ID de la obra: 1271

OBSESIÓN

Het
NC-17
Finalizada
1
Fandom:
Tamaño:
90 páginas, 38.597 palabras, 10 capítulos
Descripción:
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6. Insano Capricho

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Hola: No tengo palabras para disculparme, por una u otra cosa, no podía avanzar con éste capítulo. Es muy tenso, por lo que me tomó algo de tiempo estructurarlo. Espero compensar su paciencia y ojalá se animen a dejarme sus comentarios, es muy grato conocer su opinión. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo sólo escribí la historia por gusto y diversión.

***

Capítulo 6: Insano Capricho Sesshomaru abandonó la habitación principal después de haber llevado a la mujer, dejándola en el lecho, apenas cubierta con la satinada bata y su estola rodeándola. Todo quedó en silencio por algunos minutos. Diana entreabrió los ojos con pesadez. El dolor la hizo lamentarse, mientras trataba de cambiar de posición sobre las sábanas. Quería permanecer boca abajo, dado que no soportaba el ardor de los zarpazos en sus costados y caderas. Esta vez, el demonio no había lamido las heridas para cicatrizarlas. No eran profundas, pero sí múltiples, una punzante colección que aumentaba con cada encuentro. En cuanto a las mordidas en su cuello y hombros, éstas dolían menos, a pesar de ser el resultado del hurto de su sangre. Quizás esto también la hacía sentirse cada vez más débil, ya que no sabía realmente cuánto plasma bebía el demonio. Tal vez era poco, pero no podía evitar compararlo con un vampiro, debido a esa peculiar conducta. De igual forma, era inevitable asemejarlo a un íncubo en el aspecto sexual, porque el placer que recibía cada vez que la tomaba, le estaba cobrando un alto precio a su cuerpo. —Maldición, cada vez termino más adolorida y casi no puedo moverme— se quejó débilmente, después de reclinarse sobre un cojín con dificultad. Entonces observó sus antebrazos, había algunos rasguños pequeños, provocados por el Lord cuando la sujetó por las muñecas. También ardían y punzaban como todas las demás heridas sobre su piel. —No hay espejos aquí, pero no quiero ni pensar en el tipo de cicatrices que me van a quedar después de esto— dijo, recordando la marca de su hombro. — ¿Después de esto?, ni siquiera sé si sobreviviré a éste lugar. — La mujer volvió a suspirar cansadamente y poco a poco fue cerrando de nuevo los ojos, quedándose dormida. No podía hacer nada más, su cuerpo necesitaba reposar.

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El señor de Occidente permanecía en una terraza, mirando el oscuro horizonte. La tranquilidad de la noche que cubría sus tierras, le brindaba una sensación de complacencia y provocaba un aumento de prepotencia a su de por si arrogante orgullo. Era el amo y señor de ese lugar, nadie lo podía negar. Siempre obtenía todo lo que quería, nada se lo impedía. Incluso su afán por colmillo de acero y la búsqueda de poder, se vieron sustituidas y recompensadas por el poderoso colmillo explosivo. Sin embargo, el nuevo capricho que representaba la hembra humana, no sería tan fácil de poseer en su totalidad. El poder de un demonio de su linaje, no podía mantenerse inocuo del todo en su apariencia humanoide, y menos estando en la época estral. Simplemente, su poderío se manifestaba en la forma de la gran bestia blanca, la cual, no era capaz de moderar las consecuencias de la energía que desplegaba o tomaba de su entorno. Esto incluía varios aspectos, como el yacer con la mujer. Probablemente, ella habría muerto con anterioridad si no fuera por el equilibrio mental entre ambas personalidades cambiantes. El control que ejercía sobre el flujo de la sangre sobrenatural en su interior, ayudaba a que percibiera más placer, y al mismo tiempo, le brindaba un mayor soporte para tolerar la unión con un demonio de alto rango. Era una humana muy particular, dada su capacidad de resistencia a la situación. Pero físicamente se estaba agotando, ya que interactuar con la energía de la bestia, afectaba su vitalidad. En los anteriores encuentros, esto no sucedió debido a que el Lord mantuvo todo el control. Pero en la etapa de celo, era la criatura de ojos rojos quien dominaba mayoritariamente. Así que era necesario hacer algo al respecto, y en éste momento, Sesshomaru sopesaba los pros y los contras de la maliciosa propuesta. —Darle más sangre le permitirá continuar— susurró con seguridad la bestia. —Lo sé… — —¿Por qué dudas?, sabes que no le hará daño si es por nuestra voluntad— se justificó. El gran demonio canino estaba relajado en ese momento, pero no quería dejar de lado el hecho de que la hembra humana podría verse afectada. Ahora sí tomaba en cuenta el comentario de Jaken. La mujer se debilitaba notoriamente, podía sentirlo por el vínculo sobrenatural. Y no estaba dispuesto a perder su lascivo capricho. —Nunca hemos hecho esto, podría tener efectos secundarios— contestó el Lord. No estaba seguro si el hacer beber sangre de demonio a un humano en mayor cantidad, podría provocar algún tipo de intoxicación. Si bien, la primera vez que la obligó a tomar fue para castigarla por su insolencia, en esta ocasión era diferente. Simplemente, necesitaba que fuera más resistente a la interacción con la energía sobrenatural de su lado bestial. Y eso lo podía conseguir con la sustancia escarlata, además de que sería benéfico para ella, porque aliviaría su malestar. —No habrá problema, confía en mí— se relamió los labios con avidez. —Ella no se marchará de aquí, la quiero para nosotros— murmuró. —Eso no es posible. — —¡Estupideces!, ¡Podemos hacer lo que nos plazca y tomar lo que deseemos! — gruñó altiva la bestia. —¡Y yo la quiero a ella! — Sesshomaru bufó inquieto. Su lado salvaje pretendía seguir disfrutando de su obsesión a como diera lugar. Y él no lo podía evitar, porque también lo deseaba por igual. Ya no se engañaba a sí mismo, las exigencias de su bestia interna ya no le molestaban. Por el contrario, las toleraba cada vez más. Una misteriosa sonrisa se dibujó en sus labios, la idea de que la humana permaneciera en sus dominios era demasiado tentadora. Su instinto tenía razón, ¿Por qué renunciar al placer? … No muy lejos de ahí, el pequeño demonio de ojos amarillos había escuchado el monólogo de su amo. Una sensación de desconcierto no lo dejaba en paz. Su señor estaba llevando la situación a límites que nunca se imaginó ver en él. Su preocupación por la mujer aumentó de nuevo, tal vez si tendría que intervenir de algún modo, pero, ¿Cómo?

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Al día siguiente. Diana se despertó con el entumecimiento de sus músculos, las arcadas en su garganta y la insistente sensación de hambre y sed. Seguía quejándose con cada movimiento que hacía para intentar levantarse. Si bien, el señor del Oeste no era sumamente agresivo, su cuerpo resentía cada vez más el esfuerzo, la adrenalina y el estrés. Si esto continuaba así, no podría soportarlo por más tiempo, y lo peor de todo, era que no había nadie que pudiese ayudarla. —Que horrible sensación, me duele todo— se quejó. El sol ya iluminaba y el sueño se había ido, pero la mujer no tenía fuerzas ni para sentarse. En ese momento, se escucharon pasos fuera de la habitación y luego la puerta abriéndose. Ella tragó saliva al sentir el erizamiento bajando por su nuca, el demonio había vuelto. Permaneció recostada de lado, dándole la espalda, fingiendo dormir mientras éste se aproximaba. Se acercó por el otro lado de la cama, inclinándose hasta quedar frente a su rostro, y con voz grave, le susurró. —Sé que estás despierta. — La joven frunció el ceño y torpemente se cubrió con la sábana, en un vano intento de protección. —Déjame por favor, ya no puedo más. — —Esto aún no termina— dijo, tomando la cubierta y retirándola con fuerza. Diana quedó expuesta y sólo atinó a abrazarse a sí misma, enroscando su cuerpo. Se notaban las marcas de las garras en sus caderas, muslos y costados. De igual forma, las dentelladas en su cuello y hombros, se veían punzantes y dolorosas. El Lord se acercó aún más, respirando sobre su piel, al mismo tiempo que su lengua hacía una leve caricia sobre su hombro. Esto la asustó e intentó alejarse, pero él la sujetó por el brazo, impidiendo su escape. —¡Suéltame, no quiero que me lastimes! — gritó ella con evidente temor. —¡Nosotros los humanos, no podemos sanarnos como ustedes! — Sesshomaru hizo un gesto de irritación. Conocía perfectamente la fragilidad de su especie y su lento proceso de curación. Las palabras de la mujer eran ciertas, pero él no estaba dispuesto a esperar. Por esto mismo, había decidido hacer lo que su bestia interior le proponía. —La curandera no volverá por un tiempo, así que nadie podrá atenderte— habló con frialdad. —Pero, existe una solución para contrarrestar tu malestar— sonrió enigmáticamente. Ella se estremeció al ver su gesto y el brillo reflejado en su roja mirada. En un parpadeo, la atrajo hacia él, inmovilizándola por la cintura y los brazos al mismo tiempo. Diana se retorció débilmente, ya no tenía fuerzas y sus nervios aumentaron al ver como el demonio levantaba el otro brazo hacia su propia boca. El pánico la invadió al verlo morder su muñeca con pasmosa tranquilidad. La sangre corrió sutilmente y no pudo evitar recordar la terrible experiencia previa, cuando fue obligada a beber por primera vez aquella sustancia. —¡No!, ¡No lo hagas! — volvió a gritar, intentando alejar el rostro. —Será mejor que no te resistas— indicó, mientras acercaba el brazo. —¡No quiero! — El enojo del Lord comenzó a crecer ante la negativa de beber. La hembra lo seguía evadiendo a pesar de su cansancio corporal. —¡Beberás por la fuerza si es necesario! — sentenció, estrechando su abrazo, asfixiándola lentamente. Diana sintió la compresión de su cuerpo. Sabía que él podría romperle los huesos en un segundo, y aunque estaba segura de que no llegaría tan lejos, terminó cediendo más por agotamiento que por temor al daño físico. Dejó de resistirse y abrió la boca, tratando de recuperar el aire y preparándose para lo que vendría. El Lord le permitió respirar durante unos segundos y después acercó su sangrante muñeca. Ella comenzó a beber mientras apretaba los párpados, tratando de controlar la repulsión que le provocaba el sentir como la sustancia carmesí resbalaba por su garganta. Un fuerte ardor se hizo presente en su pecho y un terrible dolor invadió su estómago. Momentos después, un intenso espasmo inició un recorrido por todo su cuerpo. Sesshomaru mantuvo su posición por varios segundos más, obligándola a tragar por completo cierta cantidad. Después retiró el brazo, dejándola caer sobre el lecho, mientras tosía con dificultad y temblaba en demasía. —Ahora sólo queda esperar— fue lo último que pronunció antes de abandonar la habitación. La mujer permaneció tendida, abrazándose a sí misma para tratar de soportar la tremenda convulsión en su interior. Respiraba torpemente y sudaba demasiado, pues su cuerpo reaccionaba como si hubiera sido envenenado. Por un instante pensó que la situación empeoraría. Sin embargo, conforme pasaron los minutos, todos los síntomas que la hostigaban fueron disminuyendo gradualmente hasta desaparecer. Un extraño sopor la relajó, haciéndola quedarse profundamente dormida. … Era media tarde cuando volvió a la vigilia. Abrió los ojos despacio y soltó una exhalación. Por reflejo se estiró hasta desperezarse totalmente y en ese momento, se incorporó de golpe al notar el cambio. —Pero… ¿Qué ha pasado? — se cuestionó desconcertada, analizando su estado. —No entiendo… me dolía todo el cuerpo y… ahora no siento nada… — Las heridas hechas por las garras y los colmillos seguían ahí, pero ya estaban semi curadas. El dolor general de su cuerpo había disminuido hasta casi desaparecer y la sensación de cansancio ya no existía. Pero algo no estaba bien y presentía que la inesperada recuperación no sería gratuita. —Vaya comportamientos tan extraños, aunque no debería confiarme, sólo lo hace para su conveniencia— murmuró molesta. Buscó una nueva prenda para cubrirse y después se dirigió a la habitación de aguas termales. Recordó con claridad lo que había hecho el Lord, ya que el chocante sabor de la sangre seguía muy presente en su boca. Casi de inmediato dedujo que su recuperación se debía a eso. Ella sabía que la sustancia era peligrosa para los humanos, en algún momento Aki se lo explicó. Pero como el señor del Oeste se la dio por voluntad, no significaba ningún peligro aparente. Sólo se trataba de un eslabón más en la pesada cadena de dominio que el demonio tenía sobre ella. Simple y llanamente, deseaba que la hembra soportara el ciclo estral. … Más tarde. Después de asegurarse de no percibir la cercanía de Sesshomaru, salió de la habitación rumbo al comedor, pues el hambre ya era demasiada. Los sirvientes siempre tenían todo dispuesto para su alimentación, así que solamente tuvo que llegar y sentarse. Casi en seguida escuchó unos pasos ya conocidos, era Jaken, quien entró sobándose el estómago. —Ya tengo hambre, ¿Qué hay de comer? — Diana lo miró de reojo sin prestarle atención. Tan pronto se sentó, le sirvieron las viandas también. Pasaron algunos minutos en los que ambos comieron en silencio. En un momento específico, sólo ellos dos estaban en el comedor. Entonces, una pregunta se escuchó de la nada. —Oye humana… ¿Te encuentras bien? — cuestionó él, mirando a la joven detenidamente. Ella se sorprendió por la pregunta, ya que no esperaba ningún gesto amable del sirviente. Terminó de beber y respondió. —Estoy bien, creo— hizo una pausa, prestando atención al gesto serio del pequeño demonio. —Sabes lo que hizo, ¿Verdad? — Jaken asintió sin decir nada, ya conocía las intenciones de su amo. Desde que entró al comedor, percibió con intensidad la esencia del Lord en la humana, ésta era mucho más fuerte que antes. La sangre de tan poderoso InuYoukai jamás pasaría desapercibida para ninguna criatura sobrenatural. Pero también era consciente de que la situación se había complicado para la joven. A pesar de todo, deseaba hacer algo por ella y, sin saber bien el porqué de su impulso, le ofreció ayuda. —Escucha humana… yo… cómo te lo digo— murmuró, haciendo un gesto de prudencia hacia Diana. —Esta vez, mi señor no parece tener intenciones de liberarte… — La mujer se desconcertó y su gesto palideció notoriamente. No dijo nada cuando el sirviente la llamó con la mano, en un ademán de complicidad. De inmediato, tuvo el presentimiento de que debía confiar en aquella irreverente criatura. —Voy a tratar de hacer algo por ti, pero no albergues esperanzas, porque no sé si resultará— explicó en voz baja, cerca del oído de ella. —Sólo te pido que seas paciente y que no lo provoques, porque ahora se encuentra en el punto más álgido del estro. — Ella guardó silencio y sólo confirmó con un movimiento de cabeza, tratando de controlar su incertidumbre. Por alguna extraña razón, esas palabras le inspiraron confianza. No obstante, la advertencia insinuaba demasiado, el señor del Oeste aumentaría su lascivo acoso. Soltó un pesado suspiro, intentando no pensar en ello. Jaken la miró por un segundo más y después se levantó de la mesa. Volteó hacia todos lados y se retiró del comedor sin decir nada más. La mujer continuó alimentándose en silencio, sintiendo un poco de alivio por aquella sutil esperanza.

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El gobernante del Oeste permanecía de nuevo en la terraza, contemplando el descenso del sol. Su bestia interna se removía de un lado a otro, inquieta y ansiosa. Su apetito carnal no disminuía y con claridad podía percibir el aroma de la hembra, quien parecía deambular de un lado a otro sin poder rebasar los límites del patio principal. El vínculo le permitió notar la mejoría de su estado físico y energía vital. Esto le hizo sonreír con malicia, su sangre había conseguido el efecto deseado, permitiendo que la mujer se recuperara de las consecuencias físicas de yacer con un Inugami. Entonces la bestia habló. —La deseo— jadeó con avidez. No hubo respuesta, Sesshomaru simplemente se dirigió a sus aposentos.

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Diana estaba preocupada y nerviosa. Después de comer y deambular un rato, empezó a tener una sensación de agitación. Era extraño e incómodo percibir que algo recorría su cuerpo, generando una sobreestimulación de sus sentidos. La sangre sobrenatural tenía el efecto de una droga, y presentía que en cualquier momento comenzaría a vibrar en su interior, como si se tratara de una sustancia energizante. No quería pensar en ello y no deseaba que el demonio la buscara tan pronto. Temía que, a pesar de su mejoría física, el próximo encuentro la dejaría de nuevo agotada y débil. Y eso no era lo más preocupante, sino que apenas llevaba dos días en la mansión del Oeste, y desconocía cuánto más se prologaría su inverosímil situación. Sus pasos la llevaron a dar vueltas una y otra vez por el jardín interno, los pasillos colindantes, el comedor y una que otra habitación vacía. Por más que había intentado caminar por el patio, la blanca estola la obligaba a retroceder hacia el interior. El Lord no le permitiría abandonar sus dominios en éste momento, y quizás tampoco lo haría después, según las palabras de Jaken. —No tardes demasiado— pensó, anhelando que el sirviente pudiera ayudarla cuanto antes. Llegó a la habitación principal sin darse cuenta de ello hasta que estuvo frente a la puerta. Su instinto le avisó de lo que había del otro lado con un fuerte erizamiento. Quiso retroceder en el instante que escuchó un sonido seco. Pero de forma casi instantánea, una dolorosa contracción en el centro de su cuerpo la obligó a encorvarse. —¡No! — jadeó torpemente, sintiendo que le faltaba el aire. Algo se arremolinó con fuerza en su pecho, estrujando su corazón y provocando una descarga de adrenalina. Con dificultad, jaló la hoja de madera y se sostuvo de ella, temiendo tropezar en cualquier momento por el dolor. El latigazo de sensaciones la golpeó de nuevo, forzándola a postrarse mientras trataba de inhalar más aire. Levantó la vista lentamente para encontrarse con una pesadilla. Sobre el lecho, apoyado en los mullidos cojines, desnudo y atemorizante, Sesshomaru la observaba con mueca perversa después de haber chasqueado los dedos. No había duda alguna, estaba probando el nuevo efecto de su sangre dentro de ella. —¡P-Por favor… n-no lo hagas de nuevo! — rogó con aprensión. Era peor el resultado, mucho peor que cualquiera de las otras veces que lo sintió. Se asemejaba a una descarga eléctrica en todo el cuerpo que le robaba el aliento. Un estresante golpe a sus sentidos, haciéndolos reaccionar como si detectara el peligro inminente que representaba un depredador. Todo su ser comenzó a temblar por dentro, y ella tuvo el terrible presentimiento de que, si el demonio volvía a torturarla de esa manera, iba a morir. La bestia sonrió complacida, deleitándose con el estresante aroma liberado por la hembra. Si bien, su sangre la ayudó a recuperarse, también la sometió a un mayor nivel de percepción y reacción. Esto lo aprovecharía el Lord a su antojo, con la menor muestra de desobediencia, la castigaría. —Acércate— ordenó. Diana tragó saliva con fuerza. La brusca contracción disminuyó rápido, permitiendo que se levantara para obedecer. Sin embargo, el pánico la recorrió súbitamente cuando se percató del alterado estado del macho. Se podía escuchar en su ansioso jadeo, se notaba claramente en las intensas marcas corporales y las rayas violetas de su rostro, que ahora parecían aserradas. Pero lo que más la estremeció, fue notar su rígida excitación y la voracidad que se reflejaba en su escarlata mirada. Un nuevo escalofrío le acarició la espalda. Sabía lo que iba a suceder y no podía evitarlo, si se resistía, lo pagaría muy caro. Empezó a caminar rumbo al lecho, suprimiendo las ganas de retroceder hacia la salida. Entonces, otra orden la detuvo. —Desnúdate y camina lento hacia mí— solicitó con lujuria en la voz. La joven lo miró perpleja por un instante, pero de inmediato desvió la mirada, intentando controlar su aprensión. La esponjada estola aflojó su agarre y ella comenzó a deshacer el nudo de la túnica. La tela cayó, dejando al descubierto su figura. No se cubrió en absoluto, ya no tenía caso, al demonio también le encantaba mirar, y a estas alturas de la situación, el pudor había sido desechado. —Maldito seas— pensó con rencor. Reanudó su marcha, desviando los ojos hacia otro lado, evadiendo su lasciva mirada, la cual podía sentir recorrer toda su piel a cada paso que daba. Sabía que se entretenía en el sutil vaivén de sus senos, disfrutaba con el movimiento de sus caderas y se complacía morbosamente ante su rítmico caminar. Finalmente llegó al lecho, haciendo todo lo posible por no verlo a la cara, ya que sus rasgos faciales ahora eran más salvajes y la intimidaban demasiado. A esto se refería Jaken en su advertencia, el estro Inugami provocaba notorios cambios en un macho excitado y también… aumentaba su agresividad. La pesada energía de la bestia flotaba en el aire, incitando el erizamiento de su piel y alertando a su instinto de conservación. Sin embargo, tuvo que ignorar su temor cuando sintió que la tomaba por el brazo, y con un brusco movimiento, la obligaba a subir junto a él. Su corazón dio un vuelco al sentirse sujetada por el cabello de la nuca. El agarre la forzó a mirarlo directo a los ojos, donde su altivez se apreciaba. El demonio clavó su mirada en las pupilas humanas, sintiendo gratificante placer al verse reflejado en ellas. La hembra tenía miedo, pero lo soportaba a pesar de todo y eso a él le agradaba. Sonrió con perversión a la vez que acercaba la otra mano y con una zarpa delineaba sus labios. El filo acarició la superficie sin dañar, pero dejando en claro su interés en ellos. La mujer no pudo reaccionar a tiempo. El Lord se acercó y en un instante se apoderó de sus labios con un posesivo beso. Ella abrió los ojos en grande, desconcertada por el sorpresivo gesto, mientras su cuerpo se estremecía debido a las sensaciones provocadas. El acto se intensificó cuando la lengua del demonio se apoderó de la suya. Después se hizo violento cuando sus labios comenzaron a doler, y de repente, el sabor a metal fue detectado por sus papilas gustativas. Un colmillo la había lastimado. Quiso empujarlo, pero su garra la tenía inmovilizada completamente. Entonces, por reflejo, su mano se movió en un gesto defensivo. Por un breve instante, la fuerza que ejerció fue suficiente para dañar la superficie. El dolor en la mejilla hizo que Sesshomaru abriera los párpados, al mismo tiempo que liberaba a la joven de sus labios. Ella tenía una expresión entremezclada de furia y miedo, su labio inferior sangraba levemente y las uñas de su mano derecha estaban cubiertas de tinte carmesí. La bestia gruñó por lo bajo, excitada ante la sensación de escozor. No la castigaría, dado que disfrutaba de los rasguños femeninos sobre su blanca piel. Se relamió la sangre humana que tenía en los labios y de nuevo sonrió con burla, permitiéndole observar la cicatrización de tan simple herida. Atrapó la frágil mano y la aproximó a su boca, comenzando a lamer con gula los restos escarlata. Diana no se dio cuenta en qué momento lo arañó, pero sin duda alguna, fue una reacción por el dolor que sintió cuando la hirió. Entonces, observó que la mejilla quedaba intacta, al mismo tiempo que sentía cosquillas en su mano atrapada. Posteriormente, el dolor de su cabello apresado la hizo reaccionar, cuando el demonio se acercó de nuevo a su boca. El desconcierto aumentó al sentir la lengua recorrerla una vez más, degustando la sangre al principio y curando la herida después. El Lord jadeó anhelante al probar su sabor. Se alejó de ella, manteniendo un libidinoso gesto, y antes de liberarla, la hizo mirar hacia su vientre, dejando en claro su obscena demanda. —Sabes lo que quiero… — A la joven cada vez le costaba más trabajo pasar saliva. La adrenalina le provocaba temblores involuntarios y su mente apenas asimilaba lo que estaba pasando. El demonio quería placer oral, pero ella temía que sus nervios la traicionaran al intentar complacerlo. —N-No… p-puedo— murmuró. Sesshomaru hizo el ademán de querer chasquear sus dedos ante la negativa de la mujer. Pero al ver su expresión de pánico, se detuvo y sonrió maliciosamente. —¡Espera, no lo hagas! — suplicó, moviéndose para tomar una mejor posición y cumplir con la solicitud. Con nervios, Diana se deslizó hasta quedar en medio de los muslos entreabiertos del Lord, una excitante perspectiva que él disfrutó. Tomó aire y después lo liberó en un intento por controlar su temblor. Observó la palpitante y altiva erección, denotando su dureza y grosor, esperando por su cálido tacto y lúbrico abrazo. Una cálida sensación percibió la bestia, el aliento de la hembra lo recorrió antes del primer roce. Un segundo después, el suave tacto lo apresó y el macho gruñó demandante con los colmillos al aire. La sintió agitarse con temor y la miró cerrar los ojos antes de que su tibia lengua se arrastrara sobre la superficie. Una punzada de placer estrujó su vientre cuando dio inicio aquel masaje. La humedad impregnó su piel y la fricción estimuló su carne, el disfrute comenzó a incrementarse. La mujer logró controlar un poco su respiración cuando percibió la extraña reacción de su interior. La sangre de demonio se mantenía vibrante, pero sin llegar a ser hostigante. Por el contrario, casi de inmediato comenzó a intercalar las sensaciones que percibía el demonio, compartiéndolas como pulsaciones dentro de sí misma. Lo entendía perfectamente, si la bestia lo disfrutaba, en ella se reflejaría de igual forma. Pero si lo provocaba, la intensidad sería excesiva. Por desgracia, aquello no se podía evitar, ya que el señor del Oeste se encontraba en el punto más álgido del celo Inugami. Diana se sacudió nuevamente al sentir la intensa descarga que subió por su espalda. La palpitación masculina anunciaba el aumento del placer, ya no se podía detener. Sus labios prosiguieron con el recorrido, intercalándose con los lúbricos estímulos de su lengua, en un acompasado subir y bajar. Sesshomaru disfrutaba demasiado el lascivo acto. La satisfacción de mirar a la hembra recorrer su virilidad una y otra vez, le provocaba un insensato regodeo y le arrancaba jadeos cada vez más altos. Ese capricho oral se volvió una fijación desde la primera vez que ella lo estimuló, y se convirtió en una obsesión después de que lo rechazó en la segunda ocasión. Esta vez, no habría insolencias por parte de la humana, de lo contrario, la obligaría a degustar el castigo. Diana percibió aún más el disfrute del demonio. Su final estaba cerca, así que sus manos se prepararon para estrecharlo con mayor fuerza en el momento exacto. La fricción se hizo presente, alternando con el beso de sus labios y aprovechando la lúbrica humedad que se deslizaba sin parar. La tensión del rígido miembro alcanzó la cumbre y el clamor del Lord se escuchó. Ella percibió parte de su sabor sin poderlo evitar al momento de liberarlo. Pero no pudo prestar atención a ese libidinoso detalle, porque la punzada en su interior la hizo jadear en el mismo instante. La simiente se derramó en las manos de la hembra, mientras la bestia se dejaba arrastrar por el éxtasis. Éste se extendió por su vientre, subió por su columna vertebral y culminó con el bloqueo de su mente. Su alterado gemido por instantes se oyó como un gutural sonido animal. La joven se mantuvo semi agachada, tratando de soportar la sensación que el vínculo le provocaba. No obstante, le fue imposible, la sangre sobrenatural comenzó a vibrar con mayor potencia. Una nueva palpitación en su bajo vientre la hizo clamar. Apretó los muslos con fuerza, en un intento por evitar la contracción de su flor y el escurrir delator de su lubricación. Se abrazó a sí misma, sin importarle la humedad seminal embadurnando su piel. —¡Es tremenda la sensación! — pensó con sobresalto. Tan sólo unos momentos después, lo escuchó olfatear ansiosamente. Era absurdo tratar de ocultar su aroma e imposible disimular las reacciones que provocaba la sangre de demonio. No quiso levantar la vista, sabía que el Lord sonreía con hambre y que ahora deseaba devorarla. Intentó retroceder, pero la garra alcanzó de nuevo su oscuro cabello, atrapándola dolorosamente. De inmediato fue arrastrada sobre el torso masculino. Cuando abrió por completo los ojos, estaba sentada a horcajadas encima de su vientre y apresada por la cintura. El señor del Oeste la miraba burlonamente, con el apetito incrementado a pesar del reciente orgasmo. La inmovilizó mientras su otra mano iniciaba el descenso, hacia el sur de su cuerpo. —Esto no terminará pronto, así que puedes seguir resistiéndote si quieres— pronunció con voz gutural. Diana se sacudió y no pudo evitar un sorpresivo gemido cuando los dedos alcanzaron su flor. Nuevamente las zarpas habían sido retraídas. No la lastimaría, pero tampoco la liberaría hasta que comenzase a clamar con intensidad, para complacer al obsesivo gobernante. El estremecimiento que sintió cuando tentó su humedad fue delirante. La palpitación de su interior le provocó de nuevo malestar. Su cuerpo ya suplicaba por placer sin importarle nada más. Los dedos masculinos respondieron a la solicitud, recorriendo sin mesura los pliegues, frotando su sensible carne, hundiéndose en la calidez de su feminidad y provocando convulsiones celestiales. La bestia blanca se regodeó, la señal olfativa exacerbaba sus sentidos. Su orgullo se incrementó al notar que su hábil tacto provocaba el inminente estallido de la hembra. Ahora sabía exactamente dónde palpar, cuánto presionar y hasta dónde llegar para que la humana lo disfrutara, incluso en contra de su voluntad. El ruidoso jadeo cerca de su oído y el gotear femenino, eran las pruebas innegables de tan vanidosa afirmación. El potente orgasmo de la joven llegó. Su cuerpo se cimbró y su interior presionó los dedos del Lord. Diana sintió que se ahogaba por un instante, en el cual sus pulmones no lograron llenarse. Su boca siguió clamando con fuerza, mientras el clímax saturaba sus terminaciones nerviosas, haciéndola perderse en un agónico deleite. El estremecimiento se mantuvo en su interior cuando el demonio se retiró. … Pasaron un par de minutos en los cuales Sesshomaru le permitió respirar y calmarse, pero sin liberarla de su agarre. Una vez más la sintió agitarse en otro intento de escape. —S-Suéltame… por favor— se quejó. El macho se relamió los labios después de pasar morbosamente la lengua por sus dedos impregnados, mirándola con un dejo amenazante. —Aún no es suficiente… — La mujer se removió inquieta por sus palabras. Entonces el pánico le recorrió la espalda una vez más cuando sintió aquella virilidad tocar la entrada de su sexo. La erección no había perdido rigidez en absoluto, palpitaba altiva, poderosa y amenazante contra ella. —¡Espera! — Los brazos del Lord la rodearon completamente, reteniéndola contra su pecho, mientras que sus muslos se entreabrieron, forzando la separación de las extremidades femeninas. La escuchó jadear asustada cuando inició el empuje de su miembro contra la húmeda cavidad, percibiendo cierta resistencia. Sus paredes internas se estrecharon debido al miedo y eso lo hizo excitarse aún más. Entraría en ella quisiera o no, y el malestar que pudiera sentir, a la bestia no le importaba. La obligó a descender sobre su grosor, de forma lenta y martirizante. Ella gimió de dolor a pesar de la reciente lubricación. Sus uñas marcaron con violencia los hombros del Lord, quien sólo hizo una mueca de perversión. Poco a poco sus pliegues se amoldaron, abrazándolo completamente en su interior. Por algunos instantes, Diana lo percibió demasiado grande y creyó que la desgarraría si entraba con fuerza. Sin embargo, la bestia no lo hizo, a pesar de insinuar su cruel intensión. Volvió a quejarse lastimosamente cuando las manos bajaron hacia sus caderas, forzando un poco más la penetración y lacerando su piel con las zarpas. Era agresivo, efectivamente, pero algo le decía que no la dañaría más allá de lo que hacía en ese instante. A pesar de ello, la mujer seguía temiendo por lo que vendría. No pudo pronunciar más palabras, sólo jadeos cuando el macho inició la fricción de su virilidad, aumentando la estimulación de sus paredes internas. Sesshomaru se mantenía reclinado sobre los cojines, y el soporte que le brindaban sus piernas, le permitía el libre empuje de su pelvis contra ella. Gruñó excitado por la sensación de su masculinidad estrechada en el interior de la hembra. Sus propios gemidos de satisfacción escaparon cuando comenzó a embestirla con mayor fuerza. Primero lentamente, subiendo después el ritmo y la potencia. Sus manos dejaron de apresarla y ahora recorrían su espalda, mientras devoraba sus endurecidos pechos. Diana permanecía apoyada sobre él, exhalando entrecortado, tolerando una extraña sacudida de placentero dolor. De pronto, la vibración en su interior aumentó. La caprichosa sangre ahora transitaba frenética por su cuerpo, transformando el malestar en espasmos de sensual bienestar. La percepción de las caricias se acrecentó, convirtiendo el sonido de su respiración en voluptuosos quejidos. Terminó rindiéndose ante la avalancha de sensaciones que comenzaba a golpearla frenéticamente. La bestia se regodeó al escuchar el matiz de la queja femenina, al mismo tiempo que su mente insistía en una retorcida idea. Era demasiada la satisfacción que obtenía con esta hembra, un obsesivo capricho que deseaba conservar. Así que volvería a presionar a su lado racional. Súbitamente, la mujer le clavó las uñas de nuevo, agitándose entre sus brazos. La escuchó llorar por la tremenda reacción en su interior, un nuevo y feroz orgasmo la estaba abrumando. Ella continuaba entregada al intenso vaivén, cuando de repente, la contracción en sus pliegues desató una ola de placer. Ésta creció en su vientre, para luego subir frenéticamente a lo largo de su espina dorsal. La conmoción fue demasiada y las lágrimas corrieron en consecuencia. Su grito escapó y su mirada se perdió en la nada, mientras era consumida por un éxtasis demencial. El demonio siguió embistiendo sin detenerse, disfrutando de la deliciosa compresión de su hombría. La hembra había terminado antes de lo esperado, pero eso no lo detendría a él de alcanzar su propio final. Mantuvo la morbosa oscilación de la pelvis femenina, forzándola a seguir cabalgándolo por unos instantes más, hasta que la escuchó murmurar con dificultad. —P-Por piedad… detente ya… — Él no contestó, simplemente su jadeo aumentó, mientras su lengua lamía con ansiedad el cuello de la mujer. Diana apretó con fuerza los párpados en el momento que los colmillos atravesaron su piel. El dolor fue tolerable como en las veces anteriores. Sin embargo, ya estaba demasiado agotada, así que cuando sintió la libación, tuvo la impresión de que un pesado sopor la envolvía. Pero para su desdicha, el desmayo no llegó en su auxilio, porque claramente percibió como el demonio cambiaba de posición, arrastrándola con él. La bestia entró en frenesí cuando la sangre humana bajó por su garganta. Sin separarla de su cuerpo, se movió en un giro completo, quedando sobre ella y respirando alteradamente contra su piel. El cuerpo de la mujer continuó registrando las estimulaciones físicas, a pesar de que ya no podía moverse. El empuje de la pelvis masculina se reanudó, al mismo tiempo que dejaba de morderla y colocaba los brazos a sus costados para sostenerse. La hembra percibió el cosquilleo del plateado cabello a los lados de su rostro, mientras su cuerpo se aflojaba. Sus piernas temblaban en demasía, descansando pesadamente contra los flancos del Lord. Sólo podía continuar clamando ante las embestidas, que parecía nunca se detendrían, y soportar el insistente lamer sobre la nueva herida. La bruma sobrenatural aún la envolvía. La sangre de demonio seguía circulando, sus pulmones estaban colapsando y su mirada perdida en el techo, continuaba sollozando por el excesivo placer. Todo su cuerpo se agitaba al ritmo de la bestia, su interior se contraía soportando la intensa penetración, y la excesiva humedad escapaba entre fricción y fricción. Casi estaba sin aliento, cuando de repente, el jadeo animal cerca de su oído le indicó que pronto terminaría. La presión sobre su vientre se hizo más intensa en el instante que el Lord se irguió de nuevo sobre ella. Su escarlata mirada reflejaba el éxtasis que ahora lo colmaba. Esto la obligó a reaccionar una vez más, debido a otro potente espasmo sobre su carne. Su último gemido acompañó el clamor final de la bestia, cuando ésta alcanzó la cumbre del orgasmo. El macho sintió que perdía el aliento justo cuando el placer explotó en su vientre. Las violentas convulsiones se dispersaron por todo su ser como olas de placer, golpeando una y otra vez. Fue intensa y delirante la sacudida que transitó por su columna vertebral, perdiéndose de la realidad en un sublime trance. … Sesshomaru se mantuvo en el interior de la hembra hasta que sintió como la última gota de su semilla lo abandonó. El clímax de su culminación todavía pulsaba en su interior, haciéndolo respirar con dificultad. Sintió que estaba a punto de colapsar sobre ella cuando abandonó su interior. El acto carnal había sido casi demencial. Se recostó de nuevo en los cojines mientras recuperaba el aliento. Observó a Diana, quien ahora tenía los ojos cerrados y permanecía completamente inerte sobre el lecho. Su pecho subía y bajaba con ligera agitación, sin embargo, no estaba desmayada. La sangre de demonio había evitado la afectación de su energía vital. Sí, había sido demasiado, pero la humana lo había soportado. —La quiero para nosotros— susurró la bestia. Acercó su mano y con un dedo removió el cabello que le cubría parte del rostro. Ella abrió los ojos de golpe con un gesto de consternación. —¡No me toques! — gritó, lanzando un manotazo al aire. Alcanzó el dorso con un par de sus uñas, irritando levemente la piel del Lord. Pero casi de inmediato, el latigazo de dolor la golpeó, impidiéndole cualquier otra acción. El señor del Oeste gruñó, al mismo tiempo que enseñaba los colmillos y la sujetaba por la barbilla. Se acercó amenazante y su siniestra sonrisa reveló una cruel sentencia. —Acostúmbrate a sentirme dentro de ti, porque no te marcharás de aquí. — Diana dejó de respirar y su mirada se humedeció ante la oscura declaración. El demonio la liberó sin dejar de observarla fríamente por un par de segundos más. Después se retiró del lecho, para luego abandonar los aposentos.

***

Continuará… Creo que ya fue demasiada perversión para mi pobre OC.
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