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Capítulo 11: Obediencia II —¡Jaken!, ¿Dónde estás? — llamó Sesshomaru, mientras recorría los pasillos. El pequeño sirviente no aparecía por ningún lado, por lo que salió al patio. Lo vio en el pórtico de entrada, hablando con una de las bestias guardianas. Momentos después, regresó corriendo para ponerlo al tanto de la situación. —Amo Sesshomaru, me reportan que un grupo de ogros está cazando sin permiso en la parte sur de sus tierras— explicó Jaken. —Así que hoy tenemos ogros— dijo, sonriendo sutilmente. —Jaken, busca a la curandera, que atienda las solicitudes de la mujer. Haz que se alimente y vigílala, no quiero errores— ordenó Sesshomaru, al tiempo que se alejaba volando. —¿A la curandera?, genial, ahora tengo que soportar a esta humana mientras esté aquí— se quejó el pequeño sirviente. … Un par de horas después, Diana despertó de su letargo. Se incorporó lentamente hasta quedar sentada, pero de inmediato el dolor recorrió su cuerpo. —Maldición, como duele— se quejó, tratando de gatear a la orilla de la cama, pero la molestia física fue mayor y terminó recostándose sobre unos cojines. —No puedo, estoy muy débil. — De pronto, se escucharon pasos y voces fuera de la habitación. Diana seguía recostada boca abajo y sólo levantó el rostro cuando abrieron la puerta. Era Jaken, acompañado por otra criatura, la cual parecía ser una mujer de edad avanzada, con rasgos animales, de los cuales, resaltaba su cola esponjada. Ella guardó silencio mientras se acercaban. —Humana, esta curandera atenderá tus dolencias, después se te dará alimento y bebida— dijo el sirviente de forma impasible. —Vaya, que amable es tu amo, no esperaba menos de él— respondió la joven con sarcasmo. —Tonta, deberías ser más agradecida, en otros tiempos, mi amo te habría asesinado desde el primer momento— contestó burlón. —¡Tu amo es un desgraciado y tú un sapo idiota! — reclamó Diana enojada, el actuar de Jaken la alteraba. —¡¿Cómo te atreves a decir eso?, humana insolente!, ya verás, le diré al señor Sesshomaru lo que has dicho— exclamó ofendido, saliendo de la habitación. La extraña anciana siguió al pequeño demonio con la mirada hasta que se retiró, después volteó a ver a Diana. —No puedes levantarte, ¿Verdad? — preguntó amable. La joven no relajó su gesto de molestia y cuestionó irritada. —¿Quién eres?, ¿Qué eres?, ¿Y qué te ordenó tu señor? — —Mi nombre es Aki, soy un demonio zorro y tengo instrucciones de atender tu malestar físico. Soy curandera y poseo conocimientos de medicina humana, a veces he curado a la niña Rin cuando se enferma. No soy tu enemiga, sólo sigo las órdenes de Lord Sesshomaru— explicó la anciana tranquilamente. Diana la miró con duda por unos segundos, después dejó escapar una exhalación. Tendría que acostumbrarse a las criaturas y situaciones de ese lugar mientras estuviera ahí. No podía hacer nada respecto al trato con Sesshomaru, así que no le quedaba más que aceptar lo que le ofrecía. —Me llamo Diana y necesito asearme— dijo finalmente. La anciana asintió con una sonrisa y se acercó a ella. Con cuidado, la ayudó a levantarse y la llevó a las aguas termales. Varios minutos después, la joven terminó de bañarse y la mujer zorro le ofreció un té de extrañas hierbas moradas. —Bebe esto, te ayudará a recuperar las fuerzas— explicó la curandera. —Sabe amargo— se quejó la joven. —De todas maneras, no creo que me quite el dolor corporal tan rápido. — —Eso se puede solucionar con esto— indicó, enseñándole una vasija con una sustancia de tonalidad coral. Diana hizo un gesto de aprobación. Se recostó boca abajo sobre un lienzo y permitió que la anciana colocara la sustancia sobre su piel, al mismo tiempo que le daba un suave masaje. El efecto fue casi inmediato, su cuerpo comenzó a relajarse. —Se siente muy bien— comentó la joven. —Eres la única humana, aparte de Rin, que el amo Sesshomaru ha traído a éste lugar, ¿Eres su pareja? — preguntó curiosa la curandera. La mujer se tensó al responder. —¡No!, no soy nada de tu amo, por azares del destino, caí en sus garras y como su olfato de perro le dice que huelo a hembra fértil, sólo quiere violarme hasta el cansancio— respondió crudamente. —Ya veo, detectó tu celo, te trajo a la fuerza y ahora estás sometida a lo que su instinto diga. Me lo imaginé desde que percibí tu olor, las hembras humanas de aquí no huelen así— comentó la anciana sin inmutarse. —Pero tengo que decir, que el amo Sesshomaru jamás había hecho algo como esto, a él no le agradan del todo los humanos, ni los mestizos. Tú eres un caso especial. — —Desconozco porqué mi cuerpo despide esa señal que sólo ustedes huelen, pero en éste momento ya no me importa, sólo quiero que tu amo cumpla con su palabra y me deje marchar— habló Diana, enojada todavía. —El periodo de celo en los demonios tiene como objetivo el apareamiento y la fecundación para reproducirnos, es un instinto básico en todos los seres vivos. Sin embargo, no todos los demonios buscan eso. No creo que Lord Sesshomaru desee preñarte, no le agradan los mestizos. Puede ser que sólo se trate de deseo, pero tampoco puedo garantizarlo, ha cambiado mucho en los últimos tiempos— explicó la curandera. —¿Preñarme?, debe ser una broma— pensó Diana sobresaltada. —No, no lo creo, ese demonio sólo quiere poseerme por puro placer. Estos seres no son tan diferentes de los humanos, en cuanto al sexo por diversión se refiere— recapacitó con más calma. —No me interesa lo que tu señor quiera, sólo espero que respete el trato que tenemos. — —Lord Sesshomaru siempre cumple sus promesas y sus amenazas, ha sido así desde que lo conozco— dijo Aki, concluyendo su actividad. —He terminado, el bálsamo tardará unas horas en hacer que el dolor desaparezca por completo. Sin embargo, no puedo hacer nada respecto a las heridas que te hizo en la piel, debes esperar a que cicatricen solas— finalizó. —Al menos ya no me arden tanto. — —En cuanto al té, tómalo dos veces más después de comer— indicó la mujer zorro. Diana buscó con que vestirse entre las telas dobladas y, para su sorpresa, encontró una bata de su talla. Aki la ayudó a salir de la habitación y se dirigieron al comedor. … —¡Ya era hora humana, tengo hambre! — dijo Jaken con voz chillona. —Nadie te pidió que me esperaras, rana fea— respondió ella. —Para ti, soy el señor Jaken, además, tengo que vigilar que te alimentes— replicó, cruzándose de brazos. La joven solamente le hizo una mueca de burla y lo ignoró, mientras tomaba asiento junto a la curandera. Las viandas fueron servidas y todos empezaron a comer. … La tarde avanzó un poco más. La anciana salió a los alrededores, en busca de plantas medicinales. Diana se encontraba sentada en el jardín interior, bajo la vigilancia de Jaken, quien no le quitaba el ojo de encima. —Oye, ¿Por qué no me dejas sola por un rato? — preguntó la mujer. —Créeme que no estoy feliz con esto, pero si no te vigilo, podrías volver a escapar y el señor Sesshomaru ahora sí me cortaría la cabeza— se justificó. —¿Y dónde está tu señor ahora? — —Cazando a otros demonios, el amo Sesshomaru es muy celoso de sus tierras y le molesta que entren en ellas sin su permiso— explicó el sirviente. —Dime una cosa, ¿Por qué mentiste sobre la cueva con forma de luna? — preguntó Diana, cambiando el tema. —No sé nada de esa cueva, no tiene caso que me preguntes, sólo el señor Sesshomaru sabe cuándo se abre. Lo único que puedo decir al respecto, es que los humanos que salieron de esa gruta, fueron devorados por las bestias del monte. Tú tuviste suerte de encontrarnos— concluyó el pequeño demonio. En ese momento, se escuchó el aviso del vigilante. —¡Lord Sesshomaru ha vuelto! — Diana sintió un ligero nerviosismo. Jaken corrió al encuentro de su amo, pero se detuvo en seco al verlo. Sesshomaru estaba cubierto en gran parte de su atuendo con lo que parecía ser sangre muy oscura. —¡Amo bonito, ¿Se encuentra bien?, ¿Qué sucedió?! — preguntó sobresaltado el sirviente. —Cállate Jaken, no es mi sangre, simplemente, había demasiadas bestias que me subestimaron— murmuró el Lord con frialdad. La joven lo observó a distancia, mientras éste caminaba por el pasillo opuesto a donde se encontraba. Él volteó a mirarla y le dirigió un gesto malicioso, relamiéndose los labios. Posteriormente, desapareció en otro corredor, dejando a la mujer con un escalofrío en todo el cuerpo. —Al parecer, es un demonio bastante peligroso. No me agrada para nada la idea de permanecer aquí por más tiempo— pensó, mientras bebía la última taza de té preparado por Aki, percatándose que el cansancio general había desaparecido. —Vaya, la curandera tenía razón, ya no estoy fatigada y el cuerpo ya no me duele tanto. — … La noche llegó. Diana caminaba por los pasillos sin saber a cuál habitación dirigirse. De pronto, la llamaron desde un pasillo apartado. —Mujer, ven aquí— se escuchó la voz de Sesshomaru. La joven tragó saliva. —No puede ser, es muy pronto, aún estoy adolorida por lo de hace rato— pensó nerviosa, mientras caminaba hacia lo que parecía ser un gran salón. Al ingresar, vio al señor del Oeste sentado con arrogante pose en un lujoso diván de hermosos acabados. Sólo vestía una bata de color marfil, ligeramente abierta, que revelaba su piel hasta el abdomen. Él la miró fijamente, mientras bebía con lentitud sake de un pequeño recipiente. La mujer se detuvo a la mitad del salón. —Acércate, no pienso tocarte por el momento— habló impasible. —¿Qué deseas entonces? — preguntó ella con reserva. —¿Quieres que te diga cuándo se abrirá la cueva? — sonrió con malicia. Diana se sorprendió. En realidad, sí deseaba esa información, pero sabía que implicaba un costo. Aunque le revelase la fecha, nada cambiaría, ella tendría que seguir atendiendo sus deseos por el tiempo restante. —Sí, quiero saber cuándo será— contestó decidida. —Bien, te lo diré después de que me complazcas… con tu boca— declaró con perversión, separando los muslos y exhibiendo su entrepierna, aún cubierta por la tela. La mujer se quedó sin palabras, aquella petición fue demasiado directa y descarada. —¿Cómo es posible que me pida eso?, ¿Cómo sabe acerca de eso? — pensó, tratando de asimilar la sorprendente solicitud. —Estoy esperando tu respuesta, mujer— volvió a hablar Sesshomaru. —¡Maldito demonio, bien, seguiré tu juego! — accedió, reiniciando sus pasos hacia él. —Lo haré y espero que el señor del Oeste cumpla con su palabra— dijo con seriedad, sosteniéndole la mirada. El Lord sonrió con deleite, terminando de beber el sake. La siguió con la mirada, hasta que la mujer quedó frente a él. Ella se arrodilló despacio y sus manos se posaron en sus fuertes muslos. Los ojos femeninos lo miraron con furia por el nuevo chantaje. Pero no le importaba, solamente deseaba someterla a sus apetitos. Diana lo miró por unos segundos más, después soltó un suspiro de resignación. Fue bajando la vista por el pecho, el abdomen y finalmente, llegó a la entrepierna, que parecía reaccionar con su cercanía. Ella percibió el fresco aroma de su cuerpo, era sumamente agradable y seductor. Comenzó a recorrer sus muslos con cierto interés. A pesar de todo, la mujer no podía evitar sentirse atraída por ese demonio, cuya belleza física resultaba difícil de ignorar. Lentamente retiró la tela que cubría el área genital, donde el miembro viril comenzó a despertar. Ella lo contempló sorprendida, realmente era un excelente ejemplar. Su grosor y longitud eran dignos de un semental. Después de todo, Sesshomaru era un macho alfa en toda la extensión de la palabra. —¿Qué pasa contigo Diana?, ¿Cómo puedes expresarte así de éste íncubo, que te atrapó para convertirte en su concubina temporal? — se burló de sí misma, al descubrirse admirando al demonio. —¿Qué más da?, si me niego ahora, sé que me obligará— meditó, a la vez que sus manos recorrían aquel vientre, hasta rodear la base del órgano viril. Sesshomaru jadeó por lo bajo ante el suave tacto. Poco a poco, la fricción en su miembro comenzó a excitarlo, mientras su mirada morbosa se deleitaba con la mujer a sus pies. De repente, se estremeció al sentir una ligera caricia en el área testicular. La hembra se tomaba la libertad de manosearlo sin reserva y eso lo estimuló aún más. Se reclinó en el respaldo del diván y, cerrando los ojos, se dejó llevar. Diana sabía qué hacer. Con algo de lectura y un poco de práctica, se pueden conseguir muchas cosas de un macho ansioso, sabiendo dónde tocar. Sus manos se distribuyeron las tareas de recorrer el miembro y acariciar la bolsa testicular. Finalmente, la erección alcanzó su punto más álgido y la humedad seminal se manifestó. Con un dedo inició el suave recorrido de la punta, lento y sin prisa. El demonio soltó otro gemido y ella sonrió complacida, era hora de hacer algo más. Despacio, la lengua femenina se acercó y con una fresca caricia, rodeó el contorno, subió y bajó. Luego se retiró un poco, sólo para cambiar la ubicación del recorrido. A continuación, siguió con la fricción del tallo, desde la base hacia arriba, una y otra vez, sin dejar área libre de su lúbrica saliva. El demonio no pudo dejar de mirarla, perturbándose cada vez más con el cálido masaje. Las manos de Diana sujetaron la endurecida virilidad y su lengua continuó jugando, como si se tratara de un helado. Recorrió la base, subiendo por el tronco y culminando en el grosor, mientras la lujuria escurría sin control. Lo repitió una y otra vez, casi consiguiendo que el demonio suplicara. Él no lo dirá, pero con la mirada implorará. La hembra lo observó libidinosa y pareciera que los papeles se intercambiaron. Ella tenía el control ahora y los ojos ambarinos lo constataron. El macho estaba en trance, pronto caería al abismo, así que, por esta ocasión, se dejó someter. Era simple y vulgar placer. Los jadeos masculinos continuaron al ritmo de la lengua femenina, que ahora lo abrazaba y humedecía dentro de su boca. La fricción era suave y constante, las sensaciones se desbordaron en su interior. El final estaba por llegar. Diana no perdía de vista el gesto masculino, atenta a su reacción, escuchando su fiero jadeo, sintiéndolo temblar. Percibió la dureza de su miembro y la contracción de su ser, así que retiró su boca y sus manos tomaron el control de la carnal fricción. El macho cerró los ojos y clamó ante el éxtasis final. Su cuerpo se estremeció en su totalidad, el orgasmo lo colmaba ya. La joven notó la cálida simiente inundar sus manos y escurrir entre sus dedos, sorprendente cantidad. Sonrió con disimulo, esperando a que el Lord volviese a la realidad. —Pasado… mañana… — susurró el demonio, perdido en el placer. La mujer se incorporó con calma y abandonó el salón. —Pasado mañana, es demasiado tiempo, espero que sea verdad— pensó, caminando rumbo a la habitación principal.***
Continuará…