ID de la obra: 1271

OBSESIÓN

Het
NC-17
Finalizada
1
Fandom:
Tamaño:
90 páginas, 38.597 palabras, 10 capítulos
Descripción:
Notas:
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4. Conducta Posesiva

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Buenas noches: Lamento la tardanza, pero aquí les dejo el cuarto capítulo con más Lemon. Gracias por su tiempo de lectura y sus comentarios, me hacen feliz. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo sólo escribí la historia por gusto y diversión.

***

Capítulo 4: Conducta Posesiva Jaken observó atentamente a su señor cuando abandonó los aposentos principales. Tardó un par de minutos antes de seguirlo hacia la estancia, pensando en qué preguntaría acerca de la presente situación. Pero no estaba seguro de poder dirigirse a él si todavía estaba dominado por su lado primitivo. Antes de atravesar el umbral de entrada, se detuvo y tomó un poco de aire. —¿A-Amo bonito? — preguntó con cautela. Sesshomaru volteó lentamente para mirarlo. Permanecía en silencio, sentado en su diván, en una postura de completa relajación, pero no por ello, menos atemorizante. Degustaba algún tipo de bebida oscura desde un pequeño recipiente y con pasivo gesto, le indicó que tenía toda su atención. —Perdone mi impertinencia, pero… ¿Por qué está aquí la humana? — se atrevió a cuestionar. Ciertamente, Jaken era el único sirviente que podía hacerlo, no en vano sus décadas de servicio le permitían semejantes confianzas. Pero eso no lo exentaba de algún castigo si el demonio llegaba a impacientarse. Obviamente estaba al tanto del porqué la mujer había sido traída. Pero la duda lo mantenía intranquilo, ya que deseaba escuchar la justificación de su amo para semejante decisión, incompatible con su estatus jerárquico y ciertamente, inadecuada para la época de celo. —El estro… — fue lo único que pronunció con gutural entonación. El pequeño demonio tragó saliva nerviosamente, era la bestia blanca quien le respondía y su contestación fue muy clara. —Pero señor… no debería… es decir… — las palabras se silenciaron cuando escuchó un sutil gruñido por parte del Lord. —Yo no obedezco normas, cuando quiero algo, simplemente lo tomo— declaró fríamente. Un demonio tan poderoso como él, podía tener carta blanca en todo lo que quisiera, incluyendo sus más mundanos apetitos. Después de todo, era el gobernante de aquellas tierras y nadie se atrevería a juzgar su proceder, ni a decir palabra alguna respecto a sus actos… a menos que no valorara su vida. No tenía por qué justificarse y menos ante un insignificante ser como Jaken. Pero, a pesar del atrevimiento del pequeño sapo, no tenía intenciones de castigarlo. Prefería estar en reposo, disfrutando de la placentera sensación de haberse saciado y de mantener la agradable esencia de la sangre humana en sus labios. —Señor, perdóneme… — se disculpó, haciendo una reverencia. —Pero hay algo más… la curandera Aki no se encuentra en estos momentos para atender a… — —No me importa— interrumpió. Sus palabras no tuvieron rastro alguno de empatía. Esa gélida respuesta era de esperarse por parte de la bestia blanca. Sin lugar a dudas, era quien más dominaba en ese preciso momento, por lo que sus declaraciones no podían ser tan razonadas como las de Sesshomaru. —Pero la mujer… — Jaken contuvo la respiración al escuchar otro leve gruñido. —¡Largo! — ordenó, a la vez que mostraba los colmillos. El pequeño sirviente se estremeció antes de salir corriendo del gran salón. La lucidez de su señor no era clara, y su lado primitivo no parecía interesado en las posibles consecuencias que el estro Inugami podría tener sobre la humana. Suspiró con pesadez, después de todo y sin proponérselo, parecía estar preocupado por ella.

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Apenas estaba amaneciendo cuando Diana comenzó a despertar. Yacía tendida sobre las sábanas, recostada de lado. Tan pronto abrió los ojos, el martirio físico se hizo presente. —Maldición, que dolor— se quejó con pesadez. Sentía todo el cuerpo adolorido y el cansancio general la invadía, a pesar de haber despertado después de varias horas de sueño. Aunado a esto, el ardor de los rasguños y las dos mordidas que tenía en cuello y hombro, incrementaban las molestias. A pesar de estar parcialmente cicatrizadas, seguían generando escozor. También estaba el malestar provocado por el hambre y la sed, ya que no se había alimentado desde la tarde de ayer. Así que, haciendo un poco de esfuerzo, intentó ponerse de pie. —¿Qué diablos hago ahora? — se preguntó, mientras caminaba con lentitud a la otra habitación. —Seguramente ahora sí tiene planeado mantenerme como su esclava sexual— razonó nerviosa. … Después de algunos minutos, logró asearse en las aguas termales y su cuerpo pudo relajarse un poco. Pero estaba segura de que necesitaría algo más, recordando la ayuda de la vieja curandera Aki. Permaneció algunos instantes sumergida en el agua, meditando qué es lo que haría. De pronto, oyó que abrían la puerta de la habitación principal. Tuvo miedo por un momento, sin embargo, no percibió el escalofrío que le anunciaba la proximidad del demonio. Escuchó pasos cortos e inmediatamente supo quién era. La puerta del cuarto termal se abrió y el sirviente la miró desde ahí. —¿Puedo pasar? — Normalmente Diana no esperaría ese tipo de educación por parte de él, pero tampoco se le hizo muy extraño. —Adelante— contestó. —¿Te encuentras bien, humana? — preguntó Jaken. —Qué te puedo decir, creo que ya sabes que tu amo me ha violado una vez más, así que, ¿Cómo crees que me siento? — dijo con molestia. —Pues… — hizo una pausa y suspiró antes de continuar. —Bien, no sé qué decir, mi amo Sesshomaru no está en sus cabales y… — —¿Puedes llamar a la señora Aki? — interrumpió Diana. El pequeño demonio verde negó con la cabeza. Sabía que la joven pediría eso, dado que los remedios de la curandera Kitsune eran muy efectivos para aliviar el dolor y el cansancio. —Ella no está aquí, fue a visitar a su familia en las tierras del Sur y no volverá hasta la siguiente luna— explicó. —No puede ser— la mujer palideció y un mal presentimiento volvió a invadirla. —No lo resistiré… — El sirviente comprendió el temor de la mujer. El estro Inugami duraba una semana aproximadamente, por lo que, sería un infierno para ella soportar la unión carnal con el Lord estando en celo. Antes de retirarse, dejó unas telas dobladas en la orilla y le dio indicaciones. —Debes alimentarte, así que ve al comedor y… procura no hacer una tontería, mi amo podría castigarte como menos te lo imaginas—advirtió. Diana se quedó en silencio con una expresión de desolación, tratando de no imaginar el significado de esas palabras. Pasaron un par de minutos, en los que parecía estar sopesando las posibilidades de su situación. Momentos después, se quitaba la humedad de la piel y se colocaba encima la túnica blanca que le dejara el sirviente. Caminó a la otra habitación y se asomó por la ventana, los rayos del sol ya iluminaban todo el lugar. —Tengo que huir de aquí, no puedo esperar ningún gesto amable por parte de él… y menos en ese estado— concluyó, observando el pórtico de salida. … Abandonó los aposentos con paso cauteloso. Estaba tan concentrada en la idea de escapar, que por un instante olvidó la sed y el hambre que sentía. De pronto, un dolor en el estómago, así como el sonido que se produjo, la hicieron caminar rumbo al comedor. Debía alimentarse antes de hacer cualquier otra cosa. Al llegar y tomar asiento, de inmediato le fueron servidas las viandas necesarias. Empezó a comer con rapidez, dado que su cuerpo se lo exigía. Agradeció profundamente que la comida, preparada por aquellas criaturas sobrenaturales, jamás le hubiera hecho daño antes, a pesar de la diferencia cronológica de épocas. … Más tarde. Diana caminaba junto al jardín interno, mirando y escuchando en todas direcciones. No había señales del demonio, pero eso no quería decir que no estuviera en la mansión. Podía percibirlo no muy lejos, parecía estar relajado y tal vez durmiendo. Lo que representaba una ventaja para su temerario plan. Avanzó un poco más, hasta el pasillo que salía al patio principal. En esos momentos no había sirvientes a la vista, así que cruzó el área disimuladamente, rumbo a la gran entrada. —Tendré que arriesgarme a salir— razonó con algo de preocupación. —Sólo espero recordar el camino hacia la cueva… — Inesperadamente, vio algo que la dejó sorprendida: El pórtico estaba sin vigilancia. Por lo regular, los enormes guardianes custodiaban el acceso todo el tiempo. Esto se le hizo extraño a Diana y pensó que era demasiada buena suerte, o alguna extraña coincidencia con un cambio de turno. Sin embargo, no había tiempo para divagaciones tontas, así que no le dio importancia y sigilosamente se escabulló hacia el bosque. Sabía que podría ser peligroso, pero tal vez lo era más el quedarse ahí.

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Bosque del Oeste. No muy lejos, al otro lado de una colina, un par de forasteros caminaban con bastante precaución. Sabían que estaban pisando las tierras de Occidente sin permiso, exponiéndose a recibir un castigo o algo peor. —Ya basta, deja de ser tan estúpido— reclamó el mayor de ellos. —Vamos, sólo un poco más, subamos esa colina y después nos alejamos— contestó el otro. —No, es suficiente, si quieres arriesgar la vida, es tu problema, yo me quedo aquí— indicó, deteniéndose y tomando asiento en la raíz de un árbol. —Recuerda lo que dijo nuestro padre, éste territorio es gobernado por un alfa, y nosotros no tenemos la jerarquía para desafiarlo ni para cruzar sus dominios. — —Sí, ya lo sé, sólo quiero comprobar si no ha pasado alguna hembra por aquí y además… — hizo una pausa cuando algo llamó poderosamente su atención. Olfateó el aire con insistencia y por un segundo, sus ojos tuvieron un ligero cambio de color. —¿Qué… es eso? — —¡¿A dónde diablos vas, grandísimo idiota?! — exclamó preocupado el primer demonio al ver que su hermano se alejaba velozmente, más allá de la colina. Los Inugami tienen una sociedad y un comportamiento vagamente parecidos a los humanos. Existen las jerarquías de poder y las castas nobles, eso lo saben todos los demonios caninos desde cachorros. Pero a veces, los machos jóvenes son dominados por un comportamiento temerario cuando llegan a la época de celo y no miden las consecuencias, a pesar de las advertencias de los más viejos. En ciertas ocasiones, algunos machos jóvenes son mucho más sensibles al llamado de la hembra que los de mayor edad o con una relación ya establecida. Es por esto mismo, que no todos los Inugami reaccionan igual ante el aroma del celo, y algunos que son inexpertos, se dejan llevar por la curiosidad sin medir el terreno que pisan.

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Residencia del Oeste. El silencio en el gran salón era relajante, sólo la sutil respiración de la bestia blanca se podía percibir. De pronto, y en medio de su somnolencia, la criatura comenzó a olfatear el aire. No dormía del todo y cuando abrió los ojos, estos brillaron con un destello de ira. El aroma de la hembra había disminuido notablemente. Podía percibirla alejándose de la mansión, y aunque esto le provocó enojo, lo que verdaderamente desató su furia, fue la presencia de otros machos en sus dominios. Dado que sus sentidos estaban híper sensibilizados por el estro, todo olor ajeno a su entorno común, era una amenaza que lo alteraba como a cualquier depredador alfa. El profundo gruñido del demonio plateado advirtió que nadie debía atravesarse en su camino. Jaken lo supo inmediatamente cuando vio a su señor caminar rumbo a la salida, en busca de la hembra humana. El sirviente tragó saliva, intuyendo lo que estaba sucediendo, ya que también se percató de que Diana no se encontraba en la mansión. —Esto no es bueno, estás arriesgándote demasiado, humana— pensó nervioso. De pronto, el quejido de los guardianes llamó su atención. Los enormes úrsidos yacían en el suelo, soportando el dolor de los zarpazos en sus rostros, los cuales sangraban abundantemente. El Lord los había castigado por descuidar la entrada y permitir que la mujer huyera. No los mataría, pero las cicatrices serían permanentes. El pequeño demonio se quedó estupefacto, ahora comenzaba a temer por la suerte de la joven.

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Bosque del Oeste. Diana no se percató de que algo se acercaba a ella rápidamente. Caminaba por el sendero principal, concentrada en identificar algo que se le hiciera familiar para llegar a la cueva de la Luna. Se detuvo bajo la sombra de un árbol cuando percibió un ligero cosquilleo en su hombro derecho. —¿Pero… qué? — se sorprendió por la sensación. Inmediatamente tiró de la manga que lo cubría para examinar la cicatriz violeta. No dolía ni generaba incomodidad alguna, pero el repentino hormigueo permanecía. Pasó saliva con inquietud, recordando que Sesshomaru tenía cierto control sobre ella con aquella señal cutánea. A escasa distancia, unos ojos la observaban detenidamente. —¿Una humana?, ¿Qué hace en éste lugar?, ¿Y por qué tiene una marca de posesión? — pensó el Inugami, mientras olfateaba el aire. —Su aroma es muy atrayente… demasiado… — La joven tuvo un sobresalto cuando, por el rabillo del ojo, vio aparecer una silueta. Al voltear, se encontró con una sorprendente visión de alguien caminando hacia ella. Se quedó sin palabras ante su llamativo aspecto. Era alto, de atractivo porte, con largo cabello rojizo sujetado en una coleta. Sus ojos eran de un gris tan intenso, que podría asemejarse al acero. Su piel clara, rasgos finos, orejas puntiagudas y la insinuación de unos colmillos asomándose en su coqueta sonrisa, daban el toque final a su presencia. En cuanto a su atuendo y armas, todo concordaba con el estilo de un guerrero samurái. —¿Qué hace una humana en éste lugar? — preguntó con tono amable, tratando de no asustarla. —¿De dónde diablos salió éste sujeto? — pensó inquieta, observándolo detenidamente. —Vaya que es atractivo, pero… ¡Es un demonio también! — volvió a tragar saliva, comenzando a retroceder. —¿Puedes hablar? — inquirió de nuevo, mientras sus ojos grises la examinaban de pies a cabeza. —¿Cuál será su especie?, ¿Por qué me mira así? — seguía cuestionándose Diana, avanzando hacia atrás. —Yo… me tengo que ir— dijo finalmente. Entonces, dio media vuelta y comenzó a alejarse con rapidez. El Inugami hizo un gesto de extrañeza por la forma en que lo ignoró, así que se atravesó en su camino con pasmosa velocidad. —Espera, no tan rápido, dime porqué estás aquí. — —E-Eso no es de tu incumbencia… y creo que deberías alejarte pronto de éste lugar— habló la mujer, aún más nerviosa. De repente, el demonio la detuvo de un brazo para evitar que huyera. Entonces, acercándose de forma invasiva a su espacio personal, comenzó a olfatearla. Su gesto cambió en un instante al llenarse las fosas nasales con el aroma femenino. Ella se alarmó en demasía al reconocer ese comportamiento y un sudor frío le recorrió la frente. —Hueles delicioso… — susurró el Inugami pelirrojo. —Es tan insinuante… — su respiración se aceleró. —¡Suéltame!, ¡Aléjate de mí! — Diana se asustó al comprender la reacción que estaba mostrando. Él la sujetó de ambas muñecas, inmovilizándola con facilidad. Tenía demasiada curiosidad de saber quién era y por qué su olor hostigaba su desarrollado olfato, a pesar de no ser una demonesa. Sin embargo, también se percató de la marca violeta que portaba, la cual indicaba que le pertenecía a otro demonio y, por lo tanto, significaba un gran peligro estar cerca de ella. No era común que las criaturas sobrenaturales hicieran ese tipo de heridas en humanos, pero siempre hay excepciones. Por otro lado, las rivalidades entre los InuYoukai son comunes en la época estral. Para ganar el favor de una hembra, es necesario que los machos demuestren el linaje del que provienen, y ser capaces de dejar en claro porqué son la mejor elección. Pero el hecho de estar husmeando en el territorio del Oeste, significaba una osadía mayor, ya que un alfa no es un contrincante cualquiera. La mujer seguía tratando de liberarse, mientras maldecía su suerte. Entonces, una de sus muñecas fue liberada y se quedó quieta cuando notó que el pelirrojo acercaba despacio su mano, con la intención de tocar su cabello. —¡Esto parece una maldita broma, qué rayos pasa con estos seres! — pensó desconcertada, mientras dejaba que la examinase. —¿De dónde provienes, humana? — preguntó curioso, a la vez que acariciaba un mechón del oscuro pelo. Diana dudó en contestar, no tenía intenciones de interactuar con otras criaturas de aquella época. No obstante, percibía la amenaza que representaba el recién llegado. Tal vez debía buscar la manera de distraerlo para minimizar el riesgo de provocarlo. —No importa de dónde vengo, sólo déjame ir, tengo que llegar a cierto lugar— respondió con seriedad. —¿A quién le perteneces? — interrogó, desviando ligeramente la mirada al hombro derecho de ella. A pesar de que ahora estaba semi cubierto, podía percibir la marca. La mujer hizo un gesto de molestia, no le agradaban en lo más mínimo las extrañas costumbres de los demonios. —¡Yo no le pertenezco a nadie, así que suéltame! — El inquieto macho sonrió con burla, era evidente que la humana mentía. La mordida en su cuello revelaba más cosas acerca de su situación que lo que ella pudiera explicar. Súbitamente, algo llamó su atención y con un rápido movimiento jaló a la mujer, colocándola detrás de él. Su gesto se volvió agresivo y, gruñendo de forma amenazante, clavó la mirada en un punto fijo del bosque. En ese momento, la joven sintió que el hormigueo en su cicatriz aumentaba y un fuerte escalofrío le recorría la espalda. Un dolor estrujó su estómago cuando dirigió la vista al mismo lugar que lo hacía el Inugami. —Ella me pertenece y nadie más que yo, puede tocarla— se escuchó una cruda voz. De entre las sombras de los árboles y con temible aspecto, apareció Sesshomaru. —Quien se atreva a hacerlo, lo pagará con su vida— sentenció. El demonio de ojos grises se quedó perplejo. Era la primera vez que veía al Lord cardinal, pero de inmediato supo quién era por el tremendo poder que emanaba. Sus sentidos se estresaron y en un instante el ambiente se volvió denso y opresivo, erizándole la piel. Comprendió que el alfa lo atacaría de un momento a otro, sin mediar palabra alguna. No le quedaba más que someterse ante él si quería salvar su vida. Diana miraba desconcertada la escena, al mismo tiempo que su temor se incrementaba. No se alegró de ver al señor del Oeste, a pesar del peligro que representaba el otro macho. Por el contrario, su recelo aumentó al notar la roja mirada y el gesto asesino en su cara. De pronto, un inesperado acto por parte del demonio pelirrojo la sorprendió. Éste se arrodilló lentamente hacia el Lord, en un acto de sumisión total, colocando la frente contra el suelo y las manos extendidas hacia adelante. Tal acción indicaba completo sometimiento, algo común en la jerarquía de los Inugami. Sesshomaru hizo una mueca de desprecio, caminando hacia él, mientras tensaba las garras para despedazar. —¡No quiero ver esto! — pensó aterrada la joven, sabía lo que iba a suceder. Entonces comenzó a correr, alejándose de inmediato. El demonio plateado bufó molesto ante su comportamiento, pero no podía dejar sin castigo al joven macho que se atrevió a pisar su territorio y tocar a la humana de su propiedad. Se acercó y lo levantó con fuerza por la coleta, hasta posicionarlo frente a él. El Inugami se tragó el quejido de dolor, manteniendo la mirada hacia abajo, en gesto suplicante. La otra mano le atenazó la garganta y el filo de las zarpas empezó a cortar su piel. La falta de aire y la sangre brotando amenazaron su vida. Sesshomaru estaba a punto de romperle el cuello, pero algo desvió su atención. La dirección por donde huyó la mujer, era el sendero que llevaba directo a la ubicación de la cueva de la Luna… y el portal estaba abierto en ese instante. La bestia en su interior rugió iracunda, nada era más importante que la hembra. Con furia arrojó al otro Inugami, estrellándolo contra los árboles. Claramente escuchó el daño físico de sus huesos y el estertor de su entrecortada respiración. Si no moría en ese momento, volvería por él más tarde. Entonces comenzó a elevarse y se alejó volando con rapidez, en busca de su presa. … Diana seguía corriendo. Ya se había fatigado y a pesar del dolor de su cuerpo, no quería detenerse todavía. En definitiva, ese no era su día y el miedo que le generaba Sesshomaru con su conducta, sólo empeoraba su temor. Finalmente se detuvo, sosteniéndose de un árbol, intentando recuperar un poco de aire. —¡Malditos demonios! — masculló enojada. Ya no tuvo tiempo de inspeccionar el área a su alrededor, porque un escalofrío volvió a atenazar su nuca. Cuando alzó la mirada, a escasos metros delante de ella, se encontraba Sesshomaru, mirándola fijamente. La mujer sintió como su corazón se detuvo de la impresión. —Deja de huir— se escuchó la gélida advertencia. —¡No te acerques! — exclamó, al mismo tiempo que retrocedía. —¿Te hizo daño? — preguntó el Lord, aproximándose con gesto amenazador. Aunque sabía perfectamente que se encontraba bien, dado que no existía ningún olor del otro macho sobre su piel. Sin embargo, eso no disminuía la irritación provocada por su escape. La hembra merecía un castigo que le dejara en claro quién mandaba. —No, no me hizo nada, sólo asustarme con sus primitivos comportamientos. Seguro es de tu misma especie— respondió con sarcasmo a pesar del miedo. —No vuelvas a salir de la mansión, eres mía y no voy a permitir que ninguna otra criatura se atreva siquiera a acercarse a ti— expresó con posesividad. Diana rodó los ojos con fastidio, el actuar del Lord se volvía cada vez más asfixiante. Retrocedió otro paso, cuando de repente, su espalda chocó contra un grueso árbol. Comenzó a temblar cuando el demonio quedó frente a ella, imposibilitándole la huida. —N-No entiendo tu obsesión conmigo… se supone que no te agradan los humanos— la voz femenina fue casi un murmullo. El señor del Oeste sonrió con malicia antes de contestar, mientras una de sus zarpas tocaba la barbilla de la mujer, presionando con un poco de fuerza para mantenerla quieta. El aroma del miedo empezó a hostigar su olfato. —Toda regla tiene una excepción— contestó por lo bajo. —Se puede decir que eres única mujer, ninguna hembra había conseguido alterarme en lo absoluto y no pienso perderte… me perteneces— dijo con descaro. —¡No soy de tu propiedad!, ¡Solamente me quieres como esclava sexual! — reclamó la joven, intentando controlar el pánico que le estrujaba el estómago. En ese instante, la mano de Sesshomaru atrapó el cuello femenino y su rostro se aproximó un poco más. —Si fueras mi esclava, no lo disfrutarías— susurró contra el oído de ella. —Simplemente te tomaría hasta saciarme— con la punta de la lengua rozó sutilmente el contorno de su oreja. —¡S-Suéltame! — se agitó Diana, pero no pudo evitar que un estremecimiento la recorriera debido a la caricia. En un parpadeo, sintió que el demonio la tomaba por la cintura, elevándola con facilidad. Sólo pudo reaccionar cuando su espalda fue empujada bruscamente contra el tronco del árbol, arrancándole un quejido de dolor y después un jadeo involuntario, al sentir el cuerpo masculino aprisionándola. La humana quedó conmocionada y empezó a temblar. —Tú misma lo has comprobado, he hecho que lo disfrutes hasta el delirio— habló el demonio con la voz distorsionada, sosteniéndola e impidiéndole el movimiento o la caída. —Y escuchar tus gemidos me complace más de lo que te imaginas. — Las manos del Lord comenzaron a recorrerla con lujuria, al mismo tiempo que mordía la tela sobre el hombro izquierdo, rasgándola fácilmente. Las zarpas cortaron el nudo y la túnica se abrió, dejando expuestos sus senos y el resto de su piel canela. Ella gimió súbitamente al sentir la lengua y los labios posándose con avidez. Pronto supo cuáles eran sus intenciones y entendió que no se detendría a pesar de estar en ese lugar. —¡E-Espera!, ¡No lo hagas! — suplicó atemorizada. Él no la escuchó y su lascivo toque le provocó más jadeos. Rápidamente la sangre de demonio en su interior vibró, respondiendo al deseo de la bestia. El frenético recorrido inició, estresando su sistema nervioso y alterando su percepción de la realidad. Ya no pudo distinguir nada más que placer generándose en su piel, el cual se intercaló con el dolor general de su cuerpo. Estaba sometida al apetito carnal del macho, no le quedaba más que rendirse y entregarse. Agitado y respirando entrecortado, el señor de Occidente sintió una punzada en su bajo vientre. La morbosa fricción a la cual tenía sometida a la hembra, aceleró el endurecimiento de su miembro. Instintivamente comenzó a empujar su pelvis, mientras sus manos seguían acariciando y arañando sus caderas. Diana apenas toleraba el ardor provocado por las garras y la incomodidad de su espalda contra la corteza del árbol. Aunque sus manos trataban de empujarlo, su fuerte torso la mantenía completamente atrapada. Su boca continuó delatando los estremecimientos que subían por su columna vertebral, a la vez que sentía el filo de los colmillos mordisqueando sus ahora endurecidos pezones. —¡P-Por favor no sigas! — imploró entre gemidos. —¡E-Es demasiado lo que percibo! — La bestia blanca se regodeó ante esas palabras, mientras su húmeda lengua se deslizaba con lujuria desde los pechos, pasando por el cuello, y finalizando cerca de los labios femeninos. —Sabes que no me detendré, así que deja de resistirte— pronunció guturalmente, disfrutando de los estertores emitidos por ella. La joven ya no pudo hablar, la tremenda onda sensitiva azotó sus terminaciones nerviosas cuando notó al Lord liberando su rígida erección. No se dio cuenta en qué momento se deshizo de su atuendo, sólo sintió el movimiento que la apartó un poco del árbol, elevándola y forzándola a separar totalmente sus muslos. Apretó los párpados con fuerza al sentir el inicio de aquella virilidad hurgando su feminidad. El demonio jadeó excitado por el aroma liberado, la resbaladiza sensación que sintió al rozar la húmeda flor casi lo hizo perder el poco control que aún tenía. No obstante, un intermitente rastro de lucidez le permitió dejarle algo en claro a la hembra. —¡Nunca olvides esto mujer!, ¡No me importa que seas humana! — declaró con ferocidad mientras la penetraba. —¡Me perteneces! — De nuevo la espalda de Diana impactó contra el tronco, al mismo tiempo que sus paredes internas fueron separadas sin piedad, provocando dolor a pesar de la lubricación. Su cuerpo se estremeció violentamente al recibirlo por completo. Se quedó sin aliento por unos segundos ante la invasiva sensación, luego sus pulmones exigieron aire con una fuerte contracción. Los jadeos de queja escaparon y sus uñas se clavaron con rencor sobre los hombros del Lord. Sesshomaru sonrió con perversión. Se mantuvo inmóvil, disfrutando viciosamente de los sonidos generados por la hembra. Aquella delirante sensación que aprisionaba su hombría, viajó como una descarga por su espina dorsal. Entonces su boca se aferró al hombro de ella, mordiéndola de nuevo. La sangre humana exacerbó el placer, así que su pelvis dio inicio a un lento vaivén. Cada pliegue del interior rozaba contra su miembro, arrancándole un gemido animal. Sus garras continuaron marcando la curva de las caderas femeninas, al mismo tiempo que su cuerpo aumentó la oscilación. La sintió convulsionar a pesar de su agresividad, ya que la sobrenatural sangre incrementaba las sensaciones, desbocando sus sentidos e intercambiando el sufrimiento inicial por sólo satisfacción carnal. El juicio de la mujer se adormeció por completo y su actuar se volvió instintivo. Se aferró a la espalda del Lord, respirando contra su oído y entregándose por completo a su capricho. Era imposible negarse a él, así que sólo le quedaba aceptar la ofuscación del placer. Su cuerpo vibraba ante las descargas sensitivas, su columna cosquilleaba y la lubricación de su interior escapaba. El constante embate generó una potente contracción en sus pliegues íntimos. Sus uñas se clavaron con mayor arrebato ante la intensa palpitación. El demonio presionó aún más contra su vientre, provocando la fricción sobre su botón de placer. En ese instante, explotó un poderoso orgasmo que se extendió por todo su interior, hundiéndola por completo en el mar de la irrealidad. El macho continuó embistiendo, saboreando la culminación de la hembra. Un segundo después, la presión sobre su miembro provocó el estremecimiento final en el centro de su vientre. Su jadeo se detuvo por un instante y la percepción se le nubló cuando la fuerza del clímax liberó la tensión de su cuerpo. … Ambos permanecieron reclinados contra el árbol por algunos minutos, respirando con dificultad, en espera de la relajación corporal. Poco después, el demonio se apartó de Diana, quien gimió levemente. Ya no estaba del todo consciente y su gesto de cansancio reveló que no podría mantenerse en pie. Entonces el Lord la sostuvo por la cintura, al mismo tiempo que terminaba de reacomodar su atuendo. No pronunció palabra alguna, solamente cerró la túnica que la cubría, para luego levantarla en brazos. Antes de iniciar el regreso, miró de reojo hacia la colina y gruñó por lo bajo. Lo que hubiera estado ahí, ahora se alejaba con rapidez. … No muy lejos, un par de demonios Inugami huían apresuradamente. Uno de ellos estaba mal herido, por lo que necesitaba la ayuda de su hermano. —Te dije que no pasáramos por éste valle, nos advirtieron que Sesshomaru era demasiado territorial— reclamó el mayor. —Lo sé, pero no pude evitar la curiosidad, esa humana posee un aroma delicioso— contestó el demonio pelirrojo. Había sobrevivido a pesar de la gran herida en su cuello y las fracturas de su cuerpo. —¡Eres un idiota!, dices que notaste la marca de posesión y aun así te acercaste a ella. Es evidente que le pertenece a Sesshomaru y ahora por tu estupidez, ¡Nos asesinará a los dos! — reprendió. —No está siguiéndonos, al parecer, le importa más esa hembra— dijo, dando un vistazo hacia atrás. —Adelante está el comienzo de la pradera, ya casi salimos de sus tierras. — Ambos siguieron alejándose velozmente. Sabían que, si permanecían en ese lugar, serían presas del Lord cardinal.

***

Continuará… No considero que esto sea tan perverso, todavía. Pero háganme saber sus opiniones por favor.
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