ID de la obra: 1462

Una unión de seis

Het
NC-17
En progreso
3
Fandom:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 64 páginas, 22.817 palabras, 20 capítulos
Descripción:
Notas:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
3 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

Chapter 5: Te estaré esperando

Ajustes de texto
Uhura, por otro lado, ya estaba con el señor Spock, Christine y el doctor McCoy. Todos guardaban un silencio igual de incómodo que el ocurrido en la ceremonia. Se hallaban sentados alrededor de la misma mesa, pero cada quien se encontraba a miles de kilómetros de distancia. El doctor ojeaba un libro físico, usando unos lentes grandes de los años ochenta con un degradado del vidrio claro al amarillo. El señor Spock por su parte se había perdido hacía mucho en sus pensamientos, Uhura estaba revisando la capa de los andorianos y Christine, la más nerviosa de todos, alternaba miradas entre todos los presentes preguntándose quien hablaría primero. Así fue como Kirk los encontró unos segundos antes de que Janice llegase también. Los embajadores de vulcano y andorian, Sarek y Gras, se acercaron también para secuestrar por unos instantes al capitán y al primer oficial para una plática tranquila y llena de aburridas formalidades. —¿Alguien quiere whisky? —se sentó pesadamente Scotty entre del Doctor y Christine. —Si no vienes con la botella completa, ni oses hablar de alcohol. —bromeó McCoy levantando por un instante su vista del libro. Scotty agitó dos botellas con diversión. —Considérelo un regalo de bodas, doctor. —le dio una palmada en el hombro fraternalmente que hizo que el libro se le escapara de las manos— le han tocado unas especímenes sublimes. —Estás demasiado borracho para que pueda creer en la veracidad de tu cumplido, pero gracias. —le sonrió Uhura, ayudando al doctor a recuperar su libro. Sin querer vio la portada de este y, en un murmullo para que solo el McCoy la escuchara, dijo: ¿Julio Verne? Vaya, no sabía que apreciara las aventuras, doctor. Leonard sonrió de medio lado, pero no dijo nada más. —Lo digo en serio, doctor, usted, el capitán y ese freak de sangre verde tienen mucha suerte. Una belleza africana y dos magníficas rubias son tesoros inestimables —y con un tambaleo gracioso, Scotty le entregó otras dos cajas al doctor— estos son para el señor Spock y al desgraciado pelo-perfecto del capitán. Janice rompió a reír. El doctor pareció haber perdido parte de su taciturnidad con ese regalo, sonriendo abiertamente le dio un empujoncito. —Procura no beber más, muchacho, te recuerdo que eres un gallina cuando la resaca te espolea el hígado. —Scotty solo se empujó un trago de lo que sea que había dejado Kirk en su vaso antes de irse y se fue riendo— mírenlo, celebrando como en su boda hace un año. Enfermera, ¿se acuerda de las canciones escocesas que cantaba en la sala de desintoxicación? Christine, aliviada por la repentina felicidad de Leonard, asintió. Era agradable que un poco de la incomodidad se hubiera disipado por fin. —Todos los demás borrachos de la sala cantaron a coro. Y me pareció descubrirlo a usted siguiendo el ritmo, doctor McCoy. Una sonrisa entre nerviosa y avergonzada se hizo presente en su rostro. —Esa canción aun me acompaña de vez en cuando. —se volvió a mirar a Scotty, el cual se había caído hacia atrás en su asiento a pocos metros de ellos, siendo ayudado por Sulu, igual de borracho y sonriente— Es maravilloso que lo hayan dejado conservar su matrimonio con Palamas. —Bueno, ambos eran humanos. —se encogió de hombros Janice— al igual que Checov y su esposa Martha Landon y Sulu y... —Nancy Wong —completó Uhura, que había estado callada desde que el doctor prácticamente la ignoró— parece que eran amigos de la infancia. Y… El segundo en arribar la mesa del matrimonio era Checov Pavel, tenía un moretón oscuro en el ojo y una sonrisa bastante contagiosa. —En el nombre de Hipócrates —se sobresaltó Christine— señor Checov… —No es nada. —se apresuró a decir— no más que la primera sorpresa que esta nueva vida me depara. No he venido a ustedes para recibir ayuda médica, sino para invitar a bailar a una de las chicas. Y a usted también, si lo desea, doctor. Las chicas se rieron de esa broma, pero solo Janice se puso en pie para ir tras él, en parte, porque necesitaba disculparse por lo de esa mañana, había sido su culpa después de todo y ese moretón era prueba de que no había salido indemne totalmente. Cuando las risas se hubieron apagado, el capitán regresó a la mesa junto con el señor Spock, el cual tenía un inusual brillo verdoso en sus mejillas. Antes de que el doctor pudiese darles sus respectivos obsequios, Jim se acercó con cuidado a Uhura. —Necesito hablar contigo. —y seguidamente depositó un largo beso en la comisura de los labios de la mujer que no supo qué hacer ante ese gesto más que mirar profundamente a su capitán, intentando averiguar si se trataba de problemas o algo peor, el asunto que les concernía. El doctor contemplaba esta escena desde su posición y, antes de que salieran ambos, hundió el rostro en el libro. —¿Y estos paquetes, doctor? —preguntó Spock— ¿es la fecha que corresponde a lo que ustedes conocen como cumpleaños de alguno de los presentes? —¿Eh? No, no. Son regalos de bodas para usted y Jim. ¿Puede entregarle este al capitán? Yo… debo ir a ver las nuevas instalaciones médicas en las que trabajaremos. Christine, ¿me acompaña? Spock, se quedó levemente contrariado al ver que lo habían dejado solo, por lo que, sin más miramientos, abandonó la sala rumbo a sus habitaciones. Por otro lado, Kirk y Uhura caminaban por los pasillos desiertos uno al lado del otro. —Preciosa velada, ¿no es cierto? —comenzó él. —Inigualable, capitán. —sonrió por cortesía, aunque no se sentía del todo cómoda. —No deseo que esto suene precipitado, teniente. Pero… debido a las circunstancias… —No tiene que hacer explicaciones, capitán. Estoy enterada al completo. Usted será el primero. Y lo entiendo. Jim la miró, sorprendido, pero a la vez aliviado porque ella tuviese más agallas que él para sacar el tema. Las palabras no se le daban bien, prefería las acciones, que como descubriría más tarde, serían más efectivas. —Bueno, en ese caso. Solo deseo decirle que cuando lo desee… podrá visitar mi habitación en cualquier momento. Y… ¿puedo hacerle una pregunta personal? —Ella asintió— ¿es virgen, teniente? Todo el rostro de la mujer se tornó rojo al instante y evitó su mirada al responder. —No, no lo soy. —Bueno, esas son buenas noticias. Será todo más fácil. —No todo, capitán. —admitió— esto puede que no sea muy complejo en ese sentido, pero usted creo que no se ha tomado el tiempo de hablar con las demás. —¿A qué se refiere? —A que Janice quiere zafarse de esta situación y que Christine… ella, además de profesar un amor secreto y no correspondido por el Señor Spock… —¿Qué? —Que ella si es virgen. Jim se llevó una mano a la sien. No era un verdadero problema, ya que de todas formas, estaban casados, pero aún así, las cosas no serían nada fáciles con ella. Convencer a una mujer para que subiera a su cama no representaba mayor problema para un galán como él, prueba de ello eran las más de treinta doncellas que habían pasado por sus habitaciones. Pero nunca una mujer enteramente pura, ni mucho menos una que amase a otro. —Este es mi pasillo —quiso despedirse uhura, para escapar por el momento de esa situación tan vergonzosa. —Antes de que se vaya, deseo decirle algo, teniente. Cuando ella se volvió a su capitán, este la tomó por los hombros y la atrajo hacia si para besarla intensamente, empujándola con lentitud contra la pared. Una movida que le había ayudado en incontables veces y con muchas mujeres diferentes de distintos planetas. Ahora que lo pensaba, probablemente esta fuese a la primera humana a la que seducía tan directamente. Al separarse, y con una sonrisa de triunfo, Kirk usó el tono de voz adecuado. —Te estaré esperando, Nyota. Y soltándola con lentitud, se retiró. Uhura lo observó hasta que él desapareció tras la esquina. ¿Qué se suponía que debía pensar acerca de todo eso?
3 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)