera. — Hizo una pausa para tomar aire, sintiendo al mismo tiempo una ola de nervios recorriéndolo por estar sincerándose con una humana. —Y no, no voy a obligarte a que entiendas nuestras costumbres, no sería capaz de eso. El linaje escarlata nunca les ha hecho daño a los humanos en ningún sentido. Y mi intención tampoco es acosarte o forzarte a nada, sólo deseo pedirte una oportunidad, para tratarte un poco más y así, ganarme tu confianza. — Los ojos de la joven se abrieron en grande conforme lo escuchaba. Ya presentía que el Inugami tenía un interés en ella que iba más allá de lo sexual. Pero, escucharlo de forma tan directa, la dejó pasmada por completo. En otras palabras, el InuYoukai se le estaba declarando abiertamente. Sin embargo, todo esto era muy precipitado. —Yo… no sé qué decir… esto es demasiado— se llevó una mano a la frente y exhaló con cansancio. —No sé qué responderte… por favor, déjame sola. — Ella lo evadió por un lado y salió del cuarto de baño con rapidez. Akayoru no hizo ningún movimiento para detenerla, simplemente se quedó inmóvil, y con la sensación de haber recibido un golpe en el estómago. La mujer se dirigió a la cama y se acostó de nuevo, envolviéndose con la frazada, escondiéndose a propósito sin decir nada más. Oyó sus pasos lentos y sintió su mirada sobre ella, pero él no pronunció palabra alguna. Lo escuchó suspirar por lo bajo, encaminándose a la salida de la habitación. … Afuera, el ambiente era ligeramente frío. El chofer terminaba de barrer el patio cuando vio salir a su jefe, caminando en completo silencio. Se dirigió al zaguán principal, y con un ágil salto, evadió la altura de la barda, para después alejarse por la calle. Al youkai se le hizo extraño. Volteó hacia la casa y pudo ver la luz de la recámara principal apagarse. No era difícil intuir que algo había sucedido entre su señor y la humana. Se alzó de hombros, lo mejor sería continuar con sus tareas sin hacer preguntas, dado que eso no era de su incumbencia. … Diana se sentó en la orilla de la cama y apagó la lámpara del buró adyacente. Se quedó meditando la situación por un momento. —No puedo creer lo que hizo— murmuró desganada. —Sí, ya sé que fue por mi bien, pero eso no evita que me sienta traicionada— cruzó los brazos y resopló de nuevo. —En verdad agradezco tu ayuda, Akayoru, pero no me agrada la idea de que tu sangre… — Hizo una pausa, recordando lo mal que se sentía en la mañana. Se llevó una mano al pecho, donde su corazón latía con normalidad. —Bueno, creo que no tengo síntomas extraños, a decir verdad— se puso de pie y caminó de un lado a otro. —No siento nada raro, ni siquiera estoy cansada ahora— suspiró otra vez. Sabía que la sangre de Inugami podía ser una sustancia energizante, o una medicina acelerada para las heridas, incluyendo enfermedades. Pero, lo curioso era que, no percibía ninguna sensación hostigante en su organismo. O tal vez se debía a que la sustancia carmesí estaba en reposo ahora. Regresó a la cama y se recostó, mirando fijamente al techo. —Tal vez pueda perdonarlo por lo de la sangre, pero sobre lo otro… —cerró los ojos. —No me siento lista para tener una relación sentimental en éste momento, y menos con alguien que no es humano— un largo bostezo escapó de su boca. —Debo pensar bien las cosas, de una manera u otra, deberé confrontarlo mañana. — Se reacomodó entre las sábanas para dormir. Por ahora, no deseaba darle más vueltas al asunto.:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
Akayoru caminaba por la solitaria calle. Su camuflaje humano se había desplegado y los pocos vehículos que pasaban por ahí, no le prestaban demasiada atención. Así que prosiguió su marcha, mientras buscaba su teléfono celular y llamaba a su hermano. —¿Qué sucede contigo?, te largas sin avisar— contestó Kurenaichi al otro lado. —Tengo un problema— respondió en un tono desganado. —Diablos Akayoru, ¿No me digas que fuiste a buscarla? — interrogó preocupado. Al no escuchar respuesta, volvió a cuestionar. —¡¿Qué hiciste, idiota?, no me digas que no pudiste controlar tu instinto! — —¡Te he dicho que no me subestimes! — gruñó Akayoru. —¡Ya tengo todo el control sobre mi lado bestial!, ¡Simplemente vine a verla porque se enfermó! — resopló molesto, tratando de controlarse. —Una infección respiratoria le provocó una fiebre demasiado alta que la hizo convulsionar— hizo una pausa para calmarse. —Tuve que darle a beber de mi sangre para curarla. Cuando despertó, le expliqué mis razones, pero… Diana no lo tomó nada bien. — Kurenaichi guardó silencio por un breve instante, y el Inugami menor casi pudo imaginarlo dándose una palmada en la frente. No obstante, su contestación resultó muy alejada del regaño que esperaba. —Vaya, pues ya te habías tardado en hacerlo, me imagino que eso aplacó a tu bestia interna— habló con bastante tranquilidad. —Si desde un principio, cuando la reconociste como hembra compatible, le hubieses dado de tu sangre, nada de esto estaría pasando. Sabes que eso debe hacerse cuando existe compatibilidad con humanos, aparte claro, de explicarle todo. — Akayoru se frotó la frente con irritación. —No podía hacer eso, Diana no confía en los youkais. — —Hermanito, llevamos conviviendo con humanos desde hace siglos, sé que para ganarse su confianza hay que hacer méritos, pero tú debiste decirle la verdad a esa mujer— sermoneó Kurenaichi. —Desde el momento en que ella aceptó aparearse contigo, debiste hablarle acerca de la sangre de Inugami y sus beneficios. — El demonio rojo resopló de nuevo, al mismo tiempo que rodaba los ojos. —Escucha, no podía decirle nada, porque para Diana había pasado muy poco tiempo desde su experiencia con Sesshomaru. Obviamente estaba resentida y no iba a confiar en mi— aclaró rápidamente. —Ahora, deja de regañarme y dime qué debería hacer, ella se enojó conmigo por hacerla beber. — —¿De verdad se molestó tanto?, ¿A pesar de que le explicaste tus motivos? — interrogó su hermano. —Bueno, más bien, me pidió que la dejara sola. Ya no quiso seguir escuchándome, y menos cuando le dije que estoy interesado en cortejarla— suspiró con más desaliento. —No insistí y me salí de la casa. — Escuchó al Inugami mayor reírse un poco, al mismo tiempo que otros ruidos se apreciaban en lo que parecía ser la cocina. —Bien, dejarla sola fue lo mejor que pudiste haber hecho. Ahora, escucha con atención Akayoru— bebió unos tragos de algo y luego prosiguió. —Lo que debes hacer, es darle su espacio, ya no le menciones nada sobre la compatibilidad entre especies. Déjala que decida por sí misma, permítele asimilar todo lo que ha sucedido, y haz que el vínculo de tu sangre pase desapercibido para ella. De esa manera, no se sentirá presionada. — —Pero… — quiso protestar. —Déjame terminar— interrumpió Kurenaichi. —A las hembras humanas no les gusta que las presionen en ningún sentido, no fuerces algo que puede llegar a crecer poco a poco. Ya esperaste quinientos años, no te afectará un par de semanas más. Si la mujer no te ha rechazado abiertamente, tienes una oportunidad, sólo espera a que ella te la otorgue. — El demonio escarlata volvió a exhalar, aceptando las indicaciones. —Está bien, haré lo que me dices— detuvo sus pasos. —Sólo espero que no te equivoques. — —Tranquilo, no te garantizo el éxito, pero no pierdes nada con intentarlo— dijo su hermano en un tono divertido. —Y si por mala suerte no te acepta, pues buscas a otra hembra y ya. — —¡Eres un imbécil! — masculló Akayoru. Finalizó la llamada, encaminándose de regreso a la casa.:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
La noche avanzó tranquilamente. Diana pudo dormir sin ningún sobresalto, y conforme pasaron las horas, el vínculo de sangre se estableció por completo. Cerca de la madrugada, empezó a soñar algo curioso e inesperado.:*****:
Se encontraba caminando en el parque central. El día era soleado y fresco, sin embargo, no había nadie alrededor, ni en las bancas, ni en las calles aledañas. Realmente no le prestó mucha atención a esto y continuó avanzando hasta llegar a la fuente del lugar. Pero, conforme se acercaba, pudo distinguir que había algo al otro lado. La danza del agua no le permitía ver bien lo que era, pero sí pudo notar su intenso color escarlata. Sintió cosquillas en la nuca cuando distinguió que se trataba de un animal. Lentamente fue rodeando la fuente, para darse cuenta que había un enorme perro rojizo sentado en el suelo y que la observaba con serenidad. Su apariencia era la de un lobo carmesí, con llamativos dibujos en el pelaje de su espinazo, que de inmediato le trajeron a la memoria las marcas de estirpe de Akayoru. La criatura movió alegre la cola e inclinó su cabeza a un lado, a modo de saludo. Diana se quedó inmóvil y por un instante no supo qué hacer. Observó con atención los ojos del canino, sus iris eran intensamente grises, rodeados de una tonalidad oscura. Su mirada podía ser atemorizante, pero a pesar de eso, no mostraba agresividad alguna. Además, su cola se agitaba al ras del suelo, como si le emocionara verla. —Hola… — dijo ella con algo de duda. El perro abrió el hocico y comenzó a jadear con la lengua de fuera en una mueca relajada. No se movía de su lugar, pero claramente demostraba interés en ella. La joven se sentó en la banca más próxima, sin perderlo de vista. La criatura escarlata se levantó en ese momento, y con pasos cortos, se acercó a ella despacio. Su expresión era la de un perro curioso, que tenía la intención de olfatear algo que llamaba su atención. No obstante, sus gestos y movimientos parecían bastante razonados, quizás demasiado inteligentes. Se detuvo a un metro de Diana, sentándose de nuevo sobre sus patas traseras. Otra vez abrió el hocico para jadear con la lengua de fuera, en una extraña "sonrisa" canina. —Hola… Diana… — Las palabras vibraron en la mente de la mujer, sorprendiéndola bastante. Pero, cuando intentó razonar lo que estaba sucediendo, el sueño se disipó.:*****:
Martes por la mañana. Diana abrió los ojos con lentitud, notando la luz del sol filtrándose por algunos espacios entre las cortinas. —¿Qué fue eso? — bostezó con pereza. —Ahora un perro rojo me habla, genial— entonces, razonó lo que aquello significaba. —Creo que… esa criatura es… su lado salvaje. — Se rascó la frente y resopló inquieta. Sabía perfectamente que esa era una de las consecuencias del vínculo que ahora tenía con Akayoru, debido a su sangre sobrenatural. Y quizás el canino rojo volvería a manifestarse en otro sueño más adelante, tal y como sucedió con la bestia blanca de Sesshomaru. —Bien, será mejor dejar las cosas en claro de una vez— dijo, mientras se levantaba. —No puedo quedarme aquí, no debo continuar “desaparecida” por más tiempo, o perderé mi trabajo— fue a la regadera para asearse. … Rato después, terminaba de vestirse y peinarse. Dio una última mirada a su reflejo, comprobando que en verdad se veía saludable. No había huellas de cansancio ni desvelo en su rostro, ya no se sentía agotada físicamente, ni tenía rastros de gripe. Y tampoco notaba la presencia de la sangre de Inugami recorriéndola. Salió de la habitación y se encaminó a la estancia. Buscó su bolso y las otras cosas que había traído con ella. De pronto, el aroma de la comida llamó su atención. Giró el rostro cuando escuchó ruido en la cocina. Seguramente Akayoru estaba ahí, alistando todo para la conversación que les esperaba. —Bien, pues hablemos entonces— pensó. … El demonio escarlata la escuchó aproximarse y tomar asiento en la barra que separaba la cocina del comedor. Volteó a mirarla con una sonrisa de bienvenida, mientras servía jugo en un par de vasos. —Buenos días, Diana— saludó. —Hola Akayoru, ¿Ahora te toca invitar el desayuno? — El Inugami asintió, acercando los vasos y luego sirviendo los alimentos. —Así es— la miró a los ojos. —Deseo que comamos con tranquilidad, mientras tú haces todas las preguntas que desees, yo contestaré todo y aceptaré tu decisión final. — Diana parpadeó sorprendida. Akayoru en verdad estaba dispuesto escucharla y a esclarecer todas las dudas que tuviese. Así mismo, quedaba implícito que aceptaría lo que ella decidiera respecto a toda la situación. Por un instante se sintió confundida, pues no deseaba quedar en malos términos con él. Pero debía tener muy presente el hecho de que, relacionarse con Inugamis, implicaba todo un caos para su normal estilo de vida. No obstante, el demonio frente a ella, era bastante amable y casi tan empático como podría ser un humano. Pero no lo era. Aceptar una relación con él, más allá de lo sexual, era algo que no podía plantearse. Desconocía todas las implicaciones que aquello podría traer, lo que le provocaba mucha inquietud. —En verdad no sé qué decir— por fin habló ella. —Pero está bien, intentaré comprender todo esto. — El Inugami asintió, mientras tomaba asiento frente a ella. —Te escucho— dijo, comenzando a cortar la carne en su plato. Diana suspiró por lo bajo y también empezó a comer. —Antes que nada, gracias por ayudarme— bebió un poco de jugo. —Jamás pensé que pudiera enfermarme de esa manera, agradezco mucho lo que hiciste, sin embargo… — El demonio la miró atento, pasando bocado despacio. No estaba del todo preparado para las reacciones negativas de la joven, pero haría todo lo posible para mantenerse ecuánime. —No pienso tolerar que te aproveches de esto, no quiero que tu sangre me hostigue de ninguna manera— advirtió, haciendo hincapié en las últimas palabras. —Sé que es “benéfica”, pero eso no quiere decir que me guste sentirme “drogada” o sumamente ansiosa. — —Comprendo bien— asintió Akayoru, pues estaba al tanto de lo que hablaba. Ese maldito de Sesshomaru la había torturado lo suficiente como para que ella mostrase una renuencia justificada hacia la sangre de Inugami. —No notarás nada en tu organismo, únicamente te darás cuenta de ello en tu salud, no te enfermarás, y si llegas a herirte de alguna manera, sanarás muy rápido— expuso con total seriedad. La joven pasó saliva, era consciente de eso, pero quería saber un poco más. —Eso suena bien, pero, ¿Y si te pido que la retires de mi organismo? — preguntó de repente. Él negó con lentitud. —No puedo hacer eso por ahora— contestó, después de tomar un poco de jugo. —Principalmente por dos razones: La primera es que, sólo lo puedo hacer hasta dentro de un mes, no antes, porque podría afectar tu energía vital. Y la segunda, es que mi sangre será como una señal indicativa para que Sesshomaru ya no se acerque a ti de nuevo, al menos por el momento. — Ella hizo una mueca de sorpresa, pero más o menos ya intuía de qué se trataba. —¿Te refieres a que es como la marca de mi hombro? — —No exactamente, pero es una forma de interpretarlo— explicó él, mientras comía otro bocado. —La cicatriz hecha por una mordida en el hombro, es sólo para indicarle a otros youkais que, “esta hembra es mía”. En cambio, el vínculo de sangre, es una forma de relación que va un poco más allá. Es una “conexión” con la que yo puedo percibirte y tú a mí— hizo una pausa, mirándola a los ojos. —Y también es una manera de decirle a otros machos que, “eres mi concubina”. — Diana entornó los ojos y se cruzó de brazos en un gesto de indignación. —Vaya, vaya, no eres tan diferente de Sesshomaru, ¿Tú también te sientes con derecho sobre mí? — reclamó. El Inugami volvió a negar. —No, yo no tengo derecho sobre ti, aunque la sangre te enlace conmigo, recuerda que lo hice para curar tu enfermedad— aclaró de inmediato. —Mi intención desde un inicio, cuando me aceptaste, fue ofrecerte beber, para que la interacción con mi energía youkai no te afectara. Sin embargo, las circunstancias no permitieron que te lo explicara— exhaló despacio y bebió una vez más. —Y en todo caso, el vínculo es una manera de mantenerte protegida de Sesshomaru. — —¿Cómo sabes que él no se acercará de nuevo a mí?, no creo que, con sólo olfatear tu sangre, se detenga— refutó la mujer. Akayoru sonrió levemente. —Deberá hacerlo, es parte de nuestras costumbres— cortó otro pedazo de carne. —Desconozco porqué ya no estabas vinculada con él, cuando nos reencontramos en la plaza comercial hace unos meses. Pero, debido a eso, yo pude acercarme a ti libremente. — La mujer recordó que, fue gracias a la ayuda de la demonesa y sus frutos venenosos, que pudo librarse de la conexión con el Lord. —Él no puede reprocharme nada, ni oponerse a que yo te corteje o comparta mi sangre contigo— prosiguió Akayoru con su explicación. —Lo creas o no, en nuestro mundo existen leyes que deben ser respetadas, incluso por un Lord cardinal— hizo una pausa para beber y luego continuó. —Cualquier demonesa es libre de elegir al macho que quiera, y aunque tú seas humana, si tu decisión fue rechazarlo, Sesshomaru debía respetar eso. — La joven se mantuvo en silencio por un instante, meditando lo que le decía. —Entonces, después de todo lo que ha pasado, Sesshomaru ya no debería insistir en quererme a su lado, porque ahora soy de “tu propiedad”— alzó una ceja a modo de reproche. —Pero, ¿Y si yo no quiero ser de tu propiedad tampoco? — El demonio rojo mantuvo su expresión tranquila. —No lo eres en éste momento, para eso sería necesario que te reclamara como mi compañera— la observó fijamente. —Pero, si tú no me aceptas, yo jamás podría obligarte. Ya te lo dije, no soy como el señor del Oeste. — Diana rodó los ojos, aquí venía de nuevo el tema de la compañera, sabía que era inevitable confrontarlo. Pero debía reconocer que ahora se sentía más tranquila. La sinceridad del Inugami era algo que debía valorar. Sin embargo, también deseaba dejar las cosas en claro. —Akayoru, entiendo que ustedes tengan esas costumbres, pero los humanos no estamos obligados a aceptarlas. Agradezco que respetes mi decisión, aunque no he tomado ninguna todavía— le sonrió un poco. —Quizás si me das tiempo, y no me presionas, pueda pensarlo. Porque la verdad, no está en mis planes futuros tener una relación sentimental con alguien. Y si tu linaje lleva siglos tratando con humanos, seguramente ya sabes que somos demasiado complicados con nuestras emociones. — Él confirmó y de nuevo le sonrió. —Como tú desees, Diana. Yo no tengo ninguna prisa, y prácticamente desde que chocamos en la plaza, me hice a la idea de acercarme a ti despacio, para no hacerte sentir incómoda. Como te lo mencioné, quiero ganarme tu confianza. — —Tengo que ocuparme de mis asuntos personales y de momento no deseo distracciones. Sé que lo entiendes, así que voy a pedirte que, por un mes, no nos veamos— dijo ella con calma, observando sus reacciones. —Necesito despejarme un poco y no pensar en Inugamis por el momento. — El pelirrojo se mantuvo en silencio, entornando los ojos. Sabía que la mujer lo estaba poniendo a prueba y que esta era la oportunidad de la que hablaba su hermano. Diana no lo rechazaba, simplemente le pedía tiempo. —Acepto tu petición, pero también quiero solicitarte algo— indicó, al mismo tiempo que dejaba de comer. —Si piensas volver a tu departamento y trabajo, será necesario que alguien te vigile— declaró con seriedad. —Si no deseas mi presencia cerca, otro youkai lo hará. Pero no puedes andar sola, dado que Sesshomaru aún podría intentar localizarte. — La joven se frotó las sienes y resopló molesta, pero entendía bien la preocupación del demonio rojo. Después de todo, en estos momentos, el señor del Oeste debía estar más fúrico que las veces anteriores cuando escapó de él. —Está bien, concuerdo contigo— habló con resignación. —Ya no tengo ganas de huir otra vez y, además, podrían despedirme de la compañía en esta ocasión. — —Si tú lo deseas, puedo ayudarte— propuso Akayoru. Ella negó con la cabeza. —No, dejemos las cosas así— masticó un bocado y luego volvió a preguntar. —¿Quién me vigilará? — Akayoru hizo un gesto hacia la ventana, donde se podía ver parte del jardín lateral de la casa. El youkai chofer estaba regando las plantas en ese momento, dándole a entender a Diana, que él sería el encargado. —Es mi asistente y chofer, su nombre es Mishumaru, y ha trabajado para mi desde hace un par de siglos. Él se encargará de llevarte y traerte a donde quieras— indicó, retomando su desayuno. La mujer suspiró una vez más. Esa era su realidad, los Inugamis eran todo un caos para la vida común y corriente de una simple humana.***
Continuará… Ya estoy trabajando en lo que sigue, espero no tardar, pero como es lemon, necesito tiempo. Ya nos acercamos al final de esto, así que, gracias por el apoyo.