***
Capítulo 2: Hembra Humana Los últimos tres días habían transcurrido en un estrés constante para el señor de Occidente. Trató de sobrellevar la ansiedad permaneciendo en su morada la mayor parte del tiempo o bien, cazando en los alrededores. Pero esto no fue suficiente, el estro Inugami había llegado con demasiado ímpetu. La bestia en su interior ahora estaba más que despierta, esperando cualquier descuido de su parte para tomar el control. Su fuerza se había incrementado, dejando al gran demonio con muy poco dominio. —¡Te he dicho que ella se alejó demasiado! — dijo con molestia el Lord. —Entonces vamos a buscarla, no niegues el apetito— sonrió. —¡No, y es mi última palabra! — respondió tajante. Sesshomaru sí deseaba a la humana, y el hecho de no aceptarlo abiertamente, sólo provocaba que perdiera más el autocontrol. El demonio canino lo sabía perfectamente, así que su mueca se volvió siniestra cuando decidió dar el paso final. —¿Es tu última palabra?, bien, entonces será tu “última palabra”— declaró amenazante. El señor de Occidente sintió de nuevo el mareo, obligándolo a reclinarse en el respaldo de su diván. No era la primera vez que aquella sensación lo embargaba. Sabía que la criatura había estado dominándolo por algunos periodos de tiempo. Ese vértigo significaba la disminución de su conciencia y la libertad de su lado primitivo. Anteriormente esto no había sucedido. Para el señor del Oeste era casi indiferente la época de celo y no había tenido que lidiar con su interior. Pero esta vez era distinta la situación, ya que su instinto se estaba comportando de otra manera. Ni siquiera le importó el encontrar a un par de demonesas Inugami, que habían sido atraídas por su presencia. Él simplemente las ignoró y después las expulsó de su territorio. Sus sentidos parecían inmutables ante cualquier otra criatura femenina. Su apetito estaba enfocado en la extraña humana, así que iría por ella y la traería a la fuerza si era necesario. De una u otra forma, esa mujer volvería a complacerlo hasta saciar por completo la necesidad provocada por el estro… aun si ella no estaba de acuerdo.:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:
Dos criaturas se dejaron llevar por el instinto y la imperiosa necesidad de sus cuerpos. Los gemidos entrecortados, los humores sexuales y el placer carnal inundaron el aire. El demonio había respondido al llamado de la hembra humana, atravesando el portal prohibido para las criaturas sobrenaturales, aprovechando la ventaja del vínculo creado por su sangre. Ambos lo disfrutaron hasta el delirio y después de que la culminación final los arrastró al éxtasis, quedaron rendidos al sueño de la noche.:*=*=*=*=*=*=*:
Diana entreabrió los ojos y bostezó con flojera. Aún tenía memorias del último encuentro con el señor del Oeste, manifestándose como un sueño húmedo, no era seguido, pero ahí estaban. Lo recordaba con claridad porque se trató de un escenario a temer: Sesshomaru había estado en su habitación, en la realidad actual. Independientemente del disfrute carnal que le brindó esa única noche en su departamento, todo indicaba que él podía cruzar el portal de la cueva y, por lo tanto, representar una gran amenaza. No obstante, a la mañana siguiente, la mujer se dio cuenta de que no había rastro alguno del demonio, simplemente como llegó, desapareció. Se le hizo desconcertante, pero al paso de los días y las semanas, sus temores se fueron disipando y el extraño suceso quedó relegado en su memoria. Pasó un año desde aquella sobrenatural visita. Diana volvió a sus actividades cotidianas como si nada hubiera ocurrido. Realmente no se podía hacer algo al respecto. La situación era complicada de asimilar, por el extraño hecho de que había cruzado un portal tiempo/espacio. Era difícil de confesar, ya que fue convertida en la concubina de un demonio, ¿Quién creería en sus palabras? Y finalmente, era imposible de olvidar porque, ¿Quién olvidaría algo así? Sin embargo, el paso del tiempo no significa que se esté a salvo. … Cierto viernes por la noche, la joven llegó a su departamento muy cansada. Era fin de mes y había tenido que entregar un reporte completo sobre el nuevo proyecto de la empresa. La junta fue larga y agotadora, así que cuando el reloj marcó la hora de salida, huyó de la oficina. Solamente quería llegar a cenar, ver alguna película y descansar. Horas más tarde, dormía profundamente. Parecía estar soñando y en medio del sopor onírico, alguien le habló.:*=*=*=*=*=*=*:
—Mujer… — —¿Quién es? — preguntó Diana, buscando a su alrededor. Una densa bruma la rodeaba, impidiéndole ver más allá de unos cuantos metros. De pronto, tuvo la sensación de estar siendo observada. —Ven a nosotros… — se oyó de nuevo. La mujer volvió a echar un vistazo a su entorno, intentando ubicar a quién le hablaba. Momentos después, vio una figura que caminaba en su dirección, un perro blanco de tamaño considerable y aspecto etéreo. Con paso lento se acercó hasta quedar frente a ella. Sus ojos eran rojos con el iris azul y su mirada se clavaba con intensidad. Volvió a escuchar la voz, no como palabras pronunciadas, sino como un susurro en la mente. —Tú sabes quienes somos… — —¡Un perro me está hablando! — dijo sorprendida. —Estamos esperando tu visita… — —¿Esperando mi visita? — trató de comprender, cuando de pronto, algo llamó su atención. Observó detenidamente al canino, la luna menguante en su frente y las marcas laterales cerca de su hocico le hicieron recordar de inmediato a cierto demonio. —¡Tú eres… él! — dijo sobresaltada. —Nosotros te necesitamos… te necesitamos demasiado… — volvió a susurrar. —¿A qué… te refieres? — cuestionó, pasando saliva nerviosamente. El perro blanco se acercó aún más, obligándola a retroceder unos pasos. Inesperadamente, saltó hacia ella, derribándola al suelo. Diana estaba asustada y se quedó inmóvil, temiendo que pudiera atacarla. La criatura gruñó levemente, acercando el hocico a su cuello, olfateando con insistencia. De pronto, su lengua comenzó a lamerle la piel.:*=*=*=*=*=*=*:
La mujer despertó de golpe, con la respiración alterada y un sudor frío recorriendo su frente. Inmediatamente se llevó las manos al cuello para revisarse, la sensación de esa lamida fue demasiado vívida. —¡¿Qué diablos fue eso?! — Se levantó de la cama para ir directo al baño, necesitaba refrescarse el rostro. Era la primera vez que soñaba con ese extraño animal blanco, pero sin lugar a dudas, estaba relacionado con el señor del Oeste. Sus palabras tenían un trasfondo más que claro, pero Diana no quiso darle importancia. A final de cuentas, era sólo un sueño… ¿O no? … La siguiente noche, ella intentó dormir sin pensar en nada. Conforme pasaron las horas, su sueño se hizo más profundo y unas palabras empezaron a resonar en su subconsciente. “Nosotros te necesitamos… te necesitamos demasiado…” Sin darse cuenta, se estiró lentamente sobre las sábanas y sus manos se posaron en su estómago. Un gemido apagado escapó de su boca y un ligero espasmo estremeció su cuerpo. Su respiración se incrementó cuando las palmas ascendieron, cubriendo sus senos en un sensual y acompasado masaje. Sus piernas se flexionaron, rozando una contra la otra, provocando deliciosas cosquillas. Un nuevo jadeo se escuchó con más fuerza, cuando una mano descendió por el vientre hacia su entrepierna. Su espalda se arqueó y en ese momento abrió los ojos. Su mirada no enfocaba nada, ya que una bruma imperceptible le nublaba los sentidos. Lo único que podía percibir, era una sensación agitada y aquellas insistentes palabras. El tacto sobre su entrepierna era suave y pausado, pero sin llegar a algo más, a pesar de que su cuerpo se lo estaba pidiendo. Con un poco de esfuerzo, logró controlar su respiración y sentarse en la cama. —¿Qué es esto?, ¿Por qué estoy tan ansiosa? — se preguntó, intentando sacudirse la sensación. —Se parece a cuando él me llamó… — Se estiró para desperezarse y después se levantó, dirigiéndose a la ventana. Las tonalidades claras del cielo indicaban que pronto amanecería. Permaneció mirando al horizonte, repasando las extrañas sensaciones. —No, no se parece, el sobresalto es diferente, debe ser otra cosa— recapacitó, mientras acariciaba la cicatriz de su hombro derecho, la cual se mantenía invariable. —¿Le estará sucediendo algo al señor del Oeste? — … La tercera noche sucedió lo mismo, la agitación continuaba presente. No era tan intensa, pero siempre terminaba despertándola. El perro blanco no volvió a manifestarse, ni siquiera había soñado algo recientemente, sólo era aquella extraña inquietud. No quería darle importancia, es decir, ya no había necesidad de preocuparse por que el señor del Oeste volviera a aparecer en su habitación, atraído por su llamado. Dejó de pensar en ello cuando se mudó de departamento, alejándose a las orillas de la ciudad, donde todo era más tranquilo. Debía invertir un poco más de tiempo en su recorrido a la oficina, pero definitivamente se sintió más aliviada, lejos de la extraña gruta. De haberse quedado en el mismo lugar, el escenario hubiera resultado inquietante. El demonio podría haber aprovechado el vínculo de su sangre para pasar a esta realidad cuando quisiera. La curandera Aki tuvo razón, al distanciarse del parque donde se situaba la cueva de la Luna, la posibilidad de “llamarse” mutuamente se volvió casi imposible. No obstante, el sueño con la bestia blanca y la ligera sensación de ansiedad con la que despertaba, le hacían pensar en que algo más estaba sucediendo con el demonio plateado, y eso le provocaba un mal presentimiento.:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:
Territorio del Oeste. La cueva de la Luna se levantaba imponente como siembre, iluminada por la luz del atardecer. La entrada permanecía disimulada por la maleza que había crecido después de la época de lluvias. Su halo misterioso seguía presente, manteniendo a distancia a cualquier criatura. Una figura de colores plateados descendió a escasos metros de la entrada y con paso lento caminó hacia el interior. La extraña atmósfera del lugar rodeó al visitante, pero eso no le impidió llegar al fondo del túnel. El enigmático portal estaba abierto, él lo sabía perfectamente, dado que conocía su intermitente ciclo. Después del cambio de luz y la sutil brisa, pudo pasar, pero no sin consecuencias. Una sensación de debilidad comenzó a expandirse por su cuerpo.:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:
Diana leía un libro en la tranquilidad de su sala. Inesperadamente, un fuerte escalofrío le recorrió la espalda. Ella se sorprendió, ya que no había corrientes de aire, así que dejó de leer y se acercó al ventanal del balcón. Grande fue su sorpresa al notar una sombra dibujada sobre la cortina, había algo al otro lado del cristal. Palideció notoriamente cuando razonó que nada “normal” podría haber subido hasta ahí, pues vivía en el tercer piso. La mujer se acercó un poco más, tratando de identificar lo que era. Su temor aumentó cuando la silueta colocó una mano contra el vidrio. No era una ilusión óptica provocada por la ya escasa luz solar, y lo comprobó cuando la figura se inclinó hacia adelante, en lo que parecía ser un gesto de cansancio. Ella recorrió la cortina con un sólo movimiento. Se quedó sin palabras al ver que, quien estaba en su balcón, era el señor del Oeste. Tenía el rostro semi agachado, cubierto por mechones de cabello plateado. El impacto fue tal, que Diana sólo pudo retroceder dos pasos antes de caer al suelo. —¡No puede ser! — fue lo que susurró su mente, ya que no pudo pronunciarlo. La joven creyó que el vidrio se rompería de un momento a otro. Pero para su sorpresa, el demonio empezó a jalar la puerta corrediza del ventanal, abriéndolo con facilidad. Entró en la habitación y caminó hacia ella, su rostro semi oculto sólo dejaba ver un ligero brillo rojizo entre los mechones de pelo. Esto aumentó su miedo, quedándose petrificada cuando el Lord se detuvo a su lado, agachándose frente a ella. Finalmente pudo verlo, sus ojos tenían una expresión siniestra, las pupilas oscuras y los iris azules permanecían rodeados por el escarlata. Su mirada se clavó con ferocidad, sus finos rasgos parecían más salvajes y la mueca de sus labios se asemejaba a la de un depredador hambriento. Diana no pudo soportarlo más y perdió el conocimiento. Entre sueños tuvo una sensación de váguido y después la caída al vacío. Sutilmente notó un intercambio de luz y oscuridad, mientras sus sentidos le indicaban que el ambiente había refrescado. Después una sensación de calor la abrazó y el letargo la arrastró por completo. … La mujer despertó finalmente. La habitación estaba iluminada por suficientes farolillos así que, cuando abrió los ojos, tuvo que acostumbrarse a la luz. Se sentó con algo de lentitud, llevándose una mano a la frente. Tenía una extraña sensación de mareo y un entumecimiento general en todo el cuerpo. Entonces notó que algo blando y esponjoso la envolvía desde el cuello, rodeando su torso y caderas, hasta llegar a las piernas. Al fijar su atención y tocarlo, se dio cuenta del color blanco y su gran suavidad. Demoró un par de segundos en identificar que se trataba de una estola, e inmediatamente se inquietó al reconocerla como parte del atuendo de Sesshomaru. Nerviosa, quiso apartarla y buscó la manera de desenvolverla. Pero no encontró la parte final de la esponjada tira. Quiso jalarla con fuerza, pero a pesar de sus intentos, la pieza no se movió ni aflojó su agarre. No la lastimaba ni le impedía respirar, simplemente, no se apartaba de ella. —¿Pero qué rayos es esto?, ¿Por qué no la puedo quitar? — se preguntó desconcertada. —No lo intentes, o el amo Sesshomaru se dará cuenta de que has despertado— pronunció una voz en la parte más alejada de la habitación. La mujer se sobresaltó, e inmediatamente volteó en todas direcciones. Hasta ese momento, no se había dado cuenta de que se encontraba en los aposentos del señor del Oeste, sentada sobre su lecho. En una esquina permanecía vigilante el pequeño demonio de ojos amarillos. —Esto… debe ser una broma— dijo con gran nerviosismo. —Pensé que tardarías más en despertar— habló el sirviente, quien la miraba de reojo mientras tomaba algo de una mesita cercana. Se acercó a ella, sosteniendo un tazón con una sustancia de color verde pálido. —Jaken, ¿Verdad? — interrogó vacilante. —¿Cómo llegué aquí? — —Antes de que comiences a hablar y hablar, bebe esto— indicó, ofreciéndole el brebaje. —Me imagino que aún sientes vértigo. — —¿Cómo lo sabes? — volvió a preguntar, incluso más extrañada. Era cierto, tenía una sensación de haber estado dando vueltas hasta sentir la necesidad de vomitar. —Se debe a la forma en la que te trajo mi amo Sesshomaru— explicó Jaken, restándole importancia. —Esto se ve asqueroso, no voy a tomarlo— se quejó Diana. —¡Será mejor que lo bebas!, ¡No quiero que mi señor se moleste conmigo por tu culpa! — regañó. —¡Carajo!, ¡¿Por qué está sucediendo esto?, ¿Cómo pudo pasar por el portal de nuevo si yo me alejé?! — alzó la voz enojada. —¡No lo sé y no me importa!, ¡Ahora bébelo, o no se te quitará el mareo! — exigió Jaken. Diana rodó los ojos en una mueca disgustada y no le quedó más opción que aceptar el tazón e ingerir su contenido. No sabía mal, era ligeramente dulce, pero el aspecto verde y viscoso no ayudaba. Terminó todo el líquido, que afortunadamente no era mucho, y entregó el contenedor. —¿Por qué me siento así?, ¿Cómo me trajo aquí? — insistió, mientras se ponía de pie. —Sólo recuerdo que llegó a mi departamento y… sus ojos eran rojos, después… no sé qué sucedió. — Jaken guardó silencio al escucharla y su gesto se tornó más grave, reflejando algo de preocupación. En anteriores ocasiones no desperdiciaba la oportunidad para molestarla. Pero esta vez no estaba interesado en hacerlo, dada la situación. Fue inesperado. Él jamás imaginó que su amo buscaría nuevamente a la humana, y menos estando en la época estral. Supuso que los anteriores encuentros sólo habían sido un capricho, provocado involuntariamente por el aroma de la mujer. Así que, lo más “lógico”, era que en éste nuevo periodo de celo, se mantuviera indiferente como en otros años, debido a su frío carácter. O tal vez, que buscase a una hembra Inugami que anduviera por su territorio. Pero, cuando lo vio llegar con Diana, su preocupación aumentó. En ese instante comprendió que las acciones de su señor, no estaban siendo administradas por su lado racional. Aquel comportamiento no era normal, el gran demonio se estaba dejando llevar por su lado más primitivo, el cual se había obsesionado con la hembra humana. No eran buenas noticias para la joven. —Mi señor te trasladó con una habilidad especial que tienen algunas criaturas sobrenaturales. Por eso sientes vértigo, tu energía vital se vio afectada. Un humano no debe ser trasladado por un demonio, podría hacerle daño— explicó el sirviente. —Aunque lo intento, no comprendo bien de qué hablas, suena demasiado inverosímil— dijo sorprendida. —¿Por qué estoy aquí? — —Creo que ya lo sabes— habló indiferente. —Pero… te recomiendo que seas precavida cuando lo averigües, y también debes saber que… — De pronto, el pequeño demonio se quedó en silencio, mirando fijamente hacia una ventana que permanecía cerrada y cubierta por una cortina. Ella lo observó ponerse nervioso y después salir corriendo de la habitación sin decir nada más. En ese instante, Diana sintió el cosquilleo de la cicatriz en su hombro y un nuevo escalofrío estremeció su cuerpo. —Está aquí… —***
Continuará…