ID de la obra: 1272

DESEO

Het
NC-17
Finalizada
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
70 páginas, 27.452 palabras, 7 capítulos
Descripción:
Notas:
Publicando en otros sitios web:
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6. Convénceme

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Buenas tardes: Perdonen la tardanza, me enfermé de gripe. Ahora les dejo el penúltimo capítulo, espero que les guste, porque me costó trabajo terminar de escribirlo y revisarlo. Gracias por leer y por sus comentarios. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo sólo escribí la historia porque me encanta éste anime.

***

Capítulo 6: Convénceme Diana despertó unas horas después. Estaba sola en la habitación, su cuerpo temblaba y dolía como la primera vez que él la poseyó. Sus quejidos comenzaron al mismo tiempo que trataba de sentarse. El malestar era tanto, que ni siquiera tenía fuerzas para llamar a la curandera. —Maldición, esto es peor que haber sido drogada, ¿Por qué tengo esta horrible sensación?… es como si tuviera demasiada hambre— dijo para sí misma. De pronto, recordó lo que hizo Sesshomaru. —¡Me obligó a beber su sangre! — masculló con enojo. La mujer se arrastró a la orilla y con lentitud bajó al suelo, se sostuvo como pudo y caminó al siguiente cuarto. Ni siquiera el suave aroma a flores silvestres lograba relajarla, la sensación de ansiedad le estrujaba el estómago. Sus piernas temblaban y aún sentía escurrir la humedad de su interior. —Me siento mal, seguramente su horrible sangre me ha hecho daño… es un demente— se expresó con queja, mientras entraba al agua termal. Comenzó a tallar su piel con la esponja y el líquido aromático que siempre estaba a su disposición en la orilla. Se mojó el rostro y acarició su cabello, pasando por sus sienes, intentando serenarse. De pronto, se dio cuenta de que la esencia de Sesshomaru estaba más concentrada, no sólo sobre su piel, sino también debajo de ella. —¿Qué sucede?, ¿Por qué es tan fuerte su…?, rayos, ni siquiera sé cómo expresar lo que siento. — En ese momento se escuchó que abrían la puerta de la habitación contigua. —Diana, ¿Dónde estás? — preguntó Aki. —Estoy bañándome, ven por favor— respondió la joven con voz baja. La curandera entró al cuarto, traía consigo algunas telas dobladas y un contenedor con remedios naturales. —¿Te encuentras bien niña?, ¿Por qué te escuchas tan débil? — cuestionó preocupada. —No estoy bien del todo, tengo un ligero ardor en la garganta y en el pecho, además… me siento demasiado ansiosa— explicó la joven, poniendo más atención al gesto de la mujer demonio. —¿Por qué tienes esa cara? — —Anoche percibimos la ira de Lord Sesshomaru, su energía estaba muy alterada y a todos nos puso nerviosos. Pensé que tu vida correría peligro— dijo la anciana. Diana se sorprendió un poco, pero agradeció profundamente la preocupación de la mujer zorro. Al parecer, los arranques de ira de Sesshomaru no eran comunes y cuando sucedían, alteraban la cotidianidad de ese lugar, poniendo a todos en alerta. —Gracias por tu preocupación Aki, se puede decir que estuve en peligro, sin embargo, él se desquitó sin necesidad de matarme— comentó la joven con algo de molestia. La curandera la miró con preocupación. —¿Qué sucedió niña?, hay algo raro en ti, la esencia de Lord Sesshomaru es más fuerte que nunca. — La mujer le explicó todo lo acontecido desde la noche anterior, hasta esa mañana. Aki solamente hizo un gesto de reproche con la cabeza, mientras la escuchaba. —Ay Diana, eres muy atrevida y eso le irrita de sobremanera al amo. Por lo que veo, su obsesión contigo no terminará pronto y el hecho de que te hizo beber su sangre, lo confirma. — —Explícate por favor— pidió inquieta. —La sangre de una criatura sobrenatural puede ser peligrosa para un humano si éste la ingiere por accidente o con intención. Pero cuando un demonio, por voluntad, se la hace tomar a un humano, simplemente se establece un vínculo, con el cual ambos pueden percibirse el uno al otro. En pocas palabras, ahora estás atada al deseo de Lord Sesshomaru y él lo está al tuyo, incluso más que con la marca de tu hombro— reveló Aki. La humana abrió los ojos en grande, su expresión reflejó asombro y un total desconcierto. —¿Quieres decir que no me dejará ir jamás de éste lugar? — —No… tú te podrás ir cuando te lo permita, pero deberás volver cuando lo desee— respondió la anciana. —Y cuando tú tengas la misma necesidad… él te buscará. — Diana rodó los ojos e hizo una mueca de fastidio, esa idea sonaba demasiado perversa e inadmisible. Esta situación era la más insólita que le había pasado en la vida y su mente aún no terminaba de asimilarla por completo. —Esto es una locura… ¿Hay manera de liberarme? — volvió a cuestionar. —No sabría decirte, las criaturas sobrenaturales tenemos diferentes comportamientos según la especie. Lo que te puedo decir, es que, en éste instante, percibo la sangre de mi señor dentro de ti. Está en reposo, pero en algún momento, uno de los dos comenzará a llamar al otro— expuso la curandera. —¿Y luego qué? — —No tengo que explicártelo Diana, cuando se tiene una necesidad, ésta debe ser satisfecha— finalizó Aki. La mujer soltó un profundo y quejumbroso suspiro, negando con la cabeza. La tortura del demonio seguía presente, ahora en forma de perverso veredicto, vinculado a un instinto básico. … Un rato después, ya por la tarde. Diana permanecía sentada en el jardín interno. Aún estaba molesta por la situación y porque ya habían pasado dos días desde su llegada a la mansión del Oeste. Se sentía como fiera enjaulada, asimismo, debía tolerar la extraña sensación de su cuerpo. Ésta continuaba latente en menor grado, pero sin desaparecer. Era semejante a un síndrome de abstinencia, causado por la sobrenatural sangre. —Maldición, pensé que sólo mi especie se obsesionaba de forma insana. Pero, al parecer, algunas criaturas sobrenaturales comparten nuestros mismos defectos. Tengo que pensar en algo, si no miente, la cueva de la Luna está abierta en éste momento— pensó la joven, mirando al cielo. Entonces se incorporó, respiró profundamente y se encaminó hacia el corredor interno que llevaba al gran salón. Tenía en mente una clara intención. … Sesshomaru se encontraba de nuevo en su diván, con los ojos cerrados y reposando indiferente. El señor del Oeste tampoco estaba tranquilo, al parecer, su orgullo seguía inquieto. No quería reconocer que la humana lo estaba obsesionando más de lo que hubiera imaginado. Su atrevimiento sólo incrementó el deseo de querer tenerla sometida a su voluntad. A pesar de haberla castigado, no estaba satisfecho del todo. De pronto, su olfato le avisó del arribo de la hembra, pero no se inmutó. Abrió los ojos y sonrió burlonamente. —¿Ya recuperaste la cordura, mujer? — La joven se acercó caminando lentamente, mirándolo a los ojos con gesto serio y un peculiar brillo en las pupilas. Su acompasado caminar y el movimiento de sus caderas, poco disimuladas por la tela, hizo que desviase la mirada. Esto lo distrajo por un segundo, momento en el cual no prestó atención a la mano de la mujer. Un sonido seco se escuchó por todo el lugar. La bofetada se estrelló en su fino rostro, haciéndolo voltear ligeramente. La humana lo había golpeado, sin el menor atisbo de duda o miedo. Sesshomaru se quedó quieto, estaba sorprendido por tal acción, pero su sereno rostro no cambió. Entonces, volvió a sonreír con malicia. —Veo que aún no entiendes tu posición ante mí y te atreves a faltarme al respeto de esta manera— dijo, volteando a mirarla. —¿Sabes de lo que soy capaz de hacerte por haberme tocado?, ¿Quieres sufrir de nuevo? — amenazó, poniéndose de pie frente a ella. Diana le sostuvo la mirada, retrocediendo apenas un paso y encarándolo una vez más. —Tenía que desquitarme por lo que me hiciste pasar en la mañana y por lo que estoy sintiendo ahora. Ya es suficiente de caprichos, ¿Qué más quieres de mí? — Se expresó con seguridad, a pesar de no saber cuál sería la reacción del demonio. —Sabes lo que quiero, pero si vuelves a levantarme la mano, esta vez lo tomaré por la fuerza y no me voy a detener— pronunció con frialdad, acercándose lentamente. Ella retrocedió sin desviar la mirada. —Eso sería muy bajo para el señor del Oeste. Además, esto no estaría pasando si hubieras cumplido con tu palabra. Ya te di lo que querías y yo sólo deseo regresar a mi hogar, pero tú no pareces dispuesto a liberarme. Si me sigo negando, sólo conseguirás frustrarte incluso más, y si quieres comportarte como un animal, hazlo entonces… pero después de ello, sabes que no podrás obtener nada más de mí— declaró Diana, sin el menor titubeo. El Lord gruñó ante sus palabras, pero se mantuvo inmóvil. La seguridad con la que se expresó, indicaba que ella tenía la certeza de que él no intentaría violarla y menos asesinarla. A pesar de ello, aún podía seguir torturándola con su sangre, pero existía la posibilidad de que tampoco cediera. Ninguna de las dos opciones complacía al señor del Oeste y esto le molestaba, ya que la hembra tenía cierta ventaja y la estaba usando en su contra. Al ver que el demonio no decía palabra alguna, Diana habló nuevamente. —La cueva está abierta, llévame por favor. — Sesshomaru volvió a gruñir ligeramente. Le dio la espalda y regresó a su diván para sentarse en altiva posición. Cerró los ojos un instante, exhalando despacio. Parecía meditar la respuesta que le daría, mientras ella permanecía en silencio. De nuevo la observó, buscando sus oscuros ojos y con una sutil mueca de lujuria, reveló su intención. —Convénceme para que te deje ir. — No le tomó demasiado tiempo meditar una respuesta que inclinase la balanza a su favor. A pesar de sentir que su orgullo seguía irritado, decidió cambiar la estrategia. Ahora esperaba la respuesta de la mujer con toda atención, satisfecho por haber forzado un nuevo escenario. Diana hizo un gesto de extrañeza. Un par de segundos después, su ágil mente razonó la petición del demonio. —A pesar de mi comportamiento, no piensa dejarme en paz. No es nada tonto el señor del Oeste, ha volteado la situación a su conveniencia— pensó la joven, mientras soltaba un suspiro resignado. —Continúas haciendo trampa, pero está bien, acepto, siempre y cuando ésta sea la última vez— contestó con seriedad. Sesshomaru disimuló una mueca de satisfacción y se reclinó en el respaldo del mueble, esperando la siguiente acción por parte de ella. No respondió al condicionamiento, no tenía intenciones de aceptar tales términos y su silencio era su propia ventaja. La vio hacer un gesto de irritación al no escuchar una respuesta. No obstante, ella se atrevió a condicionarlo una vez más. —Prefiero tus aposentos— indicó, empezando a retroceder hacia la salida. Ante tal gesto, el Lord amenazó. —No tientes a tu suerte mujer, ven aquí, no tengo intención de ir tras de ti— ordenó, manteniendo su posición. La humana desapareció en el pasillo. Un minuto después, Sesshomaru caminaba molesto rumbo a la habitación principal. De nueva cuenta la hembra lo estaba haciendo desatinar con su comportamiento. En su interior, la criatura de ojos rojos se reía a sus anchas por tal situación. —¡Me encanta esta mujer, me excita su forma de tratarnos! — se regodeó. El Lord solamente bufó ante el comentario. Estaba dispuesto a tolerar la conducta de la joven, por el simple hecho de que nunca antes había disfrutado tanto al poseer a una hembra. Aquella humana le proporcionaba demasiado placer cuando se entregaba por completo, haciéndolo aún más adicto a ella. Entró a los aposentos y la encontró sentada en el borde del lecho, con brazos y piernas cruzadas, sonriéndole burlona. Se notaba complacida por lo que había conseguido hacer, obligarlo a seguirla. —Pensé que te quedarías en tu diván. — —Silencio mujer, me estás colmando la paciencia de nuevo, ¿Acaso quieres volver a sentir como te recorre mi sangre? — advirtió el demonio, acercándose a ella. Diana no contestó y solamente desvió la mirada, restándole importancia a sus palabras. Sesshomaru llegó frente a ella y en un parpadeo la empujó hacia el centro de la cama, aprisionándola bajo su cuerpo. La joven no se inmutó. —Espera, me pediste que te convenciera, entonces suéltame— dijo con tranquilidad. El Lord la contempló por un par de segundos, después decidió hacerle caso. La soltó y se recostó a un lado, mientras ella se arrodillaba junto a él. La mujer lo miraba con detenimiento, parecía afinar los últimos detalles de una idea en su mente. Sonrió con picardía al mismo tiempo que sus manos se posaban sobre el fuerte pecho. Con lentitud fue quitando la bata que cubría el desnudo cuerpo del Lord, jalándola hacia los lados. Él la ayudó alzando ambos brazos, para luego arrojar la prenda al suelo. Su blanca piel olía con frescura y su hermoso cabello aún tenía rastros de humedad. Las marcas violetas parecían resaltar, así que las manos femeninas empezaron a recorrerlas con suavidad. Se posaron en sus costados, subieron por su marcado estómago y alcanzaron sus pectorales. Ella se deleitaba con el espectáculo, después de todo, era digno de admirar. Tenía muy en claro su intención, lo complacería usando toda su experiencia para persuadirlo y obtener su libertad. Pero de paso, ella también lo disfrutaría. No era recomendable volver a desafiarlo, la desagradable experiencia de la mañana jamás la podría olvidar. Lo miró de nuevo, a la vez que sus manos continuaron el recorrido hasta tomar el rostro masculino con docilidad. Él no se resistió y ni siquiera tuvo tiempo de asimilar la situación, la mujer ya acercaba sus labios a los suyos para una sensual unión. Se posó con suavidad al principio, después comenzó a besar con más ímpetu, hasta que ambas bocas danzaron en un grato y húmedo beso. El aire les faltó y un lúbrico hilo quedó como testigo del sorpresivo gesto. Diana se incorporó despacio, aflojando el nudo de su atuendo. Con suavidad la fina tela resbaló por sus hombros. La marca violeta resaltó sobre su piel canela y un ligero cosquilleo se percibió. Sus pechos quedaron al aire y su cintura contuvo la caída de la prenda, manteniendo ocultas sus caderas y todo lo demás. Sesshomaru sintió un espasmo en su interior ante la visión y el proceder de la mujer. No esperaba un cambio de comportamiento tan repentino. Entonces comprendió que la hembra también había modificado su estrategia, después de todo, no era como las humanas de aquellas tierras. Él sabía que ella provenía de un lugar donde el tiempo y la realidad son diferentes, y era de esperarse que su personalidad también lo fuera. Esto lo hizo sonreír para sus adentros, la nueva actitud de la joven le prometía una interesante batalla para deshacer el empate en esta guerra de instinto y deseo. Diana continuaba sonriéndole al Lord y su mueca se amplió cuando, lenta y felinamente, se sentó sobre su abdomen, con los muslos rozándole los costados. Sin titubeos, se acomodó sobre él, tocando con insinuante cercanía el vientre del demonio, provocándole una nueva sacudida. Las caderas femeninas permanecían disimuladas por la tela. Pero su piel ya estaba desnuda por debajo, compartiendo su temperatura y suavidad. Sus manos se posaron de nuevo sobre el fuerte pecho y su rostro quedó frente al de él. Los gestos y el actuar de la fémina parecían más complacientes, más dispuestos a obedecer y, al mismo tiempo, encaminados a dominar. El Lord hizo un ademán de querer tocarla, pero ella lo detuvo. —¿Qué haces mujer? — preguntó. —Esta vez, seré yo quien mande, tú sólo déjate llevar— contestó la joven, mientras desviaba los brazos masculinos contra las sábanas. No le permitió responder, ya que inmediatamente se reclinó sobre su pecho. Sus bellos senos lo acariciaron, atrapando su mirada y distrayendo su mente en un santiamén. El demonio se agitó y comenzó a disfrutar de las atenciones que recibía. De nuevo el rostro de la mujer se acercó a su lado y el cálido aliento acarició su piel. Ella empezó a besar su cuello pausadamente, subiendo y acercándose a su puntiaguda oreja. La lengua recorrió la zona erógena, provocándole una deliciosa agitación, delatando su sensibilidad cutánea. Se quedó quieto, cerrando los ojos y permitiéndole el control. Su bestia interna se relamió los bigotes, encantada con la situación. Diana usó las manos para recorrer aquellos brazos, subiendo luego por los hombros, hasta desviarse lentamente hacia su torso. Dejó que las yemas de sus dedos palparan con finura la blanca piel del Lord. Éste reaccionó con rapidez y su respiración lo evidenció. Pensó que necesitaría paciencia y tiempo para estimularlo, pero se sorprendió cuando comprobó su sensibilidad, la cual no distaba mucho de la de un humano, así que lo aprovechó. Sus palmas continuaron el recorrido, tan ligero, que provocó un pequeño erizamiento, complementado por los besos sobre su cuello. Por otro lado, sus cálidos senos se iban endureciendo con la fricción dérmica, al mismo tiempo que ambos vientres intercambiaban suavidad y calor. Ella permanecía completamente recostada, sin que a él le molestase en lo más mínimo. Entonces, el demonio aprovechó la postura para abrazarla por la cintura sin previo aviso, estrechando el acercamiento de sus cuerpos. —Quieto, ten paciencia por favor— pidió la mujer, tomándole las manos y colocándolas a los lados. —No me condiciones, ¿Qué te hace pensar que puedes darme órdenes? — cuestionó Sesshomaru. —¿Órdenes?, yo jamás me atrevería a eso, sólo te pido que esperes un poco más— declaró Diana, aproximándose a su mejilla. —Déjame complacerte, señor del Oeste— lamió con lascivia sus marcas violetas. Ese simple gesto hizo que Sesshomaru se estremeciera aún más. Su bestia gruñó con alegría al sentir su deseo creciendo y se regodeó complacida por el mimo de la mujer. Para los InuYoukai, era una caricia demasiado excitante el hacer eso, así que terminó por ceder ante la petición de ella. No la tocaría por el momento. Diana sonrió satisfecha, punto para ella. —Claro que no voy a ordenarte, pero sí te voy a condicionar, mi querido e insoportable demonio— pensó con malicia. No estaba segura hasta dónde podría manipularlo, pero lo intentaría. A final de cuentas, el sexo es una poderosa arma sabiéndolo usar. Las manos de ella se acercaron de nuevo a sus hombros, ejecutando un renovado tránsito, fino y acompasado, llegando a la mitad de su pecho. Podía notar el latir de su corazón, así como el subir y bajar de su respiración. Sus labios se posaron sobre la piel y ella no dejó de observarlo cuando éstos iniciaron el recorrido en un eje sagital hacia abajo. Entonces desvió la mirada y su lengua comenzó a cubrir el área con tibia humedad. En ese momento, ella elevó las caderas, incorporándose despacio para que sus piernas la sostuvieran y así poder retroceder. El demonio se agitó ante la acción y de nuevo tuvo la intención de sujetarla, pero el cosquilleo de su lengua lo distrajo. Las sensaciones que le provocaba la hembra comenzaron a perturbarlo. La mujer se mantenía elevada, retrocediendo pausadamente mientras lo estimulaba. Bajando sin prisas, transitó por su pecho y estómago, en un fresco camino que avanzó hacia el sur. Sus manos se mantuvieron paralelas al recorrido, acariciando los costados del macho, quien seguía reaccionando. Sesshomaru cerró los ojos y su mente se perdió debido a las sensaciones. Su deseo estaba latente desde la noche anterior y ahora comenzaba a desbordarse ante el lascivo actuar de la humana. De un momento a otro la tomaría, ya que no podría contenerse por mucho tiempo. Pero quiso esperar, deseaba ver hasta dónde era capaz de llegar por ganar su libertad. Un jadeo escapó de su boca al sentirla llegar a su pelvis. Los senos habían rozado su semi despierta masculinidad, generando una punzada en su vientre. Inmediatamente abrió los ojos para encontrarse con la hembra reposada en un morboso abrazo de su zona inguinal. Ella seguía lamiendo su piel, hasta que levantó la cara para regalarle un gesto lujurioso, que aumentó el descontrol de su bestia interior. Diana le sonrió y su insinuante lengua recorrió las comisuras de sus labios con antojo y provocación. De inmediato notó el brillo carmesí en los ojos de Sesshomaru, así que se apresuró a distraerlo de su intención. Su cuerpo retrocedió un poco más, acercando la boca a su virilidad. En un instante la dureza se expresó en su totalidad con el palpitar de la sangre en las venas de su grosor. —¡Se ha excitado demasiado en muy poco tiempo!, no debí dejarlo con las ganas el día de ayer— razonó sorprendida la joven antes de comenzar su lúbrica tarea. La lengua humedeció la mitad del tallo y el demonio jadeó con evidente anhelo. Ella esperó un segundo y de nuevo volvió a lamer hacia arriba. Sonrió ante los sonidos del Lord y sus labios reflejaron el gesto sobre la palpitante hombría. Debía tener cuidado con los dientes, el macho no perdonaría semejante atentado. De nuevo su lengua bajó, dejando un rastro de saliva para facilitar la felación. Sutil movimiento descendió, presionando en el lugar correcto, otro gemido escapó. Esta vez la hembra se tomó más libertad al llegar a la zona testicular. Aquel lascivo manoseo sólo aumentaba el apetito del demonio, percibiéndolo en su propio interior. —Lo está disfrutando bastante, puedo sentirlo— pensó, al darse cuenta que algo dentro de ella interactuaba con las reacciones del Lord. —Es el vínculo que dijo Aki— concluyó, volviendo a lamer. La bestia de ojos carmesí se removía de un lado a otro, quería salir, dominar y poseer. La hembra lo tenía sumamente alterado y por su mente pasó la idea de provocarla con su sangre. Pero aún no era el momento adecuado, debía esperar un poco más y dejarse llevar. Las atenciones lo incitaban y su deseo ya escurría por las comisuras de su hocico, poca fuerza de voluntad le quedaba. Si Sesshomaru no hacía algo, la criatura lo obligaría. Finalmente, la boca femenina rodeó su grosor y la lubricación resbaló. El recorrido se hizo más rápido y posesivo, la piel recogía las descargas de placer al mismo tiempo que se generaba una tremenda conmoción en el vientre del Lord. Rítmico subir y bajar abrazando su virilidad, lasciva succión generando más ansiedad. Movimiento final, la joven comenzó a estimular con sus manos la base del miembro. El demonio jadeó con más fuerza al sentir la proximidad del clímax. Ella lo notó e incrementó la presión del agarre, delicioso estrujamiento que provocó su convulsión final. Diana apenas tuvo tiempo de liberarlo, sonriendo satisfecha ante el manar de su semilla. —Ahora que lo pienso, ¿Tendrá fuerzas para continuar después de esto?, no podré evitar burlarme si resulta que termina tan fatigado como un humano— reflexionó, intrigada por tal posibilidad. —¡Pero qué ideas tengo!, no puedo confiarme, él es una criatura sobrenatural, soy yo la que debe ser precavida— finalizó, mientras observaba al Lord perdido en su deleite. En ese momento, Diana sintió la ligera humedad gotear de su flor, también su excitación se había manifestado. Así que se acercó gateando al lado de Sesshomaru y, repitiendo el sensual gesto, volvió a lamer su otra mejilla. Se deslizó hacia el lóbulo de su oreja y de nuevo subió por ella. Otro jadeo de satisfacción escapó de él, mientras mantenía los ojos cerrados, disfrutando la relajación del orgasmo. —Me dejarás ir, ¿Verdad? — ronroneó cerca de su oído con insinuante modulación. El demonio abrió los ojos y sutilmente le sonrió, al mismo tiempo que la tomaba por la barbilla. —Esto aún no termina— declaró. Entonces, sin previo aviso, la tomó por la cintura, jalándola hacia él y obligándola a sentarse de nuevo sobre su vientre, a escasos centímetros de su todavía, endurecida y lubricada virilidad. Ella se sobresaltó y con la fuerza de sus piernas se resistió al contacto con el cuerpo del Lord. —¡Todavía no! — alzó la voz. —¡Aún no estoy lista! — Sesshomaru gruñó, sujetándola por las caderas. —Deja de protestar, el olor de tu sexo me grita que ya puedes recibirme y el aroma de tu cuerpo cambió desde hace rato— habló con malicia, mientras sus garras presionaban la piel de Diana. Era cierto, ella estaba lista para la penetración. La lubricación que escurría por sus muslos lo permitiría sin problema y el anhelo de su cuerpo era tan evidente como en el Lord. Sin embargo, aún se sentía intimidada por su grosor, haciéndola dudar. La flexión de sus piernas comenzó a ceder ante la fuerza de él. —¡Espera! — —Te liberaré— dijo Sesshomaru para distraerla. —Después de que me entregues todo de ti. — La miró por un segundo, y de pronto, el gesto femenino cambió al instante, mientras la forzaba a sentarse sobre su virilidad. Ella no pudo resistir y su pelvis descendió, recibiéndolo por completo. Diana gimió con fuerza al sentir la invasión y sus uñas se clavaron con rabia en los hombros del Lord. Sus pliegues internos fueron separados sin contemplación y su estrechez le provocó ligero dolor. Algunos jadeos de queja escaparon, complaciendo morbosamente al macho, quien sonrió con perversión. Después de todo, él seguía dominando. —¡Desgraciado! — masculló la mujer, intentando asimilar las sensaciones. De nuevo su interior se contrajo y empezó a humedecerse todavía más. Él se incorporó ligeramente para sujetarla con más facilidad. Sus manos la mantuvieron inmovilizada mientras se acercaba a su cuello, para besar y morder con suavidad. Lentamente la mujer dejó de oponer resistencia, relajándose ante las bucales caricias. Poco a poco el demonio disminuyó la fuerza de su agarre, pero sin liberarla por completo. La joven no se dio cuenta en qué momento su molestia desapareció, pues su boca ya clamaba ante la creciente excitación. Casi por reflejo empezó a ondular su cuerpo, tomando un rítmico vaivén. El sonido de sus sexos se escuchó como una oda al vicio de la carne. Las sensaciones de goce aumentaron en su interior y ambos se miraron complacidos, dominados por el instinto. Ella lo abrazó por el cuello y él empezó a guiar sus caderas en un elíptico movimiento. Diana olvidó su meta en ese instante, dejándose llevar por el dominio del macho. Ya pensaría en algo más y por ahora, sólo quedaba gozar. De pronto, sintió el filo de los colmillos sobre su hombro derecho. La pequeña incisión dejó escapar unas gotas de sangre, que de inmediato fueron lamidas. La mujer ni siquiera se inmutó, sabía que él lo haría una y otra vez, como un extraño ritual para satisfacer algo en su interior. Entre jadeo y movimiento buscó su mirada… la bestia le sonrió. —Eres deliciosa— habló con lascivia. Por un segundo, la mujer no lo reconoció, pero poco le importó y un nuevo beso los unió. Entonces sintió la renovada fuerza de sus acometidas, a pesar de ser ella la que estaba arriba. Los sonidos de ambos continuaron inundando el ambiente, hasta que Diana se agitó con fuerza. La estimulación de su vientre precipitó el placer en su botón. El delicioso espasmo comenzó a crecer, su piel se erizó y su espalda se arqueó. El movimiento de su lacio cabello siguió el ritmo impuesto por el Lord, a la par de sus caderas y en coordinación con su agitada respiración. El señor del Oeste sujetaba con firmeza la pelvis femenina, manteniendo la unión, mientras se embelesaba con el movimiento de sus pechos. Entonces sintió como el interior de la hembra lo aprisionó con más fuerza, obligándolo a gruñir de placer. Ella lo miró de nuevo, con el rostro teñido de lujuria, pronto alcanzaría la cima final. En ese momento y sin soltarla, cambió de posición, recostándola y quedando sobre ella, aumentando la potencia de sus embestidas. La hembra estrechó las piernas a su alrededor y gimió sin control cuando la convulsión aumentó. En ese instante, algo estalló en su interior, derramándose frenéticamente. El orgasmo la sacudió con intensidad, obligándola a rasguñar la espalda del Lord. Sesshomaru disfrutó el gesto de la mujer. El deleite que obtenía al verla culminar era una deliciosa adicción que, junto con su bestia interna, disfrutaba con insana pasión. Su pelvis mantuvo los embates hasta que ella alcanzó el éxtasis. En ese momento, se quedó quieto, manteniendo la presión sobre su vientre, concediéndole la prolongación de tan deliciosa palpitación. El rostro femenino no podía ser más satisfactorio. Por instantes su mirada se perdía en el vacío y sus músculos faciales no alcanzaban a expresar semejante placer. —¿Por qué es tan agradable esto?, ¿Por qué es tan adictivo? — divagó la joven, perdida en el sopor carnal. —¿Por qué no se detiene esta agitación?, ¿Por qué sigo deseando más? — se cuestionó, al percibir el anhelo en el centro de su ser. Sólo un par de minutos el macho la dejó disfrutar. Se retiró lentamente de su cuerpo, provocando que sus pliegues internos temblaran ante el abandono. Lo miró de nuevo, sus ojos habían vuelto a la normalidad, pero su expresión de lujuria no había mermado y el susurro en su oído se lo confirmó. —¿Lista para continuar? — preguntó. —¿Qué… dijiste? — contestó con dificultad. —Estoy rendida… no puedo más… — —No tiene caso que mientas, no puedes engañarme— habló malicioso el demonio. —Mi sangre indica lo contrario. — Diana se sobresaltó al comprender sus palabras. Él percibía lo que ella sentía, pero no tuvo tiempo de pensar en nada más. Sesshomaru acercó la mano e hizo un ademán frente a su rostro. La mujer sintió el latigazo de sensaciones en su médula espinal antes de siquiera haber recuperado el aliento. Rápidamente se abrazó a sí misma e intentó levantarse, mientras un nuevo jadeo le impidió protestar. La sangre de demonio comenzó a correr de nuevo por su cuerpo. Sin embargo, esta vez no fue abrupto ni desencadenado como en la mañana. —¡No por favor, no de nuevo! — se quejó ella. El Lord se acercó a su rostro, besando sus labios. Después la liberó y comenzó a recorrer su piel una vez más. —Tranquilízate, esta vez será diferente— dijo con sutil sonrisa, recostándola despacio. El hábil tacto se expresó sobre la mujer. Sus manos recorrieron centímetro a centímetro sus costados, circulando por sus curvas e incitando sus recovecos, siempre cuidando el filo de sus garras. Se acercó a su pecho y colocó el rostro contra el torso femenino, que se agitaba de nueva cuenta. Su corazón latía sin control y el fluir de la sangre humana, acelerada por la de él, generaba un excitante sonido que sólo sus oídos podían escuchar. Diana se estremeció con las descargas sensoriales, las cuales iban en aumento. Su cuerpo apenas podía tolerarlas y creyó que de un momento a otro perdería la conciencia. No obstante, algo la mantenía en la realidad, algo que danzaba en su interior y le proporcionaba un golpe de energía. No alcanzaba a comprender de dónde venía, pero le permitió soportar la sensación adrenalínica que la invadió por completo. Su sensibilidad se incrementó y sus gemidos se volvieron música para el Lord. Sesshomaru no alargó la placentera tortura, la hembra estaba en el punto más álgido de su excitación y las únicas palabras que le escuchó decir, fueron una deliciosa petición. —¡Deseo sentirte una vez más! — suplicó la joven, quien se incorporó despacio, insinuando otra posición. Al verla, el demonio sintió como su interior se agitó con más fuerza, y la punzada en su sexo, le ordenó que actuara de inmediato. La mujer gateó hacia él con un provocativo movimiento. —Ven… señor del Oeste— ronroneó obscenamente. El Lord se relamió los labios antes de colocar su lengua en el hombro de la mujer, para luego recorrer el canal de su espalda. Podía percibir como se estremecía al tocar específicamente esa área de su cuerpo. Se fue acercando por detrás de ella, escuchándola suplicar, mientras sus manos continuaban acariciando. La flexión de sus piernas permitió el acercamiento de la pelvis masculina y el ansiado roce de sus intimidades. La humedad seguía presente, invitándolo a continuar con el antiquísimo ritual de apareamiento. La contracción del interior femenino aumentó y la señal olfativa fue la orden final para el macho. Quien por instantes parecía perderse entre razonamiento e instinto. Sus manos la tomaron por la cintura, permitiendo la unión de su miembro con la cálida feminidad. Lento y suave comenzó a hundirse en su interior, al mismo tiempo que su torso la abrazó. Diana se estremeció al recibirlo de nuevo y su interior le devolvió multiplicadas las sensaciones que le provocaba la penetración. Su boca gimió y sonrió sin control cuando las terminaciones nerviosas de su cuerpo convirtieron, casi de inmediato, la primera incomodidad en descargas de placer. Su columna vertebral de nueva cuenta sufrió ante el tránsito de la sensitiva información. Su piel seguía erizada, reaccionando al contacto con la lengua del macho, quien no dejaba de recorrer, besar y morder sutilmente su espalda. Ella se sostenía sobre sus brazos y la flexión de sus piernas permitió un mejor ángulo para la fusión de sus sexos. Sesshomaru esperó unos instantes, hasta que sintió la humedad de ella recorriendo su piel. Respiraba entrecortado, intentando no perderse en la placentera sensación de su miembro abrazado. Podía percibir el goce de Diana y ver parte de su expresión facial, complaciéndolo aún más. Así que, controlándose, poco a poco inició con el primer movimiento. Esto provocó que los pliegues de la hembra se contrajeran, obligándolo a jadear. La mujer no se quedó atrás y sus propios gemidos lo secundaron. La bestia de ojos carmesí permanecía extasiada ante la respuesta de la humana. Le encantaba sentir su piel, su calor y su humedad. Pero lo que más la hacía disfrutar, era el vínculo sensitivo que tenía con ella. La sangre de demonio fluía impetuosamente por su cuerpo, permitiéndole disfrutar todavía más. Esa deliciosa respuesta carnal, tenía embelesada a la criatura. Ambos cuerpos seguían el ritmo impuesto por el instinto y el deseo, ambos emitían lascivos jadeos como respuesta al placer que los invadía. El macho se sostenía sobre ella con ambos brazos, mientras su pelvis se movía en una oscilación feroz. La hembra soportaba el embate sin caer sobre el lecho, con los ojos cerrados, perdiéndose en el mar de sensaciones que el incesante movimiento le provocaba. Su mente estaba en trance y las comisuras de sus labios dejaron escapar un hilillo de transparente saliva que humedeció las sábanas, expresión inequívoca del intenso goce en el que se encontraba. El demonio disfrutaba de la deliciosa opresión de su masculinidad, hasta que sintió un espasmo en el vientre, pronto llegaría su final. Sin embargo, quería arrastrar a la mujer junto con él. Sin detener el movimiento sobre ella, una de sus manos alcanzó el vientre femenino y con suma delicadeza, acarició su botón de placer. La mujer levantó el rostro lo más que pudo, al mismo tiempo que clamaba con fuerza. La estimulación casi la hizo perder la cordura, su vientre convulsionó y el inminente éxtasis comenzó a expandirse en su interior. En ese momento, la presión que sentía el Lord le indicó que la hembra estaba llegando al clímax, por lo que también se dejó arrastrar, aumentando la intensidad de sus embestidas. En un instante alcanzaron la cúspide final, gimiendo al unísono, sintiendo la sacudida de sus cuerpos ante el poderoso orgasmo. Húmedas consecuencias, agitadas respiraciones y el aroma de su unión colmaron la habitación. … Diana trataba de no perder la conciencia. Su respiración continuaba alterada y el sudor aún perlaba su piel. Su cuerpo no dejaba de temblar. La convulsión del placer todavía palpitaba en su interior cuando Sesshomaru la liberó. También él estaba fatigado, a pesar de ser un demonio. Su energía había fluido en demasía y parte fue absorbida por la mujer con la ayuda de su sangre. La carnal batalla no perdonó a ninguno de los dos, esta vez había sido demasiado y sus cuerpos clamaban por descanso. Antes de hablarle, el señor del Oeste sonrió satisfecho para sus adentros al verla tendida sobre su lecho. —Puedes marcharte cuando lo desees, si es que logras levantarte— se expresó burlón. —Idiota… claro que me voy a… largar de éste sitio— apenas pudo responder Diana. Ya no tenía fuerzas y al pronunciar la última palabra, sus párpados cayeron. La relajante oscuridad se apoderó de ella, soltó un profundo suspiro y su cuerpo se relajó ante el anhelado reposo. El Lord la observó por unos instantes más. —Rebelde hasta el final, que humana tan peculiar— reflexionó, poniéndose de pie con calma. Él también necesitaba descansar, pero dejaría a la hembra reposar a solas, se lo había ganado. En silencio abandonó los aposentos, dirigiéndose a otra habitación. … Las horas pasaron y finalmente la noche llegó. En el comedor se encontraban el fiel sirviente y la curandera. Estaban bebiendo té, mientras practicaban un antiguo juego de mesa. —¡Te gané, eso no te lo esperabas! — dijo Jaken entusiasmado. —No te confíes, todavía me queda un movimiento— indicó la anciana. De pronto, ambos se miraron sorprendidos y giraron los rostros hacia la entrada. Sesshomaru ingresaba con paso lento y relajado. Esto los sorprendió, dado que él casi no pisaba ese lugar. —Anciana, vigila a la mujer hasta que despierte y atiéndela hasta que se recupere— ordenó el Lord. —Ya sabes qué hacer cuando quiera marcharse. — —Sí, amo— respondió Aki. —Mi señor, ¿Piensa dejarla como está?, es decir… — trató de cuestionar. —Sí, yo nunca me retracto de lo que hago y menos si ha sido por mi propia voluntad. Así que mantente reservada curandera— finalizó Sesshomaru con seriedad. —Como ordene, mi Lord— confirmó, haciendo una reverencia. —Jaken, ven conmigo— volvió a ordenar mientras se dirigía a la salida. —¡Pero, amo bonito, estoy a punto de ganar!, ¿Amo?, ¡Amo ya voy, espéreme! — dijo el pequeño demonio, corriendo rápidamente tras su señor. La anciana zorro los miró alejarse, soltando un leve suspiro de tranquilidad. —Tengo que preparar más ungüento y té… realmente me sorprende la resistencia de esa joven, logró calmar el instinto de Lord Sesshomaru— reflexionó, mientras recogía las fichas del juego.

***

Continuará… Vaya, éste capítulo es el más largo que he escrito hasta ahora, espero no se les haya hecho pesada la lectura. Por favor, regálenme un comentario y déjenme saber su opinión y sus reacciones.
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