Chapter 20: Más
10 de diciembre de 2025, 0:59
Nyota suspiró con cierta suavidad, llevando una mano a la frente para retirar la capa de sudor. Había buscado ese permiso para poder estar con McCoy. Pero las cosas no le habían salido como esperaba.
—¿Esto era lo que querías, Nyota? —le murmuraba Kirk mientras la acariciaba en la ducha, donde se habían refugiado juntos— Porque si era así solo debías pedirlo... Sabes que ahora que soy tu marido puedes pedirme todo lo que quieras ¿no es cierto?
Él comenzó a explorarla con una mano, desde atrás, deslizándole los dedos con delicadeza entre las piernas. Rozó apenas la entrada de su intimidad, jugando con sus pliegues húmedos y con la suave prominencia de su deseo, mientras la otra mano ascendía por su torso hasta tomar sus pechos, dedicándose a sus pezones.
—¿no es cierto? —repitió, penetrándola con dos dedos con impaciencia.
—Lo sé, capitán... —dijo ella, más para mantenerlo contento que por responder.
Ella sabía lo que James le había hecho a Christine y eso le enfermaba. Creía más que nunca que el hombre era un cretino hijo de perra. Pero también era su capitán y encima, el hombre que más placer y deseo le provocaba.
Ella lo había visto hacer cosas increíbles y heroicas dignas de un hombre honorable, cosas que no ocurrían ahora. Cosas que parecía que él ahora olvidaba por completo. Cuando su boca cubrió la suya, Nyota buscó separarse un momento.
—Christine está embarazada. —le anunció ella, como pensando en voz alta.
—¿En serio?
Kirk se detuvo un momento, aunque solo fue para llevar ambas manos a sus pechos y su boca a su cuello, acorralándola todavía más contra la pared.
—Y es mío, supongo. —agregó con indiferencia.
—Eso parece... —jadeó Nyota, vencida por un gemido que se le escapó sin permiso.
—Quieres ser la siguiente —siguió susurrándole Jim, mientras deslizaba su cuerpo contra el de ella, encajándose por detrás, dejando que la punta de su erección se asomara por delante, deslizándose entre sus muslos.
El sonido obsceno y húmedo solo hacía que a Nyota se le nublara todavía más la vista. Lo quería dentro ya, quería que dejara de jugar y de provocarla. Pero se odiaba bastante al quererlo con tanta intensidad.
—Capitán... —suspiró ella, exasperada— ¿No se cansa nunca?
—Con una mujer como tú jamás.
Ella sintió cómo aquel miembro, firme y cálido, rozaba suavemente la entrada de su sexo sin llegar a penetrarla, acariciando sus labios íntimos con una provocadora lentitud. La punta sobresalía apenas entre ellos, rozando su vello con una ternura incendiaria.
Él comenzó a moverse con mayor intensidad hasta que esa punta se hundió hasta el fondo de ella. Al principio, a Nyota le resultó incómodo, incluso doloroso, pero poco a poco el placer fue apoderándose de su cuerpo. Los gemidos que escapaban de sus labios eran cada vez más profundos, incontrolables, como si algo dentro de sí hubiese despertado por completo.
Para ese momento, el sonido húmedo y constante de sus cuerpos fundiéndose llenaba la ducha y se anteponía al del agua corriendo.
Aunque había instantes en que la fricción resultaba intensa, incluso incómoda, no podía negar que le gustaba sentir cómo él se hundía por completo dentro de ella, invadiéndola con una presencia abrumadora y masculina.
Con brusquedad, salió de ella para voltearla y ponerla con la espalda contra la pared. Su boca se estrelló contra la suya y ella apenas y pudo soltar un gemido ahogado cuando volvió a penetrarla con la misma intensidad.
Jim era sin duda dominante a la hora de besar. Mordisqueó suavemente su labio inferior, y cuando ella jadeó de sorpresa, lamió su boca, reclamándola con una fuerza casi demoledora. La besó como si quisiera devorarla entera, guiándola a través de su inexperiencia, enseñándole mientras la bebía como a un moribundo al que se le concede agua.
Nyota se movía de la misma forma contra él, había aprendido y ahora era su mejor alumna. A Jim eso lo enloquecía. En pocas embestidas más, la tomó de las caderas para marcar el ritmo que necesitaba.
La mujer se echó hacia atrás, arqueando la espalda mientras soltaba un gemido entrecortado y fuerte a la vez. Todos sus músculos se tensaron. Su cuerpo entero se tensó al ser arrasado por olas de placer que la dejaron sin aliento. Jim alcanzó el clímax poco después, aferrándose a ella mientras se derramaba en su interior.
Un profundo y ronco gruñido se escapó de entre sus labios, aun empujándose de vez en cuando en el interior de Nyota, buscando en todo momento más de su calor aunque ya estaba saciado, eyaculando en espasmos suaves, dilatándola y palpitando entre sus paredes vaginales, en un último estremecimiento íntimo y silencioso.
Se miraban a los ojos en todo momento, por lo que el acto fue en todo momento sumamente intenso y devastador para ambos. La respiración de ambos estaba desbocada y el calor era abrasador así como las caricias que ambos se habían prodigado. Estaban exhaustos de gemir y moverse, con la piel perlada de sudor y los párpados pesados.
Pero eso no evitó que Jim volviese a besarla con esa dominación que solo él tenía. Quería oír sus gemidos, beber sus suspiros, ver cómo se cerraban sus ojos y sentir cómo se arqueaba la espalda. Eso era lo que deseaba y lo quería una y otra y mil veces más.
—¿Más? —murmuró entre besos, empujándose de nuevo contra ella—. Dime que me deseas dentro... que te gustó y que quieres más.
Nyota suspiró entre los labios de Jim.
Sabía que el doctor sería más suave, más gentil que el capitán. Por eso lo había deseado al principio. Pero había una parte de sí misma que necesitaba sentir cómo Jim la invadía sin reservas, cómo la reclamaba de una forma tan brutal como ardiente. Ser deseada y poseída de esa forma la volvía loca y la hacía sentir terriblemente viva.
Una parte suya anhelaba ese placer, por contradictoria que fuera.
—Más, capitán... —jadeó, provocando un gruñido de aprobación que encendió de nuevo su piel.
—Jim —la corrigió con un mordisco suave—. En mis habitaciones soy Jim. Bajo mis sábanas… y cada vez que te tenga desnuda para mí… soy Jim.
Empezó a embestir con mayor fuerza de nuevo y buscó alzarle las piernas de Nyota por encima de sus hombros para tener mayor acceso.
Aún quedaban veinte horas de descanso, debía aprovecharlas.
—Me gustó, Jim… —dijo ella, con voz temblorosa—. Quiero todo lo que puedas darme.