ID de la obra: 1462

Una unión de seis

Het
NC-17
En progreso
3
Fandom:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 64 páginas, 22.817 palabras, 20 capítulos
Descripción:
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Chapter 4: LA RECEPCIÓN DE MYTH 2001

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Cuando la energía del transportador se disipó y Janice Rand vio la sala de lo que sería su nuevo hogar por un lapso indefinido de tiempo, sentía como si su estómago no estuviera en su sitio real. Cosa imposible completamente, pero por si acaso, iría a un chequeo con Christine y el doctor para confirmar que todo se hallase donde debía. Sería una buena forma de ir a hablar con su nueva hermana y su nuevo esposo. ¿Cuándo se acostumbraría a la idea de que estaba casada? ya había pasado más de una semana y aún no digería la noticia. Al bajar de la cubierta y antes de ir a registrarse a la computadora tenía que recibir una especie de bienvenida grupal con los vulcanos y andorianos guardias que estaban esperándolos. Gracias a ambas razas era que ahora tenían un sitio en el que resguardarse y tener una vida mínimamente normal. Sin mencionar la protección que estos les darían por más o menos doscientos años, hasta que la situación se aplacara. Había en la sala una gran computadora con diversos botones de colores en la cual se estaban todos registrando, por lo visto, tenían que haber ahí datos suficientes sobre las cuatrocientas personas que tendrían que compartir el bunker. La idea afloró sola en su cabeza antes de que Janice tuviese tiempo a procesarla. Si ahí estaba la información, talvez podría haber algo acerca de los Palamianos, los seres que tenían implementado ese sistema de reproducción tan extraño. Quizá hubiera alguna solución para su situación que no fuera el dar su vientre para parir un hijo tras otro hasta morir o tener los nueve que la flota quería. Cada matrimonio procrearía al final algo así como veintisiete hijos... Pasó los ojos por la sala para escanear sus posibilidades. A su lado estaban cinco tripulantes que ella no conocía y, a su derecha, se batallaba Pavel Checov con la correa de su mochila. El ruso era muy amigo de todos, seguro que no se negaría a colaborar si se lo pedía. —Necesito un favor... —le murmuró al acercarse con cuidado a él. Él alzó la vista y le dedicó una galante sonrisa antes de volver a su mochila obstinada. —Vaya, por una chica tan linda, cualquier cosa. Los guardias de vulcano le recordaban ligeramente a su superior el Señor Spock, pero estos hombres se veían mil veces más severos y mucho menos comprensivos que él. Cuando Janice terminó de tejer el plan con su compañero, fue su turno de recibir la bienvenida, que no consistía más que en un bonito tocado femenino de tela especial para que las mujeres llevaran sobre los hombros en señal buena fortuna y fertilidad. Cosa en la que curiosamente los vulcanos no creían, pero si los andorianos. Las orejas puntiagudas regalaban a los hombres dijes de piedras especiales que simbolizaban la fuerza y la virilidad masculina. La capa que le dieron a ella era de color rojo, como su uniforme y su rango, por lo que imaginó que Christine tendría una azul y Nyota uno rojo también, el doctor y Spock uno azul y Kirk uno amarillo. De cara a la computadora, debía decir su nombre y otros datos mientras sus ondas cerebrales, rasgos físicos y voz estaban siendo registrados para el archivo. Introdujo dos paquetes de información cuadrada en las ranuras y procedió a hablar. —Yeoman Rand Janice, a cargo de la asistencia del capitán Kirk James T. en el USS Enterprise. —dijo, fuerte y claro al micrófono que registró sus palabras— Acta matrimonial número 827-0,5. La computadora lo anotó en su banco de datos y de una rendija salió el paquete de información cuadrada con su identificación y el de la copia de su reciente acta matrimonial. —Se le asigna la habitación 22 del ala Nordeste, piso 8. Janice volteó disimuladamente por encima de su hombro a los vulcanianos de la sala de transportación, estaban ocupados con Checov tal y como ella le había indicado hacer. No le había costado mucho trabajo hacer que su compañero y viejo amigo le siguiese la corriente en tal estupidez, pero aun así ella le aseguró que abogaría por él si algo malo le ocurría. —¿Saben? Mi bisabuela era medio andoriana por un tío tercero suyo y mi padrastro tenía un 0,2% de sangre romulana. Eso significa que en mi ADN debe haber algún porcentaje de antenas azules y orejas puntiagudas. ¿Eso no afectará a mis descendientes y a la raza humana entera? Ella sonrió, los vulcanos estaban dando respuestas lógicas, aunque algo sorprendidos porque un chico tan raro se dirigiera a ellos con tal soltura y con un tema tan trillado. Los andorianos se mostraron pacíficamente ofendidos, uno tomó la palabra dándole a entender que ambas razas estaban prohibidas enteramente su mezcla más allá de las únicas excepciones de Saavick y Spock. Era claro que la distracción funcionaba. Janice se volvió a la computadora e hizo la pregunta que necesitaba saber. Si estaba dispuesta a hacer las cosas bien hechas, debían desde ahora poner las cartas en el asunto. —Computadora, los registros completos sobre los Palamianos y la nueva ley de matrimonio grupal de la federación. Pavel estaba siendo acorralado por cinco andorianos en un extremo y tres vulcanos por el otro mientras bailaba música clásica rusa y pronunciaba palabras divertidas en su idioma, muchos lo veían con vergüenza ajena, otros como posible amenaza y algunos humanos lo apoyaban. Cuando Janice le hizo una señal tanto de "gracias" como de un "lo siento", él se detuvo. Su mochila, que hace rato había dado problemas, volvió a reclamar su atención de nuevo. —¿Qué le ocurre a su mochila? ¿Necesita ayuda? —le preguntó la única mujer guardia de los andorianos al ver al chico con una correa magnética rasgada y la otra imantada y pegada a su espalda. —No se preocupen caballeros, no tiene caso. Esto es hecho en china, por eso no funciona. Tenía que haber sido precavido y comprar una Rusa. Los guardias se miraron entre ellos extrañados, incapaces de entender una broma tan mala, mientras Checov sacaba una especie de martillo y golpeaba con él la correa pegada a su cuerpo. Todos en la sala tuvieron que necesariamente dar un paso hacia atrás al ver al chico saltar una vez más, pero en esta ocasión no se trataba de ningún baile típico, sino que éste se electrocutó y el contenido de la mochila salió desperdigado por todos lados. En medio del disturbio de aparatos rusos, tanto los andorianos como los vulcanos y humanos corriendo de aquí para allá intentando atraparlos, Janice salió de la sala. En sus bolsillos escondió dos archivos que seguro le ayudarían más tarde. Si había alguna forma de salir de este matrimonio forzado, ella lo descubriría. No era justo que a todos se les impusiera casarse si no querían. —Y eso es todo, caballeros —y quitando un calzoncillo azul de los ojos de un vulcaniano, Checov salió despavorido por el pasillo perseguido por todos los guardias. Janice le debía una a Checov, especialmente porque seguro estaba en problemas, pero de todas formas, ese altercado no pasaba a mayores. El capitán tenía una agradable debilidad por el ruso y a lo mejor no lo castigaría. No más de lo debido.
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