ID de la obra: 1270

DIANA

Het
NC-17
Finalizada
0
Fandom:
Tamaño:
315 páginas, 129.537 palabras, 23 capítulos
Descripción:
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20. Reflexión

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Buenas noches: Ya sé, me tardo mucho, pero los voy a recompensar. El capítulo había quedado demasiado largo y aún no termino de corregir la parte del lemon, así que lo tuve que dividir. Pero en la siguiente semana lo publicaré. Muchas Gracias por sus comentarios, me alegran el día. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Los OC son de mi autoría personal, así como la historia, la cual solamente escribí por capricho y para satisfacer las perversiones de algunas(os), incluyéndome.

***

Capítulo 20: Reflexión Lunes, media tarde. Sesshomaru despertó con algo de pereza. Se encontraba en sus aposentos, donde las gruesas cortinas permanecían cerradas, y aunque el sol estaba en lo alto, era poca la luz que se colaba en la habitación. Se sentó en la orilla de la cama y giró despacio la cabeza en círculos, hasta que se escuchó un crujido. Había estado durmiendo en letargo profundo por más de 24 horas y ahora se sentía completamente recuperado. —Ya necesitábamos descansar— se desperezó la bestia dentro de él. —Todo éste maldito ajetreo ha sido suficiente, así que dime, ¿Qué has decidido? — El señor del Oeste resopló y rodó los ojos, aún no estaba de buen humor para encararse con su lado salvaje. A pesar de todo lo acontecido y la explicación de su madre, no se sentía con ganas de auto analizarse y reconocer que se había equivocado. O quizás no del todo. Si bien, él se topó con la humana en el pasado y ocurrió la reacción de reconocerla como hembra compatible, eso no quería decir que ella fuera la más adecuada. Y ahora que lo pensaba detenidamente, aquella mujer era peor que una gata bocarriba con las garras desenfundadas, y quizás en algún momento, podría llegar a fastidiarse de la rebeldía que mostraba de forma constante. Además, el hecho de querer mantenerla a su lado, respondía más al instinto de su especie InuYoukai que a otra cosa. Por lo tanto, debía reconocer que, si bien se encaprichó con ella, eso no quería decir que era la única hembra. Y debía tener muy presente que, al ser una humana, la mujer no tenía la capacidad de reconocerlo como compañero. Algo con lo cual también tendría que lidiar el Inugami beta. Gruñó irritado al recordar a Akayoru. El macho pelirrojo había osado burlarse de él. Pero, a pesar de todo, debía reconocer que no se divertía tanto en una pelea desde hacía mucho tiempo. Tal vez usó las reglas InuYoukai a su favor para librarse de una muerte segura, pero jamás olvidaría el castigo físico al cual lo sometió. De nuevo bufó molesto, ese maldito beta había tramado algo y el idiota de su hermano lo ayudó, obviamente con el asesoramiento de Irasue. Parecía que todos habían jugado en su contra. Pero la realidad era muy distinta. Giró la vista hacia el buró cercano y observó la pluma blanca. La tomó entre sus dedos y la olfateó profundamente. Su mente se despejó una vez más, recordando poco a poco las sensaciones que alguna vez Kagura le provocó en el pasado. Ella era la correcta, siempre lo fue desde el principio. Sin embargo, las circunstancias jugaron en contra de ambos en aquella época. —Contesta, ¿Qué haremos ahora? — volvió a preguntar la bestia blanca. —Iremos a China. — El señor del Oeste se puso de pie, encaminándose al cuarto de baño. … Rato después. Sesshomaru descendió por las escaleras con lentitud. Al llegar a la estancia, pudo ver a su madre reclinada en uno de los sofás, comiendo frutas despreocupadamente, mientras jugaba con su teléfono celular. —Mi querido Sesshomaru, por fin despiertas— habló ella sin voltear a mirarlo. El Lord dio un rápido vistazo a su alrededor y olfateó un par de veces. Su departamento estaba limpio, como siempre, pero ahora ya no había rastro del aroma de la humana. Las cosas que había comprado tampoco estaban. Se notaba el olor del barniz para madera, proveniente de su despacho, así como el desinfectante en el área de servicio ubicada más allá de la cocina. Le quedó en claro que su madre se había encargado de limpiar y ordenar su Penthouse, obviamente usando a sus sirvientes para ello. Además de que también se había instalado para quedarse unos días. Sesshomaru no podía quejarse ni decir nada al respecto, de lo contrario, Irasue volvería a sermonearlo. —¿Ya estás listo para ir a buscarla? — habló de nuevo la Inugami. —Sí— contestó secamente, dirigiéndose al elevador. Ella medio se enderezó en el sofá. —Querido… — lo llamó, obligándolo a detenerse. —Tu pequeño sirviente trajo una nueva laptop, la dejó en tu despacho, dijo que tu información había sido recuperada sin problema— el señor del Oeste la miró y asintió, reanudando sus pasos. —Hijo… — volvió a llamar. —¡Sí, madre! — gruñó molesto, deteniéndose. —No estoy para juegos, ya sé que mandaste a componer todo, y me queda en claro que los sirvientes limpiaron y se deshicieron de lo innecesario, ahora, déjame partir. — —Claro, pero antes de que te largues a China, quiero saber quién se encargará del negocio, recuerda que eres el director general— sonrió Irasue, disfrutaba de poner a prueba la paciencia de su vástago. —El idiota de InuYasha puede hacerlo— respondió sin voltear. —Bien, entonces buen viaje cariño, y no se te ocurra desviarte del camino, ya no quiero problemas con la casa Roja— advirtió la demonesa. Sesshomaru se giró para mirarla y entornó los ojos en un gesto de irritación. —No haré nada si el maldito beta se queda lejos de mis dominios, y lo mismo aplica para la mujer, pero, si alguno de ellos se atraviesa de nuevo en mi camino— enseñó los colmillos. —No respondo de mis acciones, tú bien sabes que mi rencor no se diluye en cuestión de días. — Irasue sonrió con ligera burla. —Hijo, no te preocupes, ten por seguro que todo eso pasará a segundo plano cuando encuentres a tu compañera. — Él exhaló con fastidio y rodó los ojos, para luego retomar sus pasos hacia el ascensor. —Como digas, madre. — La Inugami suspiró con tranquilidad mientras lo veía marcharse. Quizás todo este asunto no le concernía, pero su intervención fue lo más adecuado. Ahora sólo esperaba que la reencarnación de Kagura recordara a su hijo y que lograra establecerse la relación que en el pasado no fue posible. Dejó pasar algunos minutos hasta que la presencia de Sesshomaru desapareció por completo. Entonces, marcó un número en su celular y esperó a que contestaran. —Señora Irasue, buen día. — —Orejitas, Sesshomaru por fin ha despertado y tal vez visite el edificio corporativo— dijo tranquilamente, retomando su postre de frutas. —Entiendo, me imagino que vendrá a regañarme y luego se irá a China, como usted lo mencionó. — La demonesa había estado manteniendo el contacto con el mestizo, pues éste no dejaba de preocuparse por su medio hermano a pesar de todo. No se acercó al departamento del Lord para evitar su cólera, pero le pidió a Irasue que le avisara de cualquier cosa. Ella le comentó que ya no había de que preocuparse y le explicó todo el tema de la resurrección de Kagura. Sabía de antemano que InuYasha trató con ella en el pasado, y de alguna manera, eso significaba más apoyo para estabilizar a Sesshomaru. El medio demonio se sintió más tranquilo al escuchar eso y realmente se alegró. Su medio hermano había pasado demasiado tiempo solo y ya era justo que encontrase una compañera adecuada. —Pues tal vez lo haga, o tal vez no, parecía muy decidido a irse directo al aeropuerto, pero te aviso por si las dudas— contestó ella. —¿Y qué me dices del escarlata?, ¿Has sabido algo de él y la humana? — —No, señora Irasue— negó InuYasha. —No me ha llamado para nada, su hermano Kurenaichi dijo que estaba en reposo, recuperándose de la pelea. Y de la mujer, tampoco tengo información, me imagino que la llevó a otro lado para mantenerla escondida por el momento. — —Comprendo— degustó más uvas. —Entonces encárgate del negocio en lo que Sesshomaru está fuera, y cuando sepas algo del escarlata, me avisas— finalizó la llamada. La demonesa estaba interesada en dejar las cosas en orden, antes de retomar su paseo por el mundo. Por un lado, deseaba que su hijo pudiera encontrar a Kagura, para que así se estabilizara por completo y dejase su obsesión por la humana. De esta manera, volvería a enfocarse en su vida normal como Lord del Oeste y en los negocios de la casa Plateada. Por otro lado, también quería asegurarse de que la casa Roja se mantuviera a raya, en sus propios asuntos. En verdad no necesitaba un conflicto con ellos, después de todo, los Inugamis escarlata eran buenos rivales en más de un aspecto. Sólo deseaba que la relación entre ambas casas nobles siguiera en paz, como en los últimos siglos. Se reacomodó en el sofá y continuó distrayéndose con su teléfono celular.

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Martes, 12:00 pm. Departamento de Diana. La mujer entró a su hogar con lentitud, ya lo extrañaba después de tantos días ausente. En su buzón había varios recibos de cuentas y algunos panfletos publicitarios. Al vigilante del edificio tuvo que decirle la misma mentira acerca de un familiar enfermo, para que así no fuese tan extraña su ausencia. Dejó en el suelo las bolsas que llevaba y se encaminó a su sofá, para luego dejarse caer pesadamente, a la vez que meditaba sobre todos sus pendientes. Para empezar, la limpieza del lugar, después, ver lo de su despensa y finalmente, prepararse para regresar a la oficina. Suspiró con evidente flojera. No se sentía cansada físicamente, pero, mentalmente, continuaba estresada por todo lo acontecido. Además de que ahora tenía a un youkai, de quien sabe qué especie, siguiéndola como su guardaespaldas. El Inugami rojo había sido muy insistente con ese detalle. Mishumaru la acompañaría a todos lados y la llevaría en el automóvil gris de un lado a otro. No sabía dónde se instalaría para estar cerca de ella, pero era muy probable que eso también ya estuviera resuelto por parte de Akayoru. Hace apenas unos minutos, el chofer la había dejado en la entrada de su edificio, indicándole que no estaría lejos y que, si necesitaba algo, sólo debía llamar al número de celular que previamente el Inugami le proporcionó antes de irse de la casa de los suburbios. —Bueno— suspiró otra vez. —Pues no me queda de otra, deberé acostumbrarme, al menos ahorraré en transporte— se rio levemente. Decidió no perder más tiempo, así que se levantó del sofá, poniéndose manos a la obra, pues debía limpiar su departamento y poner en orden sus ideas.

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Zona céntrica de la ciudad, 1:00 pm. Akayoru entró a su departamento y se encontró con su hermano en la estancia. —Vaya, traes una cara tan miserable— dijo el mayor, sentado en el sofá, mientras revisaba unos documentos. —Cállate, como no eres tú el que está pasando por esto, no puedes entenderlo— gruñó sin mucho ánimo. —Está bien, no puedo comprenderlo del todo, pero me doy una idea. Me imagino que la mujer aceptó escucharte, pero te pidió tiempo y de seguro no quiso quedarse en tu casa, ¿O me equivoco? — El Inugami menor rodó los ojos y se sentó en otro sillón. Su hermano era bastante bueno leyendo a los demás, así que no le quedó más remedio que asentir a sus palabras. —Diana no me rechazó, pero tampoco dijo que me aceptaba. Tengo que esperar un mes para saber su respuesta— exhaló con resignación. Kurenaichi sonrió, dejando los documentos en la mesita de centro y tomando un sorbo de alguna bebida que tenía cerca. —Pues esas son buenas noticias, así que se paciente— dijo en un tono conciliador. —Aunque es probable que te pongas a vigilarla, ¿Cierto? — Akayoru negó despacio. —No me quiere cerca, pero como Sesshomaru aún podría estar rondando, asigné a Mishumaru para que la escoltara todo el tiempo, él me mantendrá informado. — —Es una buena idea— reconoció Kurenaichi. —Ahora sólo espero que el Lord no tenga la intención de querer desquitarse por lo que hicimos. — El otro Inugami se frotó la frente, aún estaba un poco cansado. —No me preocupa eso, mientras me mantenga lejos de sus dominios, él no puede tomar represalias. Sin embargo, aún podría estar encaprichado con Diana. — —Bueno, tu sangre debería darle un aviso, prácticamente la humana es ahora tu compañera al estar vinculada contigo— aclaró el hermano mayor. —Pero, por si las dudas, tenemos a InuYasha para que nos avise de cualquier cosa, ayer preguntó por ti, pero le dije que continuabas reposando. — —Le debo una a ese mestizo— sonrió Akayoru, mientras sacaba su teléfono móvil. —Creo que lo llamaré para que nos ponga al tanto de lo que ha sucedido con su hermano. — … Minutos después, ambos Inugamis tenían una mueca de asombro en el rostro luego de haber escuchado a InuYasha. El medio demonio les explicó lo mismo que Irasue le reveló a él sobre Sesshomaru y la demonesa del viento. Asimismo, era probable que en éste momento, el Lord estuviese buscando a su verdadera compañera en China. Akayoru respiró más tranquilo al enterarse de esto, pero eso no quería decir que bajaría la guardia. Así que, de igual forma, le platicó los pormenores al mestizo sobre su situación con Diana, y ambos acordaron mantener la comunicación para cualquier cosa. —Bien, eso fue toda una sorpresa— dijo el demonio menor. —Tienes razón, pero en verdad me sorprende que Sesshomaru, siendo un alfa, no encontrase una compañera más adecuada desde antes. Pero bueno, como sabemos, son muy raros los casos en nuestra especie— se alzó de hombros Kurenaichi. —Y, a decir verdad, todo éste asunto con la humana ha sido una suerte de azar bastante increíble. — —Como sea, no pienso confiarme, así que esperaré lo necesario, porque no tengo la intención de perder a Diana por nada del mundo— aseguró Akayoru con absoluta firmeza. Su hermano asintió y le sonrió, dejándole en claro que él lo apoyaba por completo. Después de todo, para un InuYoukai, encontrar a una hembra compatible, era una de las mejores cosas que les podía pasar en la vida.

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. . . Tres semanas después. Viernes por la tarde. Diana caminaba tranquilamente por el estacionamiento, cuando más adelante, distinguió a “su chofer”, esperándola reclinado en el cofre del vehículo. El youkai se había mantenido cerca, pero muy discreto y reservado, de manera que no la incomodase a ella. Incluso, en algunas ocasiones, era buen conversador de temas comunes. La mujer había regresado a su trabajo, teniendo que fingir un poco para mantener su mentira y que no fueran a sospechar algo más. A final de cuentas, nadie parecía haberse inquietado demasiado con su repentina ausencia, pues sabían que a veces regresaba a su lugar de origen para visitar a su familia. Quizás su jefe se preocupó un poco, pero como ella ya tenía historial de “desapariciones” repentinas, no le dio mayor importancia. Pero eso sí, le descontaron los días por no avisar de su ausencia. Para Diana, fue el mejor castigo que pudo recibir, hubiera sido peor que la cesaran definitivamente. … Un par de horas después. La mujer terminó de ducharse, se colocó una bata de baño y tomó asiento frente al espejo para comenzar a desenredar su cabello. Mientras lo hacía, no pudo evitar mirar la cicatriz de su hombro, que se asomaba levemente por un lado de la tela. En las últimas semanas, después de la plática con Akayoru, se dio cuenta de que no percibía en absoluto la sangre de Inugami dentro de ella. Quizá él había hecho algo para que no lo notara y así no se sintiese incómoda. Pero eso no tenía tanta relevancia como lo que veía ahora en el reflejo. La marca que llevaba en el hombro, antes violácea, había comenzado a modificar su color. Sabía que dicha cicatriz no desaparecería jamás, pero a lo largo de los días, se percató de que su pigmentación iba tornándose carmesí. Quizás era otra consecuencia de la sangre sobrenatural. Suspiró con resignación, ya no había motivo para sorprenderse de tan raras circunstancias. Y es que, en las últimas fechas, estuvo razonando las cosas con más calma. En un principio, cuando regresó a su departamento, le preocupaba que Sesshomaru la rastreara hasta ahí, o que nuevamente la asechara en su trabajo. Temía que apareciera de un momento a otro con intenciones vengativas. Pero, poco a poco, dejó de temer a eso. No sabía por qué, pero tenía la sensación de que el señor del Oeste no se encontraba en la ciudad. Aquello podría significar que quizás ya se había resignado y por fin la dejaría en paz. Después de todo, Mishumaru la tranquilizaba diciéndole que él se percataría de su proximidad y que no había nada que temer. El tiempo pasaba lento, pero eso le ayudó a serenarse y librarse del estrés. Al retomar su trabajo y vida social, pudo despejar su cabeza y olvidarse por un rato de los Inugamis. Y ahora que se cumplían tres semanas de no saber nada de Akayoru, ella lo había decidido así y él aceptó sin problema, podía finalmente pensar con más tranquilidad en su proposición. El demonio escarlata era agradable en muchos aspectos, pero, para iniciar una relación más seria con él, tendría que sopesar muchas cosas y cuestiones. Situación que con un humano no habría que hacer. De lo que no tenía duda alguna, era que Akayoru estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para ganarse su favor, y eso era algo que ella debía valorar. A lo mejor, si dejaba pasar un poco más de tiempo, podría llegar a una buena conclusión para dar una respuesta que beneficiase a ambos. Después de todo, no había dejado de pensar en él, y aunque no era constante, el Inugami de vez en cuando se asomaba en sus pensamientos. Incluso el perro rojo que representaba su lado feral, se manifestó un par de veces más en sus sueños. Lo único que hacía el canino, era “sonreírle” como un cachorro juguetón, mientras agitaba la cola alegremente. Ni siquiera intentó “hablarle” de nuevo, quizás esperando el momento oportuno para hacerlo, y no antes, para evitar que ella se sintiera presionada. Aquel par de ensoñaciones sólo habían consistido en Diana sentada en la banca del parque, con el perro carmesí echado a su lado, permitiéndole rascar su lomo. A final de cuentas, la mujer dedujo que el Inugami optó por mantenerse a distancia en todos los sentidos, dándole la libertad de pensar mejor la situación y tomar una decisión. Ser paciente y respetar el sentir de ella, le hacía ganar puntos. Diana sonrió levemente, quizás le daría una oportunidad. No perdía nada con intentarlo, después de todo, su relación de sólo sexo ocasional había facilitado el ir conociéndolo poco a poco, tanto en carácter, como en personalidad. Tal vez eso no era suficiente para iniciar una convivencia más seria, pero sin lugar a dudas, facilitaba la confianza para avanzar de la “amistad cariñosa”, hacia algo más. —Bueno, creo que ya me voy a dormir— bostezó. —Mañana sábado debo ir a comprar lo que me hace falta. — Terminó de secarse y luego se vistió con algo ligero para dormir. Se recostó en la cama y se quedó mirando al techo, a un punto en la nada. Los minutos pasaron, pero el sueño no llegaba. —Rayos, creo que no podré dormir pronto— murmuró, rascándose la cabeza. Cambió de posición, y en ese momento, sintió las cosquillas que el pliegue de la sábana le provocó en el muslo. De nuevo se movió pausadamente, repitiendo el movimiento, buscando otra vez aquella sensación. Una sonrisa traviesa se dibujó en su cara, ya sabía lo que haría para conciliar el sueño. Hasta ese momento, reflexionó que, en esas tres semanas, no había practicado el placer solitario con su cuerpo para nada. Quizás el ritmo cotidiano del trabajo y el querer olvidarse de su aventura, la hicieron no prestar atención a ello. Pero, justo ahora, la necesidad comenzó a despertar. Su mano tomó el doblez de la tela y lo atravesó por en medio de sus piernas, frotando su feminidad. Un jadeo suave escapó de su boca. De nuevo repitió la fricción, complaciéndose del efecto que le provocaba. Entonces decidió que era momento de mimarse con su propio tacto. Soltó la sábana y empezó a recorrerse los costados con las yemas, lenta y suavemente. Un minuto después, ya se acariciaba los pezones erguidos, al mismo tiempo que otros gemidos escapaban de su boca. El deseo de su cuerpo ardió velozmente, solicitando el aumento del placer. Una de sus palmas se deslizó sobre su abdomen hasta descender un poco más, llegando a su vientre. La humedad se notó insinuante en su ropa interior. —Mmm, ya extrañaba esto— jadeó con suavidad, permitiendo que sus pensamientos se diluyeran en el regodeo carnal. De repente, una sensación extraña acarició su nuca, provocándole un delicioso escalofrío, aumentando las sensaciones que la recorrían. Su palma frotó con morbosa lentitud, removiendo la tela para acariciar con más ahínco su intimidad. Otro jadeo húmedo se liberó, al mismo tiempo que su cuerpo se arqueaba ante la sensación de los dedos perdiéndose en su interior. La lujuria la envolvió y el mundo desapareció a su alrededor. No obstante, un vago pensamiento sobre Akayoru se quedó rondando en su cabeza. Dejó de prestarle atención cuando el creciente goce la arrastró, haciéndole olvidar que estaba vinculada con el InuYoukai, y que eso… traería consecuencias.

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Zona céntrica de la ciudad. Ambos demonios estaban en la cocina. Apenas se disponían a cenar cuando de repente, Akayoru dejó caer el vaso con agua que sostenía en la mano, provocando que éste se rompiera en varios pedazos. Kurenaichi volteó a mirarlo y levantó una ceja cuando notó la rara expresión en el rostro de su hermano. —¿Qué rayos te pasa? — preguntó. El Inugami menor tenía la mirada clavada en la nada, mientras abría y cerraba los puños con fuerza. Comenzó a sentir un leve temblor en su interior, percibiendo una repentina ansiedad creciendo. —Oye, Akayoru— chasqueó los dedos el mayor. —Reacciona, ¿Acaso sucede algo? — El aludido volteó a mirarlo con una mueca de estupefacción. Empezó a respirar más rápido y se llevó las manos a la cabeza. Súbitamente, una sacudida le recorrió el cuerpo y su bestia interna se removió dentro de él, despertando sobresaltada. —¡Está llamándonos! — rugió con fuerza. Akayoru sintió un dolor en el pecho y notó que el control se le iba de las manos por breves instantes. Su lado salvaje se había perturbado demasiado debido al estremecimiento, y sus palabras lo dejaron atónito. —Tranquilízate— pidió el mayor, ayudándolo a que tomara asiento en uno de los bancos frente a la barra, luego de notar la inquietud de su lado salvaje. —¿Qué sucede?, ¿Por qué se alteró tu bestia? — —¡Es… Diana! — gruñó. Se reclinó sobre la barra, arañando con sus zarpas la superficie, como si estuviera sintiendo una descarga eléctrica bajando por su espalda. Se trataba del vínculo de sangre que lo unía con la humana. No obstante, como era la primera vez que percibía el efecto, éste era demasiado intenso, dejándolo abrumado por completo. Ella lo estaba llamando con demasiada fuerza. —¿De qué hablas?, ¿Qué sucede con la mujer? — Kurenaichi le ofreció otro vaso de agua. La bestia roja empezó a caminar inquieta de un lado a otro, tratando de dominar su voluntad. Estaba ansiosa por salir, por atender el llamado de la hembra, comenzando a sentir demasiada hambre. —¡No sabía que… se sentía de esta… manera! — respiró agitado de nuevo. —¡El efecto es muy fuerte! — volvió a gruñir. —Oye, intenta calmarte, se supone que hiciste que tu sangre permaneciera en reposo para no molestarla. — Akayoru bebió torpemente el agua, pero la sensación que lo recorría era demasiado enérgica. El vínculo sobrenatural estaba haciéndole sentir la necesidad de Diana, pero de manera incrementada. —¡Lo hice, pero tengo entendido que… el enlace funciona en… ambas direcciones! — exhaló entrecortado por el efecto calcinante que lo recorría. —¡Es probable que ella esté… maldición! — Kurenaichi se rio levemente, tomando asiento frente a él. —Vaya, no sabía que fuera tan abrumador, probablemente quiere que vayas— le dijo, alzando las cejas en un gesto ladino. —Recuerda que las humanas no son como las demonesas, ellas no necesitan de etapas de celo para aceptar al macho. — Su hermano negó rápidamente, arañando de nuevo la barra, empeorando los surcos que ya habían dañado el recubrimiento. Sus ojos grises comenzaron a rodearse de oscuridad y su tono de voz se volvió gutural. La bestia en su interior se manifestaba con mayor fuerza. —¡Diana pidió que le diera un mes de plazo! — se frotó las sienes con insistencia. —¡No puedo ir y presentarme así nada más, podría molestarse! — De nuevo la risa del líder de la casa Roja se escuchó. —Hermanito, no sé qué es lo que estás sintiendo, pero si es tan fuerte, eso quiere decir que ella es la correcta, recuerda lo que dijo nuestro padre una vez: “Una compañera es capaz de llamarte con el más mínimo pensamiento, expresión o sensación. Si alguna vez perciben la invocación, tienen que responder inevitablemente”— explicó en un tono de seriedad. —Y por lo que veo, no te conviene resistirte, podría ser muy doloroso. — Akayoru le enseñó los colmillos, realmente estaba perdiendo el control, y eso que sólo se trataba de la primera vez que sentía el llamado de Diana. No sabía qué hacer, pero la bestia en su interior tomó la decisión por él. —¡Vamos en busca de nuestra compañera! — jadeó ansiosa, relamiéndose el hocico. Kurenaichi vio a su hermano levantarse de forma precipitada, para luego dirigirse a la salida del departamento. Mientras se alejaba, su camuflaje humano se desplegó, y sin decir nada más, desapareció tras las puertas del ascensor.

***

Continuará… Perdón por dejarlos aquí, les pido un poco de paciencia, el clima caluroso de mi país es muy molesto y eso provoca que la inspiración se me vaya de vacaciones.
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