Chapter 19: FASCINANTE
10 de diciembre de 2025, 0:58
Antes de que iniciasen las cuarenta y ocho horas, Christine se hallaba separando los suministros médicos que dejaría cuando iniciase ella misma su tiempo de maternidad. La federación había sido clara, desde que se descubriese que una mujer estaba embarazada, debía guardar reposo constante y pasar algo de tiempo en las áreas verdes dentro del bunker. Por ello, ella deseaba arreglar todo mientras fuera posible antes de dejarlo para dentro de nueve meses.
Apenas se había enterado pero, al colocar su mano sobre su vientre, la misma certeza de que algo ya crecía dentro, la abrumaba. No dejaba de recordar a Kirk y todo lo que le hizo y no dejaba de sentirse avergonzada al respecto.
El recuerdo de Kirk era una sombra persistente en su mente. Lo que le hizo. Lo que compartieron. ¿Había disfrutado? Sí. ¿Podía negarlo? No. Pero eso no significaba que hubiera terminado bien. Kirk era demasiado orgulloso, y la forma en que la había desechado después… Eso sí era lo peor.
Se encontraba ahora jugando con un botecito de pastillas para el dolor de cabeza cuando la puerta tras ella se abrió con un zumbido bajo. Al parecer, el señor orejas puntiagudas venía temprano para su caminata.
—Señor Spock —saludó ella incorporándose para recibirlo— ¿ya son las tres?
—El reloj cuántico marca las tres con treinta y seis minutos, a decir verdad —ladeó con sutileza la cabeza— ¿Sus labores requieren aún de su atención?
Christine dejó escapar una risa breve y seca— No realmente.
—Excelente. Pasaremos primero por el área de las cocinas para que usted complete su nivel de alimentos del día.
Ella alzó la vista, luego de guardar la última caja de medicinas para voltearlo a ver, sorprendida— ¿Qué insinúa? ¿Qué no me he alimentado como se debe? —medio sonrió, divertida pero aun confusa.
—Sería ilógico no notar que usted ha reducido su consumo de nutrientes en un 47% en los últimos días.
Christine dejó caer la mandíbula— ¿Cómo sabe eso con esa exactitud?
—Debido a que soy parte de la unidad conyugal a la que usted pertenece, y dado que se encuentra en estado de gestación, se me permite monitorear sus actividades desde la consola de mis habitaciones. Es parte de la ley de repoblación. Capítulo tres, página quince, sección dos, párrafo uno… "Revisión de niveles sanguíneos"
—¿Y la federación acepta ese nivel de control? —alzó una ceja, sorprendida.
Spock se remueve levemente— Se podría decir que se deja a criterio de los miembros de la unidad conyugal monitorearlo de la manera que estimen conveniente.
La enfermera sonrió y se llevó una mano al cabello— Supongo que no puedo esconderle nada.
—Correcto. —asintió el vulcano.
—Bien, entonces, si alguna vez intento darme un atracón de chocolate, usted será el primero en notarlo.
—Si el incremento de azúcares altera su equilibrio nutricional, efectivamente. —dijo, con naturalidad y calma— No es mi intención interferir, pero si usted sigue reduciendo su ingesta de nutrientes, afectará no solo su estado de salud, sino el desarrollo fetal. Y aunque las regulaciones indican reposo, la estabilidad emocional también es un factor relevante.
—Señor Spock, si no supiera que los vulcanos no practican el sentimentalismo, pensaría que está preocupado por mí.
Spock sostuvo su mirada con la misma neutralidad de siempre.
—Preocuparse es una emoción innecesaria. Pero considero prudente asegurarme de que usted cumpla con las normas de bienestar establecidas.
Christine esbozó una sonrisa suave, cansada, pero dócil—Muy bien, señor Spock. Lo que usted diga.
Christine Chapel caminaba en silencio junto a Spock por los pasillos del búnker, sintiendo la frescura artificial del sistema de ventilación en su piel. Aún no se acostumbraba a la idea de estar bajo tierra por tanto tiempo, pero había aprendido a encontrar pequeños respiros de normalidad en los espacios que el lugar les ofrecía. Uno de ellos era el jardín interior.
El aire dentro del invernadero subterráneo era más húmedo, cargado con el aroma tenue de la tierra y la vegetación. No era comparable a la libertad de un planeta con cielos abiertos, pero en ese momento, era suficiente. Christine suspiró al ver el árbol de mimosa en el centro del espacio, con sus delicadas flores de color rosado y amarillo pálido.
Spock, a su lado, la observó en silencio. No necesitó preguntar para saber que aquel lugar le resultaba un refugio. En su lógica, tenía sentido acompañarla, pues en los últimos días había notado que Christine mantenía una carga emocional significativa. La observó mientras ella se acercaba al árbol y tocaba una de sus ramas con cuidado, como si temiera que se deshiciera en sus manos.
—¿Sabía que la mimosa responde al tacto? —comentó él con serenidad.
Christine giró levemente el rostro, con una sonrisa suave.
—Sí. Cuando era niña, había una en el jardín de mi abuela. Me gustaba tocar sus hojas y verlas cerrarse, como si estuvieran jugando conmigo. Supongo que por eso me agrada tanto.
Spock asintió y bajó la mirada a la libreta de dibujo que sostenía en su mano.
—Si no le resulta incómodo, me gustaría hacer un boceto de usted en este entorno.
Christine parpadeó, sorprendida.
—¿Dibujarme? —preguntó, con una ligera risa—. ¿Desde cuándo hace retratos?
—Desde mi infancia. Es una actividad que he mantenido en ocasiones particulares. Capturar la forma en que la luz interactúa con un objeto o individuo es… lógico, cuando se busca preservar una imagen con exactitud.
Ella ladeó la cabeza, divertida— Así que no es arte, sino un ejercicio de observación científica.
—Son conceptos complementarios, en ocasiones —concedió Spock, observándola con detenimiento—. Tome asiento bajo el árbol. La luz es adecuada.
Christine obedeció con una sonrisa, acomodándose en el césped mientras Spock sacaba un lápiz y comenzaba a esbozar sobre el papel con precisión metódica. El silencio que se instaló entre ellos no era incómodo. Más bien, tenía algo de solemne, como si ambos entendieran que aquel momento era un pequeño fragmento de paz en medio de la incertidumbre.
Conforme los trazos iban cobrando forma, Spock se permitió un instante de contemplación. Christine era, sin lugar a dudas, una mujer con una notable resiliencia. La conocía lo suficiente como para notar la tensión en sus hombros, el peso que cargaba incluso en el descanso. Y sin embargo, ahí estaba, sonriendo levemente, con la luz de la mimosa proyectando sombras suaves sobre su rostro.
—Está muy serio, señor Spock. —Su voz interrumpió su análisis—. ¿Algo le preocupa del boceto?
Él levantó la mirada y se encontró con sus ojos claros, expectantes.
—No. —Hizo una breve pausa—. Me he dado cuenta de que nunca antes había registrado la expresión que tiene ahora.
Christine arqueó una ceja— ¿Qué expresión?
Spock bajó la mirada al papel— Tristeza, melancolía. Es un contraste fascinante.
Christine sintió que su corazón se apretaba levemente ante esas palabras. Spock no hablaba con la intención de halagar, ni siquiera parecía consciente de lo que su comentario implicaba. Y sin embargo, ahí estaba: la había observado con una atención que iba más allá de la simple lógica. Se humedeció los labios, sin saber muy bien qué responder.
—Es lo que suele pasar cuando se recuerda algo agradable… pero lejano —dijo al final, con voz suave.
Spock la observó un instante más antes de volver a su dibujo. Y aunque no lo mencionó en voz alta, en su mente, reconoció que aquella mujer le resultaba fascinante, de una manera que aún no comprendía del todo.
—Fascinante...