ID de la obra: 1462

Una unión de seis

Het
NC-17
En progreso
3
Fandom:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 64 páginas, 22.817 palabras, 20 capítulos
Descripción:
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Chapter 16: Una habitación secreta

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Quizá debía haberse puesto el uniforme de la Flota en vez de su chaqueta beige y los pantalones a juego. Hacía mucho que no usaba su propia ropa, y esta era de antes de la misión de cinco años. De todas formas, ya era imposible cambiarse; habían acordado verse en las habitaciones de Uhura tan pronto como iniciaran las cuarenta y ocho horas de descanso. Y ahí estaba él, de pie fuera de la puerta, nervioso, barajando posibilidades. Tal vez solo hablarían de trabajo... Sí, era posible. Después de todo, no había mucho más en común, a excepción de los libros, como ella misma comentó. O... tal vez iba a reclamarle por aquella intervención que le hizo cuando Kirk la dejó casi rota. Se estremeció. No había podido verla a la cara desde ese día porque, cuando lo hacía, recordaba. Y no convenía recordar ahora, o no se haría responsable de sus acciones. Tiró del cuello de la camisa un par de veces; había empezado a hacer calor en ese estúpido pasillo. La puerta se abrió, y Uhura lo recibió. Llevaba un vestido tradicional africano, repleto de colores vibrantes que resaltaban sobre su piel, aunque la tela parecía áspera. —Aún no he terminado de arreglarme ¿Puede pasar mientras termino de preparar mis cosas para irnos? —¿No eran sus habitaciones donde sería nuestra reunión? —preguntó él, confuso. —Oh, no —sonrió dulcemente—, es un sitio secreto que solo yo conozco. Y quizá algún otro ingeniero. Él asintió y, al entrar, se sentó en una silla de madera con filigranas azules y rojas. Nyota pasó a otra habitación dentro de la misma sala, dejándolo pensativo e incómodo. Había pinturas extrañas en las paredes, así como otros objetos de origen africano, cuna de la mujer, pero totalmente desconocidos para McCoy. —¿Esa botella es la que Scotty le dio? —Tiene buen gusto en lo que a vinos se refiere. —contestó él desde su posición, aún cohibido por la extrañeza que tenía todo. Y a pesar de eso, había un orden y una coherencia agradable a la vista. —Antes dijo que solo usted conocía este lugar secreto del que me habló. Y que, además, puede que otro ingeniero… —se atrevió a preguntar. Entonces ella salió. Llevaba otro vestido, esta vez de tela más ligera y vaporosa, en tonos oscuros de púrpura con decorados de flores silvestres. Bajo su brazo, sostenía una caja de herramientas que, sorprendentemente, no desentonaba con su apariencia. —Sígame y lo averiguará, Doctor. Él, obediente y callado, la siguió. En el camino, no hablaron mucho más; no era necesario. Pero McCoy estuvo consciente en todo momento del suave murmullo de la tela de su vestido y el tintineo de las herramientas en la caja. La caminata los llevó hasta el nivel dieciocho, a un callejón sin salida en el que se alzaba una pared común y corriente. —¿Y bien? —inquirió él con media sonrisa. Ella había comenzado a sacar sus herramientas y, al mirarlo, volvió a sonreír. —Mi uniforme es rojo, ¿lo recuerda? —Por supuesto —respondió él, casi sin pensar. ¿Cómo olvidarlo, si la veía casi todos los días?— División de ingeniería. —¿Sería tan amable de vigilar que no venga nadie? Leonard se puso tenso, pero al girar hacia el pasillo que habían dejado atrás, cubriendo con su cuerpo a Nyota, murmuró— ¿Me está arrastrando a un plan ilícito, señorita ingeniera? La voz de la joven sonó divertida cuando contestó— A los camisas rojas se nos entregó un mapa del búnker entero al llegar. Hay como quince o veinte refugios entre las paredes en cada piso. Mientras hablaba, se abrió una puerta frente a ella y, cuando Leonard miró, Nyota ya había desaparecido en el interior. Un chispazo de nerviosismo hizo mella en el doctor. —¿Teniente? —murmuró al umbral oscuro— ¿está intentando que nos maten? —gimió con cierta irritación al penetrar en el pasillo. La oscuridad era alarmante. Si Uhura estaba ahí, su piel la ayudaría muy bien a camuflarse tan perfectamente que nunca daría con ella. *Hey, eso fue racista* lo regañó una voz en su cabeza. No había dado más de tres pasos cuando la puerta tras él se cerró de golpe y las tinieblas se hicieron más profundas si era posible. —¿Uhura...? Teniente, esto no es gracioso… Necesito que me informe de su posición ahora... —estaba perdiendo la paciencia y, aun así, sintió preocupación por ella— Maldición... Nyota, háblame, por favor. Entonces, tropezó, quizá con sus mismos pies, aunque nunca iba a estar seguro, y cayó de bruces sobre algo blando que al recibirlo lo abrazó. Era ella, que, muerta de risa lo sostuvo hasta que Leonard recuperó la compostura y la dignidad. —No es justo, Doctor, arruinó la broma —murmuró ella para quitarle hierro al asunto, cuando se dio cuenta de que él no se estaba riendo— iba a asustarlo. —Lo hizo —murmuró él también, saliendo de entre sus brazos y buscando a tientas la pared del pasillo para aferrarse a algo sólido, la impresión de haber estado abrazado a ella era, por alguna razón, más fuerte que ningún otro abrazo— creí que le había pasado algo. Por un momento... —¿Qué? —quiso saber ella, de verdad le daba curiosidad lo que el doctor pudiese sentir con respecto a ella. —Nada. —puntualizó, rotundamente— ¿no hay una luz en éste maldito pasillo? Me gusta ver con quien hablo cuando lo hago. Ella, consciente de que Leonard estaba bromeando, encendió una pequeña lámpara de mano. Su figura, estilizada, apareció entre las sombras. —No se moleste conmigo, doctor, solo intento hacerlo feliz. —e inmediatamente procedió a abrir la siguiente puerta— usted hace mucho por todos y nosotros no se lo pagamos como deberíamos. Esto puede considerarlo como un regalo de mi parte. Ahora que Bones podía ver, se sentía más seguro y a su vez, más calmado. —Y lo agradezco —suspiró él— pero no tiene que tomarse tantas molestias. Ya es mucho para mí el estar en su compañía. Ella sonrió desde su posición y al oír un click en la puerta, se volvió a él. —¿No es molestia si le pido que cierre los ojos? Prometo guiarlo en todo momento esta vez. Leonard se halló a sí mismo sintiendo con los síntomas de la adrenalina. No obstante, se encogió de hombros, las intenciones de ésta mujer eran buenas, él podía abandonarse a ella sin preocuparse demasiado. Después de todo, su corazón hace tiempo que estaba con ella. Cerró los ojos y la oscuridad regresó. Lo primero que sintió fue la mano de ella, con esos dedos pequeños de uñas barnizadas y delicadas, en su propia mano. El toque era tan nimio y desinteresado que a Leonard el corazón se le volvió loco. Uhura tiró de él, con cuidado y sin prisa mientras con la otra mano empujaba la puerta. Sus ojos cerrados, percibieron el cambio de luz antes de que Uhura siguiese dándole indicaciones. —Necesito que se agache, solo un poco, el dintel de éste umbral es más bajo que el anterior. —McCoy obedeció— ahora, aquí hay un escalón bajo. Perfecto. Lo hace muy bien, doctor. Él se ruborizó levemente. De pronto, se sintió como un niño siendo mimado por su madre, la sensación más rara de su vida y así se lo hizo saber a Uhura. Ella soltó una risita. —Eso es bueno, ¿no? Perfecto, doctor, ahora si puede ver.
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