Chapter 2: La misión
9 de diciembre de 2025, 12:58
Por otro lado, tres hombres oían su propio silencio después de que la computadora leyera el paquete de información cuadrada.
—Fascinante.
Los otros dos miraron al segundo, con algo parecido a la molestia. Ambos se encontraban ligeramente claros y desestabilizados, el doctor parecía preferir el silencio a cualquier otra cosa por el momento. El capitán de la nave se llevó una mano a los ojos y los volvió a frotar con insistencia.
—¿Jim? —llamó su atención, Spock— ¿Cuál es el planeta al que debemos conducirnos?
—Myth 2001 —comentó con vaguedad el capitán— Una pequeña colonia en un orbe exterior...
—¿Por cuánto tiempo será? —interrumpió el doctor, cuyos ojos azules aún seguían fijos en la mesa, con las manos entrelazadas con fuerza bajo la barbilla, apoyados los codos en el metal.
—Hasta que se cumpla la misión. —suspiró éste— el señor Spock sacará las cuentas más adelante, por ahora no hay datos suficientes. Podría ser un programa de reproducción de solo un vástago por pareja o... o no.
—No entiendo su reacción, caballeros. —se cruzó de brazos el medio vulcaniano, tan fresco como cualquier hombre de orejas puntiagudas— el deber es el deber y las necesidades de muchos anteceden a las de uno.
El doctor pareció a punto de decirle todo lo que pensaba a Spock, y algunas otras cosas que se estaban cocinando desde que había conocido al sangre verde, pero su propio estado de ánimo lo consumió de nuevo. Kirk, consciente de esto, negó con la cabeza, tendría que hablar con su amigo antes de que cualquier otra cosa pasase.
—Esto es todo, señores. Nos veremos en unas horas para... —la palabra pareció luchar por quedarse metida en su boca, pero la necesidad de acabar con esto lo obligó a seguir adelante— Firmar las actas.
El doctor se puso en pie inmediatamente y quiso salir, pero Kirk no se despegó de su lado hasta que ambos llegaron a la habitación de McCoy. Cuando Bones se percató de esto, el capitán ya estaba entrando con él a sus habitaciones.
—Tengo diez horas de descanso, Jim, agradecería que me dejaras solo.
—Quizá es que simplemente no quiero dejarlo solo. —se encogió de hombros— usted siempre está cuando yo lo necesito, ahora me corresponde a mi quedarme a su lado. Además, esta situación nos ha dado algo de ventaja, puesto que el destino nos hizo amigos y ahora hermanos, nos conviene estar más tiempo juntos.
Leonard frunció los labios, aceptando a regañadientes su compañía. Ambos se sentaron en la isla del bar del doctor y este sacó unos vasos y una botella.
—No hay ninguna cuerda bajo la cama, si eso es lo que piensas. —le bromeó con una pequeña y triste sonrisa.
—No dije que lo hubiera. —rió él— y sé que sería lo último que alguien como tú haría. Solo quiero decirte que... Lo siento. Las cosas no salieron como esperábamos.
Él asintió y le ofreció la copa al capitán, la botella recién descorchada fue directa a su boca sin reparo, dando un trago largo que lo llevó a tambalearse instantáneamente.
—Yo no lo siento. —carraspeó, con el ardor del alcohol en la garganta— De todas formas, las cosas con Natira no iban a pedir de boca.
—Ah ¿si? ¿Qué opina ella? —Tras sentarse, el doctor se llevó a los labios la botella otra vez— supe que muchos matrimonios entre humanos y otras razas fueron deshechos.
—Así es. Pero otros como el de Checov y Martha Landon no. Claro, porque ambos son humanos —se tomó un segundo para pensar, mirando hacia otros sitios hasta que las palabras se ordenaron en su mente— Natira fue muy comprensiva.
—Ella mejor que nadie debía entender lo que es el sacrificarse por el bien común. —coincidió Kirk— aunque aún así...
—No, tranquilo. La amo, si, pero no estoy enamorado de ella. —sonrió, con amargura— parece que los sentimientos son verdaderamente joyas incomprensibles, como dice ese diablo sangre verde. Se puede aprender a amar, pero nunca puedes elegir enamorarte.
—Si no estaba enamorado de ella ¿Por qué aceptó ser su esposo?
—Primero: porque tú y Spock estaban en peligro de muerte. ¿Recuerdas? ella los hubiera matado sin pensarlo si yo no hubiera intervenido.
—Cosa de la que estamos sumamente agradecidos Spock y yo. —alzó la copa, como haciendo un brindis de broma por el valor de su amigo— ¿Y segundo?
—Segundo:... —se quedó con la boca abierta unos segundos, luego lentamente se empujó otro trago de alcohol— porque la chica si era sincera en sus sentimientos. Lo poco que estuvimos juntos, me demostró que... No estoy seguro... creo que me mostró que siempre se puede amar de nuevo, a pesar de todo.
—¿Pero su corazón, doctor? —inquirió, Kirk, hablando con seriedad— ¿no importa lo que él sienta en verdad?
—A veces el corazón quiere cosas que no son posibles. —otro trago, las señales de que el alcohol estaba haciendo efecto, se mostraban ahora en el ligero enrojecimiento del doctor— como anhelar una joven mujer que nunca te amará.
—Así como la señorita Nyota Uhura. —una sonrisa de cierta burla mariposeó por su rostro cuando McCoy se tornó más pálido de lo usual— No quieras retractarte, Bones, he visto como la miras. Estas loco por ella. Y, para serte franco, no estoy seguro de cuando me di cuenta, porque es muy rara la vez en la que ustedes dos coinciden en un mismo espacio...
—Jim ¿Qué hay de ti? —le cortó, cambiando de tema drásticamente, lanzándole una mirada azul muy significativa— ¿Cómo te irá con tres mujeres a la vez?
En situaciones normales, Kirk se hubiera reído y hubiera seguido molestando al doctor, pues era divertido verlo molesto y mucho más incómodo. Pero en esta ocasión, Bones tocó el tema correcto, puesto que Kirk llevaba ya varios pensamientos dedicados al problema.
Finalmente, murmuró— Bien, probablemente.
—¿Probablemente? —alzó una ceja— ¡Maldición, Jim! le he dado calmantes para el dolor a más de diez mujeres que han sido vistas contigo en los pasillos de un día para otro. Dudo enormemente que puedas tener problemas con estas tres, si no es que te las has llevado a la cama ya.
Kirk carraspeó, visiblemente contrariado ante la idea de que sus intimidades fueran ventiladas por los pasillos de la nave.
—Bueno, adivinó. No se me da nada mal el tema de las mujeres. Y las cosas serán muy fáciles porque las tres son hermosas, muy atractivas. Cuando tenga a Christine o a Uhura a mi disposición alguna noche, en alguna de esas habitaciones andorianas con paredes gruesas, de las cuales no se escapa ni el más mínimo gemido al exterior... Puedo asegurarle que...
—No quiero saber —McCoy agitó las manos para que el capitán se callara y cerró los ojos para evitar ver los gestos de Kirk— me basta con la idea de que no las obligarás a nada que no quieran.
—Bueno, ya me entendió. —dejó escapar una risa algo nerviosa— No me será ningún problema hacer el amor con ellas y quitarme las ganas que de vez en cuando me despierta la piel nacarada de Christine o las piernas de Uhura... Sin ofender, doctor. El problema es... Janice.
—No me ofendes, de todas formas, es comprensible, sus piernas son magnificas. Y si, pobre Janice. Aún me parece raro que haya sido incluida en el programa de reproducción cuando todo el mundo sabe que tuvo un aborto. —se encogió de hombros, bebiendo el resto de la botella de un sorbo.
—Si, igual a mi. Cuando recibí su licencia de maternidad al principio de la misión de cinco años, experimenté los celos más poderosos que nunca atenazaron mi corazón. Puedo jurarle que mi primera intención fue ir a sus habitaciones a exigirle el nombre del responsable... pero me acobardé, temí que fuera... que fuera mi propio nombre.
El doctor se atragantó con su trago.
—¿Por la vez en la que tu doble malvado...?
—Exactamente a eso me refiero. —la impotente preocupación era patente en su rostro de que esa herida seguía abierta— aunque sé que ella dijo que no fue más que la intención, siempre me quedé con la duda de si...
La mano del doctor en el hombro del Jim lo detuvo, ahí estaba Bones para apoyarlo de nuevo, aunque un tanto borracho, siempre sabía qué hacer o decir.
—No te azotes más por eso, sabes que no ocurrió nada. Estoy casi seguro de que fue alguno de sistemas, esos chicos arrasan con todas.
—¿Sabe cual es la diferencia entre ella y las demás? Que a Janice no estoy segura de querer compartirla contigo o con Spock. No puedo concebirla en brazos ajenos a los míos y la sola idea me desagrada... ¡Doctor! ¿Me estás oyendo? ¿Por qué sigue bebiendo? No creo que pueda ir a la ceremonia en ese estado.
Él hizo una mueca y se limpió las comisuras de los labios, sin mirarlo.
—Esta será una misión difícil, Kirk. Unirse a tres mujeres y compartirlas con otros dos hombres, más cuando tú quieres a Janice y yo... bueno, las cosas no son simples nunca. Esto es casi tan devastador como la guerra perdida con los klingons y la casi completa aniquilación de nuestra raza.
—No sé si haya comparación. —objetó Kirk, girando el contenido de su copa— al menos esta guerra no está perdida desde el principio.
—Se equivoca, capitán. —negó el doctor, recargando su espalda en la pared metálica de la nave— cada una de las mujeres que nos corresponden, no nos corresponden.
—¿Qué quiere decir...? ¿Doctor? ¿Doctor?
Leonard había caído dormido bajo el poder del alcohol, ahí, en la isla de su bar y no había cabida a que hablase una sola palabra más. Ya era hora, la verdad, porque la botella llevaba vacía desde hacía un rato y ya había otra abierta sobre la mesa.
—¿No nos corresponden? —repitió sin entender.