ID de la obra: 1273

INSTINTO

Het
NC-17
Finalizada
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
62 páginas, 23.408 palabras, 13 capítulos
Descripción:
Notas:
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10. Obediencia I

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Hola a todos: Me he tardado demasiado con el capítulo 10, miren la hora, debería estar durmiendo, en fin. La verdad, creo que estoy siendo muy cruel con mi pobre OC, ¿Qué opinan ustedes? Espero sus comentarios y gracias por leer. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo sólo escribí la historia por gusto y diversión.

***

Capítulo 10: Obediencia I Casi era medio día y las actividades generales en la residencia continuaban sin mayor importancia. De repente, un grito rompió la monotonía del lugar. —¡¿Dónde está?, ¿Dónde está?! — gritó Jaken casi histérico. —¡¿Como pude ser tan descuidado?, el amo bonito me asesinará! — pensó, corriendo por los pasillos en busca de Diana. Había recibido órdenes de vigilar a la humana y no permitir que se marchara. Pero el exceso de sake le impidió cumplir con su deber. —Señor Jaken, la humana salió con la pequeña Rin desde hace rato— informó un demonio de apariencia canina. —¡¿Qué?!, ¡Idiota, por qué no las detuvieron y por qué no me avisaron! — reclamó, haciendo gestos de disgusto. —Señor Jaken, intentamos decirle a Rin que no podían salir, ni ella ni la mujer, pero nos amenazó con decirle al amo Sesshomaru que no atendíamos sus peticiones, y como el dragón Ah-Un le obedece, no pudimos hacer nada. Además, tratamos de despertarlo, pero usted no reaccionaba— explicó el sirviente. —¡El amo Sesshomaru me va a matar, ya lo puedo imaginar, seguro me cortará la cabeza! — lloriqueó el pequeño demonio. —¡Lord Sesshomaru ha vuelto! — se escuchó un aviso proveniente del pórtico de entrada. Jaken sintió un escalofrío, tragó saliva y se dirigió al exterior, pensando en la mejor forma de pedir clemencia. Quedó pasmado al ver que su amo llegaba con la humana fugitiva. —¡Bájame, no soy un saco de arroz! — exigió Diana. Sesshomaru la traía cargando sobre su hombro derecho y la tenía inmovilizada de las piernas. —Jaken, ¿Qué fue lo que te ordené? — preguntó con seriedad el Lord, ignorando las protestas de la mujer. —¡Amo bonito!, ¡Yo… es que Rin!… ¡Lo siento, me quedé dormido!, ¡Perdóneme por favor! — gimoteó con los ojos llorosos. Su amo lo miró con disgusto, para luego dirigirse a la estancia sin decir nada más. No mataría a su fiel sirviente, pero eso sí, le pasó por encima como en otras ocasiones. —Oye, bájame por favor, aún estoy adolorida del cuerpo— volvió a pedir Diana. —Silencio, deja de quejarte… el dolor continuará por más tiempo, así que resígnate— contestó burlón, al tiempo que avanzaba por los pasillos hasta llegar a la habitación principal. Entró en ella y se encaminó al área de aguas termales. De pronto, sintió un ligero dolor en la cabeza, ella le estaba jalando el cabello. —Te dije que me bajes, ya no soporto esta posición— protestó ella, sosteniendo con fuerza el mechón plateado. Una gran afrenta para el orgulloso demonio, sin embargo, en vez de irritarse por tal acto, lo tomó como una invitación para someter a la fierecilla. Aflojó el agarre de su brazo y comenzó a bajarla frente a él, la mujer todavía le sujetaba el pelo. —Eres una humana muy atrevida, por menos que eso, otros han muerto— la miró con malicia. Diana no pudo reaccionar a tiempo, Sesshomaru la atrapó por el cuello con una mano y con la otra, le sujetó la muñeca, obligándola a liberar su cabello. Después acercó la boca y el filo de sus colmillos recorrió su antebrazo, dejando un surco rojo y brillante. La mujer gimió de dolor mientras su sangre era lamida con morboso placer. —¡Basta, me estás lastimando! — se quejó, intentando soltarse. Él volteó a mirarla, en sus ojos la bestia se reflejaba. Su sonrisa era de gozo y el rastro carmesí desapareció tras lamerse los labios. La liberó de su agarre e hizo que retrocediera contra el muro. Sus brazos la acorralaron y su rostro quedó frente a ella, quien ahora temblaba sin dejar de observarlo. —Me agrada el olor de tu miedo, me gusta el sabor de tu sangre… ahora, quiero tu cuerpo— declaró con excitación. La mujer no soportó más la roja mirada, así que cerró los ojos cuando él acercó la lengua a su piel. A pesar del miedo, la cálida y húmeda caricia la hizo estremecer. El órgano recorrió su garganta y bajó hasta el hombro recién descubierto. Diana percibió la contracción de su estómago y su respiración se aceleró. Inesperadamente, lo sintió retirarse y cuando abrió los ojos, se sorprendió al ver que el demonio se dirigía a la puerta. —Aséate… y prepárate para complacerme— ordenó Sesshomaru, saliendo de la habitación. La mujer soltó una exhalación de alivio momentáneo, pero su corazón seguía agitado. Se revisó el brazo y comprobó que la herida estaba cicatrizando rápidamente, debido a las extrañas propiedades de la sobrenatural saliva. Tratando de mentalizarse a la idea de lo que se avecinaba, se encaminó al baño termal. La habitación seguía con su delicioso aroma a flores y comprobó que los restos de su ropa habían sido sustituidos por unas telas pulcramente dobladas. —Diana, tienes que hacer esto, es demasiado tarde para arrepentirse— se repetía así misma, desnudándose y entrando al agua. El dolor le recordó lo resentido que estaba su cuerpo, era demasiado pronto para que desapareciera la molestia. —¿Cuánto tardará en abrirse el portal?, debería tratar de obtener la respuesta lo más pronto posible— divagaba, mientras se enjabonaba con otra esponja, empapada de un nuevo aceite aromático. —Sí, suena más fácil decirlo que hacerlo— resopló por lo bajo. —Al menos debería intentar disfrutarlo, lo peor que podría pasar es que me asesine… no, lo peor que podría suceder, es que me convierta en su esclava sexual y nunca regrese a mi hogar— se sobresaltó con esta última idea. Continuaba aseando su cuerpo cuando, a lo lejos, le pareció escuchar un sonido de agua corriendo. No le prestó atención y prosiguió con su actividad por varios minutos más. Finalmente, se levantó despacio y se dirigió a donde habían dejado las telas. Buscó la que fuera más próxima a una toalla grande y comenzó a retirar la humedad de su piel. Momentos después, caminaba de un lado a otro con cierto nerviosismo, haciendo tiempo. —Bueno, creo que tendré que esperarlo— suspiró resignada, encaminándose al cuarto contiguo. Entró a la habitación, sosteniendo la tela que cubría su cuerpo. Grande fue su sorpresa al ver que el demonio ya la esperaba en el lecho… desnudo y ansioso. Aquellos ojos ámbar la recorrieron con descaro, obligándola a tragar saliva, en un vano intento de mantener la calma. No había escuchado su regreso. Sesshomaru permanecía recostado en una posición soberbia y seductora. Recargado sobre mullidos cojines, se exhibía en todo su esplendor. El hermoso cabello plateado caía por sus anchos hombros, se esparcía por sus costados y terminaba acariciando la sábana. Ese fuerte pecho subía y bajaba, acompasado por su respiración. Y, para finalizar, su blanca piel delineaba una fina musculatura, donde las llamativas marcas violetas, resaltaban aún más. Hasta ese momento, Diana comenzó a prestar atención a ellas. Eran únicas, probablemente un símbolo de realeza. Su cuerpo reposaba a lo largo del lecho con una pierna flexionada, disimulando lo que seguía del vientre. Fuertes muslos y otras rayas violetas se podían apreciar, todo un deleite visual. Su arrogante porte finalizaba con la postura de sus brazos, uno posicionado detrás de la cabeza y el otro extendido, llamándola. —Es un ejemplar perfecto, aunque no sea de mi especie— pensó Diana, mientras obedecía el llamado. Caminó despacio y se sentó en la orilla de la mullida cama, dándole la espalda. —Sube y arrodíllate frente a mí— ordenó Sesshomaru, mirándola complacido. Él siempre obtenía todo lo que quería y, aunque ella se resistió al principio, terminó cediendo a su chantaje. Suena bajo y cruel, pero no tenía intención de tomarla por la fuerza, no sería tan placentero si ella se resistía. Prefería dominarla y someterla a sus caricias hasta que se entregara por voluntad y anhelo. Diana disimuló su irritación, no le gustaba recibir órdenes. Subió despacio, con la tela rodeando su cuerpo y se arrodilló a su lado. Entonces se percató del fragante olor que despedía, sin duda también se había aseado para éste momento. Permaneció vertical, con las manos juntas sobre sus rodillas, tratando de desviar la mirada de los ojos ambarinos que la intimidaban. —¡Maldita sea, me hace sentir tan nerviosa como en mi primera vez! — pensó fugazmente. —Me gusta la tonalidad de tu piel, mujer— dijo, al momento que su mano delineaba el contorno de los senos sobre la tela. Diana seguía tratando de controlar su respiración y no supo para dónde mirar cuando él comenzó a jalar la tela con una de sus uñas. Cerró los ojos y por un momento tuvo la sensación de que los colores se le subían a la cara tras quedar completamente desnuda ante el Lord del Oeste. Las manos del demonio comenzaron a recorrer su piel sin recato alguno. Ella no pudo evitar que un sutil gemido escapara de su boca. La posición en la que estaba permitía que él recorriera sus senos, delineara su cintura y rozara sus caderas con el filo de las garras. Aún con los ojos cerrados, lo sintió acercarse a su rostro y con sus labios comenzó un suave y lento recorrido de su mejilla hacia la oreja. Podía escucharlo respirar, inhalando el olor de su piel, agitándose por la señal olfativa que le susurraba un lúbrico deseo. De nuevo, la húmeda lengua se hizo presente, el demonio no podía dejar de lamer la piel canela. Diana tembló, sabía que ese acto comenzaría a descontrolarla. Siempre fue sensible a las caricias en su cuello, nuca y espalda. Él lo notó y comenzó a extender el recorrido hacia sus hombros. La mujer mantenía los ojos cerrados, dejándose llevar por las sensaciones que percibía. De pronto, una nueva orden la sacó de su sopor. —Siéntate sobre mí— indicó el demonio. —¿Qué dices?, pero… aún no estoy lista… — protestó Diana con miedo, temiendo que quisiera penetrarla en ese momento. A pesar del reproche, Sesshomaru la sujetó por la cintura con ambas manos, jalándola hacia él. Con facilidad la elevó sobre su torso, obligándola a flexionar las rodillas a los lados de su pelvis. Diana quedó sentada sobre el marcado abdomen, a escasos centímetros de la región inguinal, donde la virilidad masculina comenzaba a despertar. Ella tembló notoriamente mientras sus manos se detenían sobre el fuerte pecho, resistiéndose al contacto pleno. —No voy a lastimarte, a menos que me provoques— dijo él, mirando su reacción con morbo. Diana tenía un gesto de angustia, por un momento pensó que la dañaría. Sesshomaru sólo se divertía torturándola con sus maliciosas acciones. —¡Eres un desgraciado! — pensó para sí misma. En ese momento, sintió sus manos recorriendo suavemente su espalda, provocando un sobresalto inesperado. El señor del Oeste acarició la cálida piel, transitando por el canal de la columna vertebral, subiendo hacia la nuca y bajando otra vez. El tacto de las garras era cuidadoso y sensual. Ella se dejó envolver nuevamente por las sensaciones, acercándose poco a poco a su cuerpo. En un instante, sus senos fueron acaparados por la boca masculina. Aquella lengua descarada recorrió sus pezones hasta endurecerlos, para luego continuar con el resto de su dermis. Sutiles gemidos empezaron a escucharse al mismo tiempo que Diana disfrutaba el roce de su espalda. Un delicioso escalofrío la estremeció cuando los dedos alcanzaron su nuca, perdiéndose entre su cabello. Inconscientemente, llevó sus manos a los hombros de él, donde sus dedos comenzaron a jugar con las plateadas y ligeramente húmedas hebras. Las manos del Lord continuaron incitando la piel de la joven, bajando por sus caderas, marcando el contorno de su trasero y acariciando con más intensidad sus muslos. Su excitación aumentaba más y más, reflejándose en su respiración agitada y en la ligera punzada de su, ahora, endurecida virilidad. En su interior, una criatura de roja mirada retozaba de felicidad. Ella percibió la contracción de su húmedo interior, su feminidad comenzó a liberar la lubricación. Su respiración se ajustaba a los gemidos que iban en aumento. Sus manos se entretenían recorriendo los brazos y el torso de aquel adonis sobrenatural. El placer de las caricias le hizo perder la percepción por instantes. Entonces, lo escuchó inhalar más profundamente y al buscar su mirada, se encontró con la lujuria desbordada. —Hazlo… — ordenó, al tiempo que su boca se curvaba en una mueca lasciva. La mujer lo dudó por un instante, en el cual, él movió su bajo vientre haciendo que el grosor inicial de su miembro hurgara la entrada de su cavidad. Diana se estremeció y por reflejo trató de levantarse, pero las garras de Sesshomaru le sujetaron con fuerza las caderas. —Ni lo pienses mujer, vas a sufrir si te mueves un poco más— le advirtió, mientras sus largas uñas amenazaban la piel de ella. —¡Espera por favor, deja que lo haga yo sola! — contestó Diana, asustada por la amenaza. Tratando de serenarse, separó un poco más las piernas, elevó sus caderas y fue retrocediendo. Sesshomaru aflojó el agarre. —¡Tranquila Diana, debes controlarte!, estás bastante húmeda para recibirlo, no dejes que te intimide su tamaño, además, esta es tu posición favorita… sí, pero con humanos— se decía así misma en un intento por calmarse. Ella cerró los ojos, al mismo tiempo que su respiración se detenía. Su cuerpo adolorido no soportó mucho tiempo su peso en el aire, así que comenzó a descender sobre el endurecido miembro. El grosor del órgano se abrió paso en su interior poco a poco. No pudo evitar cierta molestia que se reflejó en un gemido de malestar. Sesshomaru sintió los pliegues de Diana, recibiéndolo lentamente. Su miembro fue abrazado por la calidez y humedad de la hembra, ocasionando que un gruñido gutural escapara de su garganta. La mujer clamó también, percibiendo como su cuerpo se estremecía completamente. Aquella posición estimulaba otras partes nerviosas de su interior. Se quedó quieta por unos segundos, mientras el macho la observaba atentamente. —Por favor, no te muevas, deja que yo comience, aún no me acostumbro a ti— pidió dócilmente. Sesshomaru le sonrió con lujuria, tomando su rostro con ambas manos. El filo de sus garras acarició las mejillas en un gesto de poder y control. Diana volvió a cerrar los ojos hasta que, de pronto, sintió calor en los labios, después humedad y finalmente, su boca fue poseída. Inició suave y cálido, con un roce ligero, después creció hasta convertirse en arrebato y deseo. Los labios del demonio devoraron los suyos, haciéndola perderse en un mar de sensaciones. Un delgado y lúbrico hilo de saliva los unía antes de separarse. —Deliciosa forma de besar, voy a quedar traumada después de esto— pensó con poca lucidez. El beso había sido perturbador, pero no tuvo tiempo para divagar, otra orden la devolvió a la realidad. —Comienza ahora, o lo haré yo— le susurró al oído de forma imperativa. Con calma, la joven obedeció, logrando que su respiración entrecortada se sincronizara con los movimientos de sus caderas. Su interior dejó de resistirse y empezó a constreñir con vigor el miembro viril. Sin embargo, sus rodillas apenas tenían fuerza para elevarse y controlar la profundidad de la penetración. El demonio comenzó a alterarse por los espasmos de placer que percibía. El cadencioso subir y bajar de ella se mejoraba con el paso de los segundos, pues la abundante lubricación lo permitía. Diana colocó sus manos sobre el pecho de él, permitiendo que sus caderas bailaran a un ritmo que ella controlaba. Los músculos de su cuerpo olvidaron el dolor en ese momento. Su mirada se perdió en el techo, gimiendo suavemente al sentir que su interior se derretía. El Lord la miraba extasiado, la hembra se entregaba de manera total a su deseo carnal. Sus manos continuaron acariciando la piel canela, estrujando perversamente su trasero y forzando un poco más la entrada de su miembro. Sintió que se perdía en una deliciosa agonía, mientras su mente se nublaba y la bestia de su interior buscaba emerger una vez más. La joven divagaba entre el sopor y la realidad. Su botón femenino comenzaba a regalarle convulsiones de placer que se esparcían en el interior de su ser. Sus manos recorrían el cuerpo masculino con total libertad, sus caderas mantenían el baile sensual y sus senos recibían atención especial. De pronto, él la atrajo un poco más, aferrándose a su hombro con la boca. Un ligero dolor la obligó a mirar, el demonio volvía a robar unas gotas de su sangre, asemejándose a un extraño ritual. Posteriormente, la caricia de la lengua cicatrizó la pequeña laceración, mientras ella observaba la transformación. Los iris de Sesshomaru abandonaron el ámbar y se oscurecieron rodeados de carmesí. Su respiración se alteró y el deseo final aumentó. La bestia la miraba complacida y Diana le correspondía sin temor, mientras sus caderas mantenían el control y su propio deleite crecía en su interior. Sin embargo, a la bestia le gusta dominar. Con ambos brazos la inmovilizó por la espalda y la cintura, aprisionándola contra su pecho, robándole el control del movimiento. Diana se tensó al sentir la pelvis masculina acomodándose bajo ella. Los fuertes muslos se doblaron, obligándola a separar más las piernas, aumentando la invasión de su interior. El embiste de la bestia comenzó. Un sonoro quejido escapó de la hembra al sentir la renovada penetración. El macho empezó a mover las caderas, mejorando la profundidad, separando los pliegues, humedeciendo aún más su virilidad. La respuesta no se hizo esperar, los gemidos pidieron por más. El cuerpo femenino se movía a otro ritmo, sin poderse liberar. Sus uñas se clavaron en los hombros de él, arrancando un gruñido de placer. Diana comenzó a delirar cuando en su vientre explotó el clímax final. Desde su botón de placer, hacia sus paredes internas, recorriendo su espina dorsal y derramándose por todo su cuerpo. De nuevo, la culminación del orgasmo fue poderosa y brutal. La realidad se le nubló ante los ojos, mientras se dejaba llevar por el placer. Se reclinó sobre el torso del jadeante macho, donde pudo escuchar su acelerada respiración, que anunciaba su estallido final. Sesshomaru se encontraba al borde del éxtasis. Sintió a la mujer estremecerse entre sus brazos y los espasmos de su cálido interior, aprisionaron con más fuerza su miembro. Esto lo obligó a jadear sin control, al mismo tiempo que el orgasmo estallaba incontenible en su vientre. El placer lo invadió en su totalidad y su cuerpo liberó la semilla una vez más. … El sudor de ambos empapaba las sábanas del lecho, mientras sus respiraciones trataban de estabilizarse. Él la liberó de su abrazo, al tiempo que sus ojos volvían a su color ámbar, cerrándolos por un momento. Diana soltó una exhalación de alivio. Sin embargo, no pudo moverse, así que se quedó sobre su pecho, con la mirada perdida en la nada. Unos minutos después, el Lord trató de mover a la joven, quien seguía en el letargo del cansancio. —Levántate mujer, debes comer algo para recuperar las fuerzas— dijo, acariciando su pelo negro. —Por favor… déjame dormir… no puedo más— balbuceó Diana. La sostuvo con un brazo mientras se incorporaba. La separó de su cuerpo y con suavidad la depositó sobre el lecho. Cubrió su desnudez con una sábana y posteriormente, abandonó la habitación. … —Para una hembra humana es muy cansado soportar el apareamiento con un demonio, y tú no eres cualquier demonio— susurró la bestia, relajada en su interior. —Lo sé— respondió Sesshomaru. —¿No piensas dejarla descansar? — —Sólo por esta noche— dijo el Lord. —Así que, ya no niegas tu deseo por ella, ¿Verdad? — comentó burlonamente. —¡Silencio, deja de cuestionarme! — No hubo más palabras, así que el señor del Oeste fue a buscar a Jaken, para darle nuevas instrucciones.

***

Continuará…
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