ID de la obra: 1271

OBSESIÓN

Het
NC-17
Finalizada
1
Fandom:
Tamaño:
90 páginas, 38.597 palabras, 10 capítulos
Descripción:
Notas:
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5. Consecuencias Físicas

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Hola: Sé que me tardo un poco, pero no tanto. Las cuestiones de la vida común me quitan mucho tiempo, pero, aun así, les dejo el quinto capítulo. Kitty: Sé que recomendaste sólo tres encuentros, pero esto ya se extendió sin darme cuenta. Así que tendrás que leer un poco más. Es tu culpa por darme ideas. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo sólo escribí la historia por gusto y diversión.

***

Capítulo 5: Consecuencias Físicas Diana despertó cuando la luz crepuscular inundaba las tierras occidentales. Se sentía sumamente agotada y las ganas de vomitar provocaban un incómodo espasmo en su garganta. El amargo sabor en su boca, producto del reflejo ácido del estómago, la hizo hacer gestos de asco. Los últimos eventos y la excesiva tensión le estaban provocando extraños malestares. Por algunos instantes, no supo si era de día o de noche, porque no podía discernir si la luz de la habitación era natural, o producto de los farolillos. El vértigo afectaba en gran medida su visión y el sentido de orientación. A pesar de haberse alimentado, su cuerpo resentía demasiado la estresante situación que estaba viviendo. Permanecía tendida sobre la cama, semi cubierta por la bata maltratada. Junto a ella, y envolviendo su cintura, la blanca estola también la acompañaba. La percibió por el rabillo del ojo, sin embargo, no le prestó más atención. Los siguientes minutos los pasó mirando fijamente al techo, manteniendo su respiración pausada. Intentaba no dejarse llevar por el mareo, pensando en cómo podría levantarse. De pronto, escuchó que la puerta se abría. Los pasos cortos, junto con el arrastre de un báculo, evidenciaron la llegada de Jaken. —Hey, ¿Estás despierta? — preguntó. —Sí… — dijo ella con pesadez, sentándose despacio. —Bébelo— indicó el sirviente, ofreciéndole de nuevo un tazón con el extraño brebaje verde. Diana lo tragó de inmediato, hasta la última gota. La vez anterior, había resultado muy efectiva aquella sustancia y, fuera lo que fuera, su rápido efecto le aliviaba el molesto váguido. —Quiero agua… necesito comer algo— pidió la mujer. —Si, ya lo sé, ven al comedor— dijo Jaken, dirigiéndose a la salida. —No puedo… aún me siento débil… — El pequeño demonio la miró de reojo, rodó los ojos y después salió de la habitación. Diana sabía que tendrían que llevarle la comida, así que se recostó nuevamente, esperando a que el mareo desapareciera. —¿Por qué se siente así?, la sensación es peor que las últimas veces— meditó con algo de preocupación. Trataba de razonar porqué se presentaban semejantes consecuencias físicas. Aunque bastaba decir que el simple hecho de yacer con un ser sobrenatural, era suficiente razón. Se escucharon pasos de nuevo. Jaken entró, seguido por un par de sirvientes que traían comida, bebida y una pequeña mesita para colocar todo. Tan pronto dejaron servido, se retiraron en silencio. Diana se incorporó y comenzó a engullir los platillos. No entendía por qué, pero sabía que su cuerpo había perdido mucha energía. Por lo tanto, necesitaba reponerla rápidamente. El demonio de ojos amarillos observaba con atención mientras ella se alimentaba. Aunque su amo no lo hubiera ordenado, él sabía que debía mantenerla atendida. Por un momento pensó que la vida de la humana peligraría después de su atrevimiento de abandonar la mansión. Sin embargo, fueron los guardias quienes pagaron el precio por dejar al descubierto su puesto de vigilancia. Pero también intuyó que algo más sucedió en el bosque, dado que la mujer no regresó consciente. Entonces, recordó el voluble comportamiento de su amo.

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Observó atentamente la llegada del gran demonio. Éste descendió en el patio con la joven en brazos, la cual permanecía desmayada. Jaken hizo una reverencia y lo siguió hasta los aposentos principales. Lo vio depositarla sobre el lecho y hacer un ademán con el brazo. La esponjosa estola sobre su hombro se deslizó cerca de ella, envolviéndola parcialmente. —Jaken, vigílala y haz que se alimente— pronunció impasible. —Sí señor, como ordene— contestó el sirviente. En ese momento se dio cuenta, la orden provenía de la parte racional de su señor. El intercambio de personalidades seguía oscilante, sin embargo, no daba muestra alguna de rectificar su decisión de mantener secuestrada a la humana. Entonces lo vio partir nuevamente. El gesto de olfatear el aire en una dirección específica, evidenció su intención de rastreo y cacería.

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Al pequeño demonio se le hizo extraño y se preguntaba qué es lo que había sucedido para que su amo saliera de nuevo. Esa mujer era demasiado atrevida y no medía las consecuencias del peligro que la rodeaba. Si bien, Sesshomaru la deseaba, la bestia blanca no era muy tolerante ante la idea de perderla de vista. Simplemente no lo permitiría, y si era necesario castigarla, lo haría. —Te dije que no hicieras una estupidez— le recordó, a la vez que señalaba la estola. —Ahora menos podrás eludirlo. — Diana lo miró de reojo y terminó de pasar el bocado antes de responder. Ya presentía que la esponjada tira no estaba de adorno alrededor de ella. Era un suave grillete de aquella prisión. —¡Tu amo es un demente!, ¡Me quiere tener como pareja de apareamiento durante el celo de su especie!, es lógico que quiera evitar semejante destino, ¿No crees? — reclamó con enojo. —No estás en condiciones de desafiarlo, un Inugami enojado es muy peligroso. — —¿Estás diciendo que debo resignarme a soportar esto?, ¿Hasta dónde va a llegar?, ¿Y si me lastima o algo peor? — cuestionó, incluso más molesta. —Lo entiendo, pero… — —¿Por qué no me ayudas? — pidió ella de pronto. —Por lo que veo, tú entiendes que lo que hace tu señor, no es correcto. — —Si, lo sé, pero… nadie se ha atrevido nunca a llevarle la contra— Jaken tragó saliva, nervioso. —No puedo hacer nada por ti… lo siento— finalizó, mientras se dirigía a la puerta. Diana se quedó en silencio, pensando que definitivamente no tendría apoyo de nadie en ese lugar. Si al menos estuviera la curandera Aki, ella le ayudaría a sobrellevar la situación. Fastidiada, pateó la mesita, haciendo que lo que restaba de alimento y bebida, se derramara por todo el piso de madera. Al menos esa acción provocaba cierto alivio en su mal humor. Luego, con algo de dificultad, debido al cansancio y a la extraña estola, se desnudó. Dejó ahí mismo la bata estropeada, se dirigió al armario disimulado en la pared y buscó una nueva pieza. … Momentos después, se aseaba en la habitación termal. Curiosamente, la tira blanca se soltó en la orilla del agua, esperando a que ella terminara. Sin duda era extraño y tenebroso, pero, poco a poco, Diana dejaba de sorprenderse ante esos sobrenaturales detalles. El relajante olor a flores silvestres y el tibio líquido, le daban cierto consuelo a su adolorido cuerpo. Escuchó a los sirvientes entrar a los aposentos y recoger el desastre. Sabía que dejarían todo limpio e impecable en poco tiempo. Probablemente al señor de Occidente no le agradaba la falta de limpieza. … Horas más tarde, ya entrada la noche. Diana caminaba de un lado a otro por el jardín central, arrastrando la peluda “cadena”, que de nuevo le rodeaba la cintura. Tan pronto había terminado de colocarse la túnica, la estola se deslizó hacia ella, apresándola en un santiamén. No hubo nada que hacer y no le quedó más remedio que llevarla con ella. Estaba inquieta y ansiosa, no porque quisiera, sino por culpa de la sangre de demonio en su interior. Ella quiso permanecer recostada. Sin embargo, la molesta agitación la obligó a estar en alerta. Sabía que Sesshomaru andaba cerca y era inevitable percibir su inquieto deseo. Aquel vínculo era una perversa tortura. Por mero capricho, quiso saber qué sucedería si se acercaba de nuevo al pórtico de salida. Pocos pasos pudo dar en el patio central. La estola plateada la abrazó con fuerza y amenazó su respiración al estrujar su garganta. Enojada, insultó una y otra vez, mientras comprobaba que la suave pieza reducía su agarre si ella permanecía en el interior de la mansión. Entonces apareció el pequeño demonio verde, caminando desde un pasillo apartado. —Mujer, mi amo solicita tu presencia en el gran salón— dijo con tono serio. —¡No otra vez! — pensó nerviosa. —¡Me niego a ir! — contestó, alejándose rápido rumbo a la habitación principal. Jaken exhaló con preocupación, esa no era la respuesta que su señor quería escuchar. Giró el rostro hacia el corredor que llevaba al gran salón y su fino oído alcanzó a escuchar el gruñido del Lord. Ahora la obligaría a presentarse ante él, y no sería con una orden pronunciada. Diana no alcanzó a entrar en los aposentos, un fuerte ardor en su hombro derecho la obligó a detenerse. La marca violeta comenzó a punzar dolorosamente. Intentó dar otro paso, pero no consiguió avanzar y terminó de rodillas en el suelo, doblándose sobre sí misma, sujetándose con fuerza el área de la cicatriz. —¡Duele demasiado! — razonó en medio del dolor. Un momento después, la molestia disminuyó un poco, pero no desapareció. Era una advertencia, debía obedecer. Con la respiración agitada, se levantó pausadamente, y sin poder evadir esa forma de control, se dirigió al gran salón. Su cuerpo empezó a temblar conforme llegaba al umbral de la entrada. La hostigante sangre de demonio inició una sutil vibración en su interior. Al entrar, pudo ver que no había nadie en la estancia, pues el diván permanecía vacío. Tragó saliva con inquietud y caminó precavidamente, mirando alrededor. Su instinto le decía que el demonio estaba ahí, observándola desde la oscuridad, en alguna esquina donde no llegaba la luz de los farolillos. Entonces, la estola cayó a sus pies y de inmediato se abrazó a sí misma, ya que un gélido escalofrío le recorrió la espalda. Aquella presencia estaba detrás de ella. No alcanzó a voltear. El brazo de Sesshomaru la inmovilizó, rodeando su cuello y atenazando su mandíbula. Lo sintió acercarse a su nuca de forma amenazante. La cálida respiración le provocó un erizamiento y eso empeoró cuando los labios rozaron su piel, subiendo hasta alcanzar el contorno de su oreja. —No me gusta la desobediencia— susurró tenebrosamente. —Y no creo que te agrade sentir dolor. — Ella se quedó inmóvil y su corazón paralizado. Una zarpa le cubría los labios, impidiéndole hablar o quejarse. De pronto, sintió la húmeda lengua lamiendo su cuello, perdiéndose provocativamente en medio de su cabello. Otro poderoso estremecimiento la sacudió, debido a lo sensible que era en esa área. El Lord sonrió para sí mismo, le complacía la mezcla de agitación y temor que liberaba el cuerpo de la hembra. Su otra mano se posó sobre el abdomen, palpando el nudo que cerraba la túnica. Comenzó a descender encima de la tela, hacia el vientre de la mujer. Ella tembló de nuevo y quiso liberarse de su agarre, pero lo único que conseguía era repegarse más contra él, provocando su reacción. —¡Me vas a lastimar con tus garras! — al fin logró pronunciar con evidente miedo, pues el peligroso filo se percibía sobre el material, amenazando su piel. Sesshomaru jadeó con excitación al sentir el morboso forcejeo. Las caderas femeninas eran una de las zonas que más disfrutaba recorrer y marcar. Sin embargo, ella tenía razón, podría lastimarla con el más mínimo roce si quisiera. Pero no lo haría, pues su insano regocijo era escuchar el excitante sonido del placer femenino, y eso es lo que obtendría de la mujer. Detuvo el avance de su manoseo, para luego rodearle la cintura con firmeza y levantarla sin esfuerzo alguno. Comenzó a caminar hacia el oscuro diván, con la hembra agitándose nerviosa. La recostó sobre el mullido forro y apresó sus muñecas con una sola mano, inmovilizándola. Mientras que, con la otra, fue deshaciendo el nudo de la túnica. Diana se estremeció al percibir el afilado tacto cerca de su carne. Pero ni siquiera tuvo tiempo de asimilar tal acción cuando su cuerpo quedó expuesto ante él. —¡Espera! — gimió asustada por la intención del demonio. El Lord la miró con perversa sonrisa, al mismo tiempo que levantaba la mano libre y se la mostraba. Hizo un ademán de cerrarla y abrirla. Ella se quedó atónita al observar cómo las zarpas se retraían hasta quedar en un límite inofensivo. Se agitó de nuevo cuando los dedos se posaron sobre su vientre, iniciando el recorrido hacia su monte de Venus. Comenzó a palpar su piel con un suave, lento y superficial toque, desviándose primero por la ingle hacia la cara interna de sus muslos. Ella quiso mantenerlos cerrados, pero el sonido gutural del demonio fue una nueva advertencia. En contra de su voluntad, trató de mantenerse quieta, dejándolo acariciar libremente. Era demasiado el riesgo de un rasguño en esa zona, a pesar de haber visto la desaparición de las garras. Súbitamente, se quedó sin aliento al percibir las cosquillas, tan sutiles y placenteras recorriéndola. No pudo evitar jadear por lo bajo, simplemente la sensibilidad de su cuerpo la estaba traicionando. Distraída, comenzó a ceder, separando sus piernas y permitiendo que la mano del demonio transitara por sus delicados pliegues. Cerró los ojos, dejándose envolver por el delicioso efecto provocado. El señor del Oeste no disimuló su mueca satisfecha al notar la lenta rendición de la hembra. No tenía planeado gruñirle todo el tiempo, pero era el método menos agresivo para someterla. Era sorprendente el alto nivel de tolerancia al estrés que soportaba la humana. Cualquier otra, estaría en un estado de pánico total o simplemente desmayada. La carne de la mujer empezó a responder, los nervios sensitivos transportaron el placer y su interior palpitó con una húmeda señal que se manifestó contra los dedos del Lord. El cuerpo femenino tembló y su pelvis comenzó a ondular al ritmo de la caricia manual. Los gemidos no se hicieron esperar. El demonio actuaba lento, sin dejar de mirar las expresiones faciales de Diana. Memorizó los movimientos que la hacían clamar con más fuerza y se relamió los labios al notar el aumento de su lubricación. Ella le clavó las uñas en el dorso de la mano, como reacción a las intensas sensaciones que le provocaba. Él no se inmutó, solamente sonrió complacido al percibir el placer femenino. La joven arqueó la espalda cuando el lascivo masaje se intensificó. Ahora los finos dedos se perdían en el interior de su húmeda flor. De forma lenta y desquiciante, el tacto hurgaba en pliegues que no sabía que tenía, y menos que le provocarían tan tremendo y carnal regodeo. No lograba entender por qué era tanto el goce que sentía, si él aún no la poseía. Lo único que alcanzaba a razonar, era que su alterada respiración se intercalaba ruidosamente con sus potentes jadeos. El movimiento prosiguió y la presión de la palma sobre su pubis aumentó. La placentera fricción desencadenó el inicio de la celestial contracción. Diana gimió aún más y sus ojos lagrimearon por el goce que crecía sin control en su interior. Su cuerpo se tensó, y a pesar de tener las muñecas apresadas, convulsionó violentamente cuando el orgasmo estalló, esparciéndose por su cuerpo y anulando por completo su poca lucidez. El aroma de la hembra hostigó el olfato de Sesshomaru, llevándolo al límite del deseo. Su propio cuerpo se tensaba más y más, pues el instinto le ordenaba poseerla ya. La mujer había delirado de forma intensa, sin necesidad de que la sangre de demonio se desbocara en su interior. Estaba agitada y cansada, pero su satisfecho gesto insinuaba que podía continuar. Simplemente, el hábil tacto había conseguido su cooperación por propia voluntad. El señor del Oeste jadeó al sentir una punzada en su sexo. Entonces, retiró los dedos del interior femenino y sin dejar de observarla, degustó lascivamente su humedad. Diana se impresionó y sus nervios regresaron cuando lo vio despojándose de la vestimenta que portaba. Su cuerpo continuaba asimilando el éxtasis corporal y nada pudo hacer cuando el demonio se aproximó a ella. La sujetó por las caderas y con un ágil movimiento, la hizo girar para quedar sobre sus extremidades. —E-Espera… deja que… me recupere… — pidió con dificultad. Sin embargo, el estertor de su respiración y la debilidad que la invadía, modificaron el sonido de sus palabras, haciéndolo parecer un extraño ronroneo gutural. Al escucharla, el demonio gruñó automáticamente en respuesta. Para él, se había escuchado como un obsceno llamado a copular. La bestia era puro instinto y nada más, por lo tanto, las palabras de la humana no tuvieron significado alguno, excepto continuar. La tomó por la cintura, obligándola a sostenerse, al mismo tiempo que su marcado cuerpo la cubría parcialmente. Su lengua comenzó a lamer el canal de la espalda femenina, haciéndola temblar. Aunque su respiración era inestable, la mujer liberó un profundo jadeo sin poderlo evitar, mientras una nueva contracción se generaba en su interior. De repente, sintió la poderosa erección restregándose contra su lubricación. El lascivo movimiento la perturbó, consiguiendo que su cordura desapareciera en medio de una sensorial bruma. No era la sangre de demonio exactamente, pero el vínculo tenía diferentes y extrañas formas de intercalar las sensaciones entre ambos seres. El órgano lingual seguía degustando su piel una y otra vez, en un intento por tranquilizarla y prepararla para recibirlo en su interior. El jadeo de animal en celo llegó a los oídos de Diana, provocándole una desconcertante excitación. No entendía el motivo de tal reacción y a su cuerpo tampoco le importaba, sólo quería más placer, traicionando su ya de por si nulo razonamiento. La bestia no podía acariciarla libremente, ya que estaba más ocupada aprisionándola contra su cuerpo, queriendo penetrarla en un sólo movimiento. Pero la oscilación de su personalidad racional la exhortaba a demorar un momento más. La hembra ya cedía a pesar de su fatiga y Sesshomaru estaba dispuesto a esperar, si con ello la mantenía consciente. Esto era algo que molestaba al demonio plateado, su lado bestial estaba haciendo que la humana se fuera debilitando. Era un riesgo para ella, ya que su salud y energía vital se verían afectadas más y más a cada encuentro. No soportaría el estro Inugami… a menos que él hiciera algo al respecto. Aquel pensamiento en la mente del Lord pasó a segundo plano cuando la escuchó clamar con lubricidad. —¡Hazlo ya! — El recorrido de la lengua y el mordisqueo en su carne generaron nuevas reacciones en Diana, quien ahora jadeaba con ansiedad. Su lubricación escurría como una llamativa invitación y el roce del miembro masculino en su entrada, provocó una súplica para continuar. Su rostro ya no podía ocultar la carnal necesidad. La bestia se relamió complacida, así que sus garras le sujetaron las caderas mientras comenzaba a hundirse en ella. La joven gimió ante la sensación de sus paredes internas siendo separadas lentamente. Sus uñas se clavaron en el suave forro negro y su cuerpo se cimbró al sentirlo adentro. El pulsar de su carne incitó gratas sensaciones que ascendieron veloces por su espina dorsal. El cálido abrazo de la humana trastornó a la bestia. Era intenso y placentero, pero lo era más el percibir su deleite y escuchar su jadeo. Comenzó a moverse pausadamente, haciendo que su masculinidad saliera y entrara en la cavidad femenina, con agradables consecuencias para los dos. La humedad permitía total libertad, incitando el aumento de los embates. Las zarpas se clavaron en los costados de la joven, arrancándole una queja de dolor, que poco a poco se perdió entre sus gemidos. Sesshomaru dejó de apresarla y se inclinó un poco más, haciendo que su blanca piel friccionara contra la de ella. Diana sintió el peso del demonio y se tensó, creyendo que no lo soportaría. No obstante, el Lord se sostuvo sobre sus propios brazos, al mismo tiempo que la embestía con mayor fuerza. La oscilación del cuerpo femenino obedeció el ritmo masculino, sus senos danzaron y su cabello onduló libremente. Él se acercó a la base de su nuca y con una pequeña mordida, laceró la piel canela. La mujer sufrió de nuevo por el obsesivo robo de su sangre. Pero no tuvo tiempo de quejarse, un velo de placer la distrajo en un instante. Lo sintió a su lado, regalándole una libidinosa lamida en la mejilla que la hizo sacudirse, mientras que el empuje de su virilidad, comenzaba a generar una intensa pulsación en sus paredes internas. El roce de sus sexos en aquella posición, era demasiado estimulante, y en ambos inducía sensaciones celestiales. El sudor perló sus pieles, el vaivén prosiguió y los gemidos aumentaron. Una sonrisa torcida se dibujó en los labios de Diana, e inevitablemente, un hilillo de saliva escapó por las comisuras de su boca. Estaba en trance y todo a su alrededor desapareció. Sólo escuchaba el jadeo del macho en su oído, sentía la fuerza de su cuerpo sobre ella, soportaba las embestidas contra su carne y percibía el gotear de su lubricación a lo largo de sus muslos. Finalmente, la agonía se apoderó de ella cuando el brutal orgasmo empezó a crecer, frenético e imparable en el centro de su ser. El grito de la hembra al culminar fue música para los oídos del Lord. La sintió arquearse contra él, convulsionar en su interior y provocar una intensa presión alrededor de su grosor. La vibración creció en su vientre a la vez que clamaba con gutural entonación. La cálida simiente se derramó, reflejando el éxtasis final que se expandía en su totalidad. … Sólo agitadas respiraciones se escuchaban, la relajación llegaba con lentitud. La unión de sus sexos finalizó y las húmedas consecuencias impregnaron el oscuro diván, como morbosa huella del lascivo ritual. Diana estaba al borde del colapso una vez más. Todo su cuerpo era presa de un placer que la aturdía, un exquisito suplicio con un alto precio a pagar. La vista se le oscureció, dejando de percibir su entorno. El desmayo la atrapó, derrumbándose sobre la mullida superficie, ya sin fuerzas. En su misma posición, el demonio plateado la observaba, mientras el monólogo con su interior lo alteraba. —No podrá continuar. — —¡¿Crees que no lo sé?! — gruñó la bestia enojada. —¿Qué harás? — —Qué haremos, mejor dicho, sé que estás complacido con mi desobediencia y saciado por mis acciones— se burló. Sesshomaru no lo negó, su lado primitivo tenía razón, así que sólo hizo un gesto de irritación. —La vieja Kitsune no volverá pronto, y aunque estuviera aquí, sus medicamentos ya no serían suficientes— explicó. —Entonces, la haremos beber— sonrió con perversión. El señor de Occidente se mantuvo impasible ante esa declaración, pero la bestia blanca supo que la respuesta lo complació.

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Continuará… Creo que esto ya se puso más perverso. Regálenme un pequeño comentario para saber su opinión.
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