Chapter 8: Expulsada
9 de diciembre de 2025, 15:14
No fue sino unos segundos después en el que ambos entendieron el contenido de ese gemido, cuando el orgasmo ya se había apagado por completo en ambos.
El capitán se dejó caer a un lado de la mujer, entre aturdido, cansado y contrariado. Christine había estado disfrutando, sí. Pero no por él, su mente no estaba con él. El nombre que ella había gemido en el clímax aún resonaba en su cabeza, como un eco hiriente imposible de ignorar.
Christine se incorporó con cuidado, aún con los ligeros espasmos presentes, su piel enrojecida por el esfuerzo y el placer reciente. Kirk la observó de reojo. Seguía viéndola hermosa, con su cabello suelto cayendo en ondas desordenadas sobre sus hombros de colores grises lilas sobre sus hombros, la luz suave delineando su figura. Pero la traición lo carcomía.
—Capitán… —susurró ella, con un deje de súplica en la voz.
Él se irguió de golpe, su mirada fría e implacable— Eso es todo, señorita Chapel, ya puede retirarse.
—Pero, capitán, yo…
—Su visita ha sido muy grata —la cortó él, su tono deliberadamente cortés, como si estuviera despachando a una desconocida—. Recoja sus cosas y regrese a sus habitaciones.
El rechazo la golpeó como un puñetazo en el estómago. Christine abrió la boca para insistir, para pedirle que la escuchara, que no la alejara así. Pero la mirada de Kirk no dejaba espacio para ruegos. Era la misma que usaba con sus oficiales cuando no admitía réplicas. Era claro que no pasaría por alto que en su mente hubiera habido otra persona.
Christine tragó saliva, sintiéndose pequeña.
—Rasgó mi ropa. —murmuró, en un intento de recordarle que la había despojado de ella con sus propias manos, con la misma pasión con la que ahora la expulsaba de su lecho— ¿Lo ha olvidado?
—¿Qué tal si le informa al señor Spock de lo ocurrido? —La sonrisa que apareció en los labios de Kirk no tuvo ni un ápice de calidez— Seguro que él puede traerle algo de vestir.
Christine sintió que la humillación le subía por la garganta como bilis.
El placer se había evaporado por completo, dejando solo la frialdad del rechazo. Un dolor punzante se arraigó en su pecho, no solo por la forma en que Kirk la había apartado, sino porque, en el fondo, sabía que se lo merecía.
Moviéndose con torpeza, bajó de la cama. Cada paso le recordaba lo que acababa de ocurrir. Su cuerpo aún estaba sensible, las secuelas del éxtasis impregnadas en sus músculos. Pero ahora solo sentía el peso de la derrota.
Se agachó, recogiendo los restos de su ropa rasgada, su comunicador y la pequeña bolsa de maquillaje que había traído con ella. Un examen rápido de sus posibilidades la llevó a una única opción: llamar a Uhura.
Con dedos temblorosos, activó el comunicador— Nyota… ¿me escuchas?
Un silencio. Y luego, una respuesta que la dejó sin aliento— Aquí Spock.
El corazón de Christine dio un vuelco. Por un momento, se quedó congelada, pero después escuchó a Kirk, desde la cama, dejó escapar una breve carcajada.
—Vaya, parece que el destino tiene un excelente sentido del humor.