Chapter 9: TRATO SELLADO
9 de diciembre de 2025, 15:15
Desperezándose, Uhura se llevó ambas manos a los ojos somnolientos. Alguien estaba llamando a su puerta. Un vistazo al reloj le reveló que eran las tres de la mañana y que llevaba muy poco dormida. Se obligó a levantarse, pesadamente, con rumbo a la puerta, así como se hallaba, en pijama y despeinada.
Al abrir las compuertas se encontró con Christine, la cual lloraba a mares sin consuelo alguno, desesperada. Antes de que pudiese decir nada, ella se derrumbó en sus brazos. Estaba tan oscuro que apenas y podía ver su figura, peinado y las brillantes lágrimas en sus mejillas.
—¿Lo hiciste? —fue lo único que pudo musitar al abrazarla y llevarla hasta la cama.
—Es un cínico… —murmuró con amargura ella, dándole la repuesta— no quiero que vuelva a tocarme…
—Recemos a los dioses por que nazcan trillizos —pensó Nyota. Consolar no era su fuerte, pero podía intentarlo y más si era por Christine, que era su mejor amiga desde hace mucho.
—¿Puedo quedarme aquí esta noche? —le rogó después de haber llorado por varios minutos sobre su hombro, aun sin contarle absolutamente nada de lo recientemente ocurrido— mientras tú vas con él.
Eso le cayó como un balde de agua fría a Uhura.
—¿Yo…?
—Ese fue el trato… ¿no es cierto? Que lo haríamos ambas, una después de la otra, si era posible, la misma noche.
Ella se mordió el labio, insegura. Si Kirk había hecho esto con Christine ¿qué haría con ella? Bueno, aun no debía entrar en pánico, porque ni siquiera sabía lo que el capitán había hecho a su amiga. Cuando se lo preguntó, la enfermera negó.
—¿Fue muy duro? —se atrevió a preguntar.
Ella volvió a negar.
—No… Es muy bueno en la cama… —confesó, cubriéndose el rostro y volviendo a llorar. Nyota, confundida, sin comprender la razón verdadera por la cual su amiga lloraba como lo estaba haciendo, volvió a buscar respuestas.
—No quiero hablar de eso. —gimoteó ella— ahora solo me queda esperar.
Christine había dejado de llorar hacía un momento, ahora solo suspiraba continuamente con suma tristeza.
—Me echó de su cama —confesó, tras mucho rato— porque en el orgasmo dije el nombre del señor Spock… —Uhura se llevó las manos a la boca, pero no dijo nada. Casi era comprensible, había destrozado el orgullo de ese hombre— y rasgó mi ropa. Tuve que llamarte para que me trajeras ropa.
—Pero, mi comunicador…
—Si —la miró, en la oscuridad, sus ojos claros no eran acusadores, pero estaban llenos de desdicha— Spock contestó. Qué irónico ¿no? Hazme un favor, ve a él y acaba con esto de una vez. Rehusarnos, así como Janice, no nos llevará a nada bueno.